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Madeira, una isla para disfrutar con los 5 sentidos
EXPRESO - 25.07.2014
Pocas islas en el mundo sorprenden tanto como Madeira. Porque las típicas postales no reflejan ni de lejos su naturaleza de desniveles imposibles, de aire insultantemente fresco, ni la insuperable variedad de su vegetación, a medio camino entre África, América y Europa.
Acostumbrada a recibir desde hace muchos siglos, cuando los descubridores se lanzaban a la conquista del Atlántico; la isla más poblada de Portugal es una tierra amable y fértil pero indómita, perfecta para viajeros que buscan sus propios límites.
Descubre Madeira con los 5 sentidos:
Nada más llegar te sorprenderán las fragancias intensas de esta isla de flores y aire fresco. |
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El tacto de la Historia, del agua, del viento, del musgo... Madeira es una isla para sentir en la piel. |
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Déjate envolver por los sonidos de las aves, el rugido del Atlántico y la fuerza del viento. |
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Gastronomía tradicional o de vanguardia, te descubrimos los mejores sabores. |
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Te vas a hartar de mirar, porque las vistas en Madeira son realmente magníficas. |
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Te contamos todo lo que necesitas para planificar tu viaje a Madeira sin perder tiempo. |
Aquí van unas pinceladas para disfrutar Madeira con los cinco sentidos, pero te garantizamos que descubrirás muchas más sensaciones en directo. Que tengas muy buen viaje y, si puede ser, que a la vuelta nos lo cuentes.
PARA OLER
No hay olfato poco entrenado cuando de oler Madeira se trata. Aquí se recuperan sensaciones que suponíamos perdidas. Helechos, hortensias, eucaliptos, miles de plantas y flores despliegan su aroma al unísono… La isla entera resulta fragante de una manera difícil de explicar con palabras.
Flores que en el continente solo se encuentran en floristerías, crecen aquí por todas partes, cultivadas o salvajes. Sus raíces en los taludes, en cada cuneta, evitan la erosión que provoca la lluvia, una de las tradicionales preocupaciones en esta isla salvaje y hermosa situada en medio del océano.
Madeira huele a hinojo, fiuncho, la palabra portuguesa que dio nombre a Funchal, y que además de ser un buen condimento se utiliza con fines medicinales. Huele a humedad en los platanales que rodean algunas quintas antiguas, hoy reconvertidas en hoteles.
Para sentir los aromas de Madeira en toda su intensidad hay que atravesar el corazón de la isla. La carretera que la cruza de sur a norte, desde Funchal hacia Santana, pasa por el Parque Ecológico do Funchal y el Parque Natural de Ribeiro Frío, y regala un recorrido aromático inigualable.
En esta isla apetece caminar. Escoge cualquier vía empedrada de las que te irás encontrando, caminarás rodeado de eucaliptos jóvenes, mimosas, retamas amarillas, mazarocos, estrelicias, conocidas también como aves del paraíso…
También puedes subir en jeep por estos caminos de hace casi dos siglos. O recorrerlos a caballo, en quad, moto quad o bici de montaña, las opciones son muchas, busca tu preferida en visitmadeira.pt.
Respira hondo. El aire es aquí tan puro que crecen sobre los árboles especies vegetales que semejan jirones verdes. Llegando a Ribeiro Frío verás cómo el paisaje cambia completamente. Encontrarás cascadas de agua plateada, reservas de truchas, y un par de tabernas donde la comida es deliciosa.
Arropándolo todo, los bosques de laureles, salpicados en verano de moras, frambuesas, muy apreciadas para hacer mermeladas y postres, los portugueses son muy golosos. Y es que Madeira comparte con los archipiélagos de Azores y Canarias la patria de la laurisilva macaronésica.
Si quieres saber más, en Porto Moniz, en la punta más septentrional de la isla, encontrarás el Centro Ciencia Viva de interpretación del bosque de laurisilva, Patrimonio de la Humanidad. Aprovecha y date un baño en sus piscinas naturales, conformadas por la lava sobre el mar.
Cerca, siguiendo la carretera de la costa hacia el este, llegarás a San Vicente. Haz una parada para visitar sus asombrosas cuevas volcánicas, un complejo de túneles de lava de casi un kilómetro. Te sentirás en las mismas entrañas de la Tierra.
Desde aquí, si cruzas la isla de norte a sur, atravesarás una gran llanura que los madeirenses llaman ‘El plato’. Se trata de Paul da Serra, una meseta hermosamente inhóspita, tapizada de monte bajo y flores amarillas.
Ya en el sur, reserva una mañana para visitar el Mercado Central de Funchal. Su arquitectura de los años cuarenta, en la época de Salazar, esconde un paraíso de colores, sabores y, sobre todo, olores. Te sorprenderá la cantidad de hierbas aromáticas, frutas, verduras, flores, pescados…
En la planta superior encontrarás puestos muy curiosos como los de batatas, con muchos tipos diferentes que seguro nunca has visto. Al bajar, no te pierdas los enormes mostradores repletos de peces espada, chicharros, atún… todo un espectáculo.
Los miércoles, además, encontrarás muy cerca un mercadillo con productos ecológicos al aire libre, junto a la catedral. Si los aromas son intensos, espera a descubrir sus sabores.
PARA SABOREAR
‘As bananas da Madeira son pequeninhas, doces, mais trabalhan bem’, nos cuentan con una sonrisa nada más llegar. Picardías aparte, durante el siglo XX esta isla portuguesa fue, junto con las españolas Islas Canarias, uno de los mayores exportadores de plátanos del mundo, y su sabor dulce de las bananas es imprescindible en la gastronomía de la isla, especialmente acompañando al pescado.
Pez espada y atún son los más utilizados en la cocina tradicional madeirense. El primero suele comerse frito, envuelto en huevo, con plátano y canela. El bife de atún se acompaña de patata, batata y milho frito, una masa de maíz y couve que se fríe en cuadraditos.
Otro sabor que no hay que perderse es el de la Espetada de carne de vaca, hecha sobre el fuego en ramas de laurel, que le prestan un gustillo especial. De postre, cualquiera que incorpore vinho de Madeira o frutas exóticas, como un pudim de maracujá.
Y para terminar la comida, o a cualquier hora, un café. Como en todo Portugal, se toma expreso, concentrado y buenísimo. En Funchal, te gustará el de la Barreirinha da Esplanada, con una terraza asomada al mar muy agradable y wifi gratis para los clientes.
Pero seguramente el sabor más característico de Madeira es la poncha, una bebida elaborada con ron de caña, limón y miel de caña. Muy rica. Se prepara al momento agitando la mezcla con un instrumento de madera al que llaman ‘caralhinho’. En los últimos años se elabora con muchas otras frutas, pero la mejor sigue siendo la tradicional.
Haz una parada para probarla en Serra d’Agua, en la Taberna da Poncha. La hacen a la manera tradicional, solo de limón, y también se pueden tomar copas. El garito era una casa tradicional con terraza emparrada, una antigua mercería que luce sus paredes repletas de tarjetas de visita que van dejando los viajeros, y también tiene wifi.
Uno de los lugares donde mejor hacen la poncha es el bar Faisca, en Ribeiro Frío. Pruébala con un ‘Bolo do caco’, un pan que se elabora con trigo y batata, impresionante con mantequilla de ajo. También puedes pedir con él por ejemplo una tosta mista, lo encontrarás incluso en las cafeterías más céntricas.
La cocina madeirense es rica en materias primas y en influencias de otros países. El resultado, una fusión sabrosa que podrás disfrutar en cualquier parte de la isla, guíate por tu intuición y pregunta, los portugueses son muy, muy amables.
En Funchal hay lugares imprescindibles para comer. Justo en el centro, el restaurante UVA, en la última planta del hotel The Vine, puede presumir de una de las mejores cocinas de la isla. Su terraza resulta especialmente agradable en verano, para cenar o tomar una copa.
Dentro, el diseño elegante en tonos oscuros y dorados acoge un restaurante de servicio impecable, buena presentación y una carta corta con productos de temporada y muy buena calidad.
Por ejemplo, una Caldeirada de peixe espada, un clásico. O una ensalada de zanahoria con queso fresco, castañas, que sorprende en boca. Acompáñalo de un Primera Paixao Merlot, de la DOP Madeirense. Que no todo son vinos dulces en Madeira.
Con una carta también innovadora, pero un escenario mucho más tradicional, el restaurante do Forte resulta único por su ubicación frente al mar, y porque es uno de los únicos tres fuertes medievales que se conservan en la isla.
Pintado de amarillo intenso, esconde diferentes espacios para una cena romántica, o una celebración especial, y una cocina original y muy cuidada. Si quieres enamorar a tu pareja, reserva uno de sus preciosos coches clásicos para que os recojan en el hotel. La impresionarás.
Muy cerca de aquí y casi con tanta historia, aunque mucho más informal, es el Golden Gate Grand Café. Su terraza, en pleno centro de la capital, ofrece las mejores vistas de la avenida Arriaga, animada a cualquier hora. Un clásico perfecto para desayunar, merendar, o tomar un plato rápido a cualquier hora.
Si buscas algo inolvidable, reserva mesa en la terraza de la Quinta do Furao, al norte de la isla, en Santana. Prueba el Bife a caldeirao verde, especialidad de la casa que se sirve con queso roquefort y hojaldre, o la Espetada, y déjate aconsejar con el postre. Disfrutarás de buena gastronomía madeirense, pero lo mejor son las vistas, se te quedarán grabadas en la retina.
PARA MIRAR
Nada más llegar al aeropuerto, con su espectacular pista construida sobre el agua, Madeira aparece como un cuadro a los ojos del viajero. Cientos de casitas salpican la ladera, cientos de lucecitas si se tiene la suerte de llegar por la noche, la parte sur es la más habitada de la isla.
Busca cualquier vista Funchal desde lo alto. Sube, por ejemplo, hasta el Largo do Miranda, en la parte superior de la capital. Es un mirador perfecto para ver los fuegos artificiales que hacen explotar la bahía de colores cada Nochevieja. Enfrente, todos los barcos detenidos para dar la bienvenida al Año Nuevo. Si está muy concurrido, la iglesia de San Martinho o el Pico Barcelos ofrecen también buenos puntos de vista.
Para ver a la vez el norte y el sur de la isla hay que subir muy alto, porque Madeira es como una maqueta gigante de desniveles imposibles. El pico Areeiro, a medio camino por la carretera va desde el sur a Santana, en el norte, es el más alto al que podrás llegar en coche, 1818 metros de altitud. Ofrece una vista fantástica de la costa septentrional, y también se atisba desde aquí una parte de Funchal.
Si te animas con una caminata inolvidable, aquí comienza la Ruta de los 3 picos, Ruivo, Achada da Teixeira y Areeiro, comunicados por las escaleras sobre la montaña que utilizaban antaño los vecinos, en lo más alto de Madeira.
Puede que de pronto, aún en pleno verano, baje la niebla y no vengas preparado, no te preocupes. Junto a la estación de radar encontrarás el Centro Freira, con una tienda donde adquirir prendas de lana y todo lo que necesitas para la aventura.
Aquí podrás ver fotografías y descubrir más sobre la Ave de Freira, una especie autóctona parecida a una gaviota pequeña que se está intentando salvar de la extinción. Es tan escasa y tan difícil verla al natural porque solo pone un huevo cada verano, y lo deposita en el suelo.
De los picos escarpados y los desniveles imposibles, a la llanura. Del verde más intenso en la costa norte o los parques naturales al color dorado de la tierra en el este, del rojo de las cubiertas de teja a cuatro aguas, al amarillo y azul brillante de los taxis, como su bandera. Madeira es un estallido de color y paisajes diferentes, aquí es imposible cansarse de mirar.
En el extremo este de la isla, otro lugar de vistas mágicas que no puedes perderte es la Ponta de San Lorenzo, en el extremo este. Contemplando la barrera de nubes que divide la isla es fácil comprender la diferencia de clima y vegetación entre el norte y el sur.
Verás a lo lejos algunas islas desiertas, islotes más bien, situados al sur. De hecho los portugueses les llaman Ilhas Desertas. Si te gustan los paisajes apocalípticos puedes visitarlas, hay excursiones de un día que salen desde Funchal.
Muy cerca de aquí, junto a Machico, está el Pico do Facho, que en portugués significa antorcha. El nombre viene de la antigua costumbre de los madeirenses de vigilar la llegada de los piratas comunicándose desde los puntos más altos gracias al fuego. Toda la costa sureste, desde Caniçal a Cabo Girao, se iluminaba con hogueras.
Al final de ese corredor lumínico, el acantilado de Cabo Girao, uno de los más altos de Europa, cuajado de flores y eucaliptos, permite una visión completamente única. Desde hace unos pocos años, una atrevida plataforma de cristal indica: ‘tus pies están a 580 metros sobre el nivel del mar’. Te impresionará.
Desde aquí se ve Cámara de Lobos, un puertecito turístico y colorido rodeado por miles de plataneras plantadas en terrazas. La carretera desciende serpenteante entre plátanos, viñas, maíz, caña de azúcar, patatas…dando fe de la importancia que tiene la agricultura en esta isla y de las dificultades orográficas que salvan sus cultivos.
Las casas de la isla lucen todas un impecable tejado rojo, que se renueva cada quince años, más o menos. Amarillo, rosado, blanco, cáscara de huevo, son los colores tradicionales de sus fachadas, y todas parecen competir en primura con sus jardines.
Las de cubierta de ‘colmo’ son la postal más fotografiada de Madeira, pero ni mucho menos representan a la arquitectura de la isla. Su cubierta empinada a dos aguas, recubierta de elementos vegetales, se utilizaba en pequeños almacenes para los útiles de labranza o el ganado.
Continúa viaje hacia el oeste, hacia Caleta, pasando por Ribeira Brava, para visitar el centro de arte la Casa das Mudas. Merece la pena una parada en este museo de arte contemporáneo para admirar el proyecto de basalto del arquitecto Paulo David, en el que cada cubo tiene una función definida: auditorio, sala de exposiciones, tienda, biblioteca…un contraste divertido con el paisaje de casitas de este Vale dos Amores.
Junto al viejo edificio, encalado de blanco, las leyendas no se ponen de acuerdo. Parece ser que aquí vivió la hija de Gonsalvez, el descubridor de Madeira, y que en esta casa se cambiaban –mudaban, en portugués- las monturas para seguir viaje. Otros, que fue habitada por monjas de clausura, de ahí lo de mudas…
Si de mirar se trata, reserva un buen rato para la Rúa Santa María, la más antigua de Funchal. Tras las inundaciones de 2010, cuentan que aquel 6 de febrero llovió tanto como en seis años-, surgió aquí una idea original y colorida.
La idea partió del pintor Marcos Milewski, que propuso decorar cada una de las puertas con una obra de arte, como una especie de reclamo para los turistas. Comenzó en la Tasca Literaria ‘Dona Joana Rabo de Peixe’, y pronto se unieron muchos otros artistas. Hoy son una de las propuestas visuales más divertidas de Madeira.
PARA TOCAR
El tacto suave de la arena volcánica. Aunque se suele escuchar que en Madeira no hay playas, no es cierto. Son pocas y diminutas, eso sí. De arena natural hay dos que merece la pena reseñar. La del Seixal, de arena negra, está en la costa norte, junto al pequeño puerto donde esperan pacientes las cañas de los pescadores.
No puedes perderte una comida en el restaurante Brisa e Mar, a pocos metros. Es un lugar sencillo, pero sus pescados del día son increíblemente frescos y sabrosos.
Desde Seixal continúa por la carretera norte hacia el oeste, en dirección a Porto Moniz. Solo quedan algunos tramos del antiguo trazado, que hubo que cerrar por los frecuentes desprendimientos, pero las vistas continúan siendo espectaculares.
Unos pocos kilómetros antes de llegar te encontrarás con Ribeira da Janela, un pueblecito que merece la parada aunque solo sea para descubrir los curiosos islotes que le han dado nombre. Aquí está el único camping –en portugués parque de campismo- de la isla que admite caravanas, podrás descansar sobre la hierba, rodeado de roca volcánica abierta al mar.
Un poco más adelante, verás el ‘Velo de la novia’, una cascada que cae sobre la vieja calzada. No podrás llegar a tocarla, pero se conserva, eso sí, un mirador para verla, y sigue siendo parada obligada, como lo demuestra un puestecito de artesanías siempre abierto. Los aromas del mar y del agua dulce se mezclan aquí con el oxígeno que desprenden las viñas, asomadas al Atlántico.
La otra playa natural, la ‘Prainha’, se encuentra en Caniçal, en el extremo sureste de la isla, camino de la Ponta de São Lourenço, y cuenta con restaurante y vestuarios. Precisamente esta punta este de Madeira es perfecta para descubrir que el continente negro no está tan lejos. El viento azota fuerte aquí, podrás sentir en la piel el aire caliente que llega a veces desde África.
Aprovecha y tírate en parapente o en ala delta para sentirlo en la cara, mejor en la costa sur, más calma y con mejor visibilidad, aunque toda la isla tiene un enorme potencial para practicar deportes de aventura. Aquí se celebran cada año varios eventos de carácter internacional.
Adentrándote en el Parque Natural de Madeira podrás tocar el musgo, la hierba húmeda, la madera de los robles, del laurel, sentarte a hacer un picnic o aprovechar algunas de las zonas preparadas especialmente con mesas y bancos.
El bolo de mel es una de las sorpresas dulces que guarda la isla. Nació como un dulce de Navidad, pero se ha convertido ya en todo un emblema de Madeira. Se elabora con miel de caña, frutos secos, especias… y su secreto es que ha de partirse con la mano, nada de cuchillos que –dicen- alteran su sabor. Pruébalo en la pastelería ‘Penha de Aguia’ de Funchal.
Otro lugar interesante para comprar este y otros sabores típicos es ‘Madeira 5 senses’, una tienda situada en el pueblecito de Cámara de Lobos, uno de los más pintorescos, al sur de la isla, con un café en lo alto, Forma D’Açucar. Te encantará su terraza con vistas al pequeño puerto.
Otra sensación inolvidable es la del agua salpicándote cuando navegas hacia las islas Desertas, siguiendo la estela de las ballenas, los delfines, las aves marinas. Reserva en Funchal una Rota dos Cetáceos y descubrirás que este archipiélago hay más de 28 especies diferentes. Y te atrapará la espuma cremosa del agua batiendo las rocas.
Si te gusta bucear escoge las aguas cristalinas de la reserva natural Garajau, al sur. Si prefieres la vela o te van las emociones más fuertes, has de saber que el mar bravo de Madeira es uno de los mejores del mundo para practicar deportes acuáticos radicales.
La Faja da Areia Beach, Jardim do Mar o Paul do Mar son los lugares ideales para practicar surf y windsurf. Para una tarde tranquila, nada mejor que subir a bordo de la Santa María, que navega a toda vela por la costa sur, una réplica de la nao que llevó a Colón al Nuevo Mundo en 1492 y ahora ofrece recorridos turísticos.
También centenaria, en funcionamiento desde 1811, la casa Blandy’s es uno de los símbolos de Madeira. Reserva una visita guiada por la vieja bodega, en el centro de Funchal. Aprenderás todos los secretos de sus famosos vinos, y disfrutarás de una cata guiada. Seguro que no olvidarás el tacto de los libros antiguos de contabilidad que cuentan su historia.
PARA ESCUCHAR
Si el mar batiendo las rocas es el sonido por excelencia de la costa, el interior de Madeira suena también líquido. Te fascinará el agua corriendo por las ‘levadas’, canales de agua que vertebran la isla, y junto a los cuales se puede caminar, nada menos que 2.400 kilómetros de canalizaciones en total.
Además de evitar desde hace siglos que el agua de la lluvia erosione las empinadas laderas, se usan para transportar agua hacia tanques, obtener electricidad o como riego para la agricultura.
Las encontrarás por toda la isla, y no hace falta ser un gran deportista porque las hay de todas las longitudes y para todos los niveles. Te gustarán la de Rabaçal, exuberante e íntima, con más de veinticinco fuentes; la de Caldeirao Verde, cerca de Santana; o la de Balcoes, en el centro de la isla.
Camina en silencio y escucharás el canto de los mirlos, el bis-bis, el tentilhao… En Madeira hay casi tantas aves como flores. Si pasas cerca de Santo Antonio quizá te atrape el sonido de la afición en el campo de fútbol del Nacional, donde comenzó su carrera Cristiano Ronaldo.
Hace mucho que en esta isla no se escucha el traqueteo del tren, ni los pitidos de las locomotoras. Hubo un tiempo, hace casi un siglo, en que la única línea de ferrocarril comunicaba Funchal con la Vila do Monte. Pero un incendio en los años 20 acabó con él, y solo se conserva la vieja estación del Terreiro da Luta.
Ahora lo sustituye Madeira Cable Car, un teleférico en el que solo se escucha el silencio mientras asciende desde el puerto de Funchal al Jardín Monte Palace, un lugar que los señoritos utilizaban como recreo.
Caminar bajo enormes helechos que parecen árboles, disfrutar de la increíble variedad de plantas, de su colección de minerales, o detenerte a escuchar a los pavos reales, los cisnes, te llevarán toda una mañana.
Ven con calzado cómodo, el suelo está hecho con piedras volcánicas, irregulares para pisar sin resbalar. Entre tanta exuberancia encontrarás joyas como paneles de azulejos con las historia de cada uno de los reyes de Portugal, mosaicos de la colección privada del dueño de la Fundación Berardo, o el vaso más alto del mundo, traído desde Sudáfrica.
Nada más salir, verás en lo alto la iglesia de de Nossa Senhora do Monte. Sube la escalinata hasta la parte superior, tendrás una vista magnífica de la capital, y te harás una idea de las emociones que te esperan. Porque si la subida hasta aquí se hacía sobre raíles, y ahora se hace en teleférico, la bajada era –y sigue siendo- mucho más original.
Los cestos o toboganes son cómodos transportines de mimbre sobre patines de madera empujados y frenados mediante cuerdas por carreiros. El sonido zigzagueante sobre el asfalto, a toda velocidad cuesta abajo; el taconeo sordo de las suelas de caucho de los Carreiros do Monte son parte de esta experiencia única que no te puedes perder.
Callejea por Funchal. En cualquier esquina encontrarás un concierto improvisado, la música y la cultura en general están muy presentes en esta pequeña capital que apetece pasear y disfrutar al aire libre, porque su clima es templado todo el año.
Cada mañana y cada tarde, si estás cerca del puerto, escucharás dos pitidos. Anuncian la llegada o la partida del ferry que une la isla de Madeira con Porto Santo, la segunda en extensión del archipiélago, famosa por sus playas.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Además de estar muy bien comunicado con el resto de Portugal, en el aeropuerto internacional de Madeira aterrizan vuelos directos desde muchos puntos de Europa, e incluso del continente americano. Y en verano se refuerzan las frecuencias con vuelos chárter. En la web de Visit Madeira encontrarás información actualizada de todas las compañías.
Si puedes, llega con tiempo al aeropuerto y sube a la terraza. Tanto desde la zona de aire como desde la de tierra brinda unas vistas perfectas de la pista, paraíso de spotters como Marco Davide Sousa, que nos ha cedido esta preciosa imagen.
DÓNDE DORMIR
Hotel Meliã Madeira Mare. Muy bien situado a las afueras de Funchal, en la zona hotelera, es una opción perfecta para disfrutar del mar desde que te despiertas. Todas sus habitaciones tienen terrazas, algunas enormes, sobre el Atlántico. También se pueden reservar para fumadores.
Quintinha São João. Rodeado de jardines exóticos, en la parte alta de la ciudad, te encantará su ambiente familiar y la amplitud de sus habitaciones, decoradas con objetos antiguos. Además, podrás relajarte en su spa.
Hotel The Vine. En el centro de Funchal, este alojamiento boutique te gustará por su diseño vanguardista, por la calidad de su servicio, por su excelente restaurante y porque tiene una de las mejores terrazas de la capital.
CÓMO MOVERTE
La mejor manera de recorrer la isla de Madeira es alquilando un coche. Pero si no eres un conductor avezado en cuestas imposibles, quizá prefieras dejarte conducir.
DMC–Madeira está especializada en traslados y alquiler de vehículos con conductores profesionales que además te descubrirán los mejores lugares. La encontrarás en el número 15 de la Avenida do Mar, Funchal.
Para llegar a los rincones más abruptos de la isla, Mountain Expedition cuenta con vehículos todoterreno y muchas rutas diferentes con guías expertos en naturaleza.
Una visita a la isla no está completa sin verla desde el mar. La empresa Rota dos Cetáceos, especialista en ecoturismo, dispone de un equipo de biólogos y embarcaciones especiales para acercarse a las ballenas y a los delfines, e incluso nadar con ellos.
MÁS INFORMACIÓN
En la web de Visit Madeira encontrarás muchas propuestas para ver, saborear, tocar, mirar y escuchar esta isla sorprendente. Por mucho que nos esforcemos en contarla, te gustará mucho más vivirla en directo.
Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso
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Carmo Dionisio (no verificado)
04.08.2014 - 20:01
É Verdade a nossa ILHA DA MADEIRA foi premiada, recentemente com 16 prémios Internacionais, o que nos beneficiará a nível de Turismo e de mais emprego aos residentes. Felecidades e parabens para todos nós que temos uma Ilha, que é um Paraiso, reconhecido!