HISTORIAS DEL AVANT (V)

EXPRESO - 14.06.2012

J. Salgueiro Pardo

Tanto el incidente como el retraso real, fueron nimios. No hubo protesta ni voz más alta. En nuestro caso, diez o doce minutos más de lectura con Días y noches de amor y de guerra de Eduardo Galeano, que está este mes en la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela…

Un día de la semana pasada, en el habitual Orense-Santiago de Compostela de las 9:00, llegamos a destino con doce minutos de retraso. Y eso recuperando dos, porque la demora en salir fue de catorce. (El tiempo oficial de este trayecto es de treinta y ocho minutos, pero siempre consigue ‘arañar’ alguno y arribar en treinta y tres o treinta y cinco).

Ya desde el andén de embarque, dispuestos a subir los tres escalones, comprobamos que las cuatro puertas automáticas del tren de este lado (una al centro de cada vagón) permanecen cerradas. Esperamos expectantes, pero nadie informa.
Al acumularse más gente, alguno, más avisado, aprieta el iluminado botón verde, propio para la apertura, pero ni flores.
Siempre atentos a cualquier movimiento o indicación, observamos que un operario, con cierto esfuerzo, abre manualmente la portezuela del primer coche. Hacia ella nos dirigimos todos los viajeros, ya con cierta premura, porque faltan sólo 4 o 5 minutos para la hora de salida. Embarcamos y nos esparcimos por el convoy a la procura de nuestro asiento. Todo sin explicaciones ni intervención del personal.
Siete u ocho minutos después de las 9:00, una estudiosa se levanta rauda e inquiere al empleado más próximo sobre la partida. Vuelve sin información pero más tranquila. Casi al instante se acerca un factor, para indicarnos que el problema existe, las puertas no obedecen. Hemos de cambiarnos al tren que está en la ‘vía 5’, idéntico al nuestro. A las 9:14 partimos, informados, por fin, escueta pero amablemente por el de turno.
 
Hay un lector (¡hay dos, seguro!) de estas ‘historias del Avant’, usuario también de este tren, que comparte nuestra preocupación por el transporte en Galicia, pero no está muy convencido del futuro de los aeropuertos que venimos defendiendo. Basta un pequeño comentario para que entremos al trapo de este asunto, así que volvemos a la carga.
No deseamos herir susceptibilidades ni provocar falsas interpretaciones. Estamos convencidos de que las tres terminales gallegas seguirán con la mayor parte de su actividad actual, al menos en el ámbito estatal y en los próximos años, pero integradas en un proyecto común, que posibilite abaratar costes e incrementar usuarios.
Pero lo fundamental, la cuestión, es: ¿Pretendemos tener aeropuerto intercontinental en Galicia o queremos que nuestros viajes a Oriente y Ultramar tengan siempre como punto de partida los de Madrid, Barcelona, Oporto o Lisboa? 
Mi respuesta es , queremos aeropuerto intercontinental. Y lo creo posible, pero tres no. Ergo no podemos seguir compitiendo por el mayor despropósito. De eso ya tenemos. 
Si estamos de acuerdo hasta aquí, hemos logrado lo fundamental. De lo demás podemos argumentar lo que queramos. Introduzcamos las variables y analicemos: Movimientos, distancias, usuarios, intereses, infraestructuras, tiempos…
No me cabe duda de que el siguiente punto de acuerdo es el de los tiempos. Todos somos conscientes de su importancia. Y, aún sin decidir cual es el lugar idóneo para el aterrizaje y despegue de las grandes aeronaves, coincidiremos en la necesidad de unir los ‘grandes’ núcleos de población, de nuestra ‘pequeña’ comunidad, en el menor tiempo. 

(Con AVANT (200 Km/h), con AVE (300 Km/h), con el tren de levitación magnética de Shanghai (451 Km/h), con el, también Maglev, japonés (581 Km/h). Con lo que sea. Por soñar que no quede).  

Si lográsemos acortar los tiempos hasta ese extremo, seguro que perdería interés la discusión por el emplazamiento de nuestro aeropuerto intercontinental. Pero quedémonos con Ave y Avant. 
Por favor, analicemos y seguro que llegamos a la conclusión idónea.
 
Mientras tanto, admitamos que nuestro AVANT está fenómeno. El día que pulamos aquellos defectillos…
De todos modos, tanto el incidente como el retraso real, fueron nimios. No hubo protesta ni voz más alta. En nuestro caso, diez o doce minutos más de lectura con Días y noches de amor y de guerra de Eduardo Galeano, mi libro de mochila de estos días. (Por cierto, me he enterado de que el día catorce de junio tenemos oportunidad de escuchar en directo, en la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, a este ilustre uruguayo, autor también de Las venas abiertas de América Latina).
  
Orense-Santiago y viceversa, última semana de mayo del 2012.

  

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