La senda del oro, un viaje al hito de la historiografía minera

EXPRESO - 11.04.2019

MedulasTestimonios de esta naturaleza y el hallazgo de objetos de época prerromana, elaborados por hábiles orfebres, constituyen el claro exponente de que las tribus astures que habitaban el occidente leonés ya explotaban los yacimientos auríferos antes de la llegada de la dominación romana.

No obstante y a pesar de estar considerados pueblos bárbaros, no es menos cierto que los historiadores romanos les dan el rango de pueblo al existir una clara estructura social.
Este mismo ordenamiento es el que determina el urbanismo de los poblados fieles a las directrices de la tipología de la Cultura Castreña del Noroeste.
El núcleo es ‘el castro’, es decir, un caserío fortificado y levantado en una posición topográfica dominante desde el que poder controlar visualmente el territorio circundante.
En el recinto de intramuros se construían las viviendas con piedra local y techumbre vegetal, en cuyo interior se desarrollaba la actividad doméstica y la especializada economía familiar.
La llegada de Roma
Hacia la mitad del siglo I antes de Cristo y después de dos siglos de ocupación de la Península Ibérica todavía quedaba sin romanizar el cuadrante noroccidental, tierras astures de atormentada orografía y climatología extrema, cuyos pobladores eran considerados como enemigos agresivos y violentos, según los historiadores de la época.
Fue la determinación del emperador Augusto por no dejar lagunas sin civilizar en las tierras imperiales y el interés despertado por las riquezas del subsuelo, según desvela el historiador romano Floro (...favorecía este designio la naturaleza del país, pues toda la región contenía en abundancia oro, borax, minio y otros productos), lo que desencadenó el inicio de contundentes campañas bélicas que no terminarían hasta el año 19 antes de Cristo con el total sometimiento del extremo noroeste peninsular.
Un país convertido en yacimiento
Así fue como la mano de Roma convirtió un territorio libertario, cuyas entrañas eran un inmenso filón de oro, en parte de una provincia oligárquicamente sujeta al poder establecido, allí cerca de los confines del mundo conocido y de la que extrajo ingentes cantidades del preciado metal.
‘Ordenó Augusto explotar el suelo. Así, trabajando penosamente bajo la tierra, los astures comenzaron a conocer sus propias riquezas al buscarlas para otros’, según describió Floro lo ocurrido al finalizar la guerra.
La permanente presencia de un importante contingente militar en la zona, además de garantizar la seguridad, sirvió de apoyo técnico en la construcción de infraestructuras como, por ejemplo, los canales que traían el agua desde muchos kilómetros de distancia o desde otras cuencas fluviales. Se construyeron poblados mineros y metalúrgicos para abastecer las necesidades de los yacimientos en materia de útiles y de alimentos y se impulsaron los asentamientos humanos en los castros ya existentes. Se importaron nuevos métodos de producción agrícola y manufacturera.
Significó, en definitiva, un complejo cambio de las costumbres y una modernización de la forma de vida de los astures, dejando atrás la economía de subsistencia, la autarquía y, en algunos aspectos, el primitivismo.
La senda del oro
Este viaje en el tiempo pone al alcance de todos el privilegio de caminar sobre las huellas de los romanos que, con sabiduría y ambición, exprimieron hasta el último de los 80 millones de metros cúbicos de roja tierra que movieron para extraer casi todo el oro que atesoraba.
Tras de sí quedó un paisaje devastado pero generoso, escarpado pero fértil y con una belleza innata que trasciende mucho más allá de los hombres y de su historia.
La Senda del Oro es un proyecto de valorización y de señalización de cinco rutas impulsado por el Consejo Comarcal de El Bierzo, con epicentro en Las Médulas, que nos acercan a algunos de los más significativos puntos de interés para entender mejor lo que fue el gran complejo minero del Imperio Romano, además de disfrutar de algunos parajes bercianos menos conocidos y de belleza incomparable.
Además del bellísimo, genuino e incomparable paraje de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad des 1997, la Senda del Oro nos presenta otras cuatro propuestas no menos interesantes por lo que significan históricamente y muy sugerentes para un disfrute sin fin en contacto con la naturaleza: Los Canales Romanos repartidos por el territorio, la Leitosa en el municipio de Villafranca del Bierzo, La Miédula de Espinoso de Compludo y las Minas de Oro de Castropodame.
La ruina montium, verdadera artífice de Las Médulas
‘...hechas cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles, y ellas mismas son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos casos no se ve el día’.
‘... las cabezas de los arcos se abren y hienden y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Este, con la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten...’ ‘...quebrantado el monte cae por sí mismo, con tan grande estruendo y viento que no puede ser concebido por la mente humana...’.
Así detalla el geógrafo y naturalista romano Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia el procedimiento de extracción de oro en algunos yacimientos del territorio astur, alcanzando su máxima expresión en Las Médulas.
Sin discusión posible, el referente universal de la actividad minera romana lo constituye el paraje de Las Médulas. Localizadas en el corazón de la comarca y declaradas Patrimonio de la Humanidad, se entregan a nuestros sentidos, en palabras del escritor Enrique Gil y Carrasco, como un paisaje ‘de aspecto peregrino y fantástico por los profundos desgarrones y barrancos de barro encarnado...’. Esta obra gigantesca de la ingeniería romana hoy se presenta como un cuento de hadas del que brotan historias y leyendas de buscadores de oro.
La mejor manera de entender la magnitud de este hito minero es comenzar la visita por el Aula Arqueológica situada a la entrada del pueblo de Las Médulas, información que se puede completar con una visita al Centro de Recepción de Visitantes.
Desde el mirador de Orellán, en el vertiginoso límite de un barranco de cien metros de altura, el espectáculo es de una belleza difícil de describir. El gran circo de Las Vallinas con su suelo tapizado por miles de castaños entre los que se abren paso sugerentes picachos rojizos de figuras caprichosas el punto de fuga visual nos lleva al pueblo de Las Médulas, pequeña y típica aldea berciana desde la que se puede iniciar un atractivo recorrido por el fondo del yacimiento.
Y allá, perdidos en la distancia, los llanos en los que se asentaron los lavaderos y donde hoy se localiza en entrañable lago Somido y el generoso lago de Carucedo, fuente de mil y una leyendas.
Desde este punto el recorrido puede continuar por el camino que rodea la explotación y que nos lleva hasta el Campo de Braña donde llegaban los acueductos y donde se conservan varios tramos de canales, hasta las Medulillas de Yeres y su espectacular panorámica del resto de Las Médulas, así como varios restos de túneles.
Desde aquí el camino desciende hasta el pueblo, punto del que parte otro interesante itinerario, entre castaños centenarios y tierras de labor, por una carretera cerrada al tráfico que se adentra en el paraje, nos abandonamos a un paseo inolvidable por el laberinto de pináculos que se elevan por encima de las copas de los castaños.
Al final del recorrido es inevitable exclamar un suspiro de admiración al llegar a las bocaminas de La Cuevona y La Cueva Encantada, donde cuenta la leyenda que vive la bruja que cuida del tesoro de la montaña. Sus casi 20 metros de altura nos aportan una referencia real del trabajo del agua para desgastar los túneles y provocar la ruina montium.
Expreso. Redacción. A.F

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