Matthew, huracán selectivo

EXPRESO - 21.10.2016

Manolo Bustabad Rapa, periodista

La trayectoria de la terrible borrasca, sinuosa y errática, me recordó el derrape incontrolado de un auto sobre el asfalto mojado mientras los demás...

Matthew es el tercer huracán en poder destructivo de cuantos asolaron Haití en toda su historia. Parece que un poder especial canaliza hacia este país todas las energías incontrolables que se generan en el Caribe y, en realidad, no se necesitaba tanta fuerza para acabar de arrasar lo poco que quedaba después del terremoto del 2010.

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La trayectoria de la terrible borrasca, sinuosa y errática, me recordó el derrape incontrolado de un auto sobre el asfalto mojado mientras los demás, inmovilizados en un atasco, confiaban, salpicados y sobrecogidos, en que el golpe fatal pasase de largo. Me vino a la memoria porque en aquella ocasión el bólido desbocado acabó empotrado en la puerta trasera del mío.
Esta vez también asistíamos inmóviles y absolutamente pasivos, desde Puerto Plata, al deambular de la terrible borrasca.
En Venezuela se produjo un efecto inesperado, con al menos doce personas mordidas por serpientes descontroladas por las inundaciones. Parece ser que no es raro verlas salir de la espesura hacia los asentamientos humanos huyendo del agua.  
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Colombia sufrió el impacto principal en el Parque Natural Tayrona, un espacio de gran valor biológico y arqueológico que precisamente publicita su "tranquilidad de la naturaleza y del ecoturismo". La tormenta afectó a los ecosistemas marinos entre cinco y diez metros de profundidad, arrasando las colonias de corales.
La población de Jamaica soportó las inundaciones oponiéndose mayoritariamente a evacuar los domicilios por temor a perder sus pertenencias. Y fue en Haití donde Matthew se ensañó, con destrozos, inundaciones, derrumbes, corrimientos de tierras..., en un territorio que aún no se había levantado desde el terremoto. La palabra "apocalíptico", con su carga de devastación y terror, fue la más evocada: centenares de muertos y destrucción general.
La siguiente etapa del monstruo transcurrió por el Oriente cubano, también con tremenda fuerza. En Cuba, sin embargo, funcionó correctamente el dispositivo de "protocolos excepcionales", con sus sistemas de prevención e información ininterrumpida y su disciplina militar que, si bien no evitaron graves destrozos y derrumbes de viviendas, lograron pasar el trance sin pérdida de vidas humanas. Y es que allí el jefe del aparato en cada comunidad, que es uno de los vecinos, desempolva el uniforme y todos siguen sus instrucciones; porque "en Cuba Protección civil somos todos".
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En los EEUU el presidente Obama decretó el "estado de emergencia para facilitar el desembolso de fondos federales y el despliegue de recursos de las agencias gubernamentales". Allí los muertos se contaron por decenas.
De la República Dominicana podemos decir que las avalanchas de agua y lodo provocaron derrumbes y, al menos, cuatro muertos por aplastamiento. El sábado 8 de octubre cruzábamos La Española de Norte a Sur, en calma, hacia el Aeropuerto de las Américas, para volar a Madrid. En ese trayecto, nuestro conductor, Mario, nos desveló el verdadero motivo de las desgracias haitianas en contraste con la buena estrella dominicana que casi siempre acaba desviando los huracanes hacia los vecinos: todo reside en la espiritualidad de cada pueblo. Así, mientras los dominicanos tienen fe en el dios católico y practican su culto, los haitianos son mayoritariamente animistas (aunque en sincretismo con las religiones cristianas) y practican el vudú. Mario lo contó convencido y ni que decir tiene que nos dejó boquiabiertos.
Despegamos y las primeras tres o cuatro horas nuestro avión se balanceó continuamente, mientras, por debajo, Matthew barría las Bahamas y la costa de Florida.
reza
Ourense, otoño del 2016
 
Manolo Bustabad 

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