No merecen nuestro turismo

EXPRESO - 06.01.2010

Manuel Bustabad, periodista

Sorprende es que un país que comparte el primer puesto en libertad de expresión mantenga detenido al director de Greenpeace España por introducir una pancarta en una reunión de mandatarios hipócritas…

Es bien conocido que China no respeta los derechos humanos, por eso no nos sorprende que allí hayan encarcelado por tercera vez a Liu Xiaobo. En esta ocasión, por encabezar el manifiesto ‘Charter 08’ para pedir precisamente democracia y libertad de expresión.

China ocupa uno de los últimos lugares en la clasificación de países por su libertad de expresión, según listas publicadas por Reporteros sin Fronteras.
Lo que sí sorprende es que un país que comparte el primer puesto de esa clasificación, Dinamarca, mantenga detenido a López Uralde, director de Greenpeace España, por introducir una pancarta (‘los políticos hablan, los líderes actúan’) en una reunión de mandatarios hipócritas.
Es probable que permanezca encarcelado 17 ó 18 días, por el ‘riesgo’ de que no se presente ante el juez cuando se le solicite. Argumento falso, cuando Greenpeace, en sus 35 años de existencia, ha tenido cientos de causas judiciales dando siempre la cara.
Esto, aunque repele, es insignificante comparado con los 11 años de condena a Liu Xiaobo. En este caso, ante semejante desprecio a la razón, ¿qué hacen los países democráticos? Limitarse, en el mejor de los casos, a expresar su opinión favorable a la libertad, como hacemos en estas líneas.
Es verdad que Obama ha dicho, precisamente en China, el último 16 de noviembre, que la libertad de expresión es un bien universal que debe ser protegido. Pero está claro que no basta con dejarlo caer para que lo recoja la prensa.
Un mes más tarde el mismo Obama se sienta a la mesa con los dirigentes chinos (por cierto, poniéndose de acuerdo con ellos para hacerle un corte de mangas a la disminución de emisiones contaminantes propuesta por la mayoría de países presentes) a la vez que en Beijing sentenciaban a Xiaobo.
Esta condena es un desprecio a la dignidad del hombre. Y su encarcelamiento equiparable al secuestro por terroristas. Procede, pues, presionar seriamente y sin tregua a los dictadores chinos para conseguir su liberación.
Debería resultar más fácil que resolver los secuestros perpetrados por las bandas somalíes o por los fanáticos de Al Qaeda. En el caso de Liu, sabemos donde está, que sus captores comparten mesa y mantel con nuestros representantes y que hay intereses económicos (ya que no sentido ético), entre países, de suficiente entidad como para se le pueda exigir a China la rectificación del caso.
Si los diplomáticos y políticos de la Unión Europea no tienen la voluntad o no son competentes para resolverlo, no merecen representarnos.
En cualquier caso, cada uno de nosotros, como ciudadanos de la democrática UE, podemos decidir nuestra relación personal con los países sometidos a regímenes dictatoriales. Unidos, si ignoramos su comercio y sus destinos turísticos, nos escucharán. Por supuesto, también Dinamarca.
NOTA: Posteriormente a la publicación de esta columna, Juan López de Uralde ha sido puesto en libertad junto con sus compañeros de Greenpeace.

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