Sociología del turismo

EXPRESO - 15.09.2009

Manuel Barón, presidente de la Asociación Murciana de Campings

Escribe José Saramago en Viajes a Portugal: ‘El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración...

Escribe José Saramago en Viajes a Portugal: ‘El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje’.

            El turismo nace de la necesidad humana, en un principio, de buscar la aventura, descubrir lugares nuevos y países desconocidos. En este sentido, el turismo siempre ha existido, a través de grandes viajeros guiados por el atractivo de la novedad, aderezado por el riesgo y la aventura.

El fenómeno turístico responde a una necesidad de buscar tanto el descanso físico como el equilibrio mental. Otros conceptos como lo lúdico, la experiencia, la seguridad, la tranquilidad y el clima son otros ingredientes que completan el abanico necesidades del turista moderno.
Una necesidad que se agudiza aún más si cabe en tiempos de crisis económica. Apoyándose en las necesidades que reclama la sociedad, el turismo se ha convertido en una industria verde, si exceptuamos los efectos del boom turístico que ocasionó atentados ecológicos. Una época negra que acabó por destruir parajes naturales y rompiendo equilibrios en ecosistemas.
Desde una perspectiva económica, el turismo es, de todas las actividades industriales, la más limpia y la que mejor se adapta a su entorno sin poner en peligro la naturaleza -de la que en definitiva dependemos todos-. Por ello, al sector le atañe la responsabilidad de legarla, enteramente, a las generaciones futuras.
La industria a quien tengo el honor de representar es una potencia generadora de riqueza. Son muchas las regiones que han podido salir de la depresión o subdesarrollo económico, gracias al turismo y al flujo de divisas.
Entre ellas, España. Un país que aparcó una época de oscurantismo gracias, entre otras acciones, a la explosión turística. Turismo y democracia han caminado de la mano a lo largo del siglo XX. Un matrimonio que, seguramente, allanará el camino de la transición en multitud de sociedades de Oriente y Occidente.
Además, nuestra industria siempre se ha erigido como una fuerza generadora de empleo. Un potencial en continuo crecimiento habida cuenta de que el sector incorpora, día tras día, miles de jóvenes a su mercado de trabajo. Lo que convierte al turismo es un sector humano, cálido y generoso, dado que aún no se ha creado un robot que atienda a un cliente con una sonrisa propia de un ser humano, capaz de ser útil y ayudar a los demás. Ni de recitar el menú del día a la manera de cada camarero.
El turismo, en todas sus facetas, ha conseguido llegar mucho más lejos, permitiendo la comunicación directa, el intercambio de cultura entre personas y pueblos lejanos. Es una actividad que permite conocer y entender a los demás. De este conocimiento surge el respeto y el entendimiento.
En este sentido, son muchos los países de ideología completamente opuesta que, sin embargo, y gracias al turismo, han encontrado una vía de entendimiento e intercambio. Un ejemplo reciente lo encontramos en China, en donde se demuestra cómo el proceso democrático se está realizando de manera gradual.
Los expertos señalan que en el gigante asiático la transición ha comenzado, ayudada por la entrada de turistas. Pero, sin lugar a dudas, el camino a recorrer será diametralmente opuesto a la antigua Unión Soviética, ya que los países comunistas de la Europa del Este optaron por la ruptura.
Ejemplos que demuestran que los gobernantes y máximos responsables de los estados deben potenciar el turismo como medio de entendimiento y de apertura. El contacto con otra cultura, otra mentalidad, en suma, con otra forma de pensar despierta a la sociedad, mostrándole que otro mundo es posible.
Como, en su estilo, profundamente melancólico, nos recuerda el autor valenciano Manuel Vicent, quien opina que ‘una de las claves de nuestra libertad fue aquel turismo de los años cincuenta que introdujo en España la visión de nuevas formas de vivir, de amar, de viajar. Había francesas que iban a la playa en bicicleta llevando en el cestillo del manillar un libro de Sartre y de noche enseñaban a unos pescadores patilludos, con pelo rizado en las pantorrillas, que hacer el amor no era lo mismo que devorar ferozmente un asado con hambre atrasada, sino una práctica lenta y armoniosa, llena de imaginación’.
Por todo ello, merece la pena hacer turismo. Viajen sin hambre atrasada. Desquítense. Y podrán comprobar en sus propias carnes que el objetivo de un viaje sólo es, a fin de cuentas, el inicio de otro viaje.
 
 
Manuel Barón es presidente de la Asociación Murciana de Campings y tesorero de Hostemur, la Federación Regional de Empresarios de Hostelería y Turismo de la Región de Murcia.

 

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