Continuamos la Ruta 'Vía de la Plata', ahora de Béjar a Sevilla

EXPRESO - 06.07.2015

Esta vez nos enganchamos a la Vía de la Plata en tierras de Castilla y León, camino de Extremadura y Andalucía

Esta vez nos enganchamos a la Vía de la Plata en tierras de Castilla y León, camino de Extremadura y Andalucía. Tras la primera parte que recorrimos el año pasado, vamos por la A-66 en dirección Sur. Al pasar Guijuelo, la autovía cabalga entre las cuencas del Tormes y del Alagón, que es como decir entre las del Duero y Tajo.

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Seguimos en la provincia de Salamanca, aún faltan más de treinta kilómetros para entrar en Extremadura, pero todo este territorio de nuestra derecha, las 'Tierras de Montemayor' y parte de 'Las Batuecas', hasta la Peña de Francia, son aguas que corren hacia el Sur y engrosarán el Tajo después de cruzar 'Las Hurdes' y la episcopal Coria.
 
La Ruta Vía de la Plata, segunda parte de nuestro recorrido de Norte a Sur
 
 
 
Con un carácter peculiar, industrial y burguesa.

 

Villa termal, con una sabrosa gastronomía salmantina.
 
 

 

 
 
 
Raíces celtas, castañar de Doña Violante y mucho más...

 

La de Inés Suárez, las dos catedrales y el Parador ideal.
 
 

 

 
 
 
Queso original y escultórica estación de autobuses.

 

Cruzamos Extremadura.
 
 

 

 
 
 
Setas del s. XXI con raíces romanas y baile flamenco.

 

"La ciudad más fuerte..." (César).
 
Red de Cooperación de Ciudades de la Ruta Vía de la Plata
La ‘Red de Cooperación de Ciudades de la Ruta Vía de la Plata’ es una asociación de concejos, libre y muy ‘viva’ constituida por ciudades ubicadas en la denominada Ruta Vía de la Plata y en su área de influencia para promocionar conjuntamente sus recursos turísticos, históricos, culturales y económicos.
La asociación, abierta a la incorporación de nuevos miembros, discurre por cuatro comunidades autónomas españolas, Asturias, Castilla y León, Extremadura y Andalucía.
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Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa y Pilar Alonso Canto 
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Béjar, industrial y burguesa
La autovía también inicia la bajada y prácticamente 'sobrevuela' la ciudad de Béjar, que, sin embargo, está a 900 metros de altitud sobre una loma en la que parece enroscarse el río Cuerpo de Hombre. Accedemos a la ciudad precisamente siguiendo su curso por la carretera de Ciudad Rodrigo, en un angosto valle que alberga la mayoría de las factorías textiles.
Es la 'Ruta de las Fábricas', algunas en edificios del siglo XVIII y muchas visitables. En el antiguo 'Tinte Gilart' se ubica el Museo Textil. En un plano más elevado, la 'Ruta Umbría', paralela a la anterior, discurre bajo los cimientos de algunos edificios históricos, con restos de la muralla medieval y una espléndida vista de todo el valle.
Dentro ya de la ciudad histórica, llegamos con nuestro auto hasta la Plaza de la Piedad, aparcando ante los soportales de la parte alta, conocidos como 'Portales de Pizarro'. A menos de cincuenta metros está el Museo Municipal 'Mateo Hernández', dedicado al famoso escultor animalista, la Torre San Gil y el Teatro Cervantes, todo en la Plaza de Martín Mateos.
Muy cerca, pero en dirección Oeste, está la Plaza Mayor con los edificios más representativos de la ciudad: la Iglesia de El Salvador (s. XIII), el Palacio Ducal, que hoy es Instituto de Enseñanza Secundaria, con una interesante 'cámara oscura' instalada en uno de los torreones, y el Ayuntamiento, ubicado en un antiguo edificio que antes fue alhóndiga y cárcel.
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Pasamos al lado de la fuente llamada 'Caño de la Carrera', en dirección a la Plaza de Rodríguez Yagüe, donde encontramos un interesante conjunto monumental formado por la Iglesia de Santa María (s. XII), la del ábside mudéjar y campanario renacentista; una antigua fábrica con el escudo de Carlos III y varias edificaciones de la burguesía, entre ellas una del siglo XV restaurada, que alberga el Museo Judío David Melul.
Y llegamos al extremo occidental, donde, bordeando el Parque 'la Antigua', se conserva un importante tramo de muralla medieval en buen estado, con tres puertas, la del Pico, la de San Antón y la de San Pedro. Muy cerca, en la parte alta está la Iglesia de Santiago (s. XII), Museo Sacro, con otra fuente adosada a su muro (Béjar está repleta de fuentes), y la popular escultura 'El hombre de musgo', del bejarano Ricardo Martín Vázquez, contribuyendo a perpetuar una leyenda del siglo XII que se revive todos los años por el Corpus.
El mejor balcón para contemplar Béjar es el Castañar, un frondoso bosque a dos kilómetros de la ciudad y cerca de 1.100 metros de altitud, que esconde el Santuario de su Virgen, del siglo XVII, y la plaza de toros más antigua de España, inaugurada en 1711 y conocida como 'La Ancianita'.
Hacia el Sureste queda la imponente Sierra, que forma parte de la 'Red de Espacios Naturales de Castilla y León' y de la 'Reserva de la Biosfera de las Sierras de Béjar y Francia'. Pero esa será otra excursión. Hoy dejamos atrás esta comarca tan... peculiar. Este territorio rayano durante siglos y de paso y cruce de culturas, toda la vida; marcado por el prolongado vaivén de la 'Extremadura leonesa' (ora Reino de León, ora Al-Ándalus); los largos períodos compartiendo historia con Extremadura; los contenciosos con Salamanca por la mayor afinidad con Ávila... Todo ello, unido al carácter industrial de su economía, ha forjado la personalidad de los bejaranos y su comarca. Por eso decimos lo de peculiar.
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Baños de Montemayor, villa termal
Continuando rumbo Sur por la A-66, nos introducimos en la Extremadura oficial pasando al valle del Ambroz, donde, muy cerca, nos aguarda la termal Baños, de apellido salmantino: Montemayor. Aquí podemos ver y hollar la calzada romana en los accesos Norte y Sur de la población.
El primero, en un tramo de dos kilómetros, fue restaurado en 1973 y conserva algunas alcantarillas y restos de miliarios originales, además de reproducciones de otros, con incorporación de inscripciones latinas de la época. Los romanos creaban una 'mansio', lugar para descansar después de cada jornada, cada 25 millas de camino, dando lugar al nacimiento de muchas poblaciones. Algunos historiadores identifican Baños con Banium o Aquae Caperensis, otros con la villa de Caelionico o Cecilio Vico.
En esta zona, la Vía de la Plata también sirvió de frontera entre las propiedades del Duque de Béjar (Zúñiga) y del Señorío del Marqués de Montemayor, ubicadas en distintos reinos y diócesis: el primero, al Este, tierras de Castilla y obispado de Plasencia; el de Montemayor, al Oeste, reino de León y obispado de Coria. Se refleja esta delimitación en algunas cruces que todavía se conservan al lado del camino. La propia villa estaba dividida en dos barrios, independientes y pertenecientes a dos parroquias.
En cuanto a las termas, los vestigios más antiguos son de instalaciones romanas: un espacio circular cubierto por una bóveda semiesférica con iluminación cenital y bañeras ovaladas talladas en piedra. Se conservan trazas del edificio mandado levantar por don Juan de Porras y Atienza, obispo de Coria, a finales del siglo XVII o principios del XVIII, obras continuadas años más tarde por el obispo de Plasencia, D. José González Laso.
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Todos estos vestigios se encuentran en el interior del actual edificio, construido a finales del XIX y rodeado por un jardín cerrado por una interesante reja. En la puerta de la misma se lee la palabra Balneario y una fecha: 1884. En la actualidad alberga modernas instalaciones en las que se puede disfrutar de las más avanzadas técnicas para el relax y los tratamientos terapéuticos o de belleza.
Como monumento es de destacar el templo de Santa María de la Asunción, perteneciente al obispado de Coria y construido en los siglos XVI y XVII, con predominio del barroco y algunos motivos herrerianos. Lo más notable es su retablo barroco clasicista, de 1612, obra del escultor diego de Salcedo y ensamblado por Antonio González Ramiro. Es curiosa su torre, de tres cuerpos y rematada por dos arcos cruzados en el centro, de mediados del XVII.
De los oficios ancestrales se conserva aquí el de la cestería, que también encontraremos en otros pueblos de la zona. Su gastronomía se basa en productos de la tierra y en derivados de la ganadería lanar, no en vano está en plena cañada ganadera de 'La Vizana'. Algunos platos tradicionales son el 'zorongollo', una ensalada de pimientos asados, cortados en tiras y macerados en salsa preparada con su propio jugo, aceite, cebolla, ajo y sal, que se toma de primer plato o como guarnición; las patatas escabechadas o la caldereta de cordero.
El viajero que desee profundizar en el estudio de la Vía de la Plata ha de visitar su Centro de Interpretación General en Baños, donde se explica su historia e importancia para conformar Extremadura. Allí encontrará paneles explicativos, proyecciones audiovisuales y un puesto interactivo informático con vistas de todas las localidades extremeñas situadas a lo largo de la Vía.
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Hervás, raíces celtas, castañar de Doña Violante y mucho más...
Por Hervás no se pasa. A Hervás hay que buscarla, porque está agazapada en un recodo del río Ambroz, en su encuentro con el Gallegos, y oculta por los castañares. Los mismos 'Montes del Castañar Gallego', que donara 'Doña Violante' al pueblo en agradecimiento a una fiel nodriza.
Hablamos de la Violante de Aragón, que, al casar con Alfonso X el Sabio, recibió como dote el Señorío de Béjar, al que pertenecía Hervás. ¿Sabría 'Doña Violante', bisnieta de un emperador de Constantinopla, que el castaño procede precisamente de Asia Menor? ¡Qué cosas se aprende con esto de los viajes!
Viene a cuento porque seguimos en zona de cesteros. La economía de Hervás siempre estuvo vinculada principalmente a la transformación de la madera y aquí aún podemos encontrar artesanos en activo. Cesteros, como Longinos, al que visitamos en su taller, en el corazón del barrio judío, que nos descubre la clave de su supervivencia: ‘aguantar por libre y no trabajar para el intermediario’. De todos modos, pocos quedan ya que cuiden las varas de castaño, para cortarlas en su cuarto o quinto año, en la menguante de enero. Banasteros que preparan sus propias verganchas para, por fin, tejer el cesto. Oficios en trance delicado...
Y, ya que estamos en el barrio judío, paseamos por sus callejuelas persiguiendo señales sefardíes, que algunas quedan, y pasamos al otro lado del Ambroz sobre el Puente de la Fuente Chiquita, con la sensación de caminar sobre un pavimento medieval, tal es el empedrado, para obtener nuestra propia instantánea de la fachada más popular del pueblo, la que da al río, que es ni más ni menos que la vista de las traseras de la Calle del Vado desde el Camino de los Molinos.
En todo el barrio se cuida la arquitectura tradicional predominando las estructuras de madera de castaño en entramado con adobe y granito, todo a la vista en las fachadas. Aunque está anocheciendo, aún nos queda tiempo para acercarnos al Puente de Santihervás, en el camino a Baños de Montemayor y Las Cañadas.
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Aquí se mantiene vivo el legado histórico-cultural de la comunidad judía, en jornadas anuales como ‘Conversos: Hervás en busca de sus raíces’, recreación histórica en el Barrio Judío, durante un fin de semana de julio, incluyendo la puesta en escena de una obra teatral; o las Jornadas Europeas de la Cultura Judía, que se celebran el primer domingo de septiembre por iniciativa de la Red de Juderías ‘Camino de Sefarad’.
Y, en el terreno de la gastronomía, no hay que olvidar los platos de tradición hebraica como la sopa dulce y los nuégados, entre tantos apetitosos platos como las patatas escabechadas, el zorongollo, la caldereta de cordero..., sólo por citar algunos; además de las carnes asadas y los excelentes jamones, chorizos y morcillas...
En la interesante actividad cultural de Hervás tiene mucho que ver el Museo Pérez Comendador-Leroux, instalado en la que fuera Casa de los Dávila, edificio palaciego de mediados del XVIII, dedicado al matrimonio de artistas Enrique Pérez Comendador y Madeleine Leroux Morel. A la exquisita muestra de sus esculturas y pinturas hay que añadir una amplia colección de dibujos y pinturas de artistas franceses vinculados a la familia de Madelein.
Cuenta también con la colección Winthuysen, formados por obras de la primera época del pintor Javier Winthuysen Losada; los nuevos fondos Ángel Duarte, con un total de 30 obras entre pinturas, serigrafías y esculturas; una colección de grabados y ex libris de la Donación Agustín Arrojo Muñoz... Todo un lujo, este Museo, que cuenta además con sala de conferencias y conciertos, escuela de música, biblioteca... y está abierto todo el año, cerrando solamente los lunes.
No nos olvidamos de las raíces que mencionábamos al comienzo. Hay constancia de que los vetones, un pueblo celta, habitaron por aquí, aunque no pudieron resistir el empuje de las legiones romanas. Ahí lo dejamos para que investiguen los interesados en la historia. Por nuestra parte terminamos con una cena-degustación ('ensalada de zorongollo' y 'lomo de bacalao rebozado sobre cama de pisto extremeño') para recordar, en el restaurante de la Hospedería Hervás, en un antiguo convento reconvertido en hotel de 4*.
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Plasencia, la de Inés Suárez, las dos catedrales y el Parador ideal
Continuamos nuestro viaje hacia el Sur en dirección a Plasencia, pero nos desviamos momentáneamente hacia el Oeste por la carretera CC 11.2 (que, desde el km. 455 de la A-66, va en dirección a Guijo de Granadilla) para retroceder dos mil años, abstrayéndonos entre las ruinas romanas de Cáparra a la sombra de su sorprendente tetrapylon, el arco cuadrifronte único en la Península Ibérica, indicando una encrucijada sin duda relevante en su tiempo en la primitiva 'Ruta'.
Cuenta el lugar con un Centro de Interpretación abierto todos los días del año y está muy próximo al río Ambroz en su desembocadura al Alagón. Las ruinas y el arco son visitables incluso fuera de horario. Antes de llegar los romanos era un asentamiento vetón, de cuya lengua procede la palabra Cáparra. (Como curiosidad, anotamos que ese fue el nombre de la primera ciudad de Puerto Rico, fundada por Ponce de León en 1508. Corresponde a lo que es 'Pueblo Viejo', en el actual Guaynabo).
En Plasencia nos sobrecogemos una vez más a la vista de sus impactantes catedrales, 'la Nueva' y 'la Vieja', sorprendidas en plena fagocitación. Gracias a aquella crisis (¿política, religiosa, económica, técnica...?) del siglo XVI, que obligó a suspender las obras, tenemos ante nuestros ojos una obra abierta nada menos que del año 1587, fecha de su paralización. En su interior, joyas como la reja del coro, de estilo plateresco; la sillería de nogal, de Rodrigo Alemán (del s. XV), en la vieja y tallas de Gregorio Fernández en el retablo, encargado ya en siglo XVII.
Para recrearnos en la historia y en la arquitectura de esta ciudad, el alojamiento perfecto es el Parador. Está ubicado en la Plaza de San Vicente Ferrer, ocupando el antiguo Convento de Santo Domingo, del siglo XV. La cuidada reconstrucción nos permite disfrutar plenamente del gótico en sus claustros, escalinatas, bóvedas y salones. Y su privilegiada situación, en pleno casco histórico, es la idónea para callejear intramuros y sentir la emoción de saber que la legendaria Inés Suárez, compañera de Valdivia en la conquista de Chile, pudo contemplar las mismas piedras a principios del s. XVI antes de partir hacia su aventura americana, de la que no regresaría.
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La mejor compañía para ese caminar relajados, perdidos (transpuestos) en la historia, es el guía local Ismael, que nos lleva a los lugares y las fechas clave para asistir a acontecimientos de relevancia global en su tiempo. En la catedral 'asistimos', el 25 de mayo del 1474, al casamiento de la Beltraneja con su tío, el rey Alfonso V de Portugal, a la vez que reivindicaba su derecho al trono de Castilla. Y en este templo, el mismísimo Fernando el Católico decidió y firmó en 1516 (año de su muerte) con Bartolomé de las Casas que los 'indios' tienen alma.
La primera universidad de Extremadura, con Cátedras de Arte y Teología, fue fundada aquí en 1477 por disposición de Álvaro de Zúñiga y Guzmán, I duque de Plasencia, concretamente en el Convento de San Vicente Ferrer. Y fue su hijo, Juan de Zúñiga y Pimentel, quien encargó a Nebrija la primera gramática castellana. También nos enteramos de que el popular autómata del reloj del ayuntamiento es llamado 'abuelo Mayorga' por haber sido construido en Mayorga de Campos.
Y Plasencia también es buen lugar para hablar de comida y disfrutarla. La gastronomía extremeña está perfectamente representada y dignificada en el restaurante Succo, calle Vidrieras, nº 7, donde tenemos oportunidad de degustar un menú inolvidable, compuesto por seis platos incluido el postre... (1)
Ya repuestas las fuerzas, dejamos los placeres ciudadanos para hacer una excursión al Parque Natural de Monfragüe. El punto de entrada, y única población dentro del Parque, es Villarreal de San Carlos. Allí está el Centro de Interpretación y también encontraremos restaurante y alojamiento rural. Comprende la totalidad del embalse Torrejón-Tajo y parte del Torrejón-Tiétar. Tienen organizadas varias rutas con itinerarios de poca dificultad, en general, para hacerlos caminando.
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La mayor parte de los recorridos discurren próximos a los ríos y arroyos, con mucho matorral y vegetación de ribera, como fresnos y alisos, entre los que podemos encontrar ejemplares interesantes de madroño, cornicabra, durillo..., además de algunos alcornoques y antiguas plantaciones de eucaliptos. Muy cerca de los chozos de Villarreal se puede visitar un gigantesco almez u ojaranzo, declarado árbol singular por la Junta de Extremadura.
Pero quizá lo más importante y, desde luego, lo que atrae más visitantes es la contemplación de grandes aves, como la cigüeña negra, los buitres, negro y leonado, el águila imperial y, ya más difícil de ver, el alimoche. El mirador preferido es el llamado Salto del Gitano, una estrecha garganta cortada por el río Tajo, perpendicular a la Sierra de Monfragüe, muy cerca de la Ermita y Castillo. Desde el aparcamiento dispuesto gozamos de una espléndida vista de este desfiladero, también favorito para los buitres, con Peñafalcón al frente, haciendo las delicias de estudiosos y fotógrafos.
El Parque está atravesado por la Vía Pecuaria de Villarreal a Torrejón el Rubio, cruzando la Sierra de las Corchuelas. Es otro posible itinerario, pero requiere autorización del centro de visitantes de Villarreal o de la  oficina de turismo de Torrejón. También hay opción de excursiones a caballo o en bicicleta, pero se recomienda mucha precaución, además de informarse bien, ya que en algunas zonas hay ganadería brava.
buitre 
(1) ... que pasamos a enunciar sin comentarios:
1 – Carpaccio de ternera kobe con emulsión de boletus y nube de queso.
2 – Croquetas de 'ibérico' con espinacas, tubitos rellenos de morcilla negra y morcilla patatera.
3 – Alcachofas (confitadas) salteadas con jamón ibérico sobre base de pan con tomate y huevo escalfado.
4 – Torta del Casar gratinada con miel, orégano y pimentón.
5 – Carrilleras ibéricas estofadas al Pedro Ximénez sobre base de patatas con pisto de manzana
6 – Huevillas (en otros lugares se llaman 'chulas')
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Casar de Cáceres, queso original y escultórica estación de autobuses
Continuamos con nuestro rumbo Sur por la A-66 y unos doce kilómetros antes de Cáceres, desviándonos sólo dos hacia el Oeste, nos detenemos en Casar de Cáceres. Su tarjeta de visita es la 'Torta del Casar', ‘el más original de los quesos’, famoso en toda la Península Ibérica, no en vano llevan 20 años dándolo a conocer con actividades que se desarrollan durante todo el mes de octubre.
Se trata de un queso elaborado con métodos tradicionales a base de leche cruda de oveja  merina cruzada con oveja lacaune, procedente de rebaños controlados, cuajo vegetal que se obtiene del cardo y ‘más tiempo de salmuera’. A pesar de ello, su gusto es ‘ligeramente amargo’ y muy poco salado. Su corteza, de tonos dorados, es ligera y fina y al presionar con los dedos debe presentar consistencia blanda. Su origen y calidad se garantizan por la Denominación de Origen Protegida, con presentación bajo etiqueta roja y oro controlada. Se puede conseguir en cualquier época del año sin merma de su excelente calidad.
Merece la pena visitar el Museo del Queso, ubicado en una edificación típica casareña recién restaurada, como las que describía Pascual Madoz (Diccionario Geográfico) en 1847: ‘...son de dos pisos, en el bajo, cuyo techo es de bóveda de ladrillo, habitan las familias, y el alto se destina para graneros, comida, sazonar las matanzas y demás usos semejantes...’ Allí descubriremos la historia de este peculiar queso, relacionado con la cultura pastoril y trashumante, remontándonos a épocas feudales y al Privilegio Real de Sancho IV. Arantxa Mateos, encargada del museo, nos desvelará los secretos de su fabricación artesanal y de la salvaguarda de su esencia a lo largo de tantos años.
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La Calzada Romana atravesaba la población siguiendo lo que actualmente es la Calle Larga, que también se identifica con la Cañada Real Soriano-Occidental y posteriormente como Camino Real de Santiago. En los aledaños se conservan miliarios y restos de la calzada. El pueblo tiene varias queserías visitables y unos dulces también artesanales que hay que probar: roscas de alfajor, roscos de yema, roscos borrachos, mantecados... Sabores imperdonables que nos acompañarán en el camino.
Pero encajemos bien la agenda porque no podemos marcharnos sin contemplar la Estación de Autobuses. Entraremos por un lado, por el otro, luego al revés, haremos mil fotos buscando con emoción escorzos asombrosos... Porque se trata de una envolvente lámina de hormigón blanco que se enrosca sobre sí misma para convertirse en escultura sin perder el orden de los espacios. (Ya que estamos en tierra de quesos, podríamos describirla como el cincho de una encella gigante...)
Fue construida en el 2005 y con este proyecto el arquitecto extremeño Justo García Rubio, antiguo alumno de Sáenz de Oíza y premio Extremadura a la Creación, ha sido finalista del Premio Nacional de Arquitectura. Es apasionante, no se la pierdan. Sorprendentemente, no hemos encontrado carteles indicadores que nos llevaran hasta ella.
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Calzadilla de los Barros, Fuente de Cantos y Montemolín
Avanzando siempre hacia el Sur, cruzamos Extremadura sin siquiera detenernos, esta vez, en las ciudades de Cáceres y Mérida y pasando de largo también por Almendralejo, Villafranca de los Barros y Zafra, para llegar cuanto antes al pueblecito de Calzadilla de los Barros, en una zona de abundantes manantiales en la cuenca del río Bodión, cuyas aguas van al Ardila y al Guadiana. Esta localidad  también se denominó Calzadilla de la Cuesta y Calzada de los Romanos, nombres alusivos a su vinculación a la Vía de la Plata. Roma tuvo aquí minas de oro.
Su joya  más preciada se encuentra en el interior de la Iglesia parroquial, un templo del siglo XV con torre espadaña almenada. Se trata del Retablo del Divino Salvador, constituido por 28 tablas pintadas a finales del XV o principios del XVI por el pintor Antón de Madrid, que residía por entonces en Zafra. Está catalogada la obra como pintura tardomedieval, gótico tardío y primeras expresiones del Renacimiento. Fue restaurada a partir de su reconocimiento como Monumento Histórico Artístico en 1982. Actualmente presenta algunas tablas deterioradas.
A seis o siete kilómetros se encuentra Fuente de Cantos, pueblo de Francisco de Zurbarán, donde se puede visitar la Casa-Museo con su nombre, en la calle Águilas, en la que es poco probable que naciera. Parece más presumible que esa fuese la residencia de la partera, cuyo nombre aparece en la partida de bautismo. Según costumbre de la época eran las parteras quienes llevaban a los niños a la pila bautismal. Por otra parte la calle se llamó tradicionalmente calle Barrigas porque ere a donde iban las parturientas. La entrada al museo es gratuita, pero no abre los sábados por la tarde ni los domingos.
En el término de Fuente de Cantos se encuentran vestigios poblacionales desde el neolítico. Probablemente su nombre proceda de las construcciones ciclópeas en el recinto fortificado de Los Castillejos. Por otra parte, los vestigios de la época romana son abundantes en la zona, perteneciente a la Beturia céltica. No lejos de aquí (próxima a Medina de las Torres) se ubicaba Contributa Iulia, la antigua Ugultunia céltica, que se correspondería con una mancomunidad de poblaciones entre las que estaría la actual Fuente de Cantos.  Estamos en una comarca sugestiva para los estudiosos de la arqueología.
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Para llegar a Montemolín, que está sólo a 14 kilómetros de Fuente de Cantos, hemos de pasar a la cuenca del río Guadalquivir, cruzando su afluente el Viar cuando aún discurre en dirección Norte. Este río, que nace en Monesterio, en plena Sierra de Tudia,  después de abrazar la Sierra Quebrada y las tierras de Montemolín, va girando su cauce buscando el Sur, dejando a su izquierda la campiña de Llerena. El pueblo fue reconstruido por almohades procedentes de Mentessa (en Jaén) que regresaban de pelear a las órdenes de Miramamolín en la batalla de las Navas de Tolosa. Le dieron el nombre de Mentemolín, que evolucionó en el actual.
En una colina que se eleva más de 30 metros sobre el pueblo está situado el Castillo, que es una Fortaleza almohade reconstruida varias veces a lo largo de los siglos, la última hace pocos años. En el centro de la población, la Iglesia de la Purísima Concepción, del siglo XVI conserva pinturas de Zurbarán y del mejicano Francisco Antonio Vallejo.
Sin salir del municipio, nos pasamos por una dehesa de la pedanía de Pallares, donde viviremos horas de relax y sorpresa. Se lo contamos en un aparte (2). Aquí nos despedimos del partido judicial de Zafra, al que pertenecen los tres pueblos, para entrar en Andalucía, que nos espera Sevilla.
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(2) Las ocas de Eduardo Sousa en el Camino de las Estrellas (leer en ‘De Cerca’)
 
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Sevilla, setas del s. XXI con raíces romanas y baile flamenco 
Esta vez Sevilla nos espera con un disfraz de seta que esconde dos mil años de historia. Vamos directos al corazón de la ciudad, a la Plaza de la Encarnación, porque es donde se abraza la más novedosa arquitectura del siglo XXI con vestigios del siglo I y siguientes. El Espacio Metropol Parasol, del arquitecto berlinés Jürgen Mayer, terminado apenas hace cuatro años, se desarrolla para la renovación urbana de la Plaza de la Encarnación, pero con unos condicionantes muy particulares: bajo el suelo de la plaza, a unos cinco metros de profundidad, se hallan valiosos restos arqueológicos que surgen en el 2003 al iniciar las excavaciones para construir un aparcamiento subterráneo.
Descartada la obra del párquing, se convoca el concurso para fundir dos mil años de historia, creando un Museo en el subsuelo y un Espacio de uso ciudadano en superficie. Más céntrico imposible: casi equidistante de la Macarena y el Real Alcázar, entre la Casa de Pilatos y el Guadalquivir; a un paso de la Casa de las Dueñas, de San Ildefonso, de la Giralda, de la calle Sierpes...
Y así nace el proyecto de Jürgen Mayer, ese Espacio Metropol Parasol, también conocido como 'las setas de Sevilla' o 'setas de la Encarnación' por su forma de hongo. Se empezó en 2005 con un presupuesto estimado de 50 millones de euros y a su inauguración, en 2011, su coste casi se había doblado. Su estructura es de madera y hormigón, con una altura de 26 metros. Alberga un mercado con locales comerciales, una plaza de espectáculos, un mirador y el Museo Antiquarium. La verdad es que parece más obra de escultura que de arquitectura, sin embargo en 2013 fue uno de los cinco proyectos finalistas del Premio de Arquitectura Contemporánea Mies van der Rohe.
‘El Antiquarium – citamos de la guía editada por el propio museo – reúne la colección de vestigios arqueológicos más amplios de la historia milenaria de la ciudad de Sevilla’. ‘En sus 4.500 metros cuadrados de superficie se presentan 1.200 años de la historia urbana de Sevilla en fragmentos de arquitecturas, objetos hallados en las excavaciones e información’. Es emocionante poder recorrer en un único recinto tanta historia superpuesta, tocando y pisando las mismas piedras holladas por múltiples generaciones y culturas entre los siglos I y XI (3). Hay visitas guiadas diariamente, salvo los lunes, que cierra el Museo.
No es difícil en Sevilla toparse con una juerga flamenca. Como por allí mismo hemos leído, algo así de simple: ‘Una guitarra, una voz y ese cuerpo bailando en la madrugada’. Para ahondar en este arte, el mejor lugar sin duda es el Museo del baile flamenco. Está a medio camino entre la Plaza de la Encarnación y la Catedral y hacia allí nos dirigimos para disfrutar de un auténtico espectáculo flamenco y mucho más. El Museo no se limita al baile flamenco, aunque todo gira en torno a él: exposiciones de pintura, fotografía, escultura...
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Después de visitar varias salas interactivas con recuerdos de Carmen Amaya, Antonio Gades, Sara Baras (por citar sólo algunos nombres) o la mismísima Cristina Hoyos, la verdadera impulsora de este museo único en el mundo, tuvimos ocasión de asistir a uno de los pases del espectáculo, con actuación de los bailaores Zaira Santos y Sergio González, acompañados por la guitarra de Diego Franco y el cante de Javier Flores.
Emociona ver como, en cada pieza, los artistas buscan la perfección, la pureza... de un arte que por otra parte es fruto de un largo mestizaje de culturas. Hay que estar allí para sentir como se te va erizando el vello... También allí, escrito con tiza en la pizarra de la cantina, leemos esta frase de Antonio Gades: ‘Un extracto de fuego y veneno, eso es el flamenco’.
Uno de los placeres sevillanos es el callejeo por sus plazas y jardines. Ahora que estamos en pleno centro, el subconsciente nos hace repetir caminatas de antaño. Paseo 'comercial' por Sierpes y Constitución, visita 'artística' a la Catedral y al Real Alcázar, parada 'botánica' en los Jardines de Murillo con foto al Monumento a Colón, 'volver' por un instante a la juventud entre los estudiantes que salen de la Universidad junto al magnífico edificio del Hotel Alfonso XIII, para cruzar el Guadalquivir por el Puente de San Telmo y la mente puesta en alguna de las terrazas de la calle Betis, con vistas a la Torre del Oro y a la Giralda, un poco más allá.
Después del 'fino', las olivas y otra foto, regreso al centro histórico por el puente de Isabel II o de Triana que nos acerca a la Maestranza... Y, ya abierto el apetito, una cena de tapas en El Rinconcillo, un restaurante con solera nada menos que de 1670, para saborear de nuevo las berenjenas con miel de caña, el potaje de vigilia o el bacalao confitado..., si puede ser, regado todo con un Mulsum de Baetica, el vino elaborado con las antiguas técnicas romanas y recuperado por un equipo de arqueólogos y enólogos.
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(3) De los romanos a los árabes en el Antiquarium
Del siglo I nos encontramos con restos de una factoría de salazones y de un taller donde fabricaban lámparas. Estanques, pozos y una amplia colección de mosaicos pertenecientes a varias domus, de los siglos II y III. La Casa de las Columnas, de los siglos IV y V, es una reconstrucción sobre restos de las casas de los Dameros, la de Baco y la de la Ninfa, las tres de los siglos II y III. De la etapa menos conocida, el siglo VI, nos encontramos con las casas de las Basas y del Sigma, que, unidas, pertenecían a un poderoso comerciante de mármol y otras mercaderías orientales. Entre los siglos VII y X la Encarnación fue un descampado y en el XI se urbaniza de nuevo por la nueva sociedad musulmana. De esta etapa se conserva la casa de la Noria, una vivienda almohade de 350 metros cuadrados.
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Carmona, ‘la ciudad más fuerte...’ (César)
Después de varias jornadas de ruta, nos espera Carmona, a sólo 39 kilómetros de Sevilla, donde descansaremos de la última etapa. Carmona es una preciosa ciudad, 'Monumento Nacional' desde 1906, y tierra de licoreros. Hasta los años setenta del siglo XX había 200 destilerías que producían sobre todo anís. Hoy apenas quedan 6, aunque quizás se ha ampliado el abanico de productos, ya que se fabrica además ginebra, licor de canela y pacharán.
El Hotel Parador Alcázar del Rey Don Pedro, como se llama el Parador de Turismo de Carmona, donde nos albergamos, es un antiguo Alcázar árabe del siglo XIV situado cerca de la Puerta de Córdoba en el punto más alto de la ciudad y nuestro punto de descanso al final de la ruta. Su comedor, en el antiguo refectorio, es uno de los más impresionantes de la red y el lugar ideal para saborear la caza y los productos de la huerta, que son sus especialidades. También conservan algunas recetas romanas gracias a Apicio, un personaje de la época de Tiberio que dejó el tratado 'Del arte de cocinar'.
Entre otros, se puede degustar 'huevos de codorniz con piñones remojados', que lleva además pimienta, aligustre, miel y garum. O la 'ensalada de sémola de trigo con malvas', que se prepara con hojas de achicoria, setas, pescado en salazón, garum y aceite. Se podría completar este menú con un 'dulce de harina de flor con leche', que lleva además huevos, aceite, miel y pimienta. Como se puede ver, una cascada de contrastes.
Desde esta base parten nuestros paseos por las apretujadas calles, con la sensación de que en cada recodo aparecerá alguno de aquellos pobladores musulmanes que habitaron Qarmuna cinco siglos. De aquella época data el Alcázar de la Puerta de Sevilla, sede hoy de la importante oficina de turismo de la ciudad. También se sabe que la Mezquita Mayor o Aljama ocupaba el espacio de la actual Iglesia de Santa María.
alcazar
Aún se conserva el patio de abluciones de la Mezquita, del siglo XI, convertido en el actual Patio de los naranjos. Por cierto, la Puerta de Sevilla se salvó de la piqueta en el siglo XIX simplemente por falta de presupuesto, pues las autoridades ya habían tomado el acuerdo para su demolición ‘en aras de un crecimiento urbanístico racional’.
Con su raíz fenicia ‘car’, la ‘Carmo’ tartésica y romana presume de ser una de las ciudades más antiguas de Europa. Carmona, Lucero de Europa; Carmona, pieza fundamental de los 'Caminos de Pasión'; Carmona, en el centro de la 'Ruta Bética Romana', de ella dijo César cuando la provincia era la Hispania Ulterior, que comprendía, al menos, toda la cuenca del Guadalquivir: ‘... es con mucho la ciudad más fuerte de toda la provincia...’; Carmona, 'Premio Andalucía de Turismo'; Carmona, un Museo...
Efectivamente, Carmona es en sí un museo de su propia historia milenaria, con restos arqueológicos y monumentos de cada época, desde los fenicios hasta la actualidad, pasando por tartesios, cartagineses, romanos, visigodos, árabes y cristianos. Un lugar perfecto para terminar esta Ruta, aunque, eso sí, con la promesa de regresar en cuanto los hados sean favorables para contemplar una vez más la Giraldilla de San Pedro, las casas mudéjares o simplemente la rejería de sus balcones.
Y saborear la alboronía, las papas en amarillo, el cocido con tagarninas y la Tarta Inglesa... Se lo contaremos.
mudejar 
 

Comentarios

internauta (no verificado)

Que pena que no resalteis el hermosisimo Jardin del conde de tres palacios, tambien llamado coto de nuestra señora del Carmen en Puerto de Béjar. Es un paraje único, con una de las mejores, sino la mejor colección de coniferas de toda España.