Ciudad del Cabo (III) El Jardín de la Compañía y gira al "rincón francés"

EXPRESO - 22.05.2017

Tras las primeras impresiones en Ciudad del Cabo y la Ruta de Buena Esperanza, vamos con la tercera etapa de nuestro viaje por Sudáfrica

Tras las primeras impresiones en Ciudad del Cabo y la Ruta de Buena Esperanza, vamos con la tercera etapa de nuestro viaje por Sudáfrica.

Los Jardines de la Compañía, cuyo origen se remonta a 1652, nacieron como huerto para poder abastecer a la flota de frutas y verduras frescas. Este parque, situado en el centro de la ciudad, rebosa actividad a todas horas. Es un lugar de paso para los habitantes de Cape Town, donde siempre se encuentran grupos de estudiantes, de turistas, lectores, paseantes, artistas callejeros...

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Sus avenidas acogen numerosas esculturas dedicadas a los próceres. Nos detenemos ante la estatua del General Jan Christian Smuts, Primer Ministro entre 1919 y 1924 y entre 1939 y 1948, cuya derrota en las elecciones del 1948 propició que se iniciara la oscura etapa del apartheid. Otra parada para escuchar unos minutos al trovador de turno y seguimos nuestro paseo por este, ya, Jardín Botánico, rodeado de algunos de los edificios e instituciones más importantes. Entre ellos el Museo IZICO, el Pequeño Teatro, el Planetario, el Parlamento (traído ladrillo a ladrillo desde Inglaterra), la Catedral...

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Efectivamente, en una esquina de este magnífico Jardín Botánico está la iglesia anglicana de St. George, elevada a Catedral en 1848, durante el obispado de Robert Gray. El edificio actual, gótico, aún sin terminar a pesar de haberse inaugurado en 1978, es obra del arquitecto británico Herbert Baker y se colocó su primera piedra en 1901. En su interior, iluminado por espléndidos vitrales, hallamos una bonita talla de The African Madonna, obra realizada por el escultor británico Leon Underwood, según la tradición bantú (según el pueblo bantú de África central, la madre es la figura societal más importante). En un panel leemos unos versos del arzobispo Desmond Tutu, premio Nobel de la Paz en 1984: "La bondad es más fuerte que el mal/El amor es más fuerte que el odio/La luz es más fuerte que la oscuridad/La vida es más fuerte que la muerte/La victoria es nuestra por medio de Aquel que nos ama".
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El punto de encuentro es la cercana Greenmarket Square, una bulliciosa placita repleta de artesanía y colores, para júbilo de fetichistas y fotógrafos. A medida que vamos descubriendo trocitos de Sudáfrica observamos que se repiten dos cosas: un inmenso cromatismo y la alegría pegadiza de su gente, dos aspectos que nos remiten de nuevo a Desmond Tutu, célebre también por su jovialidad y su risa contagiosa, que al acuñar para este país el sobrenombre de "nación arcoíris" seguramente no pensaba sólo en el crisol de razas.
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Partimos hacia Franschhoek con la espectativa de conocer la cultura del vino sudafricano que llegó directamente de Francia en el siglo XVII. Concretamente en 1688 arribaron los primeros 176 hugonotes, huyendo de la persecución de Luís XIV. Debido a las guerras de religiones en Europa, el éxodo de alrededor de un millón de personas, sólo de Francia, propició, además de la fundación de ésta y otras ciudades, la implantación de costumbres y tradiciones, como la cultura del vino, y también contribuyó positivamente a la fundación del Estado sudafricano. En la actualidad perviven numerosos topónimos franceses en la comarca, que es conocida, además de por sus excelentes vinos, por su rica gastronomía, con algunos restaurantes reconocidos a nivel mundial. Después de un grato recorrido por sus calles, con abundantes galerías de arte y originales joyerías, hechas las fotos de rigor, entre ellas la obligada al monumento a los hugonotes, nos aguardaba una estupenda comida en Haute Cabriere- cellar, una bodega incrustada en la vertiente oeste de la Reserva Natural de Mont Rochelle, además de una cata guiada de algunos de sus propios caldos. Todavía perdura en nuestra memoria el equilibrado sabor de aquel pinot noir reserva del 2014 y su característico buqué. Estupendo el vino, muy buena la comida y espléndida la panorámica sobre el valle y la desparramada ciudad.
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La magnífica jornada se completó, ya camino de vuelta a Cape Town, con la visita a la cercana localidad de Stellenbosch ("el bosque de Stel"), también conocida como la ciudad de los robles, la segunda ciudad más antigua del país, fundada en 1679, y considerada el corazón de la cultura afrikáner. Seguro que tiene mucho que ver su universidad, la más antigua y una de las principales de Sudáfrica, por cuyas aulas pasaron innumerables personalidades. Fue fundada en 1863 y su idioma oficial es el afrikaans. Aquí los estudiantes cuentan con la Hofmeyrsaal (también presente en Cape Town) para los debates y reuniones de masas, ubicada en un edificio clasicista con columnas jónicas y frontón griego. Las calles rectilíneas de Stellenbosch rebosan arte, de forma que, mientras paseas, tienes la impresión de ir atravesando las salas de un museo. Como ejemplo, la galería de Vicent Da Silva, con un impresionante conjunto escultórico de felinos en carrera a punto de abalanzarse sobre un caballo, en plena acera. Un verdadero regalo para el visitante, que no encuentra el momento de marcharse.
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Pero la agenda manda y mañana nos vamos a Johannesburgo.
 
Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa

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