A la salud de Seve

EXPRESO - 07.05.2011

Ana Bustabad, periodista

En Valladolid, desde donde Expreso sale cada día al mundo, el cielo se ha vestido también de gris y de agua para llorar a Seve…

El hombre del Tiempo ya lo intuía: ‘mañana amanecerá nublado, bajarán las temperaturas en toda España’. No sé cómo se habrá levantado hoy Cantabria, esa tierra fecunda y acogedora donde deja tantos amigos. No quiero saberlo, porque sospecho una imagen lánguida, desolada. En Valladolid, desde donde Expreso sale cada día al mundo, el cielo se ha vestido también de gris y de agua para llorar a Seve.
El mundo es esta mañana un poco más inhóspito porque se nos ha ido un gran deportista, un gran hombre. Severiano Ballesteros se lleva en su último viaje una mochila cargadita de trofeos, pero sobre todo parte con el cariño y el respeto de cuantos lo conocieron y de los millones que lo admiramos.
Seguramente suenen a ejercicio presuntuoso estas cuatro líneas de alguien que no tuvo el honor de conocerlo. Nunca pude coincidir con él, ni saber más que lo que los compañeros de la prensa deportiva y generalista publicaron en tantas páginas de éxitos.
Tampoco puedo esgrimir como excusa para este pequeño artículo en Expreso que era un gran viajero. Su vida privada era, eso mismo, desconocida para la mayoría. Sólo supe que los cántabros se sentían orgullosos de tenerlo cerca, en su casa de Pedreña. Recuerdo presentirla a lo lejos desde la Regina, la barca que parte cada día de Somo y atraviesa la bahía de Santander. ‘Ha querido quedarse su tierra’.
Da igual si el resultado está siendo tan sencillo que no merece siquiera lectores. Simplemente, es que el teclado no consigue hoy producir otra cosa que esta humilde despedida.
Era un hombre interesante. Se veía discreto, amable y reservado, todo un caballero que nunca dio que hablar. Por lo poco que llegaba a los medios, sé que sufrió, también que disfrutó mucho de la vida. Se ha muerto joven. Es que arrastraba una larga enfermedad que pudo más que su lucha, me cuentan. Definitivamente, las personas que merecen la pena siempre se mueren demasiado jóvenes.
Ya me voy. Aquí dejo un abrazo emocionado para los que lo quisieron, y un recorrido por su tierra hermosa, de Liébana a Santoña, para que disfrutéis a su salud la tarde, o el fin de semana que comienza. O la vida. Sé que a Seve le hubiera gustado. Buen viaje.

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