Chequia fuera del mapa: ciudades con encanto, palacios, historia y naturaleza

EXPRESO - 25.05.2025

Basta con alejarse unas horas de Praga para encontrar lugares donde el tiempo discurre de otra manera.

Esta nueva propuesta de primavera recorre rincones de Chequia que combinan historia, naturaleza, arquitectura y autenticidad. Siete destinos para viajar con calma y con todos los sentidos.

Aunque los tilos de Praga siguen desprendiendo su fragante aroma en primavera, existen muchos y buenos motivos para salir de la capital y descubrir otros entornos igual de bellos y mucho menos visitados.

A solo unas horas del Puente de Carlos se localizan castillos con historia, ciudades que conservan el alma de otras épocas, paisajes naturales silenciosos y lugares que todavía sorprenden, incluso a los que ya han recorrido buena parte del país.

Estas siete escapadas son una invitación a descubrir esa otra Chequia que se encuentra fuera de los circuitos más turísticos.

Telč, la joya renacentista de Vysočina

A medio camino entre una ciudad de postal y un fiel testimonio histórico, este es uno de los lugares que aún no ha descubierto el turismo masivo. El perfil urbano de Telč parece detenido en el tiempo en su plaza principal, rodeada de casas con fachadas de colores pastel que son una muestra viva del mejor Renacimiento italiano al norte de los Alpes. No es casualidad que se encuentre incluida en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.

El recorrido por la ciudad comienza, inevitablemente, en su Plaza Mayor, flanqueada por casas con arcadas que hoy día alojan agradables cafés y tiendas. Cada fachada compite en belleza con la contigua: unas son más altas, otras más ornamentadas, pero todas tienen en común un intento de sus antiguos dueños por hacer visible su estatus y riqueza. Esa rivalidad ha dejado un legado urbano difícil de igualar.

El palacio de Telč, ubicado junto a la plaza, es otro de sus grandes atractivos. Reformado en el siglo XVI por Zacarías de Hradec tras un viaje a Génova, el castillo gótico original se transformó en una residencia renacentista que aún conserva techos artesonados, retratos familiares, colecciones de ropa histórica y salas temáticas como la Sala de Caballeros y la Sala Africana, que atraen la atención de niños y adultos por igual.

Rodeada de estanques y zonas verdes, Telč también es punto de partida para explorar otras joyas del Renacimiento checo, como Jindřichův Hradec y Slavonice. Pero es en esta pequeña ciudad donde se condensa, con rara armonía, historia y belleza.

České Budějovice, una ciudad real

En el corazón de Bohemia del Sur se encuentra České Budějovice, una población donde el legado histórico se mezcla con el aroma de una de las cervezas más famosas del mundo. Fundada en el siglo XIII como ciudad real, su estratégica ubicación en la antigua ruta de la sal entre Praga y Linz la convirtió en un centro comercial clave y, más tarde, en un nodo ferroviario pionero.

Aunque es menos conocida que Český Krumlov, también mantiene su encanto medieval, pero sin renunciar a su vitalidad contemporánea. El corazón urbano se sitúa en la plaza Přemysl Otakar II, una de las más grandes de Europa, rodeada de casas barrocas y presidida por el majestuoso Ayuntamiento.

Esta plaza de una hectárea exacta aparece incluso en los manuales escolares de matemáticas checos. En su centro, la fuente de Sansón y sus esculturas invitan al descanso y la contemplación. Cerca, se alzan la catedral de San Nicolás y el almacén de sal, con su curiosa fachada escalonada.

Otro icono imprescindible de la ciudad es la Torre Negra, que fue construida como símbolo del poder municipal y que está cargada de leyendas. La más conocida habla de la ‘muerte’ que, según se dice, hacía sonar su campana en lugar del campanero. Pero si hay algo inseparable de České Budějovice, es la cerveza Budějovický Budvar.

Elaborada con una receta tradicional desde hace siete siglos, la auténtica Budvar (no confundir con la homónima americana) puede degustarse en la propia cervecería o en la histórica taberna Masné krámy. No hay mejor manera de terminar un ajetreado día de turismo que saboreando una cerveza local.

Naturaleza en estado puro: Paraíso de Bohemia, geología y leyendas

Entre los espacios naturales checos destaca Paraíso de Bohemia (Český ráj), el primer geoparque declarado por la Unesco en el país.

Situado entre Jičín y Železný Brod, su paisaje sorprende por la combinación de formaciones rocosas, castillos románticos, palacios y densos bosques. Todo en conjunto crea un mosaico que fascina tanto a senderistas como a amantes de la historia y la arquitectura. Las protagonistas del parque son, sin duda, las ciudades de roca, laberintos naturales esculpidos durante milenios por el viento y el agua.

Las formaciones de arenisca de Prachovské skály alcanzan los 60 metros y adoptan formas tan peculiares que han recibido nombres como faro, director de orquesta o diente de dragón. Caminar por sus angostas grietas, subir hasta los miradores o perderse entre torres y muros de piedra es una experiencia inolvidable.

El castillo en ruinas de Trosky, encaramado sobre dos peñascos volcánicos, ofrece una de las postales más icónicas del parque. En contraste, el elegante palacio de Hrubá Skála descansa sobre un promontorio rocoso, como suspendido en el paisaje.

Otros puntos destacados incluyen el castillo gótico de Kost y el refinado castillo de Sychrov, antigua residencia de los príncipes de Rohan, exiliados tras la Revolución Francesa.

Parque Nacional de Šumava, entre lagos y senderos

Entre lagos glaciares, bosques centenarios y turberas de niebla perpetua, el Parque Nacional de Šumava se impone como uno de los enclaves naturales más extensos y biodiversos de Europa Central. Situado al suroeste del país, ofrece refugio frente al ritmo acelerado de la vida urbana.

Una buena forma de adentrarse en su paisaje es a pie o en bicicleta. Desde la ciudad de Železná Ruda, se accede al lago Černé jezero, el mayor de Chequia, y al misterioso lago Čertovo jezero, rodeado de  un bosque tan oscuro como las leyendas que lo envuelven.

Muy cerca, la catarata Bílá strž cae desde trece metros sobre un escarpado valle. Otra de las joyas del parque es la Selva de Boubín, uno de los últimos bosques primarios del continente donde basta observar los troncos caídos o la textura del musgo para pensar en cómo la naturaleza sigue su curso cuando no hay intervención humana.

Pero Šumava también es tierra de pantanos, como se descubre en la ruta Tříjezerní slať, en Modrava, que muestra un ecosistema de turberas glaciares donde flotan islas vegetales y árboles deformados por el clima. Por último, no se puede dejar de mencionar Lipno, el mayor pantano del país, en cuyo entorno incluso se puede pasear entre las copas de los árboles.

Terezín, la memoria intacta del horror

Con un regusto amargo, no podemos dejar de mencionar otra escapada desde Praga que resulta de interés: la fortaleza militar de Terezín. Aunque fue concebida por el emperador José II, en el siglo XVIII, como bastión defensivo y nombrada en honor a su madre, María Teresa, su historia tomó un rumbo oscuro.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi la transformó en gueto judío y en campo de concentración. Hoy día se ha convertido en un memorial que recuerda a las víctimas del Holocausto y preserva el testimonio de quienes resistieron con dignidad.

El conjunto abarca varias edificaciones repartidas a ambos lados del río Ohře. Sus elementos principales son la Gran Fortaleza, que servía como gueto, y la Pequeña Fortaleza, empleada como prisión de la Gestapo.

La arquitectura, basada en modelos militares franceses, contrasta con el horror que se vivió entre sus muros. Por allí pasaron miles de judíos, muchos de ellos camino a los campos de exterminio. Sin embargo, a pesar de las condiciones en que vivían, en el gueto floreció una intensa actividad cultural como forma de resistencia.

Obras literarias, dibujos infantiles, piezas musicales y obras teatrales fueron creadas por los prisioneros para conservar la esperanza. Parte de ese legado se puede visitar en el Museo del Gueto, la capilla del cuartel de Magdeburgo y el Columbario.

Como curiosidad, se puede añadir que por Terezín pasaron figuras conocidas como las hermanas de Sigmund Freud, la filóloga austríaca Elise Richter o el humorista Walter Lindenbaum. También fueron encarcelados allí familiares de políticos como Bruno Kreisky o John Kerry. 

Entre palacios y jardines

Konopiště, el palacio que anticipó una guerra Entre las visitas más glamurosas de esta selección está el palacio de Konopiště, una de las residencias aristocráticas más emblemáticas de Centroeuropa.

Fundado en el siglo XIII como una fortaleza gótica inspirada en modelos franceses, evolucionó hasta convertirse en un palacio romántico rodeado de jardines. Su habitante más ilustre fue el archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono austrohúngaro, cuyo asesinato en Sarajevo desencadenó la I Guerra Mundial.

El archiduque dotó a Konopiště de adelantos técnicos inusuales para la época: electricidad, agua corriente y uno de los primeros ascensores eléctricos del país. Sus interiores reflejan un lujo contenido, pensado más para la vida familiar que para la ostentación imperial.

Salones con gabinetes italianos, techos pintados y una galería de trofeos documentan la vida doméstica de una figura histórica que se movía entre la política y la obsesión por la caza. El palacio alberga una de las armerías privadas más grandes de Europa, testimonio de la afición del archiduque. También reunió más de mil retratos de San Jorge, con la intención de superar la colección del monarca británico.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el palacio fue ocupado por tropas de la SS, pero ha recuperado su esplendor, como se puede observar al visitar sus lujosas estancias y los jardines con faisanes, pavos reales y preciosos rosales. 

Palacio de Mělník, historia, vino y vistas sobre la confluencia de Bohemia

En lo alto de un promontorio, donde se unen los ríos Moldava y Elba, se eleva el palacio de Mělník, una residencia renacentista vinculada a la historia de Bohemia. Su silueta domina el paisaje desde el corazón vinícola de la región y es, al mismo tiempo, un mirador privilegiado y un archivo vivo de la nobleza checa.

El palacio fue hogar de 23 reinas y princesas bohemias, y aún hoy pertenece a la familia Lobkowicz. Sus estancias albergan colecciones de mobiliario, pinturas y mapas históricos del siglo XVII, entre ellos una selección de vedute y cartografías que rivalizan con la colección del rey de Suecia.

La Gran Sala ofrece una muestra del poder simbólico y estratégico que tuvo Mělník, tanto como centro político como cruce comercial y fluvial. Su subsuelo guarda una sorpresa: las bodegas, donde se produce y se puede degustar el vino Ludmila, nombrado en honor a la santa patrona del lugar. Este vino blanco, emblemático del viñedo homónimo, se embotella de forma exclusiva.

Frente al palacio se encuentra la iglesia de San Pedro y San Pablo, cuya cripta alberga uno de los mayores osarios del país, con restos de unas quince mil personas. Y, para despedir el viaje, desde su torre gótica se puede admirar una de las vistas más espectaculares de la región: viñedos, el monte Říp y las cumbres volcánicas del Macizo Central de Bohemia.

Con estas siete escapadas fuera de ruta, los visitantes pueden descubrir historia, entornos naturales y ciudades mientras disfrutan de la calma que ofrece Chequia en sus regiones. 

Expreso. Redacción. J.R

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