Ciudad del Cabo (I), primeras impresiones

EXPRESO - 23.04.2017

La llegada a Ciudad del Cabo a través de su aeropuerto internacional proporciona ya valiosas imágenes, ricas en colorido e información urbanística

La llegada a Ciudad del Cabo a través de su aeropuerto internacional proporciona ya valiosas imágenes, ricas en colorido e información urbanística. La N2, por la que apuramos rápidamente los 20 kilómetros que nos separan del centro, atraviesa una zona industrial y los barrios marginales de Nyanga, creado hace unos cincuenta años para descongestionar Langa, y Manenberg, que da nombre a un revelador documental sobre la dramática lucha por la supervivencia y el resurgimiento después del apartheid, antes de bordear por el Sur el residencial de Pinelands, la ciudad jardín diseñada hace casi un siglo siguiendo los criterios de Ebenezer Howard. De los primeros, se ven sobre todo las nuevas casitas de colores y limpia arquitectura, alineadas a lo largo de la autopista como primer paso de la renovación habitacional; por detrás se extienden las barracas. Al fondo y hacia la izquierda, siempre la silueta de Table Mountain, que ya nos acompañará hasta nuestra partida. Es la referencia en esta magnífica urbe multirracial.

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Pronto llegamos a nuestra residencia, el 'The Westin Cape Town', prácticamente en el inicio de la conocidísima Long Street y a dos manzanas del muelle de cruceros. Un hotel ideal para convenciones y relax en el mismísimo meollo. Al fondo de nuestra calle, en una moderna torre, la sede de 'Media 24', la compañía de prensa más importante de Sudáfrica. Estábamos en el lugar idóneo para las primeras visitas de reconocimiento. Por ejemplo, la emblemática Grand Parade, que debe su nombre a las maniobras militares y concentraciones políticas, realizadas aquí tradicionalmente. Es también lugar de mercados periódicos. Su edificio más emblemático es el Cape Town City Hall, de estilo victoriano, construido en 1905 con piedra caliza llevada desde Inglaterra, cuya torre del reloj es reminiscencia del Big Ben. Dos datos relevantes: Uno, desde su balaustrada pronunció Mandela el primer discurso al salir de la cárcel, en 1990, y de nuevo en 1994 al ser elegido presidente. Dos, en su auditorio se puede asistir (normalmente los jueves) a los conciertos de la Orquesta Filarmónica del Cabo. Aprovechamos para acercarnos al Mercado de las plantas, que está muy cerca, con mucha actividad y repleto de Protea Cynaroides, la flor nacional, en aquellos días de febrero.
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Si algo caracteriza a Ciudad del Cabo es la multirracialidad. Antigua tierra de hotentotes y lugar de recalada de los navegantes portugueses en el siglo XV, fueron los holandeses los que fundaron la ciudad en el año 1652. Apenas dos años después llegó la primera oleada de asiáticos, traídos como esclavos desde las colonias holandesas, que establecieron una importante colonia malaya e introdujeron el islam. Y, después de varias alternancias de poder, parece unánime la opinión de que la ciudad debe su esplendor a la dominación británica. Una de las vivencias, clásica ya, que busca el viajero es la visita al barrio malayo Bo-Kaap, en la falda oeste de Signal Hill, cuyas casitas de colores hacen las delicias de los fotógrafos, con el aliciente de una experiencia gastro-malaya que incluye la convivencia con la familia. Hay que tener en cuenta que es una cocina malaya de Cape Town, muy distinta de la del país de origen. No hemos dicho que Cape Town, rodeada de mar, ha crecido abrazando a su vez la colina de Signal Hill, que, con el pico Cabeza del León, es una prolongación de la famosa Table Mountain, de cuyo Parque Nacional forma parte.
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Table Mountain es precisamente otro punto que no puede esperar, hay que tomar el teleférico ya. Tampoco es fácil explicar la vertiginosa subida, con el cable casi vertical en la llegada; ni la asombrosa panorámica que se divisa hacia los cuatro puntos cardinales. Hacia el Oeste, el Atlántico, a nuestros pies pero 1.087 metros por debajo, se detiene en la bahía de Clifton y baña la playa de Camps Bay, con las viviendas más caras de Cape Town. Hacia el Norte, la Cabeza del León con su lomo que se extiende hasta Signal Hill nos corta un poco la espléndida vista de la ciudad, señalándonos de paso Robben Island, la Alcatraz sudafricana, a 12 kilómetros de la costa, el penal que vio languidecer a Mandela durante 18 de los 27 años que permaneció encarcelado. Mirando al Este, el resto de la ciudad y el tramo más visto de Table Mountain National Park, que también se extiende hacia el Sur todo lo que alcanza la vista y mucho más. Mejor percibirlo en directo, son sensaciones imborrables. Antes de volver al bullicio de la urbe vale la pena recorrer la 'Grupa del León' hasta el aparcamiento ubicado en su extremo, porque desde allí alcanzaremos a ver la Ciudad Deportiva, Green Point, con el Cape Town Stadium, construido expresamente para el mundial del 2010 y en el que la selección española jugó los octavos contra la portuguesa durante aquella competición. También es el mejor punto para una especial panorámica de Table Mountain y con suerte podremos disfrutar de las exhibiciones de parapente, ya que es un lugar de lanzamiento habitual.
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Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa 

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