Ruta Foramontanos, viaje por las tierras cántabras donde comienza España

EXPRESO - 05.11.2012

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso

Qué insólito resulta, en estos tiempos de smartphones y redes sociales, encontrar de pronto una ruta casi desconocida; olvidada y sin embargo crucial; que resurge ahora sorprendente, que no inédita; un viaje refrescante que atraviesa Cantabria de norte a sur siguiendo el camino de la historia.
Aquí comienza España. Fascinante descubrimiento el de la Ruta de los Foramontanos, que hacemos primero sobre el terreno, aquí terruño verde y abrigado entre montañas; y luego saboreamos en los excelentes artículos de Víctor de la Serna, hijo ilustre de estas tierras como su madre, la gran escritora Concha Espina.
Las palabras de uno y otra acompañan inevitablemente al viajero por estas tierras cántabras de adentro, adonde los santanderinos se escapan sin revelarlo, no sea que el turismo de masas deshaga su encanto como azúcar paladeado.
Aquí, en esta piedra simbólica del puente de Santa Lucía, muy cerca de Cabezón, comenzamos viaje como aquellos españoles valientes que en la segunda década del siglo IX volvieron con sus trastos a la Meseta, a repoblar tierras castellanas recién reconquistadas.
Desde el valle a la montaña, y de nuevo a los campos húmedos, fragantes, viajando siempre junto al Saja, río arriba; atravesando Cabuérniga, luego el puerto de Palombera y encontrando más allá el nacimiento del Ebro y la llanura.
Cuentan los Anales Castellanos y el Cronicón de San Isidoro de León que la Ruta Foramontanos partía de Malacoria, la Mazcuerras de hoy, un pueblo pequeño que se mantiene salpicado de flores y casonas de piedra como la finca de ‘Las Magnolias’, el que Concha Espina imaginó para La niña de Luzmela.
Merece la pena perderse sin prisa por sus caminos de ermitas pequeñas, hasta llegar al santuario de la Virgen de la Peña en Villanueva, con sus frescos rústicos y auténticos, asomada a la cercana Cordillera Cantábrica.
Estas tierras frondosas están habitadas desde muchos siglos atrás, antes incluso de que las atravesaran los romanos de la Legio IV Macedónica, como lo demuestra el centro de interpretación del Picu de la Torre. Aquí está el poblado cántabro de Cabezón de la Sal, con sus cabañas de brezo, un buen punto de partida para esta ruta que adivinamos sabrosa.
Lo es. Comenzamos el día con un contundente almuerzo foramontano, borono de Santibáñez cocinado a fuego lento de zarzo de avellano, como entonces; y un vino blanco de la Nava, que nos saben a gloria con las trovas montañesas de Covadonga, Manuel y Álvaro ‘el masoniegu’.
Al mismo pie de la ladera, Cabezón de la Sal, villa histórica y tremendamente elegante, se convierte en bullicio cada sábado, coincidiendo con el mercado tradicional de artesanías, antigüedades y productos de la tierra.
Su barrio de Carrejo espera al viajero, una parada para descubrir la esencia montañesa. Tras la portalada de los Haces, la plaza de la Braña con su palacio de Pedro de Ygareda, convertido en Museo de la Naturaleza de Cantabria.
Muy cerca, el primer molino fluvial de la región, que cuenta ahora la milenaria transformación del maíz en harina. El Museo del Traje, el Calabozo, son también imprescindibles en Cabezón, que pertenece a la comarca cántabra de la Costa Central, aunque mire al valle.
A pocos minutos en coche, nada más pasar el puente sobre el río Saja, la Hoz de Santa Lucía marca con una piedra inmensa el lugar exacto donde se unían aquellas gentes para ponerse en marcha ‘a toque de bígaro con resonancias marinas’, ‘azada al hombro y espada al cinto’, cuenta Víctor de la Serna en su Nuevo Viaje de España.
Hacia el sur aparece ya la uve del valle de Cabuérniga y Ucieda, puerta inevitable de los foramontanos por esta comarca de Saja-Nansa. Seguimos, pues, la carretera CA-180, antiguo ‘Camino Real’, trayecto de hombres, bestias y mercancías.
Muy cerca, aparcamos junto al puente de juguete de Ruente para acercarnos caminando a la Fuentona, donde el agua mana fresca, lo saben bien estas truchas pintadas, hasta que a la anjana que habita en sus profundidades se le antoja cortar el manantial. Sin previo aviso.
El apetito que abre el paseo nos viene al pelo para dar cuenta de un cocido montañés de lujo en La Nogalea, para probar su buenísima crema de calabaza con queso de la Cudaña, o un hojaldre de cordero con ensalada de rúcula.
Aprendemos aquí, gracias a Alexia, que el mejor aperitivo es un ‘manchado’, a medio camino entre vino blanco y mistela, con un queso excelente de la quesería Gomber, de la cercana Sopeña.
Justo enfrente se perfila uno de los montes donde los 10.000 del Soplao estrenan cada año el verano. Sin llegar a emularlos, arduo esfuerzo, en la campa de Casa del Monte encontramos el comienzo de una ruta curiosa que recorre el Monte Ucieda, plantado de hayas, de nogales, castaños, de robles centenarios, algunos recogidos en el catálogo de Árboles Singulares de Cantabria.
Estos son los paisajes para respirar de Saja-Nansa, dentro de la Reserva Nacional de Saja, la más extensa de España. Despacito, para no romper con el sonido del motor el encanto de La oca en el océano, nos detenemos a curiosear en sus estantes repletos de cachivaches curiosos. Es solo una excusa para merendar un té con tartas caseras o, si se tercia, un chocolate, dispuesto de manera primorosa. Mucho mejor, en el jardín.
Siguiendo la ruta hacia el sur, hacia el municipio de Cabuérniga, nos cruzamos con ciclistas que pedalean tranquilos, sin meta, saboreando despacio esta naturaleza ancha y jugosa de los prados.
Enseguida se llega a Selores, donde nos espera uno de los alojamientos rurales más sorprendentes de toda España, el Camino Real. Su propietario y decorador, Paco Entrena, lo define como ‘un hotel diferente’, y lo es. Ocupa varias casonas hasta formar un minúsculo pueblo con encanto, y cada una de sus veinticinco habitaciones es completamente única.
Dormir aquí es toda una experiencia, nada que ver con esas decoraciones insulsas confeccionadas a toda prisa. Cada detalle tiene su historia, objetos y obras de arte procedentes de todo el mundo dan al alojamiento un aire de fantasía cosmopolita que contrasta con el carácter recio de la construcción, con la paz de este refugio de colores. Por supuesto, pertenece al Club de Cantabria Infinita.
Nuestro viaje termina hoy aquí, que la Ruta Foramontanos no se holló en un día, y aún nos aguardan muchos secretos que descubrir en esta primera etapa.
Dejamos para la próxima Carmona, con sus casas blasonadas, las albarcas tradicionales de madera y el trasiego de rebaños tudancos que cada otoño bajan de los puertos a los invernales.
Prometemos continuar camino atravesando estos montes de Saja y Palombera tras los sonidos de la berrea del ciervo, beber en los pequeños manantiales que el deshielo convierte en cascadas, y cruzar el puerto de Palombera desde Bárcena Mayor, en Los Tojos, a Campoo, junto a la antigua Venta de Mobejo.
Porque queremos completar esta Ruta de los Foramontanos que nos ha cautivado. Divisar, como ellos, el impresionante Pico Tres Mares, donde encuentran sus aguas los ríos de toda España; alcanzar el nacimiento del Ebro y llegar, por fin, a Brañosera, el primer núcleo donde se asentaron aquellos hombres valientes y libres que comenzaron España.
 

GUÍA PRÁCTICA

 

Cómo llegar, aquí comenza la ruta:
Cabezón de la Sal, punto de partida de esta Ruta Foramontanos, es un municipio de la Comunidad Autónoma española de Cantabria. Desde Santander, su capital, se puede llegar en tren de vía estrecha de Feve, en autobús de Alsa, línea Irún-Gijón, o por carretera, saliendo desde la autovía del Cantábrico, A-8. 
 
Lugares para comer, con nombre propio:
Restaurante La Nogalea, de Antonio Vicente Gómez, en Ruente. Si hace bueno, no hay que perderse su terraza. 
Restaurante La Bolera, de Nacho González, donde podemos quedarnos a tomar unas copas. También en Ruente.
Restaurante El Paraíso de Jesús Maestegui, creador de los 10.000 del Soplao, en Cabezón de la Sal.
 
Para tomar una copa:
El disco bar Cernegula, en Cabezón de la Sal.
 
Los mejores alojamientos:
El Camino Real. Uno alojamiento realmente especial. Selores, Cabuérniga. 
Hotel Reserva del Saja. Resort ecológico con spa, en Renedo de Cabuérniga.
El Jardín de Carrejo. Alojamiento sin humos en una casona. Cabezón de la Sal.
 
Un libro imprescindible:
El gran libro de Víctor de la Serna ‘Nuevo Viaje de España: la Ruta de los Foramontanos’, que ha reeditado Ediciones de Librería Estudio, con la colaboración del Gobierno de Cantabria, recoge los magníficos artículos que el periodista publicó en el diario Informaciones de Madrid. Un viaje delicioso por la geografía española.
 
Una cita tuitera:
Esta ruta que pedía ‘con emoción nostálgica’ que fuese señalizada el historiador Florentino García Pérez en los Cuadernos de Campoo, editados por el Ayuntamiento de Reinosa, se ha convertido en una ruta turística gracias al esfuerzo de un gran equipo apoyado por Turismo de Cantabria, que este 2012 ha organizado la primera edición del Encuentro Tuitero #Rutaforamontanos. Una cita que hay que marcar cada año en el calendario.
 
Más información sobre la Ruta Foramontanos:
En la página de Facebook de la Ruta Foramontanos, y en Twitter @RutaForamontans 
En la web de Turismo de Cantabria, también en Twitter @Cant_Infinita
 

 

Comentarios

jose antonio d… (no verificado)

¿ NO COMIENZA EN sAN Vicente DEL mONTE?