Las vacas de la India

EXPRESO - 28.06.2011

Ana Bustabad Alonso, periodista

En las calles de las ciudades indias, incluso en sus autovías, puedes encontrarte con casi cualquier cosa. Bicicletas, motos, rickshaws, elefantes, peatones vestidos de mil colores…

 
Pues sí. Las vacas de la India son sagradas.
Así que, como yo no me resisto a acariciar a todo bicho peludo que voy encontrando, y a la mayoría de los perros los tenía vetados porque no me dio tiempo de ponerme la vacuna de la rabia, lo primero que hice fue preguntar:
Aunque sean sagradas, ¿se pueden tocar?
Pues sí. Su privilegiada posición sólo les da derecho a que no las maten y a que no se las coman. Ahí termina todo.
A las vacas de la India les encantan los mimos, como a cualquiera, y comen papeles por los suelos de las calles, o lo que se tercie.
Son bonitas de puro raras, con esas orejas enormes y una pequeña joroba de dromedario incompleto. Además, saben acostarse a dormir todas enroscadas, como sólo había visto hacer a los chiscos y sus congéneres gatunos.
En las calles de las ciudades indias, incluso en sus autovías, puedes encontrarte con casi cualquier cosa. Bicicletas, motos, rickshaws, peatones vestidos de mil colores, perros, cabras, coches, dromedarios, elefantes, camiones decorados con filigranas… Todos se mueven perfectamente coordinados a un ritmo endiablado, sin apenas espacio para circular, sin retrovisores casi, y a pitido limpio.
Eso sí, en cuanto aparece una vaca, la maraña de tráfico se para en seco, se hace el silencio, y hombres y animales esperan pacientemente a que la criatura termine de cruzar.
Ni un rasguño. Pero tampoco una caricia. Las vacas de la India están deseando que les den mimos. Y, cuando lo haces, se te quedan mirando embobadas, con esos ojos grandes, inmensos.

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