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Tivoli Lisboa, sorpresas y glamour en la capital portuguesa
EXPRESO - 06.03.2010
Texto: Federico Ruiz de Andrés; Fotos: Ana Bustabad Alonso A media cuesta de la más emblemática arteria de la ciudad, la Avenida da Liberdade, pasa casi desapercibido entre los árboles del boulevard
Texto: Federico Ruiz de Andrés; Fotos: Ana Bustabad Alonso
A media cuesta de la más emblemática arteria de la ciudad, la Avenida da Liberdade, pasa casi desapercibido entre los árboles del boulevard. Pero detrás de su fachada anodina se encuentra uno de los hoteles más reconocidos de la capital portuguesa, el Tivoli Lisboa.
Al llegar al hotel Tivoli Lisboa te envuelve una sensación de tranquilidad, de elegancia. Alfombras grandes, mármoles oscuros, flores delicadas en blanco y morado.
Apenas hay textos o grafías en el amplio vestíbulo y zona de recepción. Ningún signo, ningún símbolo pictográfico abruma la visión.
Accedes al lobby y pareces ser transportado a una realidad iletrada en donde sólo prima, en lo visual, la necesidad de lo gestual. Solamente accede el reflejo del mundo. Lo tangible fuera queda.
El punto luminoso lo ponen enormes rectángulos de azulejos coloreados, que sustituyen a los cuadros en las paredes, los juegos de luces y el pan de oro en el espacio dedicado a recepción y en el bar de la planta baja.
El hotel tiene 306 habitaciones de tres tipos, normal, ejecutiva y Tivoli. Lo mejor es elegir las que están reformadas, las de los pisos 6, 7 y 8.
Entre otras comodidades disponen de iHome, cafetera Nespresso con monodosis de pago, e Internet wireless, igualmente de pago.
Los pasillos que van a las habitaciones son oscuros, enmoquetados, prima la intimidad y la calidad por encima del diseño.
Para darse un capricho nada mejor que la Suite Real, un espacio de de 250 metros cuadrados que ha sido ocupada por personajes tan famosos como Hugo Chávez, Beyoncé o Nelly Furtado.
Pero sin duda la más glamourosa de todo el Tivoli Lisboa es la habitación número 600, que fue ‘casa’ de la famosísima actriz portuguesa Beatriz Costa durante los últimos 30 años de su vida. Querida por todos, Beatriz se convirtió en el alma del hotel, y sus dos nombres se volvieron ya indisociables.
Una gran fotografía recuerda a la artista en la entreplanta, junto a un gran ramo de orquídeas blancas. Muy cerca, al lado de los ascensores, una vitrina muestra la historia de este mítico hotel a través de algunos souvenirs realmente curiosos.
Acompañamos un enlace a una interpretación de Beatriz Costa, la Marcha da Mouraria, todo un éxito de la época para una mujer bella, toda una señora de la escena lusitana.
Los viajeros de negocios encuentran también en el Tivoli Lisboa un espacio con historia para sus reuniones profesionales.
Además de los cuatro salones grandes y dos pequeños con que cuenta el edificio principal, el antiguo palacete de los Condes de Sucena alberga desde hace poco en la parte trasera la zona de congresos y convenciones.
El edificio data de 1928 y su remodelación ha mantenido la traza y la fachada originales. Pintado de rosa suave, esconde un interior de salas polivalentes y frescos románticos.
Al lado, un camino empedrado nos lleva hasta la piscina, rodeada de azulejos del siglo XVIII, que en verano cuenta con restaurante y bar al aire libre, bajo los pinos.
Si lo que se busca son experiencias diferentes, dentro del propio hotel o en la ciudad, no hay que perderse las T/Experiences, una propuesta que encontraremos en todos los hoteles de la cadena portuguesa.
Se puede recorrer el casco histórico en sidecar y terminar el día con un masaje para dos; saborear una cena con los ingredientes elegidos por nosotros mismos en el mercado; conocer la noche lisboeta a bordo de un Maserati; asistir con nuestro bebé a un concierto en el Oceanario, o hacer una ruta por las tiendas centenarias de Lisboa. Las opciones son muchas y muy originales.
Tras una noche mullida con vistas a los tejados de Lisboa, nos espera el desayuno en la Brasserie Flo.
Es una sala de altos techos, luminosa, decorada con cuadros y carteles de películas, de actividades culturales, teatrales, que sirve también comidas y cenas de especialidades francesas.
El buffet del desayuno es escueto en variedad pero intenso en sabores. Si acaso se echa en falta algún pan artesanal, como esas broas maravillosas que hacen los panaderos portugueses.
Como sabemos del excelente café que se hace en Portugal, dejamos de lado el que nos ponen con el desayuno y pedimos un expreso.
Brasserie Flo Lisboa reúne notas de lo mejor de la gastronomía francesa. Especializado en ostras y marisco según la tradición, este restaurante posee un ambiente clásico, pero sofisticado e informal. Para una ocasión más especial, el Tivoli Lisboa esconde su mejor espacio gastronómico unas cuantas plantas más arriba.
Terraço, una visita imprescindible
En la planta M, la última del hotel, el restaurante Terraço lleva desde 1964 deleitando los paladares de sus clientes.
La cocina es de estilo portugués tradicional con toques renovadores, pero no de esas nuevas cocinas ‘moleculares’ que sorprenden la vista sin colmar el paladar ni el estómago.
Desde aquí las vistas sobre Lisboa son fabulosas. Tras las enormes cristaleras tiene una terraza de techo abatible que en primavera y en verano se convierte en una zona chill-out, con música de DJs; el sumum de nuestra estancia en el hotel si el tiempo acompaña.
Nos dicen que la capacidad del restaurante es de alrededor de 90 plazas, pero la impresión es de que hay espacio para más.
La cocina está a cargo del chef Paulo Pinto. Es de Coimbra, muy joven, tiene sólo 25 años, y trabaja aquí desde 2009, pero apunta muy alto. ‘Queremos llegar a ser el mejor restaurante de Lisboa’. En su voz no hay vanidad, sino ilusión. ‘Todos tienen ese objetivo’, aclara con humildad. La diferencia es que el Terraço va camino de conseguirlo.
Tiene las cosas claras y desde luego se nota en la pasión que pone en sus platos. ‘No me gusta la palabra chef, que significa jefe; prefiero ser un líder. Yo no mando, procuro integrar, crear ilusión en mi equipo, que es partícipe de todo lo que se decide en el restaurante. Además, los chefs también aprenden de sus equipos’, explica con modestia.
Pinto se define como un chef que no se centra en la presentación, sino que prefiere dar prioridad al sabor. Cualquiera lo diría, porque todos los platos, sin embargo, tienen un diseño impecable.
Durante los almuerzos el restaurante Terraço suele llenarse de clientes de Lisboa, la mayoría ejecutivos de oficinas de la zona, que piden comida ligera y más sofisticada. Las noches, sin embargo, tienen aquí tintes románticos.
La carta es permeable a las peticiones de sus clientes. Bruno, Paulo… Todo el equipo de sala es absolutamente profesional, y artífice de uno de los mejores platos del restaurante, la ‘salsa de fresas con helado’, que se prepara delante del cliente.
Sí podemos destacar su ponderada carta de vinos, en la que se incluyen más de doscientas referencias de caldos procedentes de todas las regiones de Portugal y algunas otras internacionales.
Cada plato está en su punto. Si se visita por primera vez, lo mejor es pedir el menú degustación y dejarse aconsejar con los vinos; ellos logran un perfecto maridaje y -lo que no es tan frecuente- sirven cada uno con la temperatura exacta que requiere.
Para comenzar la comida sirven un aceite procedente de aceitunas de agricultura biológica, Romeu, de la región de Tras-os-montes. Como aperitivo, un ‘ceviche de vieira’. Luego un ‘escalope de foiegras con strudel y frutos secos’, maridado con un Casal Figueira 2002, un caldo de vendimia tardía de la Estremadura portuguesa.
La sopa de pescado ‘sopa rica de peixe’ es en realidad una crema, que maridamos con un Vinha Grande Douro del 2007.
Entre los platos de pescado que pueden encontrarse aquí los más solicitados son las cataplanas, una especie de guiso cocinado en un recipiente de cobre cerrado que mantiene todo el sabor de los alimentos. La de la casa, de bacalao y gambas, el plato preferido del chef Paulo Pinto, nos confiesa.
Uno de los platos más clásicos y sabrosos son los ‘crepes de langosta con arroz de tomate caldento’, que esconden una compleja elaboración para lograr un intenso sabor a mar. Perfecto con un Vinha do Monte 2007, un tinto alentejano.
Rompemos el paladar con un sorbete de frutas rojas. Una delicadísima presentación que incluye una frambuesa caramelizada y oro comestible. Para acompañarlo, un Post Scriptum Chryseia Douro 2007.
A estas alturas de la cena resulta complicado terminarse todo, pero es más difícil aún dejar en el plato la ‘sela de borrego’, que nos sirven con soufflé de patata y una salsa de menta y miel.
Como prepostre, un shot de chocolate blanco con frutos rojos y top de vainilla, acompañado de cognac y, para terminar la comida, una mousse de chocolate, seguramente la sobremesa más famosa de Portugal.
Negro, pero no fuerte. Cuatro minutos de horno acompañados de helado de vainilla. Lo acompañamos con un porto Grahams de 10 años.
Parece imposible, pero no podemos irnos del Terraço sin probar su postre estrella, una sopa de morangos (fresas) cuya receta procede de Angola y que se elabora en vivo en la sala.
Kirsch, brandy de cereza, Grand Marnier, azúcar, son algunos de los ingredientes que caramelizan despacio, sobre las llamas.
De entre todos los sabores de esta Lisboa vintage que hemos descubierto, éste es el que permanecerá por más tiempo en nuestros sentidos. Sencillamente impresionante.
Desde su inauguración, en 1933, este hotel se ha caracterizado por ser uno de los mejores de la capital portuguesa. Quizás por ello, numerosos políticos, hombres y mujeres de negocios y personalidades lo seleccionan para su estancia en Lisboa. Y es que no hay duda de que mantiene el sabor de los grandes hoteles de la vieja Europa.
Sabor vintage y comodidades acordes con el siglo XXI. El Tivoli Lisboa es la recomendación para nuestros viajes a la capital lisboeta.
Cómo llegar a Lisboa
Para prolongar el sabor de un fin de semana de lujo en la capital portuguesa, nada mejor que el trenhotel, un viaje sobre raíles con todas las comodidades de un hotel en tierra.
Desde España, Renfe cuenta con trayectos internacionales desde Madrid, el trenhotel Lusitania; y desde Irún, en sustitución del desaparecido y añorado Surexpreso.
Ambos unen diariamente las ciudades españolas con un servicio nocturno de gama alta que alcanza su máxima calidad en las cabinas de Gran Clase, con baño completo, cena, desayuno y el servicio cálido y profesional de su tripulación.
La Gran Clase de Renfe incluye además servicios de aparcamiento, sala club y prensa, así como detalles de cortesía, bebida de bienvenida y restaurante; todos incluidos en el precio del billete.
Agradecimientos:
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