Azahar, incienso y saetas en la Semana Santa de Málaga

EXPRESO - 05.04.2011

Es difícil explicarlo. Porque Málaga es más Málaga que nunca en Semana Santa. Dicen aquí que ‘primero fueron las procesiones y luego se escribieron los Evangelios’. Incienso, cera y azahar se mezclan en el ambiente con saetas y música militar en una auténtica fiesta de fervor.

 
Porque en Málaga se reza cantando. Y aplaudiendo. Católicos y no católicos unidos en una explosión de color y de pasión. Más de 30.000 hermanos cofrades, 80 tronos mecidos como en ningún otro lugar del mundo, invitan al viajero a un espectáculo sensorial intenso en la capital de la Costa del Sol.
Estos días Málaga suena a campanas de trono, a música militar, a saetas, a la voz inconfundible de Antonio Guadamuro, decano de los periodistas cofrades, que lleva más de cuarenta años retransmitiendo la Semana Santa malagueña, aún después de jubilado.
Las emociones comienzan el Lunes Santo con la procesión de Jesús ‘El Cautivo’, ‘Señor de Málaga’, el Cristo más venerado en la ciudad, que sale acompañado por miles de malagueños y turistas desde su Casa de Hermandad, en el barrio de Trinidad. Y el de los Gitanos, con su María Santísima de la O, que luce orgullosa su elegante manto rojo, obra del maestro Mosén.
Los tronos de la Virgen del Rocío, la ‘Novia de Málaga’, y de la de las Penas, vestida de flores; la suelta de palomas a la salida de la Virgen en la plaza de San Francisco, rompen en aplausos las calles de Málaga.
 
Los malagueños esperan durante horas para ver en primera fila el traslado del Cristo de Mena a hombros de los legionarios desde el Puerto, a los sones del ‘Novio de la Muerte’; el encierro de la Esperanza o la Misa del Alba, que antes se hacía el lunes por la mañana y se ha trasladado al sábado para que nadie se quede sin verla.
Sillas a miles esperan en la calle el paso de los tronos. Pero se disfruta más perdiéndose por la ciudad y dejándose encontrar por las procesiones. Todas las cofradías que participan en el recorrido oficial pasan por la Alameda y suben por la céntrica calle Larios hasta la plaza de la Constitución, donde está instalada la Tribuna.
Cada año, uno de los malagueños más famosos del mundo, el actor Antonio Banderas, participa en varias procesiones, como la del Cautivo o la de Fusionadas, y por la ciudad se puede ver a su mujer, Melanie Griffith, siguiendo la Semana Santa como una malagueña más.
 
Pero no hay que dejarse engañar por el oropel. Estos tronos de plata repujada, algunos mecidos por más de 300 hombres de trono; los bordados en oro y piedras preciosas, son sólo la cara lujosa de unas cofradías que durante todo el año realizan una labor religiosa y benéfica, desde hace más de cinco siglos.
Para comprender esta Semana Santa singular, para seguirla, además del programa oficial existen publicaciones que incluyen la historia de las cofradías, saetas, curiosidades, e incluso glosarios. Algunas tan interesantes como la Ruta Cofrade, La Saeta, Estandarte, La Doble Curva o Cáliz de Paz, que este año no sale a la calle por falta de patrocinadores.
No sólo el centro. Cualquiera de los barrios tradicionales ofrece rincones para ver los espectaculares ‘tronos’ malagueños, de varias toneladas de peso. También el resto de la Costa del Sol celebra Semanas Santas famosas, como las de Ronda y Antequera, donde se procesionan algunas de las imágenes más antiguas de toda Andalucía.
Y Vélez, y Álora, donde la mañana del Viernes Santo los ‘perotes’ echan el resto. Y las representaciones en vivo de la Pasión de Igualeja, de Algatocín, en Pujerra, en Gaucín… no hay pueblo malagueño que no tenga se vista de fiesta grande en esta Semana Santa única.
 
Lunes Santo, lunes cautivo
Uno de los días más grandes. Miles de malagueños se agolpan en las calles esperando al Cautivo Blanco, al Cautivo chiquito. Esperando escuchar los tangos y las bulerías de los Gitanos, y el Gaudeamus Igitur de los Estudiantes.
 
El centro, atestado de sillas de madera reservadas, muchas de familias abonadas durante generaciones, otras libres para alquilar, muy baratas. No hay bar donde no se pueda conseguir el programa de procesiones, ni balcón bien situado que no se alquile.
El aire se va llenando de aromas de almendras fritas y limón cascarúo, chuches en forma de nazareno y globos para los más pequeños. La Semana Santa de Málaga, como todas las que celebra Andalucía, es una fiesta a la que no se puede llegar buscando silencio; aquí el fervor se exterioriza, charlando, aplaudiendo el paso de los tronos.
Huele a incienso, todas las cofradías llevan sus incensarios; a cera, a rosas y claveles, a churros, a pipas, el pasatiempo más popular mientras se espera pacientemente la llegada de las procesiones. Pero, sobre todo, huele a azahar, y a naranja amarga. No es un tópico. Cae el sol y huele a ‘dama de noche’, una flor blanca muy pequeñina que desvela su magnífico perfume sólo cuando cae el sol; huele a tantas cosas…
La mayoría de los tronos son barrocos, con filigranas de plata. Los mantos son también muy importantes, más que las imágenes, casi todas nuevas porque la mayoría ardió en la Guerra Civil. Hay bordados en oro y filigranas. Pero lo que más sorprende es la elevada concentración de hombres de trono bajo cada imagen, aquí todas se llevan a hombros.
La Tribuna de la plaza de la Constitución es el lugar más importante, justo enfrente del café Central. Aquí sí llegan las procesiones a la hora prevista. Justo haciendo esquina, el hotel Room Mate Larios de balcones privilegiados donde siempre se asoman caras famosas.
Pero hay otra tribuna que sale gratis, la ‘de los pobres’; una escalinata que hace esquina en la calle Carretería, frente al hotel Kris Tribuna. Siempre abarrotadas las dos.
Aquí esperamos al Cristo de los Gitanos, y a su Madre, la Santísima Virgen de la O, que llega con su espléndido manto color sangre. Tras las bulerías, muchos periodistas malagueños, los de la Asociación de la Prensa, Hermanos Mayores de la cofradía. 
Al otro lado del Guadalmedina, el hotel Málaga Centro está también en una zona neurálgica, en el barrio de la Trinidad. Y el Ibis, y el NH, y el nuevo Etap. Aunque, en realidad, cualquier calle es buena para alojarse, porque la Semana Santa se extiende por toda Málaga con idéntico entusiasmo.
Una parada en la calle Especería para comer unas porras buenísimas –que en Málaga llaman churros- con chocolate en la terraza de la cafetería Framil y nos vamos al barrio de la Trinidad, que esta noche es el lugar más importante. Desde primera hora de la tarde ya no hay sitio en la plaza de Jesús Cautivo, abarrotada, que espera al ‘Señor de Málaga’.
Los malagueños lo aguardan charlando. Hay mucha gente joven, grupos de adolescentes. Uno de ellos vacía la memoria de su móvil, borra las fotos de su novia para hacerle espacio al Cautivo. Melanie, que aquí en Málaga es ‘la mujer de Antonio’, come pipas a nuestro lado, en un lateral de la calle Yedra, sin que nadie se fije en ella. Quizá esta noche salga Banderas, pero no lo veremos, oculto en el ‘submarino’.
Carritos de golosinas, globos, anuncian que la cabeza de la procesión está cerca. Desfilan las primeras imágenes, enseguida el Cautivo Chiquito, que llevan a hombros un grupo de niños, una réplica exacta en miniatura del original.
Tras el trono, alguien acerca unos botijos para refrescar a los pequeños portadores. Se detienen un momento y reanudan la marcha a toque de campana. Dos golpes de martillo seguidos y uno más espaciado.
Por fin pasa el Cautivo, y los malagueños se agolpan, y le gritan ¡guapo! Otros cuentan emocionados por teléfono: ‘Estoy frente a Él’. Es el Señor de Málaga.
 
Martes Santo, guapa y guapa
Como dice el reportaje de apertura de Cruz Guía, un gratuito de Semana Santa editado por la Cope de Málaga, ‘El Martes Santo tiene rostro de mujer y se llama Rocío, la Novia de Málaga’.
 
Es también el día del Cristo de la Humillación y su Virgen de Estrella, que lleva en el manto los escudos de todas las provincias españolas. Y de la Virgen de las Penas, vestida de flores.
Hoy sale la cofradía de Nueva Esperanza. Sus hombres son los que más tiempo pasan debajo de un varal de trono en esta Semana Santa, casi doce horas de procesión, diez kilómetros, de cuatro de la tarde a cuatro de la madrugada, soportando el dolor del Cristo Nazareno del Perdón. Nadie diría que es una de las cofradías más jóvenes, sólo 14 años en la carrera oficial de esta ciudad acogedora.
Va a ser un día largo, así que comemos un pescaíto en una de las bocacalles que dan a la catedral. Gambas, jamón ibérico, una ensalada, pimientos asados, y buchones de rosada. El adobo es distinto, lleva pimentón y ajo. Con mayonesa.
Este Martes Santo son también protagonistas las flores. Diez jardineros municipales utilizan tres mil doscientas margaritas blancas, mil ochocientos claveles también blancos, paniculada, helecho, rosas, helicornias… para tejer el manto de la Virgen de las Penas.
Es así desde los años 40, cuando la Virgen se quedó sin manto. Alguien iba a prestárselo, pero el pueblo de Málaga prometió hacerle el más bonito del mundo.
Todas las cofradías cuentan ya con una Casa de Hermandad, de grandes puertas, desde donde salen la mayoría de tronos, que no caben apenas en sus iglesias. Pero muchos malagueños aún recuerdan como cada Martes Santo los cofrades del Monte Calvario y María Santísima del Rocío tenían que derribar el tabique lateral de la iglesia parroquial de San Lázaro y sacarla por una enorme tronera que los albañiles cerraban al día siguiente. Así fue año tras año, hasta que construyeron su Casa en la calle de la Amargura.
Estamos frente al kiosco de flores. Al fondo vemos el mercado de Atarazana, con su cubierta de tejas verdes y rojas. Esperamos a Ntro. Padre Jesús Nazareno. Por entre los nazarenos cruza un muchacho con un carrito de bebidas frescas, y un padre con un enorme algodón de azúcar rosa. Todos atentos a la calle Panaderos.
‘Otro pasito, otro medio pasito’. El trono gira para entrar en la Alameda meciéndose con ese paso que aquí se baila como en ningún otro sitio. Los malagueños rompen en aplausos.
La procesión se detiene en la Alameda. Los hombres se relajan un instante, un cigarrito y una charla breve con un amigo. Reanudan el paso. En profundo contraste con su gesto de esfuerzo, la actitud marcial de los Guardias Civiles que imprime por sí sola solemnidad a la procesión. Impecables en sus trajes de gala, con guantes blancos, sin mover un solo músculo. Medallas. Tricornios de charol negro. Escoltan los tronos de los Pasos del Monte Calvario.
Al poco rato pasa la Virgen del Rocío, la más piropeada de Málaga, pureza blanca de un vestido que dicen que le regaló una novia. Es la única que no tiene lágrimas.
Unos niños aprovechan las pausas para acercarse a los cofrades y hacer más grandes sus bolitas de cera; les tocan la mano enguantada, los saludan con una sonrisa. Y enseguida aparece su madre para contarles la historia. ‘¿A que no sabes qué tiene de especial esta Virgen?’. Y ellos: ‘¿Me echas? [cera]’.
 
Miércoles Santo, color y palomas
Hoy no podemos perdernos la salida de Fusionadas desde la iglesia de San Juan, todo bullicio y colorido; el silencio de la estación de penitencia de Salesianos en la catedral, la liberación de un preso de la cofradía de Ntro. Sr. Jesús el Rico, y el Cristo de la Expiración de Benlliure.
 
Ni la liberación de palomas a la salida de la Virgen desde la capilla de La Paloma, en la plaza de San Francisco. Dice la leyenda que siempre hay una que se posa en el trono, sobre la misma Madre de Dios. O su entrada en la plaza de la Constitución.
Tampoco podemos faltar a los encierros de la Archicofradía de la Sangre, del Rescate en la calle Agua, en el barrio de la Victoria. El ‘encierro’, uno de los momentos más emotivos para los cofrades, consiste en guardar de nuevo el trono en su iglesia tras la procesión. Muchos lo despiden llorando, hasta el año que viene.
Hoy Málaga suena a música de Manuel Ruiz Vidriet, interpretada por la Banda de música del Arrabal de Carmo que acompaña a la Virgen. Se escuchan tambores, campanas de trono. La ciudad sabe a canutillos de crema, a limón con sal o bicarbonato, a vino dulce y torrijas: ¡El limón cascarúo a dos euros, la caña dulce a uno y medio!
 
Hay una gastronomía especial, platos genuinamente semanasanteros, que sólo se preparan en estas fechas. Por ejemplo, la ‘ensalada malagueña’, que se inventó cuando estaba prohibido comer carne, y lleva bacalao, patatas, naranja, aceitunas, y un buen chorro de aceite virgen; las torrijas; el arroz con leche, que en Semana Santa es plato ‘de obligado cumplimiento’… Y mucho pescaíto bueno.
Nos vamos a comerlo a las afueras de la ciudad, a Pedregalejo. En el mítico Maricuchi nos esperan unas aceitunas aliñadas al estilo de Álora; coquinas, gambas, adobo, una ensalada malagueña; salmonetes, berenjenas rebozadas con miel de caña; boquerones, sardinas de un espeto especialmente preparado para nosotros; y de postre, como siempre aquí, un magnífico helado de turrón.
 
Volvemos al centro y atravesamos la espesura verde de la Alameda para cruzar el río Guadalmedina, que tiene las márgenes abarrotadas, como todos sus puentes. Nos detenemos en el de los alemanes, una estructura metálica verde agua que regaló el Gobierno Federal al pueblo de Málaga, por haber salvado a unos náufragos alemanes, hace ya muchos años.
Tenemos la fortuna de ver las procesiones de la noche asomados a la terraza del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, en pleno centro de Málaga.
Pedro, del hotel Casa Curro, nos recomienda la procesión de la Vera Cruz, que sale al amanecer, un trono pequeño que llevan unos treinta hombres nada más. Está fuera del recorrido oficial, pero la hora es mágica.
Se hace el silencio cuando llegan los tronos. Se detienen. El aire se llena de pasodoble cuando pasa la Dolorosa, al ritmo de la mecida marinera, con su trono altísimo, más de cien puntos de luz. Luego nos marchamos al café Central, frente a la Tribuna.
 
Jueves Santo, romero y cornetas
El Jueves Santo concentra en Málaga más gente que la Feria de Agosto, que ya es mucho decir. Su tarde-noche es una de las más emotivas de toda la Semana Santa.
 
Pasamos la mañana rindiendo honores a la Virgen, en la Basílica del Paso y de la Esperanza, que saldrá esta tarde-noche, coronada con 4,8 kg de oro. Bastó un llamamiento público de un locutor en la radio para que los pendientes desaparejados de todas las niñas malagueñas se fundieran en esta corona hermosa. 
La Esperanza es el trono de plata más pesado de toda Málaga. Sus varales están fabricados con metal del Junkers J52 de Iberia que se estrelló el 27 de agosto de 1944, cuando hacía la ruta Tetuán-Melilla.

Todos los ocupantes resultaron ilesos, como salvados por un halo protector y, ante la escasez de aluminio de aquellos años, su comandante donó los restos a la cofradía, como recuerda una pequeña placa. La llevan 262 hombres de trono, y las calles se alfombran de romero a su paso.

 
A mediodía, las 180 pisadas por minuto de cientos de legionarios, llegan desde el puerto de Málaga con el Cristo de Mena a hombros, a los sones del ‘Novio de la Muerte’. Procedentes de Melilla, lo trasladan desde el puerto de Málaga, puerto de entrada y salida de tropas que iban y venían de África.
Miles de personas los esperan a la entrada de la iglesia; medio centenar largo de fotógrafos preparan sus enormes teleobjetivos. Suenan las cornetas y se hace el silencio.
Los legionarios desfilan en alto el Cristo de Mena. Luego, tras el himno, Málaga se deshace una vez más en aplausos.
 
Entre cornetas y romeros llega la noche de Jesús de la Misericordia, conocido popularmente como ‘El Chiquito’; del Cristo y la Virgen de Zamarrilla. Cuenta la historia que así se llamaba un bandolero descreído que se escondió de sus perseguidores tras el manto de la Virgen. No tuvieron piedad. Le clavaron un puñal a través de la tela pero, en vez de sangre, de su herida brotó una flor, la ‘rosa roja de Zamarrilla’.
Es también la noche en que se encierra entre lágrimas La Esperanza, despedida hasta el año que viene por cientos de malagueños que esperan en la balconada desde las siete de la mañana, para verla entrar desde dentro.
 
Dos días de sangre y silencio
 
El Viernes Santo, las luces de los comercios se apagan al paso del luto de Servitas, que tiñe la ciudad de negro con sus capirotes, mientras los ‘quitasangres’ barren las calles con sus banderas.
Málaga se queda en silencio hasta el Domingo de Resurrección, en que la fiesta resurge limpia, enfrascada en fervor sincero. Las Vírgenes recuperan los colores brillantes. Unas pocas golondrinas anuncian ya el verano en la Costa del Sol.
 
Personajes de la Semana Santa malagueña
Una Semana Santa como la de Málaga no sería posible sin la implicación de miles de personas año tras año, sin el fervor intenso y el trabajo duro de tantos malagueños. Muchos de ellos en la sombra. Otros, como estos tres, reconocidos por su labor excepcional, por su arte único, son los personajes de la semana grande malagueña. Pero hay muchos más.
 
Juan Rosén
Primer ‘artesano’ de Málaga declarado así por la Junta de Andalucía, el maestro Juan Rosén lleva treinta y cinco años siendo el autor de muchos de los bordados de mantos, túnicas o guiones que se pueden ver en esta Semana Santa malagueña. El taller de Rosén utiliza tiradores de oro de los hijos de Emilio Gómez, de Valencia, e Ignacio Monforte, de Barcelona, y telas del valenciano Rafael Catalá.
Del que más orgulloso se siente es del manto rojo que hizo a María Santísima de la O, la Virgen de los Gitanos, su cofradía. Dos años de trabajo diario de un equipo de catorce personas. El bordado al realce andaluz sobresale entre otros, ‘es otro sentir’.
Pero hay uno que todavía le falta, 'no me muero sin hacer el palio de la Virgen de la O, de malla calada, para que el sol de Málaga le dé a la Virgen en su trono cuando salga la tarde del Lunes Santo’.
 
Carlos L. Martínez
Director de Ruta Cofrade, una de las publicaciones más importantes de la Semana Santa pero, sobre todo, Archicofrade de la Real Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza, a Carlos Luis Martínez Domínguez se le emocionan los ojos cuando nos enseña orgulloso el salón de tronos de su cofradía.
Desde hace ya nueve años dirige y edita Ruta Cofrade, que además de colaboraciones del alcalde o el presidente de la Agrupación de Cofradías, incluye numerosos artículos de expertos y cofrades, el clásico vocabulario cofrade, básico e imprescindible para entender la Semana Santa, información detallada de todas las cofradías y hermandades que procesionan y unas pequeñas recomendaciones acerca de dónde disfrutar mejor de cada una de las procesiones.
 
Pepe de Campillos
Para conocer el sentir profundo de la Semana Santa malagueña basta con escuchar a Pepe de Campillos. Sus saetas, de lo mejorcito de Málaga, atraviesan cada primavera el alma de malagueños y visitantes.
Quien no tenga la suerte de coincidir con él un Jueves Santo cualquiera, como nosotros, puede llevarse su cante a casa. Pepe de Campillos va ya por su sexto disco de saetas malagueñas, consideradas las más difíciles y barrocas, que puede encontrarse por ejemplo en la tienda Flamenka de Paco Roji, en el Pasillo de Santa Isabel de Málaga.
Algunas de ellas, dedicadas al Jesús Cautivo, a las imágenes de Estudiantes, y a otras muchas advocaciones de la Semana Santa malagueña.
 
 

Texto y fotos:  Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés

Comentarios