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La Ruta de Paz, un viaje por los caminos de la guerrilla salvadoreña
EXPRESO - 06.01.2010
Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés Leonor Márquez Hernández, ‘Leo’, es una mujer muy fuerte
Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés
Leonor Márquez Hernández, ‘Leo’, es una mujer muy fuerte. De vez en cuando sonríe, y entonces su rostro adquiere una tremenda dulzura, casi infantil, quizá por todas las sonrisas de una infancia robada en la guerrilla salvadoreña. Porque Leo creció haciendo la guerra.
Nos lo cuenta junto a 'Santiago' en Perquín, en el departamento de Morazán, un lugar rodeado de pinares que en los años 80 fue centro neurálgico del movimiento revolucionario en el conflicto civil de El Salvador, y hoy es la capital de una Ruta de Paz en la que antiguos enemigos, guerrilleros y militares, trabajan juntos para convertirla en un destino turístico muy especial.
‘Todo comenzó en junio de 1992, con un festival de invierno donde se celebró el reencuentro entre la sociedad civil y los guerrilleros. Aquí nace la semilla de este proyecto de la Asociación de Desarrollo Turístico Prodetur Perquín, que ha creado el operador PerkinTours’, nos explica José Serafín Gómez, compañero de armas de Leo. ‘Santiago’ era su nombre en la guerrilla, en la que luchó desde los 10 a los 22 años.
Tampoco él guarda rencor. La valentía de estos hombres y mujeres, la que tantas veces tuvieron que hacer valer en el frente, se demuestra ahora en esta forma generosa de dejar atrás las diferencias, de cerrar juntos aquella herida reciente.
Eso es lo que más sorprende en esta Ruta de Paz salvadoreña. En el escenario del conflicto se mantienen las huellas de la violencia; y es inevitable encontrarse con historias humanas intensamente conmovedoras, contadas en primera persona, que ponen los pelos de punta. Pero Perquín, el Mozote, estos lugares lastimados de las montañas salvadoreñas, se han convertido en escenarios de una paz profunda, que transmiten indiscutiblemente al viajero.
‘Ahora somos felices; el turismo no entiende de razas ni países ni religiones; tenemos a los actores del conflicto juntos’, explica Leonor. Ella es una de las más de mil personas que trabajan desde el año 2000 en las distintas acciones de esta Ruta de Paz, ‘donde el viento susurra historias’. El aire es puro y el clima fresco, porque estamos a más de 1.200 metros de altura, en el corazón de este pequeño país centroamericano.
La de El Salvador fue la única verdadera guerra de guerrillas de Centroamérica, con estrategia política y militar. Historias duras jalonan esta Ruta de Paz que comienza en Perquín, ‘camino de brasas’ en lengua potón-lenca. Antes del conflicto armado, esta zona vivía de la explotación de café y madera pero, durante los 12 años que duró la guerra, aquí no quedó población civil.
‘O emigrabas o te metías en la guerrilla o en el ejército. La única alternativa a estas era morir. Yo formaba parte de la promoción de las samuelitas –cuenta Leonor-, nos llamábamos así en honor a un comandante que ya lo era a los trece años’.
‘¿Miedo? Hubo muchos momentos de miedo. Cuando tenía once años, en el cerro Cacahuatique, eliminamos al batallón Jaguar, de 800 hombres’, escucharla resulta increíble.
La pesadilla terminó el 16 de enero de 1992. ‘Era necesario que terminase la guerra de forma negociada, porque había más armas que niños felices; no hubo ni vencedores ni vencidos’.
Todavía hoy, recordándolo, a Serafín y a Leonor se les hace un nudo en la garganta: ‘Ese día yo estaba embarazada, y estaba con mi mamá. Ya sabíamos que había terminado la guerra, porque había habido una reunión previa en Nueva York. Fue la última vez que disparamos’. ‘Al aire’, aclara sonriente.
A pocos kilómetros, el humilde Museo de la Revolución, fundado a finales de aquel año por un grupo de guerrilleros ‘para que no se vuelva a repetir jamás’, está cargado todavía de recuerdos. Donde está ahora el aparcamiento se ubicaba el hospital para atender a los heridos.
Fuera, a la puerta del pequeño museo, los restos del helicóptero, un UH-1H de fabricación norteamericana, donde viajaba el coronel Domingo Montensa. ‘Lo que más deseaba era la Radio Venceremos, el símbolo del movimiento guerrillero. Así que le tendieron una trampa. Cuando pensó que había capturado la Radio, explotó con una bomba de control remoto’, cuenta Leonor.
Su voz se vuelve dura cuando detalla con precisión militar las armas que utilizaba: ‘Disparábamos con fusiles M-16, americano, y AK-47, socialista, de calibres 5,56 y 7,62. Este último es mejor, porque se calienta menos, pero se mueve más, porque es mucho más ligero’.
Aquí se encuentra también la emblemática Radio Venceremos. ‘Cada día, a las seis de la tarde, era obligado escuchar la emisión y mi sueño era conocer a los locutores’. Años después pudo cumplirlo, y hoy posa sonriente para la foto frente a su radio, en la que llegó a trabajar, y junto a uno de los policías de turismo que nos acompañan en la visita. Ya no tiene miedo de los uniformes.
Leonor vive a un kilómetro del Mozote, donde tuvo lugar la mayor masacre civil del conflicto, ordenada por Domingo Montensa. Esa noche, ella tenía seis años y pudo huir con su madre a Honduras, pero otros no tuvieron tanta suerte.
El 11 de diciembre de 1981, el operativo ‘Quitarle el agua al pez’ ordenó al batallón Atlacata destruir a la recién nacida guerrilla matando a todos los que encontrase a su paso. ‘Pero, al contrario, fue un revulsivo para nosotros’. Aquella noche, ‘la de las luciérnagas, porque había miles en el aire’- mataron a unos 1000 civiles, el 85% niños. Solo hubo tres supervivientes de la masacre.
Sobre el terreno, en el Mozote, la historia nos la cuenta una chica de voz dulce y ojos tristes que ese día perdió a seis hermanos y diecisiete sobrinos. A María de la Paz Chicas Amaya todavía se le saltan las lágrimas. Ella se salvó porque, tres días antes, cuando volvían a casa de trabajar los campos, un militar los interceptó y les dijo que se fuesen: ‘Den gracias a Dios’.
Tras la tragedia, su familia fue la primera en volver a este lugar histórico, donde actualmente trabajan veintiséis mujeres de forma voluntaria, solo ‘porque queremos que no se olvide’. La única ayuda que recibe este monumento es la de Prodetur, una asociación de empresarios turísticos de la zona, y lo que recaudan vendiendo artesanía de Maguey en un pequeño kiosco.
La visita a este monumento trágico termina en el ‘Jardín de reflexión de los inocentes’, con un mural de colores alegórico. Como siempre, en esta generosa tierra salvadoreña, la sensación final es de paz. Y sin embargo, junto a la iglesia, en la única casa que se mantiene en pie de aquella noche terrible, ya han vivido cinco familias diferentes. ‘Se van enseguida porque aseguran escuchar los llantos de los niños’.
Todo es nuevo en esta zona de Arambala, destruida durante la guerra, y es ahora el turismo el que está trayendo poco a poco riqueza y viajeros en busca de sensaciones intensas, de lugares cargados de sentimiento y -parece mentira- de buenas vibraciones.
La fuerza del pasado, la historia viva, no impide ahora disfrutar de la frescura de estos escenarios naturales. Por toda la región de Morazán es fácil encontrar lugares donde practicar senderismo, deportes de aventura, o descubrir las tradiciones lencas, su artesanía y sus sabores.
No hay que perderse el color azul turquesa del Sapo, un río que salvó a mucha gentegracias a los escondites de sus cuevas naturales, y hoy forma parte de un Área Protegida donde se puede acampar entre coyotes, pumas y nutrias; o darse un chapuzón bajo las aguas frescas de la cascada del Perol.
Tampoco los cercanos municipios de El Rosario, Jocoateca, la ciudad prehispánica de Cacaopera o Corinto, con sus riquezas arqueológicas; porque la Ruta de Paz abarca gran parte de este departamento salvadoreño de Morazán. Para recorrerla, para sentirla como se merece, lo mejor es contactar con un guía local, un personaje de esta historia reciente que nos descubra las historias que susurra el viento.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR:
Desde San Salvador, la capital de El Salvador, hay unas tres horas, unos 200 km, hasta Perquín, punto de partida de la Ruta de la Paz. Hay que tomar la carretera Panamericana hacia el este, hasta San Miguel, y luego seguir al norte por la Ruta Militar hasta llegar a San Francisco Gotera.
Aquí comienza la carretera CA-7 que lleva a Perquín, y desde aquí es fácil visitar toda la ruta lenca. Algunos pueblos no están conectados por carretera asfaltada, sino de tierra, así que conviene llevar un vehículo todo terreno, especialmente en época de lluvias. En la web de Prodetur Perquín hay un mapa de la ruta.
CUÁNDO IR:
La temporada alta en esta Ruta de Paz es agosto, la primera semana se celebra el Festival de Invierno, al que acuden entre 15 y 20 mil personas para disfrutar de presentaciones culturales, música, danza, teatro y buena gastronomía local; también Semana Santa y Navidad.
Así que lo mejor es buscar cualquier otro momento para descubrir tranquilamente estas tierras hermosas y auténticas, y encontrar alojamiento, porque la capacidad hotelera es todavía pequeña.
En cualquier momento, conviene traer calzado cómodo y algo de abrigo para las primeras y últimas horas del día, y un chubasquero porque la humedad es alta.
PARA RESERVAR:
En la web de PerkinTours, el operador de la asociación local Prodetur Perquín, que fomenta el desarrollo del turismo comunitario en la zona, se encuentran todas las opciones de alojamiento, desde hoteles a hostales y campings.
La web incluye también información sobre restaurantes, tiendas, y varios paquetes turísticos que incluyen rutas con guías de la zona, la mejor opción para descubrir esta Ruta de Paz de la mano de sus protagonistas.
PARA LEER:
Para no olvidar nunca, para apreciar en toda su intensidad esta Ruta de Paz, nada mejor que acompañar este viaje con el libro ‘Mil y una historias de Radio Venceremos’, de José Ignacio López Vigil; ‘Luciérnagas en el Mozote’, de Rufina Amaya; o ‘La terquedad del Izote’, de Carlos Henríquez Consalvi, fundador del Museo de la Palabra y la Imagen de San Salvador.
MÁS INFORMACIÓN:
Turismo El Salvador www.elsalvador.travel
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alfonso ormaetxea (no verificado)
11.12.2013 - 12:19
¡Bonito artículo, felicidades!, (uno que anduvo por la zona)
internautah (no verificado)
05.01.2014 - 22:41
bonito trabajo companeros ami tambien se me pone el Corazon chiquito y el estomago se me hunde al leer los comentarios y recorder esos momentos porque yo tambine alguna forme parte de esa lucha.Patty la radista de Morazán.