Túnez: descubre una nueva realidad a través de sus secretos

EXPRESO - 23.06.2011

Texto: Hugo Fraile/RV Edipress Fotos: Miguel Muñoz/RV Edipress
Porque Túnez no es solo sol y playa. Porque no es solo té de menta con piñones en las aguas del Mediterráneo. Un pensamiento demasiado generalizado que con solo pasar tres días en el país te cambia de forma íntegra.
La realidad política ha cambiado, ya puedes hablar de cualquier vertiente política, que para eso están los 94 partidos políticos para apoyar esa postura. Ya puedes andar por Túnez capital, por Hammamet o por Kairouan a las dos de la mañana y encontrar gente por la calle, animación y ‘buen rollo’, como dicen los jóvenes hoy en día ya que el toque de queda no existe, la represión policial tampoco. Solo emoción, solo esperanza, solo que las elecciones, atrasadas hasta el próximo mes de octubre, lleguen cuanto antes para que pueda haber democracia.
Y no es solo playa, sol, salir por las noches, y dormir ‘a las tantas’. Para eso ya están Canarias o Baleares. Vamos a realizar un repaso por las ciudades más turísticas de la costa nordeste tunecina, pero también por las de la estepa del país.
Aquí van consejos, secretos y otras vicisitudes de un mundo totalmente original para el español que no conoce un país musulmán:
Cartago y los orígenes de Túnez
En cuanto llegas al aeropuerto de Túnez capital a bordo de un moderno avión de Tunisair, compañía aliada de, entre otras, Iberia, observas que el carácter del tunecino ha cambiado.
Cuando antes se miraba mal al periodista que enseñaba su pasaporte en la garita de la policía tunecina, ahora se convierte en una sonrisa sincera y en una pregunta esperanzadora: ‘¿Viene a hacer un reportaje turístico del país?, no se olvide visitar El Jem, Kairouan, Touzeur….’. La libertad, dicen unos, el carácter tunecino, decimos otros.
Visita obligada es la catedral de San Luis de Cartago, un edificio de culto cristiano construida en 1810 en honor de Luis IX y que actualmente se utiliza para eventos culturales como la exposición de arte vanguardista de Túnez, entre otras.
Al lado de este edificio podemos encontrar el conocido Museo Nacional de Cartago, con vestigios auténticos de esta civilización, como las termas del emperador Constantino, cuna de la Túnez actual, que fue arrasada en las guerras púnicas por los romanos y que, a parte de este legado histórico sin igual, podremos contemplar una de las vistas más impresionantes de las costas de Sidi Bou Said y del golfo de Hammamet.
Aunque para vistas, mejor adentrarse en Sidi Bou Said, famosísima por sus casas que mezclan tintes mediterráneos con aspectos árabes en su constitución, de color blanco radiante y balcones o puertas azulonas, que confieren a sus cafés y a sus puestos de souvenirs un aspecto limpio y puro.
Por supuesto, dejarse llevar por los mil y un objetos decorativos que se pueden comprar en sus bazares es lícito, pero no hay que dejar pasar la oportunidad de adentrarse más en estos puestos.
Si preguntas por sus terrazas, podrás subir por escaleras serpentinas y escondidas hasta éstas, y admirar una vista sin igual mientras tomas una ‘Sisha’ o pipa con tabaco de fresa o menta. Un secreto que no todo el mundo conoce.  
Si visitas Nabeul, la ciudad administrativa de Cabo Bueno, situada a diez kilómetros al norte de Hammamet, entre resorts turísticos y discotecas, se encuentra la tienda de Hatem, artista conocido por todo Túnez, y por parte de fuera de él, que hace vasijas, alforjas y demás elementos decorativos artesanalmente y ‘a mano’. Más de 1.000 de estas piezas puede realizar este artista en un día.
Piezas como la llamada ‘Jamsa’ o ‘Mano de Fátima’ en honor a la hija del profeta Mahoma, un símbolo con forma de mano que en el mundo árabe se utiliza como talismán para protegerse de la desgracia en general, y del mal de ojo en particular.
Nabeul es una ciudad anclada en el pasado, pero desde la buena acepción de la frase, ya que puedes encontrar una medina tradicional, de las más antiguas del país en el que puedes comprar cualquier producto típico de la cocina o el baño árabes, desde especias como la harissa o la paprika para los paladares más exigentes, hasta las flores de naranjo, ideales para las aguas de baño y perfumes.
Zonas de costa: de la tranquilidad al ‘Puerto Banús’ tunecino
Pues sí, zonas de costa, 1.300 kilómetros de ellas tiene Túnez. Pero nos vamos a centrar en la parte nordeste de este país musulmán situado a menos de media hora en avión desde la llamada ‘bota de Italia’.
Comenzamos el recorrido por Hammamet, quizá la ciudad de costa más conocida gracias a sus numerosísimos resorts de cuatro y cinco estrellas equipados con todo tipo de lujos para los miles de turistas que llegan al año a tierras tunecinas. Muchos de estos complejos de lujo pertenecen a cadenas españolas como Iberostar, Vincci o Ríu.
Un total de 40 complejos están situados en Hammamet sur, edificada desde los años 80 como un lugar de relax, en el que los centros de talasoterapia abundan, así como los baños turcos y las sesiones de masaje (muy recomendado uno llamado ‘katsba’ en el que te masajean hasta los parpados y las cuencas de los ojos).
Aunque, para las gentes del lugar, el mejor centro de talasoterapia se encuentra en Hammamet norte: un resort de cuatro estrellas pero con un centro propio situado en un edificio aparte llamado Nahrawess. Sus baños con algas marinas y agua salada caliente son conocidos por toda la zona, así como sus aguas carbonatadas traídas desde pozos subterráneos de la zona más meridional de Túnez.
Si queremos relax, Hammamet es nuestro destino, con las tradicionales ‘Haimas’ a borde del mar para fumar una ‘sisha’ tranquilamente mientras disfrutamos del sol mediterráneo. Pero si queremos fiesta, nada mejor que la zona de Soussé y Port El Kantaoui.
En Soussé es casi obligatorio visitar su medina, de las más importantes del país, y poder elegir entre la mayor cantidad de marisco y pescado de la zona, acudir a sus competiciones anuales de pesca del pulpo en tinajas y con barcos sin motor, o subir a la torre que encabeza el fuerte de Soussé, cuyas vistas de la ciudad merecen la pena subir sus más de 200 escalones en forma de caracol.
La carretera que une Soussé con Port el Kantaoui es una sucesión de resorts de lujo, como el Movenpick, y de macrodiscotecas, como Bora Bora, pero también es la vida real del Túnez de costa. Turistas y autóctonos conviven en sus playas, en sus costas y en sus establecimientos, no están separados, es la vida cotidiana que embarga al turista.
Hasta que llegamos a Port El Kantaoui, una ciudad costera que aglutina a la ‘jet set’ tunecina y turística, al más puro estilo de la ciudad portuguesa de Portimao o a la española Puerto Banús.
Con los yates dispuestos en un atracadero con forma de ‘U’, en él sobresalen sus restaurantes de marisco, los mejores y más caros del país, su zona de playa, con casas al borde de la arena, literal, y elementos ornamentales como su gran fuente central, que cambia de color y de ritmo según la música que emana, muy al estilo de la fuente de Montjuic en Barcelona.
Un centro religioso de gran importancia en el mundo musulmán    
Pero como dijimos en un principio, Túnez no es solo turismo de sol y playa, es también un centro religioso fundamental para el mundo musulmán. Y entre todas las ciudades sagradas para esta religión se encuentra Kairouan, ciudad santa para los tunecinos, situada en el centro de la estepa tunecina, y hogar de más 50 mezquitas, en el que tomar una cerveza está prohibido por la religión, y en el que se encuentra la tercera mezquita más importante del mundo musulmán tras la de La Meca y la de Jerusalén: la Gran Mezquita de Kairouan.
Esta mezquita no está abierta al público, solo a los musulmanes, pero sí podemos adentrarnos en su patio central, admirar su construcción y sus ornamentos, y ‘echar un vistazo’ a los interiores gracias a las numerosas ventanas de las que consta el complejo religioso.
Construida por Uqba ibn Nafi en el 670 DC (el año 50 según el calendario islámico), la mezquita ocupa una superficie de 9.000 metros cuadrados y su perímetro alcanza los 415 metros, medidas que otorgan a la Gran Mezquita un puesto preeminente entre los templos más amplios del norte de África.
Kairouan fue Capital de la cultura islámica en el año 2009, por lo que podemos encontrar otros templos de gran complejidad artística, ornamental y de culto, como la Mezquita del Barbero, construida en el siglo VII, alberga la tumba de Abou Dhama, un discípulo de Mahoma que era apodado ‘el portador de tres pelos’, ya que se creía que siempre llevaba con el tres pelos de la barba del profeta.
Es curioso observar la parte destinada para la introducción de niños menores de seis años en la religión musulmana, con sus alfombras ‘mini’ dispuestas para el rezo y el culto al Corán. Otro dato curioso, para los cinéfilos, es saber que las imágenes de la persecución por toda la medina de ‘Indiana Jones, En busca del arca perdida’, se filmaron ahí.
No todo es rezo y culto en Kairouan. Visitar su medina y su zoco es viajar al país de las ‘Mil y una noches’, en los que encontrar venta de cuero, lana y tejidos ‘a la vieja usanza’; en donde encontraremos a Sidi Barrouta, un camello que todos los días sube y baja las escaleras en el mismo itinerario desde hace 30 años, y que con un poco de suerte nos ‘obsequiará’ con el agua de su pozo, situada a más de 20 metros de profundidad con un toque curioso, un toque a desierto.
Y para los más compradores, nada mejor que las alfombras más reconocidas del norte de África: las alfombras de Kairouan son famosas por su complejidad, algunas aglutinan hasta 250.000 nudos por metro cuadrado, y por su tipo de elaboración, hechas a mano en un trabajo que lleva al artesano hasta ocho meses de elaboración.
El Jem, un punto aparte
Si tienes la suerte de tener un jeep, y vas camino del desierto, no puedes dejar pasar la ocasión de visitar El Jem, un pueblecito 100% tunecino, sin grandes resorts, en medio de la estepa, donde el calor empieza a ser continental, árido, pegajoso, pero que guarda en su corazón el séptimo anfiteatro romano de mayores dimensiones del mundo, el anfiteatro de El Jem.
Lugar de culto para cinéfilos y publicistas, en el se filmó Gladiator así como anuncios como el mítico de Nike fútbol en el que jugadores como Eric Cantona ‘luchaban’ contra demonios, data del siglo III, cuando los fenicios fundaron la ciudad de Thysdrus, y entre sus elementos de ocio más reconocidos estaba este anfiteatro, uno de los de mayor aforo y dimensiones tras los de Roma, Capue, Milano, Autum, Verona y Cartago.
La construcción, de forma elíptica, tiene 36 metros de altura, y sus dimensiones son de 148 metros por 122 metros. La arena mide 65x39 metros, y guarda en sus entrañas los pasadizos y mazmorras mejor conservadas del mundo romano. Tenía tres pisos con 60 arcadas corintias.
Actualmente, además de estar abierto al público, es un lugar idóneo para conciertos de ópera así como para funciones teatrales. Merece la pena ver la mole de piedra emergiendo de entre las pequeñas casas vecinales de la ciudad de El Jem.
Este ha sido nuestro repaso por la zona más septentrional de Túnez. En siguientes ocasiones os desvelaremos otros secretos ‘a pie de calle’ de la zona meridional del país: el desierto, con sus lagos salados, sus espejismos, sus poblados bereberes, sus oasis con palmerales verdes y frondosos… En otra ocasión.  
Con nuestro agradecimiento especial desde Expreso a:
RV Edipress, agencia de comunicación de la Oficina Nacional de Turismo de Túnez
y al entrañable pueblo tunecino, que siempre nos acoge con los brazos abiertos
 

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