Reflexiones sobre un reportaje

EXPRESO - 17.07.2011

Manolo Bustabad, periodista

El reportaje de un viaje no es una guía y por más aséptico que se procure, siempre dejará traslucir las sensaciones del autor. La cuestión es si se debe procurar su omisión o no…

La primera premisa para la realización de un trabajo periodístico es la libertad. La independencia para elegir el enfoque. Naturalmente, un fin predeterminado puede condicionar el planteamiento y eso, en si mismo, ya es una restricción.
El reportaje de un viaje no es una guía, no tiene vocación de recopilar todo lo que atañe a un lugar. Y, además, por mucho que se prepare y por más aséptico que se procure, siempre dejará traslucir las sensaciones del autor. Y la cuestión no es si eso es bueno o malo. La cuestión es si se debe procurar su omisión o no.
El fin de cualquier crónica o documental sobre un pueblo o región, aparte de las pretensiones literarias, es darlo a conocer. Esto es tanto como desnudarlo para que sus cualidades y atributos queden a la vista. Pero también sus debilidades y problemas.
En el reportaje de ‘Menorca, una escapada en barco a Ciutadella (publicado recientemente en EXPRESO, en varias secciones) quisimos abrir una ventana más para el que quiera asomarse a su realidad. Pero no seríamos honrados con nosotros mismos si no transmitiésemos, ya no sólo nuestras percepciones, con sus verdades y sus espejismos, sino problemas tan reales que, además de apreciarlos con ojos y oídos, son vox populi    y contrastables en cualquier momento.
Y no son otros que, por una parte, la tirantez entre mallorquines y menorquines, y, ya en la segunda isla, la aversión o al menos indiferencia entre occidentales y orientales; y, por otra, la sensación de aislamiento de parte de la población, de Menorca en general y de Ciutadella en particular. (Porque ya no es lo mismo residir en Maó, que está al lado del aeropuerto y cuya idiosincrasia probablemente difiere bastante).
Estas apreciaciones, además de los signos captados en las conversaciones del día, se nos revelaron nítidamente en el regreso a Mallorca, precisamente por la dureza de la travesía con temporal. Porque casi todos los pasajeros eran habituales y residentes en la zona, de una u otra isla, y la tensión del momento  tuvo el efecto de convertir las cómodas butacas del Ramón Llull en divanes psiquiátricos.
Y esto no quiere decir que todos los moradores tengan el mismo pesar, ni siquiera esporádicamente. Pero lo que es innegable es que las comarcas de Ciutadella (Menorca) y Alcudia (Mallorca), distantes tan sólo 33 millas, entre cuyas gentes ha habido toda la vida relaciones comerciales y afectivas, dependen para sus intercambios de la fluctuación e intensidad del viento del norte sobre el canal. No hay que olvidar que, si el barco no sale, la alternativa es trasladarse a Maó, a 47 Km., para desde allí volar a Palma y recorrer los 60 Km. hasta Port Alcudia. Analícese los medios necesarios con sus costes y sus tiempos.
Por eso el desplazamiento en barco (no barato precisamente) es la opción inevitable casi siempre. ¡Y que pueda navegar…! Que para el mareo y el miedo hay remedios en la farmacia.
Y conste que, si elegimos la anécdota del mareo y alguna ansiedad por arribar a puerto, fue porque la mayoría de los pasajeros, aunque habituales del trayecto, reflejaban miedo y tensión extrema. Y así nos lo manifestaron expresamente.
Lo de menos es el supuesto agobio del reportero. Lo importante, y lo que se trata de expresar, es la debilidad de esa conexión entre islas tan próximas y a la vez tan lejanas y el sentimiento de abandono que transmite la peña.
Eso es lo que nosotros pudimos apreciar. Nuestra verdad.
 

Comentarios

internauta (no verificado)

Me ha gustado mucho esta reflexión, y me ha hecho pensar que a veces nos empeñamos en no ver las cosas desde más puntos de vista que el nuestro propio. También me ha gustado mucho el reportaje de una escapada en barco a Ciudadella, parece que estás allí mismo

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