Tierras de Pontevedra, donde las piedras cuentan historias

EXPRESO - 07.02.2014

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso

A diferencia de otras capitales gallegas, que cuentan con emblemáticos faros, murallas o catedrales, Pontevedra no hace alarde excesivo de sus encantos, parece que quisiera reservarse únicamente a los viajeros suficientemente curiosos.
palomas
Podría presumir la capital de las Rías Baixas de ser el centro neurálgico de una de las comarcas más sorprendentes de toda España, Terras de Pontevedra. Pero no hace falta, porque aquí hablan las piedras: las de sus plazas, sus petroglifos o las de los hórreos que miran al mar.
 
De plaza en plaza, pisando las piedras de Pontevedra
Pontevedra tiene un casco histórico vivo. Vibrante, bullicioso, bien conservado. Es fácil perderse de plaza en plaza, algunas de las cuales mantienen los nombres de los mercados semanales que aquí se celebraban.
Por ejemplo, la de la Verdura, donde se encuentra la Oficina de Turismo, asomada a las terrazas de cañas y tapas a mediodía, a los soportales de cafés en días lluviosos, y al mercadillo de antigüedades de los domingos.
En estos pórticos de la plaza de la Verdura se conserva una elegante farmacia decimonónica que fue escenario de la serie televisiva Los Gozos y las Sombras. Merece la pena entrar un momento, porque el ambiente es el mismo que entonces. Justo aquí, de un café a la sombra de estas piedras, nació el eslogan ‘Pontevedra es un amor’. Lo es, un amor de ciudad.
Basta preguntar a cualquiera de sus habitantes, incluyendo al loro Bico –beso, en gallego-, que alegra las mañanas en la panadería Abelleira, en una calle cercana. No es el único pájaro célebre de Pontevedra. Mucho antes lo fue el loro Ravachol, testigo de tertulias literarias en la rebotica de Perfecto Feijoo, y que hoy la ciudad homenajea frente a la basílica de la Peregrina.
El estimado pájaro dejó este mundo un Martes de Carnaval de 1913, y cuentan las crónicas que su funeral duró tres días con sus noches. Ahora, cada año por estas fiestas, su estatua se disfraza de crítica social, y cien años después Visit Pontevedra ha adoptado a Ravachol como embajador de la ciudad por el mundo.
carlota
Los pontevedreses viven en la calle, en sus plazas. No importa si llueve, porque esta ciudad de piedra mantiene muchos de sus soportales de granito. Sin embargo, el tiempo sorprende a menudo al viajero con un sol espléndido en pleno invierno.
No hay que perderse la de la Leña, coqueta como ella sola, perfecta para un vermut antes de comer o para tapear por la noche. La imponente plaza de la Ferrería, con sus camelias blancas, espléndidas sobre todo en enero y febrero.
Por aquí se encuentran algunos cafés de toda la vida, como el Savoy, el Carabela y San Francisco. El enorme edificio del fondo, donde estaba la Delegación de Hacienda, sería un lugar perfecto para un gran hotel de cinco estrellas. Pontevedra se lo merece. Ciudad señorial donde las haya, fue la tercera de España en contar con luz eléctrica.
La de Teucro, que lleva el nombre del fundador de la ciudad, era antes la plaza del Pan. Cada mañana se transforma en patio de colegio, el del San José, y cada noche en zona de tapas. Y aquí está el mayor escudo de esta ciudad blasonada, que cuenta con más de sesenta en sus fachadas de piedra.
Caminando entre una y otra, calle abajo, calle arriba por el casco antiguo, una parada para tomar el primer vaso de albariño con una tapa de queso de tetilla que sabe a gloria. Navajas, berberechos, un pulpo á feira, pimientos de Padrón y unos jurelitos como solo saben hacerlos aquí. En el bar Estrella o en cualquiera de los locales de la zona vieja, que hay muchos y muy buenos.
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Muy cerca, el Casino de Pontevedra, el único lugar de España donde cada año se sigue celebrando la puesta de largo de las muchachas. Y entre plaza y plaza, creciendo como hierba trepadora, el Museo de Pontevedra, que va ya por los siete edificios –casonas preciosas- y guarda colecciones espectaculares como las de joyas castrexas o sus salas navales.
Encrucijada de calles, en las 5 rúas vivió el maestro Valle Inclán, pero ahora su crucero de 1773 es el centro neurálgico de una de las mejores zonas de tapeo. En realidad, por todo el centro histórico, en cualquier bar pequeño, se encuentran sabores frescos y magníficos. Hay algunos curiosos, como la taberna As Reixas, o La Navarra, que el último fin de semana de cada mes rememoran además los cantos tradicionales que acompañaban antaño a la buena mesa.
Subiendo por la calle de Isabel II, se llega a otro lugar especial que, aunque menos conocido, atrae a muchos turistas a Pontevedra. Sor Lucía, la tercera pastorcilla a la que se apareció la Virgen de Fátima, vivió aquí, y su casa es hoy objeto de peregrinación religiosa, camino de Compostela.
Mucha historia han vivido estas piedras. Frente a la basílica de Santa María, los habitantes del antiguo barrio de pescadores A Moureira recibieron el encargo de construir la nao Santa María, el gran barco que lideraba la expedición de Cristóbal Colón hacia el Nuevo Mundo, junto con las carabelas. Las calles que la rodean, la judería entera, se transforman por la noche en zona de copas.
Méndez Núñez, el almirante que en tiempos de Isabel II logró la capitalidad provincial para Pontevedra, da nombre a la plaza más señorial del casco histórico. Imposible resistirse a una foto bajo la imponente magnolia. O a una copa rodeado de la deliciosa iluminación nocturna.
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Cerca, en la plaza da Pedreira, se esconde casi un secreto de alquimia, la fórmula mágica de uno de los símbolos de esta tierra. En el pazo Mugartegui, tan bonito que el Ayuntamiento lo utiliza para las bodas civiles, tiene su sede el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rías Baixas
La planta baja acoge un espacio expositivo que se puede visitar concertándolo previamente. Tras un mural de Pepe Solla, el viajero descubre los secretos de estos blancos de uva 100% albariño, cotizados en todo el mundo, que se cultivan emparrados en pequeños minifundios atlánticos.
Y eso que, antes del Albariño, Pontevedra fue capital del vino Ribeiro. Aquí llegaba de toda Galicia en carros de bueyes y los barriles rodaban hasta el puerto, que abastecía al norte de España y a Gran Bretaña. Cada año, la Feira Franca recuerda durante 15 días antes o después de san Bartolomé aquel comercio libre, y toda la ciudad regresa a la época medieval.
La visita ha de terminar en la Plaza por excelencia de Pontevedra, el Mercado de Abastos. Es imposible encontrar otra donde los pescados y los mariscos estén más frescos, casi todos vivos. Y gracias a un proyecto de la concejala Carlota Román en este edificio emblemático convivirá la mejor materia prima con un espacio innovador para disfrute de los sentidos.
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Piedras asomadas a la Ría de Pontevedra
A pesar de que da nombre a su ría, y de que la capital pontevedresa no tiene mar, sino que está regada por el río Lérez, Pontevedra fue en tiempos lejanos uno de los mayores puertos para el comercio del vino. De aquí partían antaño los barcos, cargados en aquel entonces de Ribeiro, con destino a las bodegas inglesas.
Un floreciente comercio controlado por el mayor poder de la zona, el del Monasterio de Poio. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, pero el edificio mantiene su planta imponente, la riqueza de sus claustros y la sencillez de sus celdas.
Ahora sus ocho monjes, con el padre Jerónimo, dirigen la contigua hospedería. Nada menos que 250 habitaciones en este lugar tranquilo, asomado a la isla de Tambo. Este curioso lugar guarda joyas como el libro encuadernado más pequeño del mundo, un padrenuestro escrito en siete idiomas en apenas 35 milímetros.
O un enorme mosaico, este contemporáneo, que describe en millones de piezas diminutas el Camino de Santiago desde París. Pero el mayor tesoro es una biblioteca con 120.000 volúmenes donde además de libros antiquísimos se pueden encontrar por ejemplo dibujos inéditos de Castelao.
Desde aquí, desde sus piedras monumentales, donde está el hórreo de mayor superficie de toda Galicia, se divisa casi otro lugar famoso por sus piedras, Combarro. Se puede llegar por carretera, serpenteando la costa, o en barco, mucho más apetecible.
Hay que evitar el verano y los fines de semana de mayor afluencia, para descubrir las rocas graníticas de sus calles irregulares, porque toda Combarro está edificada sobre una gran mole de granito. Calles coquetas, terrazas sobre el agua como la del restaurante O Bocoi, o la tapería Rúa 19, o el Peirao do Rial, todos mirando al mar.
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Y seis decenas largas de hórreos que la convierten en villa singular, la mayor parte de ellos asomados al Atlántico, herencia de mujeres a las que la costumbre destinaba las peores tierras de cultivo. Arquitectura tradicional de casas de pescadores, con pequeño soportal y balconada, pintados con los mismos colores que la barca de cada quién.
Salpicando la estampa, cruceiros en los que no falta la Virgen patrona de los marineros. Y una casita preciosa presidiendo la rúa Cega, la única que no tiene vista al mar.
Es esta tierra de sabores auténticos, porque las Terras de Pontevedra cuentan con una de las rutas más apetecibles de toda Galicia. En esta carretera que va desde Pontevedra a Cambados, pasando por Poio, Sanxenxo, O Grove, están, quizá algunos de los mejores restaurantes de Galicia.
A dos minutos de Combarro, precisamente, está la casa de uno de ellos. Pepe Solla no es solo un chef famoso, es un maestro de los fogones y un excelente anfitrión. Su cocina de vanguardia basada en la materia prima excelente, en sabores de siempre, no es de ninguna manera un tópico. Es auténtica, como la enseñanza que le transmitieron sus padres. De la antigua Casa Solla queda el emparrado de la entrada y su famoso soufflé. A primera vista poco más.
La decoración es austera, elegante con lo imprescindible, para que nada disperse los sentidos. El menú degustación resulta una experiencia divertida y fresca, en un templo culinario en el que hasta el pan es de verdad, buen pan gallego.
Sorprende el ahumado líquido de sus navajas perfectas, el corneto-vaca-mostaza o los toques cítricos de este gran cocinero que no va al mercado, porque el mercado viene a Casa Solla. Artesanos de la pesca de Ribeira, fruteros, agricultores, todos le traen sus mejores productos. También maestro en la sala, Pepe Solla atiende personalmente a sus clientes.
Solla forma parte de Grupo Nove, veintidós cocineros -un grupo de amigos, como él mismo lo define- que nació para fomentar la gastronomía gallega de vanguardia. ‘No sólo apoyamos cualquier iniciativa que tenga que ver con la gastronomía gallega, sino que las activamos, las iniciamos’. Imprescindible.
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La ruta de los petroglifos, piedras milenarias
Si las piedras hablan en las plazas de su capital, en los hórreos de Combarro, es quizá porque en estas Terras de Pontevedra hay una tradición milenaria que las vincula al ser humano nada menos que desde la Edad de Bronce.
Basta alejarse unos minutos de la ciudad, monte arriba o ría abajo, para encontrarse con impactantes petroglifos grabados de cuatro o cinco mil años de antigüedad. Los más famosos son quizá los de Campo Lameiro, donde un centro de interpretación sitúa al visitante perfectamente en la escena.
Caminar hoy por el Parque Arqueológico de Arte Rupestre de Campo Lameiro debe de ser muy parecido a lo que hacían aquellas gentes que decoraban las piedras sentados tranquilamente a la sombra de un roble, un sauce o un pino.
Pero si cuesta imaginarlo, el viajero tiene aquí la oportunidad de adentrarse en un poblado reconstruido, probar a cazar animales de corcho con flechas rudimentarias o intentar hacer fuego con ayuda de unas piedras.
Un paseo sosegado por los tres kilómetros de recorrido puede terminar en el laberinto, o continuar hasta la visita nocturna, una experiencia única descubriendo las sombras de los petroglifos a la luz de las linternas.
Otro lugar perfecto para entrar en contacto con la forma de vida de nuestros antecesores es el Área Arqueológica de Tourón, en Pontecaldelas. Cuenta con un pequeño centro de interpretación muy revelador, y la ruta está señalizada, así que se puede recorrer por libre o concertar una visita guiada.
Desde sencillas figuras geométricas hasta complejas escenas de caza, los restos prehistóricos ofrecen aquí una variedad muy importante. Se perciben mejor al atardecer o al amanecer, cuando la luz del sol proyecta sombras alargadas. Para que la experiencia sea perfecta hay que venir abrigado en cualquier momento del año y con calzado adecuado.
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También es fácil encontrar petroglifos en miradores naturales asomados a la ría. Como los de Poio, que cuenta con varios conjuntos de grabados rupestres distinguidos como ‘Monumento Nacional’ y un Centro de Interpretación Arqueolóxica dos Petroglifos, justo detrás del Casal de Ferreirós. 
O los del impactante conjunto megalítico Chan de Castiñeiras, uno de los campos de túmulos más importantes de toda España, a medio camino entre Vilaboa y Marín. En este último municipio están los famosos Laberintos de Mogor, siete composiciones circulares frente a la playa.
Merece la pena perderse despacio por estas Terras de Pontevedra para encontrarse otros vestigios inesperados. Piedra y agua se funden en el espacio natural del río Barosa, en Barro donde los protagonistas son los molinos, utilizados hasta hace bien poco en toda Galicia para moler el grano.
Hay que detenerse en Cotobade, para admirar la Pedra das Ferraduras o el castro de Cividade, rodeado de un foso con restos de la antigua muralla. Muchos más castros hablan aquí de nuestros orígenes. Como el de Penalba, uno de los más antiguos de Galicia, en Campo Lameiro; el castro Barbudo en Pontecaldelas; o el de Cividade, en Cotobade, rodeado de un foso con restos de la antigua muralla.
Como las andanzas al aire libre activan el apetito, la noche ha de terminar en uno de los lugares más sabrosos de toda la comarca. Casa Pipeiro, en Pontecaldelas, prepara un delicioso jabalí con castañas y frutas, amén de otras piezas de caza y otros asados.
Pero donde realmente lo borda es en la empanada de zamburiñas, la mejor que ha probado en su vida esta que firma. No perdonen un gin-tonic de Nordés ginebra gallega con una bola de hielo con uva albariño dentro. Y saluden de mi parte a Miguel Fernández, propietario del restaurante, díganle que volveré pronto a estas Terras de Pontevedra.
empanada 
Más información: 
Terras de Pontevedra www.terrasdepontevedra.org
Visit Pontevedra www.visit-pontevedra.com
Concello de Poio www.concellopoio.com
Concello de Campo Lameiro www.campolameiro.com
Concello de Vilaboa www.vilaboa.org
Concello de Marín www.concellodemarin.es
Concello de Cotobade www.concellodecotobade.org
Concello de Pontecaldelas www.pontecaldelas.org 
Concello de Barro www.barro.es
 

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