Menú de navegación
Melilla, 100 años de Regulares
EXPRESO - 31.03.2011
Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés Escondida a veces en los mapas, puerta grande de África y Europa, Melilla es una de las ciudades más sorprendentes de España
Escondida a veces en los mapas, puerta grande de África y Europa, Melilla es una de las ciudades más sorprendentes de España. Tranquila, exótica, asomada siempre al Mediterráneo, sus calles y sus gentes acogen al viajero como pocas.
A Melilla hay muchas maneras de saborearla, pero esta vez el viaje nos lleva a descubrir sus rincones de la mano de los Regulares, la fuerza más condecorada del Ejército Español, que este año cumple su primer centenario en la ciudad y lo celebra por todo lo alto.
Ángeles y Merche, las caras amables que te reciben cada mañana en el Casino Militar, nos dicen enseguida: ‘Cuenten lo bonita que es Melilla, que cada vez que viene un periodista por aquí es para sacar la valla, o el cementerio, nunca cómo es de verdad nuestra ciudad, y es muy bonita’.
Cierto. Melilla es una ciudad sosegada, completa en sí misma como obligan sus 70.000 habitantes en poco más de 12 kilómetros cuadrados; y es hermosa ya antes de llegar. Cuando el ATR-72/500 de hélice de Air Nostrum inicia la maniobra de descenso para el aterrizaje, los afortunados pasajeros del lado derecho divisan su perfil mojado por las olas, que hoy llegan bravas hasta la playa del paseo marítimo.
Desde el aire vemos las piedras de la ciudad vieja. La línea inconfundible del antiguo Cargadero de mineral, a donde llegaba el tren rifeño desde San Juan de las Minas, de Cetolasa…, de sus vías sólo queda un pedazo simbólico frente al Club Marítimo que apenas se aprecia desde aquí.
Casitas apiñadas de color blanco, albero, arena, garbanzo, vino… La uniformidad del conjunto la rompen algunas palmeras, unos pocos edificios altos y las plantas de los enormes cuarteles que conforman desde siempre el carácter de esta ciudad, cada vez más vacíos.
Por dentro, Melilla es aún más bonita. En poco espacio se resume su carácter de capital costera, de antigua fortaleza, y su colorista Modernismo, del que es una de las mejores representantes. Melilla es un buen ejemplo de que se puede entrar en el siglo XXI sin arrasar con la personalidad y el carácter propio. Es pequeña, pero no le falta de nada, ni río, ni parques, ni playas, ni zonas peatonales, ni pinares.
Hablando de piedras y de culturas, Melilla tiene como atractivo las del arquitecto Enrique Nieto, discípulo de Gaudí y autor de la mayoría de los edificios que convierten a Melilla en la segunda ciudad en patrimonio modernista de España. Nieto proyectó también la exótica Mezquita Central del Polígono y la Sinagoga de Or Zaruah (Luz Santa).
Sospecho que es la luz de África la que la ha librado de engrosar el elenco de remodelaciones uniformadas que se extiende por el resto de ciudades españolas y europeas. Pero además de mar y calles señoriales Melilla también tiene zonas verdes, como nos cuenta Pedro Gómez Pizarro, secretario de la Hermandad de Regulares.
‘A mí, que soy de Melilla y un enamorado de mi tierra aunque el 70% de mi vida lo haya pasado fuera, me encantan el Parque Lobera y el Parque Hernández’. Este último ha sido rehabilitado hace poco, pero no ha perdido el encanto de sus palmeras, ni el dibujo ondulado de su pavimento bicolor. Aunque la gran remodelación, en realidad, ha sido interna. ‘La obra faraónica no se ve, las canalizaciones, aguas residuales, decantadoras, alumbrado… Se ha remozado y se le ha dado un aire mucho más modernista’, nos explica.
Pedro Gómez ha vivido fuera casi toda su vida, 17 destinos en montaña, paracaidistas, la Legión, en grupos de Regulares… Pero ha vuelto a Melilla ‘porque aquí se vive muy bien’. Su porte elegante lo delata inconfundiblemente como militar. Le pregunto por su grado, porque de militar no se jubila uno nunca, aunque esté retirado, pero responde con modestia. ‘Sólo soy el secretario de la Hermandad’.
Al hombre que tiene a su lado, en cambio, le llama ‘mi coronel’. Es Luis Segura Quesada, que estuvo mandando un Tabor –equivalente en Regulares al Batallón de otras unidades militares- e incluso de forma accidental un Grupo –equivalente a Regimiento-. Hoy es el presidente de la Hermandad, que se reúne cada jueves por la tarde en el Casino Militar.
Con casi doscientos miembros repartidos por el mundo, la Hermandad de Veteranos de los Grupos de Regulares de Melilla lleva siete años con su labor social.
‘En Melilla hay alrededor de 35-40 miembros, pero la asociación está presente en todo el mundo. Estados unidos, España, Francia, todas las provincias… el webmaster está en León, tenemos una delegación en Barcelona, estamos en trámites para abrir una en Madrid’, nos explica su secretario.
‘Todos recuerdan Melilla con muchísimo cariño. Incluso gente que, sin haber hecho el servicio militar aquí, nos escribe porque quiere ser socio simpatizante. Tenemos una labor social de ayuda, compañía de nuestros veteranos mayores, colaboramos con las fiestas musulmanas… Incluso tenemos becados, a pesar de que contamos con pocos recursos, una cuota anual de 25 euros y pequeñas ayudas de la Ciudad Autónoma y del Ministerio de Defensa que se nos van en teléfono y gastos de mantenimiento. Nos apoyamos en el Grupo de los Regulares en activo, que nos consideran ‘su Hermandad’.
Melilla es una plaza tradicionalmente militar. Los avatares de la historia la han conformado así. En los últimos años, su fisonomía está cambiando. A medida que se van reduciendo unidades, los ejércitos se renuevan y disminuyen, la ciudad se va adaptando, como su gente.
‘Claro que da pena ver cómo se cierran cuarteles, pero los que hemos pasado por distintas épocas hemos vivido muchos cambios ya y el Ejército siempre resurge como el Ave Fénix, se renueva, pero el espíritu de servicio se sigue manteniendo, porque el pilar Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar', explica Pedro. fundamental del Ejército es la disciplina. Y como diría Calderón
O porque estos hombres y mujeres que desempeñan un trabajo en la sombra y tantas veces mal pagado comparten una cualidad que no está de moda, el amor a su país, la lealtad. Lo decían también los mismos versos de Calderón de la Barca: Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría; el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son, caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados.
Lo demuestran este sábado, 26 de marzo, en una jura de bandera multitudinaria que ofrecen a la población civil para celebrar su Centenario, y a la que acuden cientos de antiguos regulares, pero también mujeres, hijos, padres, civiles melillenses y llegados de otras ciudades españolas, a los que les une la añoranza de una tierra que deja huella.
Este año 2011, Melilla celebra el primer centenario de la creación de las Fuezas Regulares Indígenas que nacieron aquí por una Real Orden de 1911 firmada por Alfonso XIII. ‘Fue en Sidi Guariach, aunque nosotros le llamamos cariñosamente Fuerte Purísima’.
En Melilla había varios grupos de Regulares, con varios Tabores. Ahora sólo queda un Grupo, el 52, bajo el mando de su Coronel Jefe, Fernando González, que se despide ya de Melilla para dejar el puesto a Juan José Martín. Los Regulares, como el resto de unidades de Melilla, están bajo el mando del Comandante General, César Muro Benayas.
Esta fuerza única nació como respuesta a una situación difícil. Tras la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898, España se encontraba con la complicada tarea de iniciar la industrialización y modernización del país. Las protestas de la población contra la participación de tropas españolas en la zona del Protectorado obligaron a reclutar personal indígena de los territorios del Rif.
Desde el principio, su organización, armamento, usos y vestuario fueron distintos al resto de fuerzas españolas, en consonancia con las costumbres, tradiciones y aficiones de los militares africanos. Botas-alpargatas, chilabas para protegerse del frío, que en el uniforme de gala se cambian por sulham y ligeras capas blancas llamadas alquiceles; bolsas de cuero ricamente repujadas… Todas prendas características de los campesinos rifeños.
Sus tarbush de color rojo, sus capas y sus uniformes ‘color garbanzo’; sus 90 pasos por minuto los siguen distinguiendo rápidamente del resto de unidades de las Fuerzas Armadas, pero también su valor.
La bandera del Grupo nº 52 de Regulares es la más condecorada del Ejército español, con nada menos que nueve corbatas de la Cruz Laureada de San Fernando, la más exigente del mundo.
Un siglo después, su cuna, el Fuerte de la Purísima, en la parte alta de la Ciudad Autónoma, sigue siendo un espacio emblemático con su foso y su enorme portón de entrada, pero no es el único. La ciudad de Melilla está rodeada de fuertes.
Se comenzaron a construir a finales del siglo XIX, allá por la Guerra de Margallo, y todavía se conservan ocho de ellos. Los más curiosos, Fuerte Camello, en el barrio Virgen de la Victoria; y el de Rostrogordo, un pentágono irregular rodeado por un foso, que actualmente alberga un complejo de ocio entre pinares.
Luego vinieron años de crecimiento. Los Regulares se reorganizaron en varios Grupos, hasta que el final del Protectorado español en el Norte de África y los nuevos tiempos fueron arriando banderas en Melilla. En 2002 en el Cuartel Alfonso XIII, y el 23 de enero de 2006 se arriaba por última vez en el acuartelamiento Santiago.
En todo este tiempo han sido miles los muchachos que han llegado asustados a esta ciudad africana. Lo sabe bien Merche, que antes de estar en el Casino conoció durante treinta años muchos soldados de reemplazo. ‘Eran niños, mis niños, les decían que se venían a Melilla y se les hacía un mundo. Algunos pensaban incluso que aquí iban a encontrar leones, como es África… Había que ayudarlos mucho, también en lo material, porque no ganaban casi nada’.
Pero al marcharse de aquí, los sentimientos de los soldados eran siempre bien distintos. Todos la recuerdan con cariño. La prueba, las más de doscientas solicitudes de jurandos para la ceremonia solemne de este año, y los miles de comentarios en los foros de Internet donde varias generaciones recuerdan su paso por Melilla.
Las webs de la Hermandad y del Centenario de Regulares están llenitas de los que sueñan con volver a pisar estas calles. De los que añoran la vida asceta en las Islas Chafarinas, en el Peñón de Alhucemas, o en el Peñón de Vélez de la Gomera, tres enclaves españoles en el mar de Alborán que actualmente sólo tienen la suerte de visitar los Regulares encargados de su custodia.
El Casino Militar, uno de los edificios más antiguos de toda Melilla, levanta su soberbia fachada, la única que conserva un escudo republicano, en la Plaza de España, un espacio muy representativo. Aquí está también, rodeando el círculo frondoso de la plaza, el Gobierno de la Ciudad Autónoma, en el antiguo Palacio de la Asamblea, una construcción art decó cuya planta representa una corona ducal.
Entramos en el Casino por casualidad, para tomar el primer pulso a la historia de los Regulares, pero nos reciben con tanta amabilidad que se nos pasa la mañana charlando de lo humano y lo divino.
El que fue un exclusivo Club de Oficiales está ahora abierto al público como centro cultural, donde puede se tomar una buena tapa con el aperitivo –porque aquí en Melilla las tapas son gratis- o disfrutar con alguna de las exposiciones y citas culturales que alberga cada mes.
Ahora mismo, en la primera planta, la exposición ‘100 años de Regulares’ muestra en fotografías el pasado y presente de este cuerpo de élite. Y en el vestíbulo nos recibe una soberbia maqueta del Peñón de Vélez de la Gomera realizada por tres militares de Artillería.
Otros lugares emblemáticos son la Asociación Deportiva Militar comúnmente conocida como La Hípica; el Club de Suboficiales General Bañuls y el Club de Tropa, más cerca del mar, en pleno paseo marítimo. Son edificios que también se han abierto a la ciudadanía civil, como toda Melilla.
Los tiempos actuales con la profesionalización de los Ejércitos y la reducción de tropas a favor de la paz y de la tecnología no han hecho perder a esta ciudad su carácter militar. Pero poco a poco desaparecen los antiguos cuarteles, que tantas hectáreas preciosas ocupan.
Los muros blancos de los acuartelamientos dejarán paso, muy pronto, a nuevos edificios de viviendas o a espacios públicos que mejoren esta ciudad estrangulada por falta de espacio. El más codiciado, el de Caballería, frente al mar.
En la parte alta de la ciudad, en ‘la Base’, un nuevo recinto que también lleva el nombre de ‘Alfonso XIII’, se están instalando poco a poco las armas de Artillería, Ingenieros, Caballería, Regulares e incluso la Legión. Dentro está el Museo de Regulares, con su Sala Histórica, donde nos espera un recorrido por su vida, sus éxitos, sus trajes tan peculiares.
Otro de los lugares donde Melilla recuerda su pasado es el Museo de Historia Militar. Está en el baluarte de la Concepción, en lo alto de la ciudad vieja, también conocida como Acrópolis, La Ciudadela o, mucho mejor, ‘el Pueblo’, como la llaman los melillenses. Declarada Conjunto Histórico Artístico, es una imponente fortaleza de piedra que se adentra en el Mediterráneo como proa de buque con sus cuatro recintos amurallados. Recorriendo sus callejas empinadas y tortuosas se encuentran todavía muchos secretos.
El Puerto, que ha robado metros al mar como en la mayoría de ciudades españolas, acoge ahora una de las mejores zonas de copas, Puerto Noray. Desde aquí parten cada día los barcos de Acciona Trasmediterránea que unen la Ciudad Autónoma con Málaga, ocho horas de travesía por el mar de Alborán.
Más al oeste, donde terminan las aguas territoriales españolas, Marruecos está construyendo un dique que –nos cuenta un melillense- ‘no tiene ningún sentido, y parece amenazar de lejos con cercar Melilla’.
Aquí el clima ayuda mucho. Mientras en la mayor parte de la Península se vive bajo cero, los melillenses disfrutan de un invierno templado que dura bien poco, y una temperatura promedio de 18ºC durante todo el año.
La recién estrenada primavera es un momento perfecto para visitarla. Pero también el verano, que aquí no derrite las aceras, y el otoño que, a falta de hojas de colores, se tiñe aquí con luz intensa.
La plaza de las Cuatro Culturas, al pie de la ciudad vieja, es el ágora por excelencia.
Durante siglos fue una zona de playas en la desembocadura del río de Oro; luego los limos fueron ganando terreno al Mediterráneo y se convirtió en zona de huertos, mercado, y punto de partida de las líneas de autobuses a todos los puntos del Protectorado español.
Desde hace poco, la nueva Oficina de Turismo de Melilla acoge aquí al viajero con calidez para contarle por qué las cuatro culturas, cristiana, musulmana, judía e hindú forman parte del logotipo turístico de Melilla, con su ‘m’ minúscula.
Justo enfrente, la cafetería Navona prepara un té a la menta muy bueno, que aquí se sirve en vaso alto, al estilo de Melilla; en vez de en tetera, como en los países del Magreb. Muy cerca, en la esquina de la calle Francisco de Miranda nos recomiendan los pinchos morunos del bar Sevilla, que abre cada tarde a partir de las ocho, como casi todos los que rodean el Mantelete. Antiguo mercado inaugurado a finales del XIX, es ahora la sede de la Consejería de Fomento, pero conserva la estructura metálica original.
No hay más que callejear un poco para darse cuenta de que la mezcla de culturas no es aquí una opción. En la terraza de la cafetería Los Arcos, tras la plaza de Menéndez Pelayo y junto a la iglesia del Sagrado Corazón, dos melillenses pasan la tarde.
Uno, un señor de unos sesenta años, vestido al estilo occidental, católico seguramente, lee el Melilla Hoy mientras saborea un té moruno. A su lado, una anciana octogenaria con túnica, babuchas y velo islámico, da cuenta de un café con leche con churros mientras hojea concentradísima La voz de Melilla.
El camarero y la cocinera, musulmanes a todas luces, nos preguntan con acento entre árabe y andaluz, en perfecto castellano, si el pan con tomate lo queremos en rodajas o al estilo catalán.
El té a la menta, soberbio, generoso de azúcar y hojas de hierbabuena, reconforta el estómago y trae al paladar los sabores del verano que ya llega en Melilla.
A la jura de bandera, que este año es más emotiva que nunca porque conmemora el Centenario de Regulares, acuden hombres y mujeres con ropas livianas. Ellos, de traje y corbata; ellas, elegantes con sus mejores vestidos, alguna con tocado. Todos firmes, emocionados.
El escenario de la celebración es la plaza Multifuncional de San Lorenzo, cerca del Puerto. El Comandante Militar pasa revista a la Fuerza y comienza el acto. Cientos de voces juran a una fidelidad a la Bandera. Se hace un silencio intenso cuando dos de los civiles presentan el Homenaje a los que dieron su vida por España.
Llegan los Guiones y los Banderines históricos de Regulares, suena el Himno de España, el de Regulares con la música de la Nuba, que además de cornetas y tambores ambienta la plaza con las notas exóticas de la chirimía, los panderos, los timbales morunos…
Salimos de Melilla con los ojos todavía húmedos de emoción y la sensación de orgullo y de respeto por nuestro país que transmite aquí tanta gente buena.
Uno de nuestros amables compañeros de jura, Pedro López-Quesada, de la Asociación de Milicias Universitarias, nos presta antes de irnos un magnífico libro de José Montes Ramos que recoge con detalle toda la historia del cuerpo. Editado por Agualarga, se titula ‘Regulares’.
Este recorrido por la historia de Regulares es, por supuesto, sólo una de las emociones que esperan al viajero en Melilla, que esconde muchas sorpresas, merece muchos viajes.
Dejamos para los próximos un recorrido por las calitas y los acantilados que rodean ‘el Pueblo’; un paseo por el Modernismo de Enrique Nieto; una jornada de compras aprovechando el ‘puerto franco’; la Feria de la Virgen de la Victoria en septiembre; una visita a los Museos de Peñuelas, que acaban de inaugurarse en unos antiguos almacenes del recinto amurallado…
GUÍA PRÁCTICA DE MELILLA
Air Nostrum une Melilla con la Península
Air Nostrum vuela varias veces cada día a Melilla desde Madrid, Málaga, Valencia, Almería y Granada. Además de estas rutas, la compañía recupera este verano la ruta Melilla-Barcelona para las semanas de mayor demanda de julio, agosto y septiembre, con tres vuelos semanales en cada sentido.
Durante el año pasado, más de 160.000 viajeros volaron con Air Nostrum a Melilla, muchos de ellos aprovechando las tarifas promocionales, que se pueden reservar en la web de Iberia, a través del teléfono de Serviberia (902400500) y en agencias de viaje.
El servicio a bordo es impecable, con una calidad que ya no es habitual en vuelos nacionales. Si además eliges volar en clase Business, disfrutas de parking VIP gratuito en Madrid, Barcelona y Valencia, mostrador exclusivo de facturación, mayor franquicia de equipaje, más puntos Iberia Plus, salas VIP, y un servicio muy especial.
Además de prensa gratuita, descubres la alta calidad de su gastronomía, porque muchos de sus productos tienen Denominación de Origen, y saben mucho mejor servidos en vajilla de porcelana, con copas y vasos de cristal.
Air Nostrum no sólo es una de las aerolíneas más premiadas del mundo por su servicio, también ha recibido galardones por su flota. Compuesta por aeronaves de vanguardia, combina reactores y turbohélices, como los AT72 que vuelan a Melilla, perfectos para las características de su pista de aterrizaje.
De tapas por Melilla
En todos los bares acostumbran a poner una tapa con la caña o el vino. Generosas y ricas. Hay muchos lugares por toda la ciudad, da gusto descubrirlos caminando. Aquí van algunas sugerencias para abrir boca.
La Alpujarra. Bodeguita y asador. Especialidad en carnes a la brasa. Buenísimo el plato alpujarreño. En el Cargadero, donde antiguamente se embarcaba el mineral. Cierra los lunes.
La Traviata. Cocina mediterránea, vinoteca y pescados y mariscos de la bahía como calamares, mero, gambas, langostinos, adobos… En la calle del Ejército Español, cerca ya de la Plaza de España, centro de la ciudad modernista. Cierra los domingos.
La Taberna Andaluza. Embutidos ibéricos y cocina del sur, carnes a la parrilla. En la plaza de las Cuatro Culturas.
La Gaviota. Un clásico donde hacen la plancha de maravilla. En la calle Castelar, que sube al cementerio.
La Roca. Un restaurante nuevo en Melilla la Vieja. También sitio de copas, de barriletes.
Ambigú de la Asociación de Vecinos de ‘El Pueblo’. Un lugar clásico de encuentro en la ciudad vieja.
Club Escorpio de Aventuras. En la ciudad vieja. Además de tomar algo en su local, hay que aprovechar para conocer esta asociación sin ánimo de lucro que organiza excelentes rutas desde Melilla, viajes por el desierto… En su web está toda la información.
Restaurante Granada. Más conocido como Casa Juanito, especialista en mariscos frescos y pescados a la sal. En la zona que llaman ‘la Industrial’.
Restaurante Los Salazones. Especialidad en arroces, parrilladas de pescado y frituras. Otro clásico en el Paseo Marítimo.
Para alojarse
El Parador de Melilla tiene las mejores vistas de la ciudad. Sus dos puntos fuertes son la amabilidad de su personal y su situación. Está muy céntrico, al final de una cuesta muy empinada, justo encima del Parque Lobera, un lugar perfecto para visitar con niños.
Merece la pena una visita la terraza del Parador, que pide a gritos unas mesas para disfrutar del buen tiempo que aquí dura casi todo el año. Las habitaciones más grandes están en la quinta planta, y cuenta con unas pocas de fumadores en la segunda.
Más información en Internet:
Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés
Con un agradecimiento especial a:
Air Nostrum
Grupo de Regulares nº52, especialmente al Subteniente Luis López de la Manzanara
Luis Segura Quesada y Pedro Gómez Pizarro, Hermandad de Veteranos de Regulares
Ángeles y Merche, Casino Militar
Teniente Coronel Antonio Vázquez Cabrero, Comandancia General de Melilla
Pedro López-Quesada, Milicias Universitarias
Personal de la Oficina de Turismo de Melilla
Destinos relacionados
-
Escapada estival festiva en Vilanova de Arousa
-
Tesoros de Honduras (VI)
-
El Espacio Iberia aterriza en la Gran Vía Madrileña
-
Wow, el nuevo distrito cultural de Oporto
-
Tesoros de Honduras (V) Gracias, Lempira
-
Tesoros de Honduras (IV). Santa Rosa de Copán. Hacienda Montecristo
-
Tesoros de Honduras (III) Santa Rosa de Copán, un paseo urbano
-
Tesoros de Honduras (II) Sitios arqueológicos de Copán y El Puente
-
Tesoros de Honduras (I)
-
Selva Negra Ecolodge, un ejemplo de sostenibilidad en Matagalpa, Nicaragua
-
Deslumbrante Catar, para visitar sin demora
-
Anantara Vilamoura, un hotel único que respira Algarve
-
Tivoli Marina Vilamoura, lujo delicioso en la costa sur de Portugal
-
Las mejores rutas en tren para descubrir Galicia este verano
-
Una escapada a Esauira, novia del Atlántico
Jaime (no verificado)
13.10.2011 - 10:33
¡Hola a quien lo lea!
Tengo ilusión por visitar Mellila porque mi abuelo estuvo allí destinado y no la conozco.
Me gustaría recibir consejo sobre alojamiento: Tengo dudas entre el Parador y el Hotel Tryp Mellia Puerto y me gustaría saber cual es la mejor opción.
Ruego orientaión. GRACIAS
Goñi (no verificado)
15.01.2013 - 16:15
Hola Pedro, soy Goñi ¿te acuerdas? Me he metido en esta pagina y he visto que aun sigues en Melilla. ¿Qué tal estáis Mª Carmen tu y tus hijos, seguro que ya eres abuelo. Yo aun no, pero espero serlo algún día.
Yo aunque no soy de Melilla, pero desde que la conocí dejó en mi una huella, siempre cuando hablo de ella lo hago con cierto cariño.
Deseo que os encontréis bien.
Un saludo afectuoso.
Goñi