Hotel Santemar, mi casa en Santander

EXPRESO - 15.03.2016

Ana Bustabad Alonso, periodista

No puedo evitarlo, me gustan los buenos hoteles. Qué digo gustarme, me encantan los hoteles buenos. Si tuviese suficiente dinero viviría en un hotel para siempre...

No puedo evitarlo, me gustan los buenos hoteles. Qué digo gustarme, me encantan los hoteles buenos. Si tuviese suficiente dinero viviría en uno de ellos para siempre. Ese crujir sedoso de las sábanas bien planchadas; ese despertar sin obligaciones, como si las vacaciones fuesen eternas; esa ducha a la temperatura y presión de agua perfectas; ese café expreso que te espera sin esfuerzo previo, listo para acompañar la primera lectura de nuestro EXPRESO…

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Normalmente, mis hoteles preferidos tienen vistas al mar, cuanto más cercanas mejor; piscina privada o en su defecto jacuzzi o una gran bañera asomada al océano; palmeras y rincones agradables donde disfrutar de la vida sin prisas. Mejor, si hay zapatillas y albornoz blanco con logotipo, buena arquitectura y habitaciones amplias con decoración cálida o sorprendente…
Pero después de haber dormido en centenares de hoteles de varios continentes, hay algo que valoro por encima de todo: que se respire el buen ambiente del personal; un equipo perfectamente ‘engrasado’ e ilusionado que consiga sacar de cada profesional lo mejor de sí mismo. Puede parecer un concepto etéreo, pero es algo que se percibe inmediatamente en un hotel, y que lo hace triunfar.
Se percibe en detalles que rezuman cariño, en eventos coordinados al milímetro, en iniciativas nuevas y frescas que sorprenden al huésped, en sonrisas, trabajos bien hechos, en una evolución constante… Ya se sabe que agua que no fluye se estanca y corrompe.
Así es el hotel Santemar de Santander (España), en la hermosa Cantabria, uno de mis hoteles preferidos del mundo. Su equipo, claro, es un equipo de profesionales ilusionados que reparte sonrisas y buen hacer todo el rato. Desde el vídeo con el que cada diciembre felicita la Navidad a sus huéspedes hasta las tareas rutinarias del día más gris del año, que ellos convierten en especial.
Alojarse aquí es garantía de un buen despertar; se lo digo yo, que tengo un despertar difícil.
Y a esa ventaja suprema se unen las ventajas objetivas de este hotel feúcho por fuera que, sin embargo, compensa con su situación y unas magníficas vistas al Sardinero, una de las playas más bonitas del Cantábrico.
Buenas habitaciones, limpieza impecable, un servicio de 10 desde la recepción al restaurante, pasando por todos los departamentos de este hotel, el más grande del norte español.
Y eventos increíbles como las Jornadas Gastronómicas de la Caza cada marzo, por favor no se las pierdan; la noche de Halloween más ‘currada’ que hayan visto, #desayunostuiteros para invitar a los amigos, picnics de verano en la playa o el San Valentín más romántico que puedan soñar. Todos salen de cine porque el equipo del Santemar se vuelca en ellos con toda su profesionalidad, que es mucha.
En cuanto los prueben querrán conocer los nombres de todos ellos para agradecérselo uno a uno. Yo tampoco los sé, pero sí que el gran capitán responde al nombre de Francisco Agudo, y que él transmitirá sus felicitaciones a todos.
Vayan, reserven una escapada al hotel Santemar, se lo recomiendo sin fisuras, preciados lectores. Sentirán en carne propia la admiración y el cariño que me han llevado a escribir estas líneas. Espero que a la vuelta nos lo cuenten.
cazasantemar

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