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El Chiado, un viaje al pasado por la Lisboa más vintage
EXPRESO - 08.03.2010
Como pocas ciudades en el mundo, Lisboa conserva intacto el sabor de otros tiempos en sus calles empedradas, en sus tranvías, en sus tiendas centenarias. Te invitamos a acompañarnos en un viaje al pasado que se respira todavía en sus rúas; a comprar en las lojas de toda la vida; te proponemos una ruta muy especial por el barrio más vintage de Lisboa, el Chiado.
Comenzamos el viaje en la Avenida da Liberdade, un boulevard arbolado que fue en tiempos jardín público de la ciudad, y a mediados del siglo XIX se convirtió en una de las zonas preferidas por la burguesía para levantar sus mansiones.
Aquí se encuentra uno de los mejores hoteles de la capital portuguesa, el Tivoli Lisboa, que debe su nombre al antiguo teatro Tivoli, situado casi enfrente.
Esta ruta Vintage por las lojas -tiendas- más antiguas de Lisboa es una de las T/Experiences que se pueden reservar en los hoteles de la cadena Tivoli.
Ya hemos recorrido Lisboa en sidecar y esta vez nos apetece caminar, así que elegimos una ruta a pie por la Lisboa más vintage.
Abajo nos espera Sofia Lobao, que va a ser nuestra guía por el barrio del Chiado, en una de las colinas de la ciudad.
Bajando por la Avenida da Liberdade nos encontramos la Embajada de España a la derecha, un edificio majestuoso de aspecto francamente descuidado. Es todavía una zona de teatros, aunque ya degradada.
Continuamos bajando y llegamos a la Baixa, un barrio que se extiende desde la plaza de Rossío a la del Comercio. Fue reconstruido tras el terremoto de Lisboa de 1755 por el Marqués de Pombal, que trajo a la capital portuguesa el aire geométrico del ensanche parisino diseñado por Barón Haussmann.
Antes de subir al Chiado aprovechamos para hacer una parada en el Largo de Sao Domingos, que hace esquina con la plaza del Rossío, para tomar una ginjinha en Espinheira y coger fuerzas para tanta cuesta como nos espera.
Justo detrás, en la rúa D. Antão de Almada, merece la pena entrar un momento en la iglesia de São Domingos.
Por fuera parece como las demás, pero sorprende su interior rojizo que fue devorado por las llamas el 25 de agosto de 1988, en el incendio que destruyó el centro de Lisboa. Aunque rehabilitada, mantiene las huellas de aquel trágico acontecimiento y resulta sobrecogedora.
Un poco más adelante está la manteigaría Silva, fundada en 1908. es el único que pervive de aquellos establecimientos que, a pesar de su nombre de mantequería, ofrecían toda clase de alimentos, muchos de ellos ultramarinos, y los más selectos que se producían en Macao, Goa, Brasil o Mozambique.
Aquí se puede encontrar un amplio surtido de quesos, jamones, conservas y dulces tradicionales de todas las regiones portuguesas.
Al lado, propiedad de la misma familia, la ‘Casa do Bacalhau’ (casa del bacalao), donde venden los mejores ejemplares salados de este imprescindible de la gastronomía portuguesa.
Desde la plaza del Rossío podríamos subir al Chiado en el elevador de hierro de Santa Justa. Cuesta lo mismo que un viaje en tranvía y está abierto todo el día, hasta las nueve de la noche. Pero resulta también muy agradable ascender por la rúa do Carmo, para ir empapándose despacio de su ambiente
A media cuesta encontramos la antigua joalharia do Carmo, y la luvaría Ulisses, una minúscula tienda de guantes (luvas, en portugués) fabricados por la misma familia desde 1925. Aquí se puede comprar una pieza única desde menos de 50 euros.
Los más caros, los de pekari, por unos 120 euros. ‘Se siguen haciendo con el método artesanal de toda la vida. No ha cambiado nada. Si acaso, los colores, que ahora son más atrevidos’, nos comenta su propietario, Carlos Carvalho.
Siempre hubo aquí grandes almacenes, como los Grandella, donde se originó el incendio que arrasó casi todo el Chiado lisboeta, y ahora también.
Pero lo único que se mantiene igual tras la magnífica reconstrucción del barrio por el arquitecto Álvaro Siza Vieira son las fachadas. Sus espacios interiores han sido ocupados tiendas como Stradivarius, Starbucks, Abreu Viagens, Fnac…
Si se sigue subiendo se llega a la rúa Garret. Aquí está la ourivesaria Aliança, una de las joyerías más espectaculares de la ciudad.
Enfrente, Carlos A. Dos Santos saca cada día su pequeño Jardim de Flores sobre el empedrado bicolor de la acera, y vende plantas y flores naturales en el portal de una casa cubierta de azulejos azules.
Poco más arriba, la librería Bertrand, que tiene sucursales en Lisboa y en otras ciudades, mantiene su local original de 1732, el más antiguo del país en funcionamiento. A pesar de ello, en su interior vende las últimas novedades editoriales.
La librairie de A. Ferin, en la rúa Nova de Almada, tiene también más de 150 años. Pero si se buscan libros antiguos, en la parte alta de la calle Garret pueden encontrarse varias librerías de viejo, junto al mundialmente famoso café A Brasileira.
Lugar muy frecuentado por Pessoa, es hoy uno de los pocos locales de la zona en los que se puede fumar, y organiza todavía tertulias y actos culturales.
Al final de la rúa Garret, en el Largo de Chiado, se encuentra la tienda original de Vista Alegre, las porcelanas y cristales más famosos del país, fundada en 1824.
Lisboa fue la primera ciudad con ese suelo empedrado que tanto caracteriza a las urbes portuguesas y que, por influencia de estas, se implantó en las zonas viejas de las ciudades brasileñas. Caminando por la ciudad pueden descubrirse cientos de diseños diferentes.
Carabelas, delfines, cangrejos, estrellas de mar, lagartos, flores, sirenas, cenefas de los más variados diseños, siempre en pequeños trozos irregulares de caliza y basalto.
Es tan tradicional esta forma de cubrir aceras y calzadas, que los lisboetas han levantado una estatua en homenaje a los calceteiros. Está muy cerca del Rossío, en la rúa da Vitória, frente a la iglesia de san Nicolau.
Un poco más arriba, en una placita llamada Largo do Carmo, se pueden ver aún los impactos de bala que hicieron los militares el 25 de abril de 1974.
A pesar de que la Revolución de los Claveles es mundialmente conocida por no arrastrar ni un solo muerto, sí hubo una víctima, que se llevó por error la única bala perdida.
En la plaza Luis de Camoes entramos uno de tantos kioscos tradicionales que hay por toda la ciudad, ahora han sido reconvertidos en bares con terraza donde se sirven licores portugueses.
Por aquí pasa el antiguo tranvía 28, el más famoso de los tranvías de la ciudad, que utilizan tanto viajeros como lisboetas, y que hace un recorrido por los lugares más turísticos hasta terminar en el Barrio de Graça, en el mirador de Nossa Senhora do Monte.
Bajando hacia el río Tajo por la rúa Alecrim encontramos la farmacia Andrade, que mantiene la misma estructura de madera y el mismo reloj que tenía cuando abrió sus puertas en 1837.
En el largo (plaza) de Sao Carlos, está la casa natal de Pessoa. Aquí jugaba el escritor de pequeño. Justo enfrente, el Teatro Nacional Sao Carlos, muy frecuentado por su padre que, aunque era funcionario, ganaba un sobresueldo como crítico de ópera, y por su madre, que tenía una gran cultura musical.
Pero de todas las tiendas vintage que se pueden encontrar en Lisboa quizá la más auténtica sea, curiosamente, una que ha abierto sus puertas hace bien poco, en 2006.
A vida portuguesa es un encantador proyecto de la periodista Catarina Portas que ha rescatado los antiguos productos que marcaron la vida de los portugueses en el siglo XX.
Ella ha logrado que las pequeñas fábricas artesanas a punto de cerrar y otras que ya lo había hecho, retomen la elaboración de perfumes, telas, galletas, velas… Su tienda está en la rúa Anchieta y es un placer perderse entre sus estanterías.
Muy buena idea si se quiere comprar un regalo entrañable y bonito. Por ejemplo, una de las clásicas andorinhas de Bodalo Pinheiro, reeditada siguiendo los moldes originales del artista.
Bajando por la rúa de Camoes hacia Sao Roque está el café Carioca, y el restaurante Tavares, fundado en el siglo XVIII.
A media escalinata de la rúa Nova Sao Francisco, el Espazo Fábulas, un café restaurante próximo a la zona universitaria, muy frecuentado por los estudiantes, que aprovechan el acceso gratuito a Internet.
Todo el local está decorado con aparatos y máquinas antiguas, y funciona como galería de arte, organizando a menudo exposiciones. No hay que perderse uno de sus famosos brunch.
Es nuestro último día en Lisboa. Esta noche cogeremos el Lusitania, uno de los trenhotel de Renfe, que nos llevará hasta Madrid sin apenas darnos cuenta, viajando toda la noche plácidamente en una cabina doble con baño completo y camas de verdad.
Así que no así que no nos resistimos a despedirnos de la capital portuguesa con una comida espectacular en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, el Terraço, en la última planta del hotel Tivoli Lisboa.
Nos han dicho que su ‘sopa de morangos’ es sencillamente insuperable.
Texto: Federico Ruiz de Andrés; Fotos: Ana Bustabad Alonso
Agradecimientos:
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