De trenes en Cuba

EXPRESO - 15.05.2010

Quique Ruiz, periodista

Publicaba esta semana el diario Granma que el Gobierno cubano está decidido a recuperar el sistema ferroviario de la isla…

Publicaba esta semana el diario Granma que el Gobierno cubano está decidido a recuperar el sistema ferroviario de la isla.

Mientras inauguraba un nuevo puente en Guantánamo, en el oriente del país, el vicepresidente del Consejo de Ministros, Antonio Enrique Lussón, confirmaba que sus planes incluyen la reparación de nada menos que 6.000 kilómetros de vías férreas.

Cualquiera que viaje a Cuba comprobará con alivio que, a diferencia de la mayoría de países de América Latina, el trazado ferroviario no ha sido desmantelado, y sus vías bruñidas por el tiempo se extienden por todo el país como una gran red de esperanza.

Puede que aquí los trenes de viajeros sean escasos y lentos, que lo son. El tren regular tarda casi dos días en recorrer los 970 kilómetros que separan Santiago de La Habana, y encontrar una plaza en su alternativa más rápida, el ‘francés’, implica reservar con semanas de antelación.
Pero mientras hay vía hay esperanza. No existe mayor tristeza que el espacio yermo donde antes hubo traviesas y raíles. Vida, en fin. Ni mayor despropósito que desmantelar un trazado para venderlo -o regalarlo- como chatarra y luego querer rehabilitarlo solamente como recurso turístico.
De despropósitos y desmantelamientos saben mucho los españoles. Quién no recuerda la Santander-Mediterráneo, o la Vía de La Plata, o la Valladolid-Ariza,… Quién no ha oido hablar de ese ‘quiero y no puedo’ que es el programa de ‘Vías Verdes’, amparado hasta la saciedad por diversas iniciativas oficiales sin que su proyecto pueda reconciliar al individuo de hoy con los forjadores de esas tremendas infraestructuras ferroviarias de antaño…
Saben mucho también de este tema los nicaragüenses, desde que Violeta Chamorro vendió hasta el último gramo de un trazado que tan bien habría venido al desarrollo del país centroamericano.
Y saben también los dominicanos, y tantos y tantos otros.
En Cuba, por el contrario, las visicitudes históricas no han dado al traste con una infraestructura que resultaría tan cara de acometer como obra nueva hoy en día. Allá donde vayas, las vías se mantienen despejadas a pesar de ese calor y esa humedad que amenazan con reventar de verde el país.
Ahora sólo falta acondicionarlas para que el servicio mejore y con él el transporte de viajeros y mercancías. Cuestión fundamental para el desarrollo de un país que tiene serios problemas de transporte; en el que los soberbios automóviles de los 50 conviven con autocares chinos de última generación, bicicletas y guaguas que conocieron mejores tiempos; y en el que los vehículos de tracción animal siguen siendo un elemento cotidiano.
Lo importante es que el Gobierno cubano lo tiene claro. Según Lussón, la rehabilitación del ferrocarril central llevará sólo tres años, dos menos de lo que estaba previsto, y el plan de recuperación incluye adquirir nuevo equipamiento, rehabilitar los talleres y abrir cuatro centros tecnológicos para la capacitación del personal.
Cuba fue el primer lugar de España y de Latinoamérica donde circuló el ferrocarril, cuando la isla antillana era provincia española de ultramar. Cuentan las crónicas que aquella madrugada del 19 de noviembre de 1837 caía una pertinaz lluvia tropical. Casi dos siglos después, puede que también sea Cuba el faro que ilumine las mentes de los poderosos y vuelvan a confiar en el ferrocarril como la mejor de las soluciones para un mundo cada vez más asediado por los medios de transporte.
En Cuba casi nadie confía en el tren. Apenas hace unas semanas cuando, atravesando el país, preguntábamos a los cubanos por el ferrocarril y nadie, ni una sola persona, nos recomendó su uso. Dios quiera que en unos años sea Cuba la excepción; epígono y origen de una nueva revolución, aunque ésta se centre ahora en nuestro querido tren.

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