HISTORIAS DEL AVANT (II)

EXPRESO - 01.05.2012

J. Salgueiro Pardo

Es conveniente revisar el billete a pie de ventanilla para comprobar todos los apartados. En el último mes, por dos veces me dieron el billete para distinta hora o día del solicitado. El personal, amabilísimo (es justo decirlo), se lía bastante…

Realmente la aventura empieza en la estación.
Es conveniente revisar el billete a pie de ventanilla para comprobar todos los apartados. En el último mes, por dos veces me dieron el billete para distinta hora o día del solicitado.
El personal, amabilísimo (es justo decirlo), se lía bastante. Eso de que en pantalla te salga la venta anterior, propicia que, si no revisas cada paso, se cuelen datos preinscritos.
Lo de solicitar la posición del asiento en sentido de la marcha, o no, normalmente es inútil. Lo he intentado varias veces, incluso aprovechando que mi mujer conoce a una empleada, y como si nada.
 
Cotilleos aparte, insisto en la importancia de la ‘alta velocidad’ para los desplazamientos terrestres, sobre todo en una región como la nuestra que, por su tamaño, permite la comunicación de sus metrópolis más distantes en una hora o menos; y, por su población, podría plantear su organización social como una sola ciudad.
Aquí parece que siempre se habla de la Alta Velocidad con la mente puesta en la conexión con Madrid. Esto es importante, claro, y, cuando llegue, bienvenida. Pero lo verdaderamente prioritario es nuestra cohesión interna, que permita concentrar la comunicación aérea, no sólo con las ciudades más importantes de la Península Ibérica, sino con el resto del Mundo.
Esa debería de ser nuestra verdadera prioridad. Esa idea, que tantas veces hemos defendido ya, de un Aeropuerto Central, cuyas conexiones con la Ciudad de las Rías  (Coruña-Ferrol)  y con la Ciudad del Sur (Vigo-Pontevedra) se efectúen en poco más de treinta minutos. Peinador y Alvedro pueden ser terminales accesorias del mismo, pero no competir con él, porque eso es la ruina de los tres.
Por eso, los esfuerzos económicos deberían de concentrarse en la conexión con alta velocidad de Vigo y Coruña. Eso sí, con escala en Lavacolla, Aeropuerto Central de Galicia. Con el dinero malgastado para conseguir tres malos aeropuertos, habríamos logrado nuestro AVE hace años. Y habríamos ahorrado mucho en sanidad, en industrias, en universidades…
Por cierto, los del Avant han copiado de los aeropuertos el sistema de embarque, con sus cintas encauzacolas y sus azafatas, siempre muy profesionales y colaboradoras. Pero que nadie se alarme (o, más bien, sí), no hay detector de metales ni solicitan documentación al viajero.
Lo que sí sería de agradecer es que imitasen también los criterios para adjudicar asiento de las compañías aéreas que, como bien es sabido, van repartiendo a la peña homogéneamente en el habitáculo. Aquí no. En este tren nos sitúan a todos apiñados. Si va lleno da igual, pero, si se da el caso de que en un vagón (de 70 u 80 plazas) van ocho viajeros, tened la seguridad de que van juntitos. Y, casi seguro, de espaldas a la marcha.
La verdad es que ya estamos de vuelta, no da tiempo de nada. Tenía que contar otras cosas que me parecen importantes, pero será otro día. Y también algún que otro cotilleo.
Tren rápido Santiago-Orense, abril del 2012
 
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