CORONAVIRUS: Egoísmo institucional frente a solidaridad ciudadana

EXPRESO - 15.03.2020

Ana Bustabad Alonso, periodista

verde vista esperanza

España está triste. A la hora de publicar estas líneas la epidemia del coronavirus covid19 lleva en nuestro país más de seis mil casos diagnosticados y dos centenares de muertos, y el Boletín Oficial del Estado publica el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma.

Comenzaba la crisis con la irresponsabilidad del Gobierno al no hacer controles en fronteras cuando todavía estábamos a tiempo. Ahora, en cambio, están casi todas cerradas desde fuera, vivimos un aislamiento forzado por otros países. Nosotros, que somos uno de los tres países más turísticos del mundo, patria del sol y la sonrisa, de los abrazos y la fiesta.

Es una situación caótica que se ha forjado a pulso. Comparecencias institucionales de opereta, tarde, mal y nunca. Caos de instrucciones y autoridades suplementarias que reflejan el caos competencial de España y el egoísmo de quienes nos mandan. Medios de comunicación que les reían las gracias de la levedad del virus.

También irresponsabilidad de muchos ciudadanos, empezando por los ministros que, viendo la curva ascendente del virus en Italia, no solo no toman medidas drásticas sino que alientan una manifestación multitudinaria el 8M.

Egoísmo de los gobernantes españoles. La información va llegando lenta a los ciudadanos, pero ya sabemos que mientras ellos llevan meses desinfectando sus vehículos, sus Falcon… seguramente sus casas y despachos, con dinero público, la única solución que se ofrece a los españoles de a pie es que se laven las manos.

Buena idea, por cierto, que debería ser una de las grandes lecciones que nos queden para el futuro, porque en un mundo global los virus son los reyes del mambo.

Mientras a todo el Gobierno y Congreso se les hacen inmediatamente las pruebas -solo hemos sabido que Abascal y Olona se han pagado de su bolsillo un diagnóstico privado- a los ciudadanos con síntomas se los conmina a permanecer en casa y a la mayoría no se les hace el test, ni siquiera pueden acceder a los teléfonos de emergencia, colapsados durante días.

Eso sí, los “reinos de Taifas” de las Comunidades Autónomas tienen cada uno sus números de teléfonos diferentes, no vaya a ser. Ninguno, en cambio, en su ámbito más directo de competencias, alivia a sus propios empleados públicos de la obligación de ir a trabajar, pero se les llena la boca diciendo en las redes #yomequedoencasa.

Los eventos, viajes y visados se continúan cancelando, ya somos oficialmente un país apestado, mientras las pequeñas y grandes empresas del sector turístico sienten ya los efectos de una crisis de proporciones bíblicas.

Hablando de religión, tampoco la cúpula de la Iglesia Católica ofrece oración y esperanza, sino solamente suspensión de actos y cierre de iglesias. La Semana Santa, condenada a muerte, con lo que ello supone para la economía española.

Para rematar el caos, el viernes anuncio por parte del presidente del Gobierno Pedro Sánchez de un estado de alarma 36 horas antes de su decreto oficial, lo que provocaba una estampida desde las ciudades a las costas y un aumento de la asistencia a los bares, antes de que cierre todo.

Por favor, no culpabilicemos a quienes hacen lo que creen mejor, por ejemplo marchar a sus lugares de origen a estar con sus familiares o a teletrabajar al sol. Dado el caos informativo y de medidas de las autoridades, la mayoría afronta el estado de alarma lo mejor que puede y sabe.

Y, por último, este sábado catorce de marzo, una comparecencia institucional que se retrasaba hasta el infinito a causa de los conflictos internos del Consejo de Ministros y las exigencias disparatadas de algunos dirigentes regionales. Mientras, todo un país esperando el anuncio definitivo y detallado de sus derechos y deberes en el recién estrenado Estado de Alarma. Acaban con la paciencia de un santo.

Tenemos, en fin, el Gobierno (los gobernantes) que hemos votado. Reiteradamente y hace bien poco, por cierto. Seguramente ni siquiera estos ejemplos de mala gestión les costarán responsabilidades políticas o penales, que para ambas están haciendo méritos.

Y es que todos, incluso los que piensan que el aparato estatal ha de interferir lo menos posible en la vida de un país, compartimos la idea de que en estas graves ocasiones es precisamente cuando necesitamos de la protección del Estado. Si no está ahora a la altura, quizá signifique que no lo (los) necesitamos más.

Y esta, junto con las medidas higiénicas, no es la única enseñanza que vamos sacando de esta crisis gigante. Frente a eso, muchos rayos de esperanza, algunos que emocionan:

Generosos y responsables ciudadanos anónimos, empezando por la colonia china en España, que fueron los primeros en autodeclararse en cuarentena domiciliaria para no expandir el contagio, y tantos madrileños que han dado ejemplo con su sacrificio en la zona cero.

Twitter, que se llena día sí y día también de memes simpáticos, en humor no nos gana nadie y eso hace más llevadero el confinamiento, gracias a esos tuiteros ocurrentes.

Personal sanitario que olvida su descanso para trabajar el doble o más. Funcionarios sin nada que hacer que no pueden quedarse en su casa, camioneros sin poder parar a tomar un café, transportistas en general, farmacéuticos, tenderos, cajeros y reponedores de supermercado que hacen frente a cargas extraordinarias y a los que pocos reconocen el esfuerzo. Sí lo ha hecho Mercadona pagándoles un 20% más este mes.

Jóvenes vecinos solidarios que se ofrecen a hacer la compra altruistamente a sus vecinos mayores, taxistas que transportan gratis a los sanitarios, padres que cuidan de varios niños turnándose para poder ir a trabajar.

Personas que saludan a otras personas al modo indio, con el brazo en alto o llevándoselo al corazón, pero siempre con la mejor de sus sonrisas, a pesar del sufrimiento de saberse prácticamente en paro o arruinados.

Hoteleros como Kike Sarasola, presidente de Room Mate; Abel Matute, de Ayre Hoteles; o la cadena Ilunion, que ponen sus establecimientos a disposición por si hay que aislar cuarentenas o convertirlos en hospitales improvisados.

Bien por aerolíneas como Vueling o empresas de cruceros como NCL que han flexibilizado sus políticas de cancelación para perjudicar lo menos posible, mientras la pública Renfe ofrece reembolsos en puntos -sin prisa, será desde el lunes 16 de marzo- a quienes no tuviesen tarifas flexibles.

En Expreso, cansados ya de publicar noticias de cancelaciones de eventos, pérdidas empresariales y cierres de fronteras, nos hemos propuesto procurar incrementar las noticias positivas y aportamos nuestro granito de arena ofreciendo a nuestros clientes la moratoria gratuita de los pagos de las campañas publicitarias, todo el tiempo que necesiten para recuperarse. Puede que signifique el cierre de este humilde diario, pero vamos a pelear por salir adelante aportando.

De todas las situaciones emocionantes que estamos viendo en el sector turístico, nos quedamos con el ejemplo heroico de los empleados del H10 Costa Adeje de Tenerife, que se presentaron voluntarios a trabajar en aquel primer hotel en cuarentena, y lo hicieron tan bien que algunos clientes se quedaron a disfrutar al terminar el periodo de aislamiento. Bravo.

Y así es como se escribe la historia. Sufriremos. Algunos tendremos que cambiar de trabajo, pasaremos calamidades e incertidumbres y cerraremos empresas, desaparecerán hoteles, agencias de viajes, restaurantes, transportes… pero resurgiremos, y lo haremos reforzados y orgullosos. Y la tristeza terminará un día no muy lejano.

Mientras, aprovechemos sin salir de casa para viajar a través de Internet, quizá reservar las vacaciones del próximo fin de año, planificar viajes soñados y recordar otros que marcaron nuestra vida… Pasaremos unos meses muy duros pero el próximo verano, o el otoño, será una gran fiesta de abrazos debidos. #VolveremosaViajar

No sucederá, claro, gracias a nuestros representantes públicos, sino a tantos ciudadanos responsables y solidarios que estamos arrimando el hombro, de la misma manera que suele suceder en las grandes crisis. Siguiendo el ejemplo de aquellas juntas ciudadanas frente a la ignominia del rey felón, demostraremos una vez más que España es un gran país y que, desde luego, lo es gracias a los españoles de a pie.

 

 

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