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Israel consolida su posición como destino de moda en España
EXPRESO - 16.10.2019
Dolores Pérez Frías, directora de la Oficina Nacional Israelí de Turismo para España
Israel sigue con paso firme en su propósito de convertirse en uno de los destinos turísticos de moda para los viajeros de todo el mundo en general, y los españoles en particular. Solo en 2018, 77.700 turistas originarios de España visitaron este país…
77.700 turistas españoles conocieron la oferta de historia, cultura, gastronomía y naturaleza única del país mediterráneo.
Israel sigue con paso firme en su propósito de convertirse en uno de los destinos turísticos de moda para los viajeros de todo el mundo en general, y los españoles en particular. Solo en 2018, 77.700 turistas originarios de España visitaron este país situado a escasas 5 horas en avión tras un placentero viaje destino al otro lado del Mediterráneo. Esta cifra podría verse superada al término de 2019, ya que las cifras de visitantes de este año muestran un incremento del 40%. El crecimiento del turismo entrante está llevando a una ampliación de la oferta hotelera de un país, que en los últimos años se ha especializado en acoger eventos de gran formato y proyección internacional como el inicio del Giro d’Italia o el Festival de Eurovisión.
La oferta turística de Israel es inversamente proporcional al tamaño de un país cuyo norte y sur están separados solo por 600km. En este espacio reducido, los viajeros encontrarán dos de las ciudades más dinámicas del mundo, Tel Aviv y Jerusalén; un desierto como el Negev, ideal para los amantes del turismo activo; un espectáculo natural como el mar Muerto, archiconocido por su alta salinidad y por las bondades saludables de sus aguas. Todo ello sin obviar el magnetismo intacto que tiene el país donde se inició el Cristianismo y que contiene muchos de los espacios donde transcurrió la vida de Jesús dos mil años atrás como Nazaret, el lago Tiberiades o la propia Jerusalén.
La visita a Israel, adecuada en cualquier momento del año, tiene como punto de inicio sus dos ciudades más emblemáticas. Separadas por 70 km, Tel Aviv y Jerusalén tienen poco en común. Con más de 3.000 años de historia, Jerusalén es la ciudad de las tradiciones, de la arqueología, de los sentimientos profundos. Imán de creencias, de fe. En las calles de su Ciudad Vieja se sobrepone la historia de un sinfín de personas que la han adorado, la han pisado, la han defendido y, en todos los casos, la han amado.
Destacan en esta urbe milenaria algunos de los escenarios que marcaron la vida de Jesús como el Muro Occidental, la Vía Dolorosa, el Santo Sepulcro, el monte de los Olivos o el Huerto de Getsemaní. Los lugares asociados a la fe cristiana se sobreponen con otros vinculados al Judaísmo, como es el caso del Muro Occidental, o al Islam, con el magnífico Domo de la Roca. Más allá del fervor religioso, la ciudad invita al visitante a contemplarla, a callejearla. Solo así pueden descubrirse elementos como sus famosas ocho puertas de acceso a la ciudad amurallada, o la Ciudad de David, y contemplar la infinita variedad de personas que habitan esta ciudad.
La intensidad y emotividad de Jerusalén tiene en Tel Aviv a su perfecto reverso. La joven ciudad israelí, abocada como está al Mediterráneo, se erige como el complemento a su vecina gracias a su hedonista propuesta. Y es que Tel Aviv parece haber sido creada para disfrutarla: ya sea del sol en sus kilométricas playas, probando su rica oferta gastronómica con atención a la oferta vegana, su noche 24/7, bailando en el masivo desfile del orgullo gay de cada mes de junio, o deleitándose con la sobriedad arquitectónica del movimiento Bauhaus, que este año cumple su centenario. Cualquier opción de ocio existe en Tel Aviv hasta el punto de que el visitante duda si está a tan poca distancia de Jerusalén.
Si estas dos ciudades presentan ofertas bien diferenciadas, el desierto de Israel supone una nueva vuelta de tuerca. El Negev, espacio árido, brutal y vasto cubre casi el 60% de la superficie del país y al mismo se accede desde la ciudad sureña de Eilat. Pese a la sequedad del entorno, la zona ofrece actividades difícilmente reproducibles en otras partes del mundo: desde senderismo a rappel, pasando por ciclismo de montaña o espeleología. Es en este desierto donde está el Maktesh Ramon (cráter Ramon) El cráter Ramón tiene 40 kilómetros de largo, y entre 2 y 10 kilómetros de ancho, y su forma recuerda a un corazón alargado. Forma parte de la reserva natural de Ramón que incluye también las montañas circundantes del Negev.
Texto: Dolores Pérez Frías, directora de la Oficina Nacional Israelí de Turismo para España
Fotos: Turismo de Israel
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