Santo Tomé y Príncipe, las islas del chocolate y el ritmo leve-leve

EXPRESO - 12.12.2011

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso
Cuando siglos atrás el comandante don Joao Bahía trajo a la isla de Príncipe unas semillas de aquel fruto rugoso y enorme, las primeras que llegaban al continente africano, no podía imaginar que los portugueses lograrían convertir estas islas ecuatoriales en el primer productor mundial de cacao.
Hoy, más de tres décadas después del proceso descolonizador, Sao Tomé y Príncipe es un país sorprendente de paisajes verdes y ritmo pausado en pleno Golfo de Guinea. Sin apenas turismo, muy segura, esta nación diminuta elabora el mejor chocolate del mundo.
En la fábrica de Claudio Corallo trabajan cuarenta personas pelando cuidadosamente las almendras tostadas, una a una, para librarlas de cualquier impureza. Cuidan cada uno de los pasos del proceso hasta obtener un chocolate puro y perfecto.
‘Por eso cada año la producción es diferente. Las grandes marcas obtienen siempre el mismo sabor, ocultando las imperfecciones a base de un tueste más intenso y la adición de aromas’, explica Niccoló Corallo, hijo del propietario.
Pero aquí ni siquiera se permiten mezclarlo con leche, ‘nosotros solo hacemos chocolate, eso ya es confitería’. Sí lo combinan sabiamente al 73,5% de pureza -un porcentaje elegido tras muchas encuestas- con naranja, jengibre, pasas… Para los más sofisticados, el de 80% con cristales de sal o el de 70% con trocitos de cacao.
El chocolate es solo uno de los sabores de Sao Tomé e Príncipe. El país cuenta con una gastronomía poderosa que, como todo, aquí ha de disfrutarse lentamente, a su propio ritmo, armonioso y pausado. Es el leve-leve, que los saotomenses repiten como un mantra. Una forma de vida.
Si te apetece descubrirla, acompáñanos en este viaje sorprendente por uno de los destinos más desconocidos y magnéticos del mundo. Te mostramos todos los secretos de un país al que muy pocos han tenido la suerte de viajar todavía.

 

Un viaje sorprendente por Santo Tomé y Príncipe
 
 
En este país es imposible comer mal, con lujos o sin ellos te chuparás los dedos.
 
 
Unas pocas casitas de colores pastel forman Sao Tomé, una ciudad que vive leve-leve.
 
 
 
 
 
 
Te encantarán las roças, antiguas haciendas coloniales de café y cacao.
 
 
Gobiernos y ONGs trabajan juntos por un desarrollo turístico responsable.
 
 
 
 
 
 
Una isla verde, frondosa y amable en la que el tiempo parece haberse detenido.
 
 
Te contamos dónde dormir, cómo llegar y algunos trucos para viajeros.
 
 
 
 
 
 
Comer bien aquí no es cuestión de dinero
En Santo Tomé y Príncipe es imposible comer mal. No importa si se elige uno de los pocos restaurantes con buffet, el comedor de una antigua hacienda cafetalera o se tiene la suerte de ser invitado en casa de algún saotomense. Lo mejor, la enorme variedad de pescados fresquísimos.
En la capital, la terraza azul del Plé Museu ofrece a cualquier hora cerveza bien fría y magníficas santolas cocidas. Incluso es posible que la cocinera haya preparado algún postre, como Mousse de coco, aunque se trata de un país muy poco aficionado a las sobremesas. A pocos metros, el fuerte de San Sebastião.
Esta fortaleza coqueta, casi de juguete, fue bastión de los portugueses contra los piratas que asolaban las costas de África. Ahora Museo Nacional, alberga en sus salas una muestra sencilla pero muy interesante de su historia. Aquí se guardan –en un cajón- la última bandera portuguesa que se arrió en Sao Tomé y la primera que izó la nueva nación, junto al escritorio donde se firmó la Declaración de Independencia, un 12 de julio de 1975.
Una de las salas más curiosas es la dedicada a las tortugas, patrimonio natural en riesgo de extinción que se ha comenzado a proteger hace muy poco. La especie más espectacular, la tartaruga ambulancia, supera los dos metros de largo en edad adulta.
Al norte de la isla hay otro imprescindible de la cocina local. El restaurante Celvas de Guadalupe, en el distrito de Lobata, recibe a los clientes en su terraza repleta de flores y gatos cariñosos rondando las mesas. El servicio es excelente, y el mejor menú, por unos 20 euros, comienza con delicados aperitivos de pescado, pulpo picante y plátano frito, aderezados con la picante malagueta.
Muy cerca está la playa de Morro Príncipe, de arena dorada y desierta la mayor parte del tiempo. A pocos metros, el Ecomuseo das tartarugas, un centro de protección donde rescatan huevos de la arena y los incuban con mimo para asegurar su supervivencia.
En la norteña localidad de Neves, cerca de la fábrica de cerveza, la Casa das Santolas lleva toda la vida cociendo mariscos para deleite de locales y viajeros, a los que su dueña, la señora Dominga, enseña hospitalaria su cocina-despensa subterránea.
Pero la mejor representante de la comida casera saotomense es seguramente dona Hortensia, una mujer alegre y emprendedora que comenzó con cuatro mesas en su patio de colores y cuya fama se ha expandido de tal manera que a menudo cocina para presidentes de Gobierno y ministros de varios países.
Con la ayuda de su sobrina Ana Paula regenta Dois Pinheiros (Dos pinos), una casa de comidas situada en la capital, en el barrio Campo de Milho. Solo abre cuando tiene reservas (+239 990 5825) y sea cual sea el número de clientes prepara para ellos un magnífico abanico de platos hogareños. Inolvidables su Frango con amendoím, y la Feijoá á moda da terra, servida con pescado y arroz.
Quizá el secreto de dona Hortensia es que no vive de esto, sino que lo hace por puro placer: ‘No quiero vender comida, sino ofrecer lo mejor que tengo a las personas que me visitan’, explica con una gran sonrisa. Sus ingresos regulares provienen de la Roça de San Martín, desde donde exporta toneladas de cacao procedentes de todo el país.
Un par de horas hacia el sur otra antigua hacienda, la Roça de Sao Joao de Angolares, se ha convertido en templo gastronómico gracias a su propietario, el cocinero Joao Carlos Silva, que la ha rehabilitado con un toque bohemio. Aquí lo mejor es dejarse sorprender por su menú degustación, de platos pequeños y deliciosos.
También en la costa oeste se encuentran la Praia das Sete Ondas y la llamada Boca do Inferno, una cala donde el mar entra y sale creando un embriagante espectáculo natural. Y muy cerca, asomado al océano, el restaurante Mionga ofrece unas vistas que alargan inevitablemente la sobremesa.
Los sabores más auténticos de Sao Tomé y Príncipe llegan siempre de la mano de productos locales cocinados sobre las brasas. Antonio y ‘The Best’, de la agencia Turiart, son maestros en el arte de preparar un pic-nic de lujo a base de banana asada, papaya, peixe andala, fruta del pan, mandioca, matabala. Lo mejor, la compañía. De beber, vino de palma recién cogido del árbol.
 
Sao Tomé, una capital de juguete
Apenas diez minutos en coche separan el aeropuerto de la capital, Sao Tomé, centro neurálgico de la vida en el país. Extendida a la largo de la bahía Ana Chaves vertebrada por la avenida Marginal, es en realidad un gran pueblo en el que todos se conocen.
Cientos de taxis amarillos y motoqueiros, tan baratos que te llevan de punta a punta por medio euro, esperan a cualquier hora junto al mercado ‘novo’, el más grande de los dos que hay.
Dentro, un revoltijo de colores y frutas exóticas en tres plantas y una terraza soleada en la que algunas costureras confeccionan trajes con telas africanas por poco dinero en un par de días.
Justo al lado, atravesando la pequeña gasolinera, se encuentra una de las pocas confiterías del país, Miguel Bernardo. Rissois a 10 dobras, igualitos que las empanadillas portuguesas, y yogures caseros, su especialidad, por el mismo precio.
En el otro mercado de la ciudad, más pequeño y antiguo, esperan al viajero una variedad increíble de pescados, verduras, hierbas medicinales colocadas en ramitos. Mejor visitarlo a primera hora y si es posible un lunes, porque la limpieza semanal se efectúa los domingos.
El arte de regatear está a la orden del día, aunque no son demasiadas las oportunidades. Aquí no abundan las tiendas para turistas ni los puestos de artesanía. Uno de los pocos lugares que venden productos de la tierra es Quá Tela, gestionada por una ONG local, en la que se puede encontrar cacao, miel del Parque de Obo, dulces, libros de recetas o botellas de cristal rellenas de sabrosos cacahuetes.
La Oficina de Turismo dispone de una pequeña muestra de piezas de madera tallada a mano, collares y otras fruslerías, y en el aeropuerto suele haber vendedores ambulantes. En cualquier caso, es importante asegurarse de no adquirir productos elaborados con especies protegidas.
En la fábrica de Claudio Corallo se puede comprar chocolate, aguardiente de cacao y exclusivos cafés de sus plantaciones en la isla. No está abierta habitualmente al público, pero se puede llamar para reservar una degustación gratuita.
Salvo unos pocos edificios como el del Parlamento o el hotel Pestana Sao Tomé, la capital conserva una genuina arquitectura colonial en colores pastel que resulta muy agradable. Nada destaca en el skyline salvo el Fuerte y la Sé catedral del siglo XV, que está considerada la iglesia más antigua de toda África.
Otro de los puntos vitales, antiguo almacén ferroviario, es el  Centro Internacional de Arte y Cultura (CIAC),  un espacio de ocio con bar y restaurante donde los jóvenes artistas locales muestran sus creaciones. Aquí se celebra la Bienal de Arte de Sao Tomé, que ya va por la VI edición.
Uno de los asiduos, aunque su fama traspasa fronteras, es René Tavares, un pintor que viaja a menudo a Lisboa y otras ciudades europeas para exponer su obra.
También la noche tiene arte. El excelente bailarín y artista plástico Koame es el dueño del Tropicana, en el barrio Ponta da Mina. Sus dibujos decoran las paredes de este local donde suenan cada noche los mejores ritmos africanos a cargo de DJs y grupos en directo.
La noche suena a kizomba, a forro, a ritmos calientes que los saotomenses bailan como nadie y, lo mejor, enseñan a bailar a los viajeros despistados. Una caipirinha cuesta 90.000 dobras, poco más de 3 euros, un café 20.000, menos de un euro, y un paquete de cigarrillos rubios unas 60.000.
En los bares de Sao Tomé y Príncipe está permitido fumar, y se pueden dar curiosas contradicciones como tener que utilizar una tarjeta con microchip para cargar las consumiciones de la noche y no contar con agua en los aseos, o que la música termine de pronto a causa de un apagón general.
La fiesta ha de terminar necesariamente en el Beach Club del hotel Pestana, una discoteca donde se da cita la gente guapa de Sao Tomé, con su elegante terraza de diseño sobre las olas. Un contraste con la sencillez de esta capital de juguete.
 
Roças, sofisticados vestigios de la época colonial
La herencia portuguesa de Sao Tomé y Príncipe incluye idioma, religión, el carácter amable de sus habitantes y los restos de un complejo entramado productivo en torno a las plantaciones coloniales de café y cacao.
Las antiguas roças, más que haciendas auténticas ciudades en miniatura, se deterioran a pasos agigantados sin un plan estatal para su recuperación. Algunas, como la de Agostinho Neto conservan casi intacta su macroestructura con hospital, escuela, casonas para los capataces y viviendas para los trabajadores.
Tras la nacionalización de las tierras en los años 70, los agricultores han desarrollado pequeños cultivos destinados al autoabastecimiento, y aún son pocas las roças que se están recuperando para la producción agrícola o el turismo.
Entre todas ellas y hasta al mar, para su embarque hacia el Viejo Continente, existía una completa red ferroviaria de la que solo se mantienen unos pocos raíles. Muchos de ellos han sido utilizados en las carreteras, para servir de vías de evacuación a las espontáneas cascadas que irrumpen a cada rato en la calzada.
De camino al interior de la isla de Sao Tomé, donde están la mayoría de las plantaciones, la ruta va mostrando infinitas variedades de cacao. Del verde al rojo, pasando por un amarillo intenso, los frutos cuelgan, pesados, a la espera de la próxima cosecha.
Cada par de kilómetros, mujeres y niños, machete en mano, se ocupan de mantener limpias las cunetas de las vías, muchas todavía empedradas a la manera de la calzada portuguesa.
El pico de Sao Tomé es el más alto del país y se levanta en la parte más densa de la isla, a 2024 metros de altitud sobre el nivel del mar. Para llegar hay que atravesar Trindade, la segunda ciudad en importancia, apenas cuatro calles con humildes casitas de colores y una iglesia blanca en lo alto.
A uno y otro lado, pequeñas construcciones de madera contienen a veces una peluquería minúscula, a veces un bar, o incluso una vivienda como la de Seai y Tita, donde viven con Otótó, su hijo de tres años.
Sobreviven vendiendo el vino de palma que él recoge cada dos días, lo que tarda en llenarse una garrafa de cinco litros. Ayudándose de unas correas metálicas, trepa con impresionante facilidad por el tronco, hace un corte y desciende. Luego espera.
En el suelo, a la sombra de las palmeras y la vegetación tropical, decenas de cáscaras de buzios, caracoles gigantes que suponen la única aportación proteínica para gran parte de la población y a menudo fuente de molestos parásitos intestinales.
Para ganarse mejor la vida utiliza su fama de brujo y prepara hechizos en un chamizo oscuro con velas a medio quemar e imágenes de santos atados con bramante. Dicen que su poder sanador es grande, y realmente impresiona cuando entra en trance y abandona su cuerpo musculoso para dejar paso a los espíritus.
Antes de llegar al Parque Nacional de Obo, el espacio protegido más importante y que ocupa un 30% de la superficie de la isla, hay que hacer una parada en el Jardín Botánico, donde hasta hace poco el padre de Eliseu cuidaba con mimo cuatrocientas especies de plantas.
En la Roça de San José de Flores se cultivan miles de rosas de porcelana, heliconias, pico de papagayo… Flores exóticas de formas imposibles que cada viernes salen para el aeropuerto en cajas cuidadosamente embaladas para comercializarse a precio de oro en Europa. La visita -5 euros- no tiene interés salvo que sea en marzo-abril, cuando las plantaciones están en plena producción. Al salir, eso sí, regalan a todas las mujeres un precioso bouquet.
Mientras, cerca de la cascada de Sao Nicolau, en la Roça Bombaim, reciben a los viajeros Diner y su juguetona gata pelirroja, Lucia. El alojamiento es terriblemente sencillo, ducharse con agua caliente una odisea, y los generadores solo proporcionan luz eléctrica algunas horas al día. Pero todas las penalidades se olvidan cuando charlas despacio con este joven amante de los animales.
En un país en el que los chuchos reciben más patadas que caricias, es admirable la ternura con la que cuida a su perrito bicolor, al que un desaprensivo seccionó de cuajo la parte superior de la mandíbula.
Lo que tiene de sencillo el alojamiento lo tiene de excelente su cocina. Lo mejor, el calilú, un plato tradicional de carne o pescado a modo de sopa espesa que se acompaña de arroz y harina de mandioca. Algunas abuelas todavía lo reparten el día de Pascua a sus nietos sentados alrededor sobre una esterilla.
También en el interior de la isla se encuentra Monte Café, una las roças más importantes, que ahora resurge de sus cenizas con un proyecto comunitario que incluye un museo del café y otras actividades destinadas al turismo. En el humilde salón de su casa, el doutor Paulino y el senhor Catoni preparan a los visitantes un café expreso delicioso por 15.000 dobras, servido en tacitas de porcelana. También  venden paquetes de este oro molido por 125.000 dobras.
En la costa norte hay más vestigios interesantes. La Praia das Conchas guarda un almacén antiguo, adonde llegaban las mercancías del resto de roças, y puede visitarse todavía la Roça Rivera Funda, con su secadero de cacao y un cargadero que se pierde, ya vacilante, en el mar.
 
Un brillante futuro sostenible
Casi desconocido, repleto de atractivos y recursos naturales pero con un desarrollo turístico muy escaso, lejos de las hambrunas y los conflictos militares del continente africano, Santo Tomé y Príncipe ha llegado al siglo XXI como uno de los últimos paraísos de la Tierra.
La afluencia de viajeros no ha profanado todavía su naturaleza intacta, sus playas de cuento ni sus paisajes urbanos, y la conciencia ecológica está comenzando a limitar el expolio al que sus propios ciudadanos han sometido a esta tierra fértil.
Por mar, la isla de Sao Tomé es tan pequeña que rodearla en barco lleva apenas seis horas, pero sus tesoros submarinos dan para muchos días. Sin embargo Edmilson, uno de los expertos de la agencia Malaika Tours, que ha pasado los últimos diez años buceando los fondos del archipiélago, ya no quiere bajar más.
‘Me da pena, lo que había hace unos años no tiene nada que ver con lo que queda ahora. Creen que el mar es inagotable. Lo mismo ocurre con la fauna terrestre. Hay muchos que asesinan macacos para comer, y eso no se puede hacer, es como matar a tu hermano. Yo he visto cómo una madre mostraba a su cría al cazador, implorándole que no le disparase, pero no hay piedad. Si seguimos así, algún día ya no quedará nada’, explica.
Resulta difícil de creer para los pocos turistas que se siguen maravillando de la riqueza submarina de San Miguel, Sete Pedras, la Lagoa Azul o Diego Vas, en la isla de Sao Tomé; o los que bucean en Príncipe, ‘eso es otro mundo’. En el país hay buenos clubes de buceo como Navetur o Maxel que cuentan con barcos para acceder a los mejores lugares.
Acostumbrados a vivir en una tierra absolutamente fértil, donde el pan crece en los árboles, y con una historia a cuestas que los ha despojado de sus raíces, acostumbrados a la abundancia natural, los saotomenses están comenzando ahora a proteger su biodiversidad. También a apreciar sus productos como algo interesante y con futuro, frente a la neocolonización de marcas europeas.
Afortunadamente, las autoridades lo tienen claro. Programas de cooperación como el que está llevando a cabo la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) a través de la empresa consultora Koan Consulting, en colaboración con la Dirección General de Turismo y Hotelería capitaneada por Mirian Daio, están logrando recuperar la identidad cultural del país y sentando las bases de un desarrollo turístico basado en la responsabilidad y la sostenibilidad.
Porque este país es todavía un edén que conocen muy pocos. Desde los paisajes de sabana del norte, pasando por la inmensidad verde salpicada de casitas de colores, hasta su pequeña capital o las playas más bonitas del sur, no llegan a 8.000 los extranjeros que aterrizan cada año, de los cuales la mayoría son cooperantes y solo unos pocos turistas.
En los 1001 kilómetros cuadrados del país habitan nada menos que cinco de las siete especies de tortugas marinas existentes en el mundo. Su diversidad biológica, un clima fantástico y un pasado sorprendente hacen de estas islas hospitalarias y seguras un destino obligado para los viajeros que ya lo han visto casi todo.
Al sur de Sao Tomé, a unas tres horas en coche desde la capital, un barco une varias veces al día Porto Alegre con el islote das Rolas, atravesado por la línea del Ecuador. Tras el hotel Pestana, el único de la isla, unas pocas casas de madera y un camino que asciende hasta el punto más alto de la isla, donde un hito señala el lugar exacto.
Para hacerse una idea de conjunto hay que subir al Monte Sameiro. En los días claros se abarca entera la costa este, medio centenar de kilómetros, con los islotes das Cabras al norte y el Ilheo da Santana al sur. Desde aquí se ve perfectamente cómo cambia el paisaje, desde la pura sabana a los bosques húmedos y salvajes del sur, con playas como Sete Ondas, Mikondó o Piscina.
En estas aguas los niños juegan sobre lanchas improvisadas, y los hombres buscan el sustento con curiosas artes de pesca, en pie sobre las barcas de corteza de baobab. A veces, sorteando los restos herrumbrosos de navíos abandonados a su suerte en medio del océano.
Al norte de Sao Tomé, de camino a las aguas color turquesa de la Lagoa Azul y al faro con el atardecer más espectacular de toda la isla, los cangrejos rojos y morados caminan despacio, con su inconfundible paso leve-leve.
 
Príncipe, el paraíso verde
A una hora escasa a bordo del D228 de hélice de Africa’s Connection aparece la isla de Príncipe, la segunda en tamaño del archipiélago, unos 18 por 6 kilómetros. Desde el aire se distinguen los caminos de tierra roja entre la vegetación espesa de un verde casi insultante.
En el aeropuerto no hay colas para desembarcar, ni arcos de control, y el auxiliar de vuelo hace la demostración de seguridad a pie de pista porque el avión es tan pequeño que no hay sitio para él a bordo. Un cartel anuncia vuelos turísticos.
La capital, Santo Antonio, es apenas un cruce de calles de tonos pastel. El ritmo pausado de sus habitantes, más leve-leve aún que en San Tomé, traslada inmediatamente al viajero varios siglos atrás. Aquí la antigua aduana, allá el Ayuntamiento, al fondo el mercado diario.
Entre unos y otros algunos colmados y los inevitables quioscos de colores. Una parada para refrescarse y un rato de charla con las personas que se cruzan en el camino. ‘Mi nombre es Júlia, acuérdense de mí’, pide una mujer de piel ajada y sonrisa interminable.
Las lluvias abundantes de noviembre y diciembre conservan el bosque jugoso pero embarran los caminos haciéndolos inaccesibles y resbaladizos. En la isla hay unas pocas aldeas y algunas roças donde se cultivan productos ecológicos, poco más.
Si el día está despejado, merece la pena subir hacia alguno de los puntos más altos para hacerse una idea de conjunto de Príncipe. O rodear en barco su costa, a veces abrupta, otras amable.
Uno de los lugares más especiales se encuentra al sureste. Es la Bahía das Agulhas, que lleva este nombre porque las rocas se clavan como agujas en el agua. ‘Si paras el motor del barco y esperas unos minutos verás enseguida macacos, papagayos…’ cuenta Edmilson.
Aparte de un par de pensiones en Santo Antonio y alguna casa particular que recibe huéspedes, el único alojamiento de la isla es el hotel Bombom, que ocupa el islote del mismo nombre y dos playas más, a diez kilómetros del aeropuerto.
El lujo comienza al entrar en su finca de varias hectáreas de bosque protegido, donde los monos descansan del estrés que les producen los cazadores en el resto de la isla. Asomadas a la postal de arena y palmeras, una veintena de cabañas-habitación de interior blanco, sencillo.
Justo enfrente, una pasarela sobre el agua conduce a los huéspedes al islote Bom-Bom, donde se encuentran con uno de los mejores restaurantes del continente africano, a pesar –o precisamente por eso- de la escueta carta que cambia cada día.
Desde hace poco lleva la marca del cocinero portugués Julio Pereira, que trabaja estos meses con el chef residente Shyju. Entre los dos se ocupan de convertir en deliciosas propuestas lo que nace del mar y la tierra.
‘Por la mañana, temprano, nos acercamos a la playa a ver qué han traído los pescadores, y con eso y lo que llega de nuestra roça confeccionamos el menú, solo la carne la traemos de Namibia; es lo mágico de cocinar en este lugar, que nunca sabes qué vas a comer hoy’, explica el chef.
A veces, el menú comienza con Ceviche de cavaco, una especie de santiaguiño de proporciones gigantescas. Pero no importa demasiado. Los privilegiados huéspedes del BomBom gastan las horas descansando en sus playas privadas, aprendiendo a pescar, en clases de cocina local, caminando por el bosque tropical o esperando a las tortugas en la arena. La vida en Príncipe es más leve-leve que en ningún otro lugar del mundo.
Una vez por semana, un grupo de niños de la isla visita el resort, y cada uno de los sesenta trabajadores hace de maestro por unas horas. ‘Si buscamos bien, todos tenemos algún talento que enseñarles. Por ejemplo, a cocinar o cómo hacer artesanía con cocos, para vender a los pocos viajeros que llegan. Esta isla es muy virgen, nada de lo que se hace aquí es para el turismo, por eso es tan especial’, cuenta su recién estrenada directora.
Guía práctica
Cómo llegar
Desde el continente europeo, los vuelos de TAP Air Portugal y STP Airways unen Lisboa con Sao Tomé dos veces a la semana.
STP Airways, la aerolínea de Santo Tomé y Príncipe, lleva apenas un año funcionando. Buen servicio para un vuelo de seis horas que se hace más corto gracias a la cena y el desayuno a bordo. Los horarios son muy buenos, especialmente a la ida. El vuelo sale de Lisboa a las doce de la noche y llega a las 5 de la mañana a Santo Tomé.
Lo temprano del aterrizaje invita a descubrir el país desde el primer día de estancia, y la escasa diferencia horaria con España y Portugal hace que el viajero no sufra de jet lag, algo difícil de encontrar en otros destinos tropicales.
Para viajar a Santo Tomé y Príncipe hay que obtener un visado. En España lo tramitan en el Consulado del país en Madrid, donde cuesta 20 euros. En último caso se puede conseguir al llegar, en el aeropuerto. También es obligatorio tener actualizada la vacuna de la fiebre amarilla y pagar un impuesto de salida de unos 17 euros.
Dónde dormir
A pesar de la pequeña extensión del país, Santo Tomé y Príncipe cuenta con una oferta de alojamiento variada para todos los gustos y bolsillos.
Muy cerca del aeropuerto y a cinco minutos en coche del centro está el Omali Lodge, con las habitaciones más lujosas de todo el país, dispuestas en pequeñas construcciones alrededor de una piscina. Frente al hotel, una playa estrecha. A pocos metros el hotel Praia, algo más sencillo, ubicado en un edificio de techos altos y escaleras majestuosas, reminiscencias de la época colonial.
La cadena portuguesa Pestana cuenta con tres hoteles en la isla. El mejor es el Pestana Sao Tomé, un cinco estrellas bien situado con habitaciones estandarizadas en las que se puede disfrutar de wifi gratis, a pesar de que la conexión es complicada en todo el país. También en la capital está el Miramar by Pestana, un cuatro estrellas con una gran terraza.
Más modesto y céntrico, en la avenida de la Independencia, está el hotel Residencial Avenida (+239 222 2368), muy animado gracias a su cibercafé con conexión a Internet y a que es punto de encuentro de los cooperantes y trabajadores extranjeros cuando llegan al país.
El tercer hotel de la cadena Pestana se encuentra al sur, en la isla de Rolas, justo por donde pasa la línea del Ecuador. El Ilheu das Rolas es un complejo de cabañas que recuerda a algunos hoteles del Caribe, y acaba de reabrir tras una remodelación.
Otra buena opción para quienes busquen mar y tranquilidad es el Club Santana, cuyas habitaciones están dispuestas ascendiendo por la ladera. Lo mejor, la cantidad de actividades que ofrece a sus clientes, como excursiones en barco, motos de agua, masajes, snorkel, y las impresionantes cenas buffet de los fines de semana en su restaurante de la playa.
Si se quiere vivir la sensación de dormir en una antigua hacienda colonial, las roças de Bombaim (+239 983 0973), en el interior de la isla, y Sao Joao de Angolares, (+239 926 1140) en el oeste, ofrecen habitaciones muy sencillas con baño compartido y restricciones de luz. Eso sí, suponen una experiencia única. Rodeadas de naturaleza, lo mejor es llegar temprano para descubrir en las plantaciones los cultivos de cacao, café, pimienta, vainilla, banana… y luego saborearlos en sus magníficas cocinas.
En el norte de la isla, el restaurante Clevar cuenta con dos habitaciones dobles muy estilosas, con baño privado, a muy buen precio. El más exclusivo del país, también el más caro, es el Bombom Island Resort de Príncipe. En la isla hay también algunas pensiones.
La mayoría de los alojamientos cuentan con servicio de transfer desde el aeropuerto, y para quienes busquen una experiencia más auténtica, basta preguntar por alguna de las casas particulares que alquilan habitaciones a los viajeros.
Un par de cuestiones prácticas
El viajero que llega a Santo Tomé y Príncipe se da cuenta enseguida de que aquí todo es fácil. No existen problemas de seguridad, los saotomenses son muy amables, el idioma portugués fácil de comprender y las opciones para ver y hacer casi infinitas, basta preguntar.
Hay que saber, eso sí, que el clima cálido se ve salpicado de vez en cuando por lluvias torrenciales que hacen imprescindible un buen impermeable y calzado cómodo y resistente.
La red viaria hace recomensable un vehículo con tracción a las cuatro ruedas, pero los precios de alquiler son elevados, así que compensa contratar los servicios de una agencia local como Turiart, Mistral, Malaika Tours o Navetur con guía-conductor para descubrir los mejores rincones.
En algunos lugares de estas islas los niños se han acostumbrado a pedir a los turistas dulces: ‘Doce, doce’, chillan a su paso. A veces, lo que quieren son botellas -‘Buli’- para revender. Es importante no dejarse ablandar por sus sonrisas resplandecientes, desde hace poco existen algunos grupos de menores que cambian la escuela por la posibilidad de conseguir unas monedas fáciles.
Si se quiere ayudar, es preferible hacer una donación a una ONG local, que la distribuirá de forma justa. Otros niños, en cambio, ayudan a la economía familiar vendiendo bolsas en el mercado, cucuruchos de fresas silvestres que ellos mismos recogen o galletas caseras.
El único lugar del país donde se pueden encontrar cajeros es la capital, pero conviene llevar la mayor parte del dinero en efectivo. El cambio oficial está ahora a 24.500 dobras por euro, aunque preguntando se pueden encontrar comerciantes que trabajan habitualmente con Portugal y compran las divisas a precios más ventajosos. La devaluación de la moneda ha provocado que todos los precios sean escandalosos en cifras, por lo que los saotomenses utilizan la palabra ‘conto’ para referirse a diez mil dobras.
La conexión a Internet es de malísima calidad en todo el país, por lo que es mejor hacerse a la idea de que se está desconectado por unos días. Tampoco los teléfonos españoles funcionan en Santo Tomé y Príncipe, a falta de acuerdo entre los operadores de ambos países hay que utilizar un teléfono local.
Para hacer llamadas dentro del país hay que tener en cuenta que aquí todos los móviles comienzan por 9. Como a veces no lo incluyen, resulta útil comprobarlo contando el número total de dígitos, que ha de ser de siete.
 
Más información:
Turismo de Santo Tomé y Príncipe www.stptourism.st
 

Comentarios

Javi Gomez

Precioso el reportaje Ana! Lo he sentido como si yo mismo hubiera estado allí. Un abrazo

juan diaz viana (no verificado)

maravilloso, muy completo

Koan (no verificado)

El equipo Koan Consulting os da las gracias por el gran reportaje que habéis hecho. No es solo una apuesta profesional para nosotros, si no también personal.

internauta (no verificado)

Maravilloso reportaje, leerlo y estar viajando. Mil gracias.

internauta (no verificado)

buen reportaje, yo estube en sao tome en junio del 2009, bastante calor por esa fecha, mejor ir en agosto,lo mas recomendable para moverse es alquilar coche con chofer por que yo lo hicr por mi cuenta con un "local" y me salio algo mas caro,pero lo pasas bien, si quieren ir a isla das rolas mejor pasar una o dos noches en el complejo hotelero, hay excursion en el dia pero solo estaras para dar una vuelta corta, comer, "las bebidas son aparte" y a las 4 de la tarde de vuelta para la ciudad. Lo complicado es conseguir la visa en españa , ahora creo que esta rebajada a 20 euros, la oferta de viajes a este destino es posible en una agencia de madrid llamada cultura africana, suerte a los que viajen.Un saludo

RSF (no verificado)

confirmo rebaja

y mejor, el visa se puede obtener (pero solo en los países sin representación oficial santo-tomense!) online, sin ninguna dificultad y la verba será liquidada solo a la llegada en el país

smf.st/virtualvisa/

scherraus.com