El viaje de Lucas

EXPRESO - 13.08.2010

Clyde, gato viajero

El sol de invierno se escapaba ya entre los olivos cuando subió en coche por primera vez. La ilusión le duró poco. Tres o cuatro curvas. Luego, unas manos que lo lanzaban al asfalto en marcha…

El viaje de Lucas comenzó una tarde de febrero. El sol de invierno se escapaba ya entre los olivos cuando subió en coche por primera vez. Nervioso, pequeño, pegado el afilado hocico al cristal, alerta sus desmañadas orejas de galgo.

La ilusión le duró poco. Tres o cuatro curvas. Lo siguiente que sintió fue el aire frío entrando por la ventanilla. Luego, unas manos que lo levantaban y lo lanzaban al asfalto en marcha.
El golpe contra el suelo no fue lo que más le dolió. Al fin y al cabo, sus huesos de bebé eran flexibles. Lo peor fue la tristeza de saberse de pronto solo, en el arcén, sin más compañía que algunas pulgas que nadie se había molestado en ahuyentar nunca.
De pronto, unas luces potentes. El chirrido de unos frenos. Una puerta que se abre. Y un ángel bueno que cambió el frío de aquella cuneta por un abrazo caliente. Acababa de comenzar el mejor viaje de su vida.
La siguiente etapa llevó a Lucas desde el Sur de España a una casita de campo en el municipio coruñés de Cambre. Más de mil kilómetros a bordo de una furgoneta de mensajería, como un regalo tembloroso, hasta los brazos de Esther y Manuel, que llevaban muchos días esperándolo.
El frío húmedo del Norte se le pasó enseguida con un reluciente abrigo de cuello vuelto y los lametazos de Petra y Púa, que miraban pasmadas su estrafalario atuendo azul.
Han pasado ya seis meses, y Lucas disfruta de su primer verano en tierras gallegas. Sus patas a medio crecer son tan rápidas que no hay quien le gane una carrera. Ya se ha comido un felpudo nuevo, un collar de diseño de color rosa chicle y más de cuatro hamburguesas a la plancha.
A veces mira por la ventana, ensimismado, y se le humedecen los ojos negros. Otras se muere de risa recordando aquel abrigo de cuello vuelto. Cuando el calor lo vence se tumba en la hierba, a la sombra, tan largo como un día sin pan. Y sueña.
Seguramente en sus ronquidos nerviosos cabe más de un viaje. El suyo y los de aquellos compañeros de pulgas que todavía esperan en las cunetas de toda España por un abrazo caliente.
Como Jerry, que lleva un año en Marín sin que nadie haya preguntado por él, o Nerga, que se perdió del susto en las calles de Vigo, o la perrita viejiña que ha aparecido esta semana medio ciega en una playa de Ferrol.
Tú puedes hacer realidad el viaje de sus sueños.
 
Desde aquí queremos dar las gracias a tantas personas generosas que, como Esther y Manuel, hacen realidad los sueños de millones de Lucas. Y aprovechamos para recordar que Expreso siempre tendrá un espacio de publicidad gratuito para ayudar a cumplirlos.

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