La ruta de las papeleras abandonadas, donde la naturaleza reclama su espacio

EXPRESO - 14.04.2024

Lousame, en pleno corazón de la Ría da Estrela, en la provincia de La Coruña, guarda uno de los rincones más insólitos que visitar en fechas como esta. Allí, la primavera ofrece colores, sonidos e incluso olores diferentes.

Donde el transcurso de río conforma un camino de fácil acceso, aunque por tramos es intrépido, nos acaba llevando a las antiguas fábricas de papel, vestigio de la actividad industrial de la Ría.

A través de estos edificios centenarios, en los que la propia naturaleza se va abriendo camino para restablecer su equilibrio, es donde el viajero puede disfrutar del silencio, sólo quebrado por el paso del río y las aves que anidan en los árboles.

Ya desde inicios del siglo XIX, en la Ría de Muros Noia surgió una incipiente industria papelera en torno a los ríos Vilacoba y San Xusto, debido sin dudas a la excelente calidad de sus aguas. La actividad prosiguió hasta el cierre de la última de ellas, en los años 80 del siglo XX.

Hoy en día se puede admirar los restos de aquellos edificios, vestidos de un manto verde y cuyas vigas, ahora caídas, dan la sensación de que se integran en el suelo para vivir una segunda vida como árboles.

El sendero de las fábricas de papel de Lousame conecta las papeleras de Brandia, Fontán, A Galiñeira y la de Soutorredondo. Cuesta creer hoy en día, al visitarlas, que lo que hoy es un verdadero remanso de paz, en otro tiempo fuera uno de los ejes industriales y económicos de la Ría, con hasta 7 papeleras en funcionamiento.

El paseo discurre por una tranquila senda de fácil tránsito, por lo que es perfecta para recorrerla con toda la familia. Ya desde el comienzo, en el área recreativa de Brandia, encontraremos antiguos hornos harineros rehabilitados.

Con el río Vilacoba a nuestra izquierda, tranquilo y calmado, continuamos camino sorteando la vegetación, en la que nuestra vista se irá, sí o sí, hacia las enigmáticas flores de la Dedalera o Estraloque.

Una planta bienal que el primer año genera un cúmulo de hojas en roseta y el segundo año produce el conocido tallo de hasta 1,70 metros de altura adornado con las magníficas flores tubulares de color rosa y púrpura; eso hace que, por zonas, se intercalen los años de abundancia de sus flores.

Más adelante, los restos de los edificios que aún continúan en pie, atestiguando el pasado industrial, pero que hoy son ‘devorados’ por la naturaleza que, sabiamente, reclama el espacio que se le arrebató por la acción humana, dándonos en el trascurso una preciosa estampa.

Las ruinas de las antiguas fábricas no son sino el colofón a una ruta en la que es muy fácil evadirse entre el discurrir del río, tan hipnótico y cautivador; el paisaje en el que el verde va salpicándose de otros tonos y brillos que asombran hasta al más descreído; junto con esa inevitable sensación de estar en un lugar que, si bien es testigo del Patrimonio Industrial de la Ría da Estrela, no deja de tener cierto halo de magia…

Expreso. Redacción. J.R

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