Una ruta sabrosa por el zócalo de Quito, Patrimonio de la Humanidad

EXPRESO - 13.01.2013

Parece mentira que un país tan pequeño como Ecuador guarde tantos lugares imprescindibles. Paisajes andinos de volcanes y trenes; la cálida Guayaquil, con sus iguanas amables; el color infinito de Otavalo; las Galápagos, escondite de estrellas y piqueros de patas azules; las playas de Esmeraldas, la bohemia Montañita, o la acogedora Baños, santuario líquido de entrada a la Amazonía.

centro
Pero de todas las maravillas que esperan, el viajero ha de comenzar necesariamente por el centro histórico de Quito, el primer núcleo urbano que la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad, allá por 1979.
Su ‘zócalo’, como llaman en América Latina al cogollo de las ciudades, hay que caminarlo sin prisas, como corresponde a un tesoro colonial a tres mil metros de altitud. Buena excusa para aprovechar sus paradas más sabrosas, las de su cocina tradicional.
Hoy hacemos la primera parada en la Basílica del Voto Nacional, o del Sagrado Corazón, uno de los puntos más altos de la ciudad, que se construyó por suscripción popular a finales del siglo XIX. Su arquitectura neogótica no tiene demasiado interés hasta que descubres las curiosas gárgolas con animales autóctonos: tortugas, iguanas, tigrillos…
basilica
Bajando por la empinadísima calle Galápagos se llega en un santiamén a la plaza Grande, hoy de la Independencia, alrededor de la que se desarrolló el damero que conforman las calles de esta ciudad típicamente colonial.
En sus cuatro lados encontramos otros tantos poderes divinos y humanos. En los bajos del Palacio presidencial de Carondelet, donde actualmente vive Rafael Correa, se esconde uno de los locales más curiosos de la ciudad. Con nueve décadas de vida, don Alfredo Salazar ha atendido en su peluquería Amazonas a muchos hombres importantes. Corte y afeitado resultan aquí impecables, damos fe.
Otro de los lados lo preside el Palacio Arzobispal, con su animado pasaje comercial y cultural. Además de un ‘patio de comidas’, con restaurantes sabrosos como La cueva del oso y el Mea Culpauna oficina de cambio y varias tiendas, alberga también la oficina de Turismo de Quito, que atiende la Policía Metropolitana.  
patio
Al lado, el legendario hotel Majestic, que ahora se llama Plaza Grande, cuenta con un café y un restaurante muy especiales para cenar. También lo es el cifercafé Papayanet, con wifi gratis, música relajante y un café que llega con agua con gas en vasito cuadrado. El primero, de la misma cadena, abrió en la Mariscal.
Enfrente, la Catedral Metropolitana, donde los quiteños escuchan misas tempranas, y en cuyos bajos los más golosos encuentran las covachas, que desde hace medio siglo ofrecen sánduches de pernil y dulces tradicionales. Y una torre completamente blanca, es la de san Agustín.
El cuarto lado del rectángulo de la plaza es el Palacio Municipal. En el centro de la plaza, casi un parque de araucarias y magnolias, el monumento a los que un 10 de agosto de 1809 lograron la Independencia de Ecuador.
rectangulo
Desde la catedral, doblamos la esquina para enfilar la ‘Calle de las Siete Cruces’, que atraviesa de norte a sur el corazón del centro histórico y lleva el nombre del que fuera presidente de Ecuador, García Moreno.
Tras recibir un machetazo al salir de misa, agonizante en el balcón del Palacio -que por entonces aún no tenía verjas porque el hierro estaba retenido en la aduana de Guayaquil-, García Moreno calló a la calle que lleva su nombre, y pidió ser trasladado al altar de la catedral, donde murió.
En esta calle está la iglesia del Sagrario, que aún conserva su mampara de pan de oro. Llama nuestra atención un escaparate. Son los collares más tradicionales de la Sierra, miles de cuentas de cristal recubiertas de oro que envuelven el cuello de las mujeres ecuatorianas en tantas vueltas como prestigio familiar muestran a quien las admira.
collares
Enfrente, el Centro Cultural Metropolitano alberga las mejores exposiciones de Quito. Y al lado la iglesia de la Compañía de Jesús, que estuvo en Ecuador desde 1605 hasta 1765. Destaca su interior, realizado con pan de oro, y las seis columnas salomónicas del exterior.
Seis manzanas –cuadras se llaman aquí- más arriba por la calle Rocafuerte se llega a El Cucurucho. Buenísimos sus locros –sopas- de queso, las empanadas de verde y morocho o el ‘mote sucio’, plato ambateño de carne picada de cerdo con cebolla.
El local original se fundó en 1893, en la cava de vinos de los monjes franciscanos, y también se puede aquí probar el canelazo, una bebida caliente y alcohólica muy típica en diciembre. De postre, buñuelos de trigo con helado de paila elaborado a la manera tradicional en un recipiente de bronce enfriado con hielo, sal y paja.
carondelet
iglesia
Las iglesias sólo se pueden visitar gratis a la hora de misa. Aunque la entrada no suele alcanzar los dos dólares, es mejor gastárselo en chucherías dulces que venden los kioscos de colores del zócalo. El bullicio de los niños alegra la calle, algunos trabajando, otros en busca de una golosina.
Muy cerca, bajando por la calle Guayaquil, aparece enseguida la Heladería San Agustín, que prepara el ‘seco de chivo’ más rico de la ciudad y lleva más de cien años siendo punto de encuentro de los quiteños.
Cualquier comida tradicional en Quito comienza mejor con unos aperitivos de maíz, tostado, unos altramuces, y si el local la prepara hay que pedir una jarra de chicha, una bebida muy típica que se fermenta en recipientes de balsa.
comida
En esta ciudad se pueden encontrar ejemplos de gastronomía de los Andes o de la costa, muy dispares entre sí. Desde la contundente fritada de las montañas, con mote, cerdo frito, aguacate, tortilla y frijoles; hasta los ceviches de pescado o marisco marinados con el inevitable cilantro. Y por supuesto hay una buena representación de cocina internacional, como el magnífico asador español Casa Damián.
Callejear por el centro histórico es una delicia que ha de disfrutarse tranquilamente. Las calles lucen en verde sus nombres actuales, pero conservan otro rótulo con su nombre antiguo, el de la época española. Todos muy evocadores: calle Angosta, de la Soledad, del Suspiro…
Una manzana más arriba, la plaza de san Francisco abre su inmensa explanada de piedra volcánica. Esta iglesia fue la primera que se construyó en la ciudad, en 1535, en el lugar donde se celebraba hasta entonces un tianguis, un mercado indígena. Pero los franciscanos no sólo trajeron religión. También introdujeron el arado y el trigo, que no se conocía aquí antes de la colonización.
patrimonio
En el altar de la iglesia de san Francisco está el Jesús del Gran Poder, que se saca a hombros en Semana Santa, como el de la ciudad española de Sevilla. Y la Virgen Alada, la patrona de Quito, la misma que vigila la ciudad desde el Panecillo.
Una visita a la ciudad no está completa sin subir a este monte que los españoles llamaron así por su forma de pan. Desde aquí se tiene una vista increíble de Quito, probablemente la mejor vista completa de una ciudad americana.
Tras la inmensa urbe, unos 37 kilómetros de largo, la cumbre nevada del Cotopatxi y un poco más cerca el volcán Pichincha que, como el resto de los volcanes ecuatorianos, da nombre a su provincia.
La virgen Alada fue traída en 7.000 piezas de aluminio desde Italia, y ensamblada aquí. La Fundación Yavirac, que lleva el antiguo nombre del cerro, donde había un templo dedicado al sol, gestiona ahora la subida al mirador. Hay que pagar pero merece la pena.
En primer plano el zócalo, unas diez manzanas de centro histórico Patrimonio de la Humanidad y, al fondo, los rascacielos de la zona González Suárez, donde los alquileres pueden rondar fácilmente los tres mil euros.
vista
Otra vista magnífica de la ciudad es la del restaurante El Ventanal, ubicado en la cima del barrio de San Juan. Desde aquí desciende la calle García Moreno hasta otro punto sabroso. En la esquina con Sucre 391, muy cerca de la iglesia de san Francisco, nos espera un ponche que llaman ‘vino hervido’ y que la Cafetería  Modelo elabora con la misma receta desde 1950.
Caminando por Sucre hacia la calle Venezuela encontramos el Café Niza, que por la tarde huele a humitas calientes, a café recién hecho. Y pasamos por la Plaza Grande para llegar al barrio de san Marcos con sus preciosos patios coloniales, los más antiguos de Quito. En estas calles hay varios hoteles boutique, que son caros, pero merecen la pena por su ubicación.
Aquí también, en la calle Junín, encontramos platillos tradicionales en la Octava de Corpus, y nos dejamos sorprender una vez más por los aromas sencillamente sabrosos de la cocina ecuatoriana, acompañados de una cerveza fresquita, una Pilsener o una Club, para contrarrestar el inconfundible y omnipresente toque picante del ají.
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DÓNDE DORMIR
En Quito hay hoteles para todos los gustos y bolsillos, desde cadenas hoteleras internacionales a hoteles boutiques, hosterías y hostales. En la web de Turismo de Quito se puede encontrar información sobre todos ellos. Estos son algunos de los más bonitos, ubicados en el centro histórico de la ciudad:
Hotel Plaza Grande.  Hotel boutique de lujo en la plaza del mismo nombre, la más céntrica de Quito. Cuenta con tres restaurantes y un mini spa. 
Casa San Marcos.  Además de exclusivo hotel boutique de solo cinco habitaciones es es galería de arte, antigüedades y café. 
Patio Andaluz. El primer hotel boutique que abrió en el zócalo. Ha obtenido la certificación SmartVoyager de Rainforest Alliance. 
 
Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso
 
Más información:

Turismo de Quito: www.quito.com.ec

Turismo de Ecuador: www.ecuador.travel
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