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De camino a Saïdia, la perla azul de Marruecos
EXPRESO - 22.08.2011
, filtered_html, Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés Nuestra aventura da comienzo un sábado de agosto, pasado el mediodía en la terminal 1 del aeropuerto de Madrid-Barajas
Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés
Nuestra aventura da comienzo un sábado de agosto, pasado el mediodía en la terminal 1 del aeropuerto de Madrid-Barajas. Destino: Saïdia, la ‘perla azul de Marruecos’.
Podíamos haber volado con Air Nostrum a Melilla, pero quedamos tentados por los precios de Ryanair, que enlaza con Oujda o Nador, aeropuertos marroquíes ambos próximos a nuestro destino, allá en Saïdia.
Hemos reservado, además, un transfer privado con el hotel a un precio razonable. Un valor añadido con el que completamos el paquete turístico de vuelo más transfer + todo incluido en playa del Mediterráneo. África esperaba ya nuestra llegada.
Con la compañía irlandesa optamos por pagar un poco más y darnos el lujo de la opción ‘Priority’ que nos da la ventaja de embarcar los primeros y sin la excusa eterna de ‘embarcarán primero familias con niños’.
La cabina va repleta y en ella podemos dar fe del elevado índice de natalidad de los ciudadanos marroquíes. Apenas hay pareja sin bebés que subir al avión y la presencia de estas criaturas en un avión crispa más de un nervio con sus gritos y sollozos.
Más de uno implora la presencia de un Herodes que calme los ánimos, incluso entre las profesionales de la célebre aerolínea que, vanamente, se afanan en explicar las normas de seguridad aérea.
El avión despega y, en poco más de una hora, el aeropuerto internacional de Nador nos da a todos la bienvenida al mítico continente negro.
Pasamos los monocordes, aburridos y reiterativos trámites de aduana que siempre ignoran que eres portador de un ‘pasaporte biométrico, electrónico’ y demás mandangas contemporáneas, recogemos el equipaje en la cinta y se nos abren por fin las puertas del área de llegadas.
Una multitud ha venido a recibir a sus primos, sobrinos, hermanos o vecinos, pero nadie porta cartel alguno que indique nuestro hotel o sus datos identificativos. ¿Se habrán olvidado de nosotros?
Una mueca de desánimo se dibuja en nuestros rostros. ¿Qué hacer? Poco a poco el aeropuerto pierde acompañantes y viajeros. Sólo quedamos nosotros con cara de póker.
Nadie pregunta por nosotros y no conocemos a nadie. No hay guía, ni taxista, ni guía-taxista. Tragamos saliva y procuramos enterarnos de cuál es la situación. Decidimos preguntar a cualquiera que luzca uniforme, bien sea guardia de seguridad, personal del aeropuerto o algún piloto despistado.
Todo el mundo se muestra próximo, solidario con nuestra cuita y sin demasiado don para los idiomas, pero conseguimos hacernos entender.
Nadie sabe nada de Saïdia hasta que en el mostrador de información un sujeto con gracejo se interesa por nuestra suerte y parte, raudo, a informarse de qué está sucediendo. Regresa en unos minutos y nos dice que esperemos, que alguien aparecerá.
Y así es. Al cabo de una hora, blandiendo un juego de llaves, nos pregunta por el apellido y nos estrecha la mano. La suerte ya está echada. Nos aguarda hora y media de viaje en un desvencijado pero eficaz Mercedes. Decenas de vehículos similares se cruzan por el camino.
Llegamos a recordar que hace treinta años, vehículos similares atravesaban España procedentes de Europa y cargados de familias marroquíes se hacían cientos de kilómetros buscando unas anheladas vacaciones en tierras de los suyos. Ahora estos Mercedes campan a sus anchas en las carreteras del país y no hay nada como ellos.
El recorrido se va animando con paisajes mediterráneos de cultivos, huertos y plantaciones que dan fe de la pujanza de la agricultura marroquí. Serpentean en la carretera largas hileras de vendedores ambulantes de melones, sandías o higos chumbos. Grandes carteles anuncian pisos en construcción desde 75.000 dirhams.
Nada más salir del aeropuerto, una autovía dirige a los viajeros hacia Melilla (aquí Melilia). Cuando ya empiezas a sentir lo que es tu tierra, unos indicadores señalan giro a la derecha y, al fin, aparece la señalización de ‘Oujda-Saïdia’.
La carretera está bastante bien, con gran tráfico local. Algún que otro control policial, alguna que otra señal (tan familiar para nosotros) que indica la proximidad de una zona de control de velocidad por radar y el experimentado Mercedes, al que le rechinan las pastillas de freno, sigue su ruta ejemplar.
La proximidad a Melilla hace que la comarca viva en una cierta o aparente prosperidad. En la zona se edifica, hay farmacias, comercios, cafés y gasolineras. Pero la aventura continúa y conforme avanzamos en el recorrido aparecen carteles publicitarios de nuevas propuestas en zonas residenciales o balnearias próximas o en la propia Saïdia.
El idioma es una gran barrera y no hay apenas contacto con el taxista, quien aprovecha la proximidad de un supermercado para bajar a comprarse agua mineral.
Saïdia es uno de los polos de nueva atracción diseñados por el monarca marroquí para fomentar el turismo en su país, uno de los nuevos destinos que concreta el denominado Plan Azul, establecido para el desarrollo turístico de Marruecos. En su marco se creó el complejo turístico denominado Mediterranea-Saïdia que fue inaugurado en el mes de junio de 2009.
El complejo se ubica en las proximidades de uno de los lugares con mayor biodiversidad de Marruecos, la reserva natural del estuario del río Muluya, un oasis entre el Mediterráneo y los montes de Beni Snassen.
La carretera serpentea, suba y baja, a izquierda y derecha. Y, de repente, el mar. Allá se ven las islas Chafarinas, un archipiélago español frente a las costas de Marruecos de las que dista apenas 4 kilómetros y constituido por tres islas: la del Congreso, Isabel II y la del Rey Francisco; todas protegidas bajo la forma de Reserva Nacional y habitadas por una escueta guarnición militar.
Viejas tierras del antiguo Protectorado español y de inmediato accedemos a las del francés. Por la carretera N-16 transitamos los 90 kilómetros que separan Nador de Saïdia y nos quedamos muy cerca de la frontera con Argelia, que permanece cerrada desde el año 1994.
Desde el establecimiento del Protectorado francés en 1912 la zona empezó a ser utilizada como lugar de veraneo por algunos de los colonos franceses, aunque son ya pocos los vestigios que dan fe de ello.
La perla azul de Marruecos, Saïdia, se ha modernizado para disfrutar de sus aguas turquesas, de su playa de 14 kilómetros y de su sorprendente y agreste interior. Junto al Mediterráneo mimosas y eucaliptos bordean la playa.
El puerto deportivo dispone de 850 amarres y vemos escuelas de vela, de submarinismo y de esquí acuático. Hay restaurantes, unos pocos comercios, supermercado y un centro termal. Y también un cuidado y semidesértico campo de golf de 18 hoyos.
A 60 kilómetros nos espera Oujda, la capital de la región oriental de Marruecos, que cuenta con una medina cuya kashba ocupa la antigua ciudadela y se impone sobre una escuela coránica del siglo XIV.
Su estación de ferrocarril es la más próxima a Saïdia. El tren tarda desde aquí unas 6 horas a Fez y el nocturno es una ocasión única que conjuga confort con ciertas dosis de aventura.
Oujda invita a explorar sus mercados, un lugar de ensueño para escuchar música garnatí, los melancólicos acordes árabe-andalusíes. Se ubica en la provincia de Berkan, en la margen izquierda de la desembocadura del Uadi Kiss, a escasos metros de la frontera con Argelia.
Muy cerca, en la margen derecha de la desembocadura del Uadi Kiss, apenas a un kilómetro, se encuentra la localidad argelina de Marsa Ben M'Hidi. Los montes Beni Snassen son otra opción de excursión desde la estación balnearia.
En Beni Snassen se esconden maravillas como la garganta de Zegzel, vergel cuajado de fuentes, cascadas y cuevas donde se han encontrado los restos humanos más antiguos de esta parte de Africa. Se puede alquilar un coche o pasar una noche en una casa rural como la que ofrecen Caid el Mansura, de camino a Berkane.
También próximo está La Mar Chica, el mar Menor de Marruecos, un área prácticamente virgen. Y un poco más allá, Ras el Ma o Cabo del Agua, rocoso promontorio con unas vistas espectaculares los días despejados y en donde se puede practicar submarinismo, pues es el mejor lugar de esta parte del Mediterráneo, o darse un baño en una playa salvaje.
Llegamos a Saïdia, en donde tres hoteles españoles completan la infraestructura hotelera del enclave: Barceló Mediterranea Saïdia, Be Live Grand Saïdia –Globalia- e Iberostar Saïdia, ordenados geográficamente de oeste a este.
Todos con la máxima catagoría marroquí; todos con una oferta de todo incluido, con estilo árabe y estructura horizontal, en primera línea de playa y todos con un calendario de apertura que excluye el otoño e invierno.
Barceló Mediterránea es el que más próximo se encuentra de la Marina, del puerto deportivo. Be Live en el centro e Iberostar ubicado en las proximidades de la propia población de Saïdia.
Es el momento de darse un baño en una playa semi-salvaje que se prolonga hasta la desembocadura del río Muluya, aquella que marcaba la frontera entre los antiguos Protectorados español y francés en Marruecos.
Por delante, unos días de relax marcados por el sol y playa. Las alternativas pueden resultar escasas, pero interesantes si el espíritu aventurero nos empuja a ello.
La playa, sin masificar, nos atrae desde que llegamos. Los turistas, marroquíes en su mayor parte, prefieren las piscinas de cada hotel con un servicio de animación que llena las horas que van del amanecer a la media noche.
Saïdia, un destino vacacional ya descubierto. Grandes avenidas, correctos accesos y una sensación de que ya está todo dicho, aunque nadie lo diga.
Una especie de enorme trampantojo, de ilusión acotada que trata de sobrevivir a la crisis de la inmediata Europa. Un entorno y ubicación privilegiada pero pendiente de desarrollo y que te deja la sensación esa que muchos han experimentado y que se concreta en un ‘es como si le faltara algo…’. Quizás ese algo seas tú.
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Aziz Amougar (no verificado)
22.08.2011 - 10:42
Con el fin de que no os ocurra la misma experiencia que a estos turistas, es muy importante saber con quien reserva el transfer y otros servicios en Marruecos.
Hay mucha gente que dice que trabaja en turismo, pero no es así, son chicos jóvenes que se compran un coche, se hacen una página en Internet básica y ya dicen ser profesionales de turismo y luego pasa lo que pasa. Incidentes como este hay todos los días y lo más importante es que pueden arruinarte tus vacaciones.
Estos problemas conllevan a llevarte una imagen de Marruecos desfavorable y no es así, ya que si consigues una impresa buena en organización de viajes por Marruecos, la experiencia es única e inexplicable, ya que Marruecos ofrece unos encantos, difícil de encontrar en otros países.
A la hora de reservar servicios por Internet, es muy importante que os aseguren: 1. Que tiene seguros de coche para transportar turistas y 2. Que haya una profesionalidad detrás de una simple imagen on-line.
internauta (no verificado)
23.08.2011 - 10:03