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Sobrevolando Valladolid en globo, un viaje a merced del viento
EXPRESO - 14.06.2014
Entre el río Pisuerga, los monumentos históricos y los llanos ondulados que la rodean, Valladolid ofrece escapadas muy agradables
Entre el río Pisuerga, los monumentos históricos y los llanos ondulados que la rodean, Valladolid ofrece escapadas muy agradables. Una de las más sorprendentes es un viaje en globo a merced del viento, un punto de vista diferente del corazón de Castilla.
No es problema levantarse de madrugada un domingo para vivir esta jornada fantástica. El frío matinal invade la ciudad pero las condiciones atmosféricas son ideales para volar. El viento sopla del noroeste, tenemos cita a las ocho con Roberto Pérez Rodríguez, de la empresa Vallaglobo, en el mercado central de Valladolid.
Todo comienza con la preparación del globo aerostático. ¿Lo más espectacular? El inflado. Azul, rojo, amarillo, verde, naranja… un arco iris se despliega a medida que la tela toma sus formas redondeadas. Uno se siente muy pequeño junto al globo cuando éste se despliega completamente.
Está mañana somos ocho los que subimos a bordo: uno tras otro tomamos posición en la cesta, dos en cada compartimiento. En el centro de la aeronave, el piloto, Roberto, da varios golpes de quemador para hacer despegar el globo.
El tiempo se hace largo, estamos impacientes por volar. Despegamos del suelo imperceptiblemente. La dirección del viento dirige nuestro globo y, paso a paso, ganamos altura. Flotamos en el aire con la sensación de ser muy ligeros. De 200 a 500 metros de altura, Valladolid nos parece pequeña, como una maqueta urbana de tonos rojos. La ciudad española se despereza bajo nuestros pies, estamos fascinados por esta vista panorámica.
El viento está a nuestro favor y tenemos la suerte de pasar justo por encima del centro. Las grandes arterias de las calles se diferencias bien desde el cielo, y llegamos a reconocer varios puntos de interés de la ciudad. Ninguna duda: la torre nueva de la catedral, con una altura de cerca de 70 metros, se distingue de todos los edificios vallisoletanos.
También divisamos la iglesia de Santa María de la Antigua, con su torre en forma de flecha. A nuestra derecha, una plaza rectangular, un poco vacía en esta mañana de domingo: es la Plaza Mayor, con su Casa Consistorial.
Tenemos tiempo para admirar la iglesia San Pablo, la Cúpula del Milenio, el Museo de la Ciencia, el barrio de Parquesol…
Bajamos, subimos y avanzamos según los caprichos del viento a una velocidad de unos 25 kilómetros por hora. El río Pisuerga nos parece un pequeño canal que atraviesa la ciudad, las corrientes son casi invisibles.
Sobrevolamos edificios, barrios, vías y, paulatinamente, nos acercamos a Simancas. No hace más frío que abajo, y a veces los rayos del sol calientan en demasía. Lejos de los sonidos, de los ruidos urbanos, nos invade una sensación de calma y de serenidad absoluta.
Nos alejamos de la ciudad y descubrimos el campo con sus llanos ondulados, degradado en diferentes matices de verde y marrón.
También logramos ver conejos corriendo por los campos. ¡Qué vista tan bonita! El silencio se hace a bordo: admiramos estos paisajes de la provincia de Valladolid como nunca antes.
Ya llevamos una hora de vuelo, hay que encontrar un lugar donde aterrizar. Será en un campo, entre Simancas y Tordesillas. Las piernas plegadas, nos disponemos a tocar tierra. Una, dos, tres tentativas, el aterrizaje es un poco rudo pero tenemos de nuevo los pies en el suelo.
Compartimos emociones con una copa de vino y especialidades gastronómicas de Valladolid. Es hora de recoger la tela, de despedirse. Pero las imágenes de Valladolid desde el aire no se borrarán fácilmente de nuestras retinas. Un recuerdo increíble.
Texto y fotos: Rozenn Le Roux
Más información:
Turismo Valladolid: www.info.valladolid.es
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VallaGlobo (no verificado)
15.06.2014 - 12:34
Un gran reportaje, enhorabuena!!!