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Luna de miel en Cuba: un viaje para dos por los rincones más románticos
EXPRESO - 07.09.2011
Dicen que el viaje más importante de todos es el de la luna de miel –sobre todo la primera, apunta un colega con experiencia-. Así que nos propusimos encontrar un destino verdaderamente especial, a buen precio, que acabase con la dicotomía playa-ciudad y además ofreciese sensaciones imposibles de olvidar.
Aquí está el resultado. Rodeada de caribeñas aguas color turquesa, en Cuba hemos encontrado ciudades irrepetibles, historia viva, playas de cuento y naturaleza vibrante; pero sobre todo, experiencias únicas que transportan al viajero a un tiempo que parecía olvidado.
‘Después de haber amado / vivir el nuevo día es hermoso / en la ciudad y en el corazón / arde la misma llama’. Es la inscripción que recibe al viajero en la puerta de la librería Fayad Hamis, en la calle Obispo de la Habana Vieja.
Aquí los versos de amor cuestan muy poco –los precios de sus libros están en pesos cubanos, unos dos céntimos de euro-, pero aún menos vivirlos en directo en las calles de esta Cuba que sorprende y crea adicción.
Y es que La Habana es una de las ciudades más seductoras del mundo. No sólo por sus calles evocadoras, algunas coloridas, esplendorosas tras la rehabilitación, otras descascarilladas por el salitre y el abandono de años, lánguidas; todas hermosas a rabiar.
También por este ritmo habanero que invita al paseo, a las pausas en placitas coquetas, a los atardeceres en el Malecón, a los helados compartidos. Y no solo la ciudad. La Habana es el centro de una isla que ofrece mucho más de lo que pide.
Descubre los rincones más románticos
Las calles de la Habana esconden leyendas, misterios y mucha historia. |
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Descubre las plazas más románticas, las tiendas más especiales. |
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No todo es caminar, estos son los transportes más originales para dos. |
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Elegantes, con vistas, buena cocina y música en directo. |
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Descubre las habitaciones más especiales de la capital cubana. |
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Lejos del bullicio, de los destinos más turísticos, te van a encantar. |
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Guamá - Havanatur, especialistas en Cuba
Cuando se busca algo único, lo mejor acudir es a un especialista. Para este viaje queríamos un touroperador experto que nos ayudase a encontrar las experiencias más románticas, que nos brindase los consejos de quien conoce la Isla como la palma de su mano.
Havanatur, que en España se llama Guamá, es el mayor especialista en Cuba porque es el único 100% cubano, y su red de productos y servicios abarca todos los de la Isla. Además de los paquetes tradicionales, ofrece al viajero posibilidades infinitas para diseñar un viaje a medida.
Para llegar a Cuba los vuelos directos más económicos son los de su compañía de bandera, Cubana de Aviación. Eso sí, para este viaje han de ser en clase Club Tropical, porque la desangelada cabina turista de los IL-96, con asientos dispuestos de tres en tres, no es el lugar más romántico para comenzar una luna de miel.
Poco más de nueve horas de vuelo desde Madrid, y estamos ya en el archipiélago más fascinante del Caribe. Nos esperan cenas inolvidables, rincones de leyenda, recorridos románticos en calesa y en coches antiguos, las mejores habitaciones de La Habana y algunos de los rincones secretos de Cuba. ¿Te vienes?
Una Habana de leyenda
Cualquier viaje de amor, cualquier luna de miel, ha de comenzar, necesariamente, en la imprescindible Habana Vieja, asomada siempre al mar, romántica como la pequeña Giraldilla de bronce símbolo de la ciudad.
Cuenta la leyenda que Inés de Bobadilla pasaba los días en lo alto de esta torre vigía, esperando a su amado Hernando de Soto, primer gobernador de la Isla. No sabía que tras haber descubierto la Florida, el río Mississipi, y escalado los montes Apalaches, unas fiebres malditas se lo habían arrebatado cuando aún buscaba para ella la fuente de la eterna juventud.
Tarde tras tarde doña Inés oteaba las olas furiosas rompiendo en el Malecón. Dicen que murió de amor. Fue el siguiente gobernador de la Isla, Juan Bitrián, quien años después mandó esculpir su estatua y colocarla en la atalaya. Él la bautizó como la Giraldilla, en recuerdo de la veleta de la Giralda de su Sevilla natal.
Dejando atrás la avenida del Puerto, con sus terrazas, el cuadrado perfecto del Castillo de la Real Fuerza nos da la bienvenida a la plaza de Armas, seguramente la más bonita de toda La Habana.
A la izquierda, la gran Ceiba bajo la que se fundó la ciudad. Cada 15 de noviembre, hacia la medianoche, en recuerdo de aquel día de 1519, los habaneros vienen a este Templete conmemorativo, dan tres vueltas al árbol y piden un deseo.
Justo al lado está el que fuera palacio de la condesa de San Juan de Jaruco, hoy hotel Santa Isabel. Su enorme terraza, rodeada de barandas de hierro en las que aún pueden verse las iniciales del conde de Santovenia, es un lugar perfecto para ver la ceremonia del cañonazo, que se dispara cada tarde a las nueve al otro lado de la bahía.
Desde allí, desde la ribera este, adonde cruza la famosa ‘lanchita de Regla’, vigilan el Fuerte del Morro y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Y desde allí también se entiende perfectamente la fascinación de los navegantes al entrar en La Habana. Porque a diferencia de tantas otras de puertos aislados y grises, aquí el barco penetra en la ciudad.
Rodeando los libros de viejo de la plaza de Armas nos encontramos frente al palacio de los Capitanes Generales. Fue aquí, un templado enero de 1899, cuando el general de brigada Adolfo Jiménez Castellanos cedía la soberanía española de la Isla. A las doce en punto de aquel primer día del año, cuando sonaban las campanadas en el reloj de la fachada, se arriaba la bandera rojigualda para dar comienzo a la intervención norteamericana.
Después de haber pisado los adoquines de madera de esta calle Tacón, la Habana Vieja se abre ante nosotros como un gran regalo de calles antiguas para perderse. De casas modestas y palacios, con sus colores descarados y el Habana Blue de sus carpinterías, ese azul brillante que refleja la luz caribeña.
Calles que esconden secretos
No todo son palacios en la vieja Habana, aún se conservan algunas sencillas viviendas de planta baja, que a principios del siglo XIX eran mayoría en el intramuros habanero. Como la del número 255 de la calle Amargura 255 , o la Casa de la Parra, en el 202 de Bernaza, o la de Merced 207.
La Oficina del Historiador de La Habana, fundada en 1938 por el historiador Emilio Roig de Leuchsenring, es el organismo encargado de rescatar del olvido y restaurar los edificios y monumentos históricos que forman parte de la tradición habanera. Su sucesor, Eusebio Leal, es actualmente el alma mater del proyecto, que cuenta con la ayuda de instituciones extranjeras como la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrolllo.
Callejeando es muy fácil cruzarse con uno de los espectáculos más coloridos y extravagantes de la tradición cubana, la Gigantería, toda una galería de personajes fantásticos recorre cada tarde el centro sobre zancos, a ritmo de conga. Reminiscencia de los bailes que trajeron hace tantos siglos los africanos, este arte popular hace cómplices a los transeúntes y los convierte en nuevos actores del centro histórico.
La Habana Vieja está repleta de museos curiosos que te transportan en el tiempo. Como el del Chocolate, entre Amargura y Mercaderes; el Cinematógrafo Lumiere, que comparte sede con una enorme maqueta de La Habana de más de ocho metros; el del Habano, en Mercaderes; o el los Naipes, en una esquina de la Plaza Vieja. Aquí y allá placas que recuerdan los hitos de un pasado glorioso.
En la misma Plaza Vieja, el local de un antiguo cine alberga ahora el Planetario, un lugar perfecto para descubrir las estrellas. Justo en la esquina, en lo alto del edificio Gómez Vila, la Cámara Oscura recorre en 360º cuatro siglos de esta ciudad fascinante.
En el número 156 de la calle Mercaderes, una de las más famosas del centro histórico, la antigua botica y almacenes de Santa Rita son hoy una perfumería muy especial, Habana 1791, que recrea artesanalmente las fragancias, los aromas coloniales que perfumaban por entonces la Isla de Cuba.
El aroma de azahar nos lleva justo enfrente, al parque Guayasamín, diminuta pausa verde que tanto se agradece al calor de mediodía. Pero esta calle reserva aún muchas sorpresas. Nos detenemos un poco más adelante, en Marco Polo, la única casa de especias aromáticas y medicinales. Romero, flor de manzanilla, albahaca, canela en rama, salvia, pimentón dulce…
En un edificio de la calle Teniente Rey, entre Oficios y Mercaderes, que estuvo destinado a imprenta, encontramos la Casa del Perfume, el único lugar autorizado para vender copias de perfumes famosos. Además de un museo y un aula de demostración donde se fabrican fragancias únicas, cuenta con una sala de aromaterapia para disfrutar de tratamientos de belleza y masajes.
La pequeña plaza de la catedral parece de juguete con sus terrazas empedradas y sus personajes de colores. Sobre la Galería Víctor Manuel, una mujer asoma su elegancia cubana al balcón de azul brillante. El restaurante El Patio, en la antigua Casa del Marqués de Aguas Claras, es un buen lugar para tomar un mojito, o un Cuba Libre, o una limonada refrescante.
Ya en los años 30, el escritor Alejo Carpentier decía de La Habana que ‘es la ciudad del mundo donde mejor se bebe, es indiscutiblemente la ciudad del mundo que mayor variedad de bebidas puede ofrecer al paladar curioso del viajero.
En la misma plaza está el Museo de Arte Colonial, con sus colecciones espléndidas de vajillas, elementos arquitectónicos y mobiliario de siglos pasados; y la Catedral Metropolitana de La Habana, donde descansaron los restos de Cristóbal Colón hasta 1898, cuando fueron trasladados a España.
En el número 155 de la calle Obispo, la farmacia Taquechel guarda el encanto de los frascos de porcelana y vende cosméticos naturales y esponjas de la Bahía de Batabanó, donde se capturan una a una del fondo marino con una vara larga desde el siglo XVIII. Perfectas para exfoliar y suavizar la piel.
Como lo romántico no quita lo valiente, no está de más hacer una parada en alguna Cadeca (casa de cambio) donde además de cambiar divisas a CUC (pesos convertibles) también se puede aprovechar para hacerse con algunos pesos cubanos, imprescindibles en clásicos como la librería Fayad Hamis o el Café Habana, donde el excelente Cubita se paga en moneda nacional.
De vuelta al mar, nuestro paseo por la Habana Vieja termina en la plaza de San Francisco, frente a la antigua terminal aduanera de Sierra Maestra. Sus aleros coloniales despiden y reciben hoy a los inmensos barcos de cruceros que surcan el mar Caribe.
Esta plaza, terreno ganado al mar, es ahora un templo de sonidos. De los cascos de los caballos sobre los adoquines, esperando inquietos en sus coches a las parejas; de la música de cámara que suena cada viernes en la iglesia del Convento de San Francisco, ahora desacralizada; de la Casa de la Radio.
Junto a ella, un auténtico cruceiro gallego de granito, que recuerda la importancia de la colonia gallega en la Isla. Y en la calle opuesta, cruzando la plaza, la estatua del ‘loco’. Dicen que si tocas su barba vuelves sin falta a La Habana.
No todo es caminar
Pocos museos hay en el mundo menos apetecibles que el del Automóvil de La Habana. No porque carezca de interés, sino porque aquí las mejores piezas de colección están vivas y recorren las calles dejando boquiabiertos a los viajeros.
Frente al hotel Parque Central, antes operado por NH y ahora por la también española Iberostar, la empresa Gran Car alquila vehículos clásicos con conductor. Es verdad que no son baratos -unos 30 CUC la hora- pero pocas experiencias hay tan intensas como descubrir la ciudad a bordo de una de estas joyas rodantes.
Sus parabrisas de esquinas suaves enmarcan las imágenes de La Habana convirtiendo cada escena en una postal con encanto. Un recorrido imprescindible ha de incluir el Malecón, desde la avenida del Puerto, pasando por Centro Habana, El Vedado, hasta la zona residencial de Miramar, con interesantísimos ejemplos arquitectónicos de varias épocas.
Aquí, entre embajadas opulentas y palacetes con jardín se encuentra el restaurante El Pedregal, que los novios cubanos eligen para sus citas románticas. Y la Ferminia, en lo que fue la casa de la familia Montalvo, ricos azucareros de la Isla.
Tras sus estancias lánguidas se esconde un jardín coqueto en el que anidan las cotorras, los colibríes, que huele a mango y a níspero, y donde se sirven los espadones de carne a la brasa más famosos de la ciudad.
Ya de regreso, un té para dos en otro jardín, el de la casa de Catalina Lasa en el Vedado. Además de admirar las rosas que llevan su nombre, hay que escuchar la historia de sus amores prohibidos con Juan Pedro, la más romántica de La Habana. Hoy sede del Instituto Cubano de la Amistad, conserva aún los muebles de su primera propietaria, y en la planta principal llama la atención el piso de un solo bloque de mármol de Carrara.
También al borde del mar se encuentra la fachada color crema del restaurante 1830, que fue uno de los clubes más elegantes de La Habana. Un lugar precioso para disfrutar de la puesta de sol o bailar salsa por la noche en el jardín asomado al Malecón. A pocos metros, el torreón de Cojímar, una diminuta fortaleza del siglo XVII con restaurante y terraza.
De vuelta al kilómetro 0 de las carreteras cubanas, junto al diamante del Capitolio, la noche invita a disfrutar en el Gran Teatro de la Habana, primer Centro Gallego y actualmente sede del Ballet y de la Ópera Nacional de Cuba.
Es el más antiguo en activo de toda Latinoamérica, y seguramente el más espectacular con su arquitectura emperifollada. Pero el teatro más romántico de La Habana, llamado Karl Marx desde la Revolución de 1959, abrió sus puertas al público diez años antes, con el nombre de Blanquita.
El entonces Senador de la República Alfredo Hornedo Suárez hizo construir lo que llamó ‘el más grande teatro del mundo’ con una capacidad de 6750 butacas, y lo bautizó con el nombre de su amada esposa, a quien tanto esfuerzo le había costado conquistar.
Otro paseo ineludible en este viaje para dos es un recorrido en coche de caballos. Desde la plaza de San Francisco hacia el sur, adentrándose en las calles más olvidadas de la ciudad vieja, se llega enseguida al Centro Cultural San José, antiguos almacenes de depósito del puerto de La Habana.
En los cientos de puestos que abarrotan la antigua nave se puede comprar a buen precio artesanía local y, con un poco de suerte, encontrar alguna joya de coral negro, escaso y caro pero único. Una buena idea es buscar una guayabera blanca, prenda perfecta para una cena elegante que soporta mucho mejor el calor habanero que las tradicionales chaquetas.
Un poco más adelante, tras los restos de la antigua muralla y la pequeña catedral ortodoxa, encontramos una antigua locomotora, hoy atractivo turístico, y la imponente Estación Central de Ferrocarril.
Cuba fue el primer lugar de la España de entonces donde se estrenó el tren, allá por 1837, y a pesar de sus dificultades económicas, es actualmente uno de los pocos países de América donde se está recuperando el ferrocarril. De momento, son lentos y escasos, pero no es mala idea atravesar la isla mecidos por su traqueteo, hasta la oriental Santiago.
Mujeres que venden flores bajo los soportales descascarillados. Automóviles antiguos reparados con más imaginación que medios. La Habana reluciente del rehabilitado centro histórico va perdiendo poco a poco sus colores, desvaídos ahora, y su limpieza impecable.
Bien cerca, en el Callejón de Churruca y Oficios, está el Vagón Mambí, que fue coche de varios presidentes en tiempos de la República, y se conserva restaurado, con su mobiliario original, incluyendo lámparas, vajilla y juego de cubiertos de plata.
El Cocotaxi es otro medio de transporte especialmente romántico, pero mucho más divertido y barato que los anteriores. Las pequeñas motocicletas con cabina en forma de coco permiten un recorrido muy especial y mayor flexibilidad para detenerse en cualquier momento, algo casi imprescindible en esta Habana que fascina a casa paso.
Cenas solo para dos
En pleno centro histórico, haciendo esquina en la plaza de San Francisco, el Café del Oriente es uno de los restaurantes más aristocráticos de La Habana. A medio camino entre los sabores franceses y cubanos, su chef Ángel Roque prepara delicias como Medallones de langosta y camarones con salsas, Crepes de pimienta rellenos con crema marinera, o el Filete de pargo relleno con salmón ahumado.
Un menú para dos ha comenzar con su cóctel estrella Adán y Eva -campari, licor de manzana verde, vermouth blanco y ron añejo-, con el que Sergio Serrano ganó el campeonato del mundo en Sevilla, y terminar con el buenísimo Bizcocho almendrado relleno de crema de fruta y salsa de chocolate caliente.
Pocos metros más arriba, en la calle Amargura, igualmente romántico pero mucho más económico, el Jardín del Oriente ofrece una terraza fresca de abundantes platos como arroz a la cubana o la tradicional ropa vieja. Lo mejor, sus zumos naturales. Eso sí, abre solo hasta las diez de la noche.
En el barrio del Vedado, otra buena alternativa para una cena romántica es el restaurante Panorámico, en la planta 33, la más alta, del mítico edificio Foxá. Son impresionantes las vistas nocturnas de la bahía de La Habana iluminada.
Muy cerca, en la calle 0, la noche puede seguir en el Gato Tuerto, un elegante club donde se reúnen intelectuales y artistas a escuchar buena música, desde jazz boleros, pasando por sonidos de la nueva trova.
Pero si la ocasión es verdaderamente especial hay que reservar mesa en el Comedor de Aguiar, en la planta baja del emblemático Hotel Nacional de Cuba. En el mismo lugar donde el 19 de abril de 1945 se fundó la IATA (la asociación internacional de transporte aéreo) la pianista Ana Martín interpreta cada noche al piano Azul, una pieza dedicada a su primer amor.
Frente al mar desde 1930, los jardines del Nacional invitan a los enamorados a encontrarse al anochecer. Pero tras la cena dejamos atrás su imponente entrada, con mosaicos originales, lámparas de araña y los casilleros originales de madera para las llaves, para disfrutar de un espectáculo inolvidable en su cabaret Salon Parisien, una alternativa más íntima y barata al famoso Tropicana.
Habitaciones muy especiales
El hotel más exclusivo de La Habana es el Saratoga, de la cadena Habaguanex. Situado al comienzo del Parque de la India, frente al Capitolio, cuenta con un bar de toques moriscos, Mezzanine; otro de aire colonial y solado de damero, con los mejores champagnes, y un spa gratuito para viajeros en luna de miel.
Sus mejores habitaciones son las de estilo colonial, y entre ellas destaca la 512, la suite Saratoga, con vistas al Capitolio y una bañera antigua que invita al amor. Sobre todos los atractivos del hotel, la impresionante terraza de la azotea, con piscina, bar y vistas espectaculares de toda la Habana.
Muy cerca, el mítico hotel Inglaterra, el más antiguo de la ciudad, merece un café en las mesas de azulejos de su terraza, decorados por artistas cubanos.
Descendiendo el Paseo José Martí, un boulevard arbolado lleno de artistas que los habaneros siguen llamando Paseo del Prado, y que marca el límite de la Habana Vieja con Centro Habana, llegamos al Mercure Patio Sevillano.
En recepción, una pantalla TFT pasa imágenes de La Habana en los locos años 20, cuando la habitación del por entonces Hotel Sevilla -‘todas con baño’ anuncia con orgullo un hotel de la época- costaba 4 dólares por noche.
Desde sus habitaciones más altas parece poder tocarse el mar del Caribe e incluso el Faro del Morro. Las mejores son las dos junior suite que se asoman a los tejados de la antigua fábrica de tabacos Partagás, a la Escuela Nacional de Ballet.
Los viajeros en luna de miel encuentran en la habitación regalos de artesanía y ron cubano, y pueden desayunar en el Roof Garden, un restaurante VIP donde los viernes hay cena con espectáculo, los sábados noche flamenca y los domingos música de jazz.
Muy cerca, el hotel Telégrafo, llamado así porque aquí fue donde se utilizó por primera vez este medio de comunicación en la isla.
Hay una minisuite interior, hacia los arcos de ladrillo del claustro, que conserva el encanto de otros tiempos, y tres suites con enorme cama imperial, las 118, 218 y 318. Pero las mejores habitaciones de cada planta son las terminadas en 14, que cuentan con tres balcones haciendo esquina.
El hotel recibe a los recién casados con un cóctel de bienvenida, cava, sidra, una cena de cortesía y flores y servicio de té en la habitación, decorada de manera especial.
En el elegante barrio de Miramar, asomado directamente al Caribe, el hotel Copacabana es una buena elección si se busca el valor añadido de los detalles personalizados.
Una luna de miel tiene aquí el sabor de un viaje exclusivo gracias al mimo con que su personal cuida al viajero. Las mejores habitaciones son las de las plantas altas, desde donde el azul se muestra infinito.
Volviendo al centro histórico, el hotel boutique más lujoso de la Habana Vieja es el Palacio del Marqués de San Felipe y Santiago de Bejucal. Abierto hace menos de un año, alberga color y diseño de artistas cubanos.
Habaguanex ha personalizado con mimo este hotel pequeño, casi familiar, que cuenta con solo 24 habitaciones. De ellas, solo cuatro tienen cama de matrimonio. La más romántica, la suite 101 con bañera redonda de hidromasaje que hace esquina en la plaza de San Francisco.
Dos escapadas inolvidables
Tras unos días en La Habana, las opciones son muchas y sorprendentes. Pero esta vez hemos huido de las más famosas, como las fantásticas playas de Varadero, los curiosos paisajes de Viñales o las ciudades coloniales de Trinidad y Santiago. Buscamos escapadas cercanas para disfrutar en pareja, lejos del bullicio de los destinos más turísticos.
Camino del Oeste, hacia Pinar del Río, la carretera va mostrando los cultivos de tabaco, con las deliciosas cubiertas a dos aguas de sus secaderos de madera. Aquí se curten las grandes hojas tostadas de las que saldrán los mejores cigarros del mundo.
A medio camino, a poco más de una hora de La Habana, hacemos una pausa en el parador Los Barrigones, para refrescarnos con una piña colada y hacer fotos a las curiosas palmeras ‘barrigonas’ que dan nombre al lugar.
Nuestro destino es el Rancho La Guabina, una antigua finca de caza –de la cadena cubana Ecotur- rodeada de agua, un oasis entre flores y palmas reales. No nos quedamos en la casa grande, que ha vivido mejores tiempos, sino en las nuevas cabañas asomadas al lago. La comida es casera, muy buena, con verduras procedentes de su huerto organopónico y carne de sus propios animales.
Además de recorridos en barquita, o en calesa, la tarde nos ofrece la posibilidad de recorrer la plantación a caballo, hasta el punto más alto. Porque aquí se crían algunos de los mejores ejemplares de raza Pinto, Quarter Horse o Apaluz. La noche nos encuentra fascinados con las pequeñas lagartijas verdes que aparecen por todas partes. Solo hay silencio, y estrellas.
Unos 50 kilómetros más al norte, el Cayo Levisa es uno de esos lugares de ensueño, de agua turquesa y arena blanca, que pocos conocen y al que solo se puede acceder en barco. Tan especial, que durante la noche queda como playa exclusiva para los clientes del hotel, más bien un complejo de pequeñas cabañas dobles.
Si la escapada es corta, se puede reservar solo el barco –hay dos al día de ida a las 10 y a las 18 horas, y otros dos de vuelta una hora antes- o alguno de los paquetes que incluyen comida desde unos 20 CUC. Fuera de hora, o para un trayecto más íntimo, un barco-taxi recorre las seis millas hasta el cayo por unos 10 CUC por persona.
Pero lo mejor es quedarse a dormir, y contemplar a dos cómo cae la tarde caribeña mientras el cayo se va vaciando de turistas. El hotel, de la marca Cubanacán, cuesta unos 150 CUC por noche y el precio incluye pensión completa y bebidas.
Las cabañas mejor situadas, en 1ª línea, son demasiado rústicas, así que lo mejor es reservar una de las junior suite, a ser posible la nº 20, que no tiene ninguna otra delante. Desde su cama con dosel, contemplando las olas que llegan suaves a la arena, rezarás para no tener que partir nunca.
Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso
Con nuestro inmenso agradecimiento a todo el equipo de la mayorista Havanatur en Cuba, Guamá en España; a la Oficina de Turismo de Cuba en España; al Ministerio de Turismo de Cuba; al Centro de Prensa Internacional de La Habana; al grupo hotelero Cubanacán; al personal del hotel Copacabana y la clínica Cira García en la Habana; a Cubana de Aviación y a tantos amigos cubanos que nos ayudaron lo indecible durante la realización de este reportaje. En nuestro corazón siempre el entrañable pueblo cubano.
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