Cuba mira hacia Oriente. FITCuba, su Feria Internacional de Turismo, desarrolló su trigesimoséptima edición en Holguín del 2 al 6 de mayo. Y lo hizo de forma espléndida, como siempre, con un despliegue de medios y recursos que puede resultar chocante a primera vista en un pequeño país de economía modesta. Es evidente que el gobierno cubano no escatima fondos a la hora de promocionar un sector que se los devuelve con creces. El recibimiento en cada puerto, en el hotel de turno o en el siguiente pueblo es siempre una explosión de sonido, color y movimiento. La expectación de la gente, con su alegría y la incertidumbre en la mirada, es lo más común en las habituales visitas de la caravana de medios a las villas. Es el momento cumbre de muchos días de espera y trabajo, con acicalamiento de fachadas y revisión de carruajes; a veces para una visita demasiado fugaz de los forasteros.
Todo ello no es una novedad, es lo habitual en sus ferias de turismo y postours correspondientes. Lo nuevo es que este 2017, por primera vez, FITCuba se celebró en Oriente, con sede en tierras de Holguín, concretamente en Playa Pesquero. Gran ocasión para disfrutar de su bella costa, desde Gibara al Parque Nacional Cayo Saetía, pasando por las playas de Pesquero y Guardalavaca y cruzando la bahía de Nipe y la Ensenada Cristo desde Antilla hasta Saetía Beach. Pero, además de tanta belleza costera, la provincia de Holguín atesora especialmente dos lugares históricos irrepetibles, uno en la costa y otro en el interior, que merecen un punto y aparte.
El encuentro de dos mundos
En la costa, Cayo Bariay, la primera tierra que pisó Cristóbal Colón en Cuba cuando una tormenta le obligó a buscar refugio en la bahía de Gibara. Al menos eso es lo que está aceptado oficialmente, después de bastantes años de debate. En la década de los sesenta del siglo XX se realizó el pedraplén que aislaba las bahías de Bariay y Jururú (antes una sola) convirtiendo el cayo en una península o penicayo. Hoy es un parque que lleva el nombre de Monumento Nacional Bariay, incorporado al circuito turístico cultural.
Lo primero que encontramos es el centro de información, ubicado en los restos de un fortín español de finales del XIX. Desde ahí los recorridos han de efectuarse desplazándose en carruajes de caballos o bien a pie o cabalgando. En 1992, con motivo del 500 aniversario del encuentro de dos mundos, se erigió un monumento conmemorativo, obra del equipo formado por la escultora Caridad Ramos Mosquera, Omar Reyes Cardez y Lázaro Reynaldo Rodríguez, al que se dio precisamente el nombre de Encuentro. Consiste en un grupo de esculturas totémicas, representando valores y motivos indígenas y dispuestos en un círculo que es penetrado por una cuña formada por dos filas de arquería en descomposición. A pocos metros se encuentra el "sitio arqueológico", donde se muestra el resultado de las excavaciones efectuadas y también se reprodujo una aldea aborigen, en la que un grupo de actores representa escenas que nos trasladan a aquella época.
La patria chica del comandante
En el interior, y a medio camino hacia Santiago de Cuba, Birán, el pueblo que vio nacer a Fidel Castro en la hacienda familiar. de su padre Ángel Castro Argiz. Este inmigrante gallego, excombatiente en la guerra de independencia de Cuba, compró aquí las primeras tierras gracias al préstamo de un amigo y construyó su casa en este lugar, justo en el camino real que comunicaba Santiago con la costa norte. Basando su economía en el cultivo de caña y la ganadería, la explotación fue creciendo, empleando mano de obra en gran parte de Haití, hasta reunir unas 18.000 hectáreas. Lo peculiar es que Ángel Castro desarrolló un proyecto comunitario con los equipamientos necesarios, además de las viviendas, como servicios de salud, suministros, espacios de ocio, telegrafista, escuela con vivienda para la maestra... Precisamente en esa escuelita rural, conservada con los pupitres originales, inició su instrucción Fidel.
Esta hacienda, conocida ya como Conjunto Histórico de Birán, es completamente visitable en todas sus instalaciones, destacando la casa natal, el taller, el corral de los gallos con el coso para las peleas, los bohíos de los haitianos... Y por supuesto se puede fotografiar todo, con una sola excepción: la habitación donde Lina Ruz González, la madre, lloraba amargamente durante las detenciones y encarcelamientos de Fidel, creyéndolo muerto.
Destaca en todo el conjunto el panteón familiar, donde reposan los restos de Ángel Castro y Lina Ruz con nichos para sus hijos (algunos yacen ya), excepto Fidel, cuyas cenizas están en Santiago.
Precisamente esa reflexión, también la ruta, nos lleva hasta Santiago de Cuba, primera capital de la isla, desde su fundación en 1515 hasta 1556, conocida con el sobrenombre de Ciudad Héroe por su protagonismo y apoyo a los movimientos libertarios. Pero esa es otra historia y se la contamos otro día.
Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa