Azúcar, industria, vapor y tren en Cuba (o de Caibarién a Remedios)

EXPRESO - 08.08.2012

Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa Se pasa la caña una y otra vez a través del pequeño trapiche y la jarra se va llenando de guarapo

Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa

Se pasa la caña una y otra vez a través del pequeño trapiche y la jarra se va llenando de guarapo. Si es muy delgada se introduce doblada para hacer más efectiva la operación. En la calle o en algún rancho hemos visto trapiches pequeños de manivela. Éste no, éste es motorizado. Probamos la dulce bebida en vasos desechables.
Estamos en el Museo de la Agroindustria Azucarera, una antigua fábrica reconvertida, en el municipio de Caibarién, provincia de Villa Clara, en el centro de Cuba, en el que se recrea todos los pasos de la producción del azúcar.
La industria azucarera sigue siendo uno de los pilares de la economía del país, a pesar del ‘desplome’, a partir de los años noventa, cuando pasó de 8,2 millones de toneladas por zafra a poco más de un millón.
En 2003 sus 155 fábricas se redujeron en un 60%, al igual que las enormes extensiones de tierra destinadas al cultivo de caña. En el último quinquenio, la mayor producción lograda fue de 1,4 millones de toneladas, en 2008.
Este año pasado, 2011, se inició un programa de modernización, bautizado como ‘proyecto vitrina’, bajo tres principios: nuevas tecnologías, agricultura de precisión y automatización del sector.
‘Un Ingenio piloto, ‘Jesús Rabí’, 160 kilómetros al este de la Habana, pionero del Proyecto, concluyó la zafra anterior con 40.650 toneladas de azúcar, 9.000 por encima del plan, y dos de sus cooperativas lograron rendimientos de 82,5 y 91,- toneladas de caña por hectárea, más del doble del promedio nacional (32,5) y hasta por encima de las 73,5 toneladas de Brasil, la más alta del área’ (Cubadebate).  
Tradicionalmente, para mover esta industria era fundamental la fuerza animal, tanto humana como bovina, aspectos que se nos van desvelando a medida que recorremos todos los pasos que componen el proceso.
A partir del siglo XIX, la fuerza empleada en estas fábricas se obtenía de la máquina de vapor. Por eso, a nadie extraña que en el mismo recinto encontremos también toda una exhibición de locomotoras de vapor, que, por otra parte, eran fundamentales para el transporte de sus productos.
Desde el propio recinto de la fábrica-museo se inicia un agradable paseo en un tren de dos vagones abiertos y encapotados, con tracción de una de esas reliquias de vapor, que traslada a los ocasionales turistas hasta la cercana y encantadora villa de Remedios.
A los lados de la vía van quedando casitas surgidas de un cuento de hadas, habitadas por niños que también parecen de algún siglo pasado, y, con bastante frecuencia, consignas subidas en pedestales. También dos enormes rótulos escultóricos, para que todos sepan de donde venimos y hacia donde nos dirigimos, y pequeñas calesas tiradas por un caballo.
En realidad podemos afirmar que todo el recorrido forma parte de un museo, incluso la Estación de llegada, con sabor decimonónico (recibimiento incluido) traído hasta nuestros días por un elenco de actores, del que parecen formar parte todos los moradores de esta histórica villa. Todo ello con gran encanto y profesionalidad para deleite del forastero.
De la ciudad y sus curiosidades les contamos otro día.
 
 
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