A estas Navidades no llegamos en tren

EXPRESO - 27.10.2014

Eva Blanco, periodista

Intentar hacer una compra en la web de Renfe a dos meses vista desde algunos destinos es todavía un asunto de ciencia ficción. La pantalla devuelve un mensaje insidioso: “no hay trenes en ese trayecto”…

Cada año, la segunda feria turística con la que el equipo de Expreso comienza el año, la primera importante en territorio español, es Fitur, en Madrid. Hace meses que tenemos comprados vuelos, alojamientos, pero los compañeros que van en tren lo tienen más crudo.

sintrenHacer una búsqueda, intentar hacer una compra en la web de Renfe a tres meses vista es todavía un asunto de ciencia ficción. La pantalla devuelve un mensaje insidioso: “no hay trenes en ese trayecto”. Para ser más exactos, “no existe conexión directa o este tren no circula en la fecha solicitada”.

Y una se queda con la preocupación de saber si es que eliminarán esa línea, como tantas otras antes, o simplemente resulta que desde la operadora ferroviaria española no son capaces de organizarse con semejante antelación.
La sorpresa aumenta al probar con un billete para las próximas Navidades, tan próximas que los estantes de los supermercados, como dice @Trenfe, un perfil caricaturesco en Twitter, lucen ya repletos de turrones, mazapanes y demás aderezos navideños. Tampoco.
Solo aparecen algunos trayectos en Alta Velocidad, y no todos. Los que somos habituales de estaciones y andenes lo sabemos; quienes se acerquen de cuando en cuando a la web de Renfe pensarán seguro que este es un país muy poco conectado. ¿Tanto cuesta, al menos, colgar un mensaje avisando que no están cargados los horarios?
Podríamos preguntar, como otros años, al departamento de comunicación de la empresa pública, pero recibiríamos una respuesta que ya nos sabemos de memoria: “está cortada la venta por el cambio de servicio y ajuste horario, pero pronto saldrán a la venta”. Esto, que sucede a veces con menos de un mes de antelación, les debe de parecer normal. A nosotros no.
Se entendería solamente si las plazas fuesen más que suficientes para cubrir siempre la demanda. Pero no es el caso. Mientras en algunos trayectos y horarios las frecuencias casi se superponen de manera irracional, damos fe de que en otras resultan muy escasos. No es la primera vez que para volar desde Madrid tenemos que coger un tren en Valladolid –doscientos kilómetros- con ocho horas de antelación a falta de plazas más adecuadas.
Y así cada otoño, y cada primavera, para que luego digan que los viajeros españoles reservamos a última hora. Al menos en tren, no hay otra manera de viajar. Claro, hay que tener en cuenta que la política del Ministerio de Fomento respecto a los trenes y de la propia Renfe es primar algunos “alta velocidad” como los Madrid-Barcelona para ejecutivos apresurados con maletín o bolsa sospechosa, que de todo abunda últimamente; esos a quienes no importa pagar tarifas completas de las que a veces nos hacemos cargo todos.
No vaya a ser que el tren se vea como un medio de transporte romántico, para auténticos viajeros que recorren esta piel de toro por placer, de vacaciones, qué cutre suena ir en tren. Los modernos le llaman “ave” a todo lo que se mueve sobre raíles. Y pronto tendrán razón, la palabra ferrocarril será solo un vocablo arcaico por estos lares.
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