Un recorrido por el verde intenso del Valle del Loira

EXPRESO - 28.06.2009

Texto y fotos: Pilar Alonso Canto Durante siglos fue la vía de comunicación más importante de Francia, y sus orillas el lugar preferido de los reyes galos para levantar sus castillos de recreo

Texto y fotos: Pilar Alonso Canto

Durante siglos fue la vía de comunicación más importante de Francia, y sus orillas el lugar preferido de los reyes galos para levantar sus castillos de recreo. Estas aguas conservan todavía la propiedad de transportar al viajero a una tierra verde de olores intensos, de sabores auténticos de la campiña. A su paso por la Región Centro del país, el río Loira -Loire- conforma un Valle tan espléndido que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.
jardín del agua de Villandry
Hoy se puede llegar fácilmente en coche o en tren, y recorrer cientos de kilómetros de senderos y rutas clicloturísticas, pero el agua sigue siendo el elemento central. Es tan importante, que cada uno de los seis departamentos del Valle del Loira lleva el nombre de sus afluentes, Cher, Eure-et-Loir, Indre, Loiret, Loir-et-Cher y Touraine.
Jardines renacentistas, medievales, románticos; parques naturales y recodos del río donde crecen las orquídeas salvajes. Castillos que conservan el sabor de sus tiempos dorados, muchos de ellos convertidos en hoteles; una tierra generosa que surte de placeres a los gastrónomos; y un color, el verde, que vertebra cualquier viaje por el Valle del Loira.
su gastronomíaUn menú estupendo de productos de la tierra puede comenzar aquí con fresas y unos espárragos de Sologne, continuar con un pescado de las aguas dulces del Loira al azafrán, un paté de Chartres o un plato de caza y setas de sus bosques, y terminar con alguno de sus famosos quesos de cabra.
Para acompañarlo se puede elegir entre las veinticuatro denominaciones de origen de vinos y terminar la comida con cualquiera de los licores artesanales que se producen en el Valle del Loira.
Algunos tan curiosos como el de peras, que se consigue colocando la botella en el árbol y dejando que la fruta crezca dentro.
Poco antes del amanecer, los vagones blancos y morados del trenhotel Elipsos detienen su traqueteo camino del norte, de París, para detenerse en Blois y Orléans, a orillas del río Loira. Cualquiera de estas dos ciudades ‘con carácter’ es un punto de partida perfecto para un viaje a través de los sentidos.
A una hora de la capital francesa, en Loiret, Orleáns es la puerta de entrada septentrional al Valle del Loira y una de las villas más antiguas de Francia. La ciudad donde en otro tiempo los barqueros descargaban sus vinos, desarrolló gracias al tráfico fluvial una industria muy importante, la del vinagre, que aún fabrica alguna familia artesanalmente.
Seis siglos después de su liberación contra los ingleses, cada rincón de esta villa recuerda con orgullo a su heroína, Juana de Arco, en honor de la que celebra una gran fiesta la semana del 8 de mayo. Durante esos días, toda la ciudad está engalanada con grandes cestas de mimbre llenas de plantas en flor y espectáculos callejeros.
detalle en el Chateau de ReignacUna visita mañanera a la ciudad tiene que incluir necesariamente una parada en el número 38 de la rue de la Republique, para desayunar en Les Musardises.
Aquí se preparan unos de los mejores croissants del mundo. Al menos, así se lo parece a esta autora.
También merece la pena probar sus macarons, de sabores como pétalos de rosa o avellana, que han de comerse de más suaves a más intensos.
Como curiosidad de esta pastelería fundada en 1890, unas cajitas minúsculas de madera muy fina con jalea de membrillo, que la gente compra para comer incluso por la calle.
En Orleáns ningún edificio puede ser más alto que su catedral. Por eso, las mejores vistas se consiguen desde la galería alta que abre al público en verano. Al lado, los restos de la primera muralla del siglo IV.
El comienzo del buen tiempo lo marca la temporada de festivales. Comienza en junio, cuando la ciudad se llena de música con el Orléans’ Jazz, que celebra el próximo año su XX edición, hasta terminar con el Festival del Loira, a finales de septiembre.
laberinto de Villandry
De hecho, durante toda la temporada estival el Valle del Loira se llena de espectáculos de luz, agua, música y cultura. Aunque es justo antes, en primavera, y en otoño, cuando el grueso de los viajeros se ha ido, el mejor momento para visitarlo, cuando el valle se llena de fragancias y colores intensos.
En Orleáns hay que perderse por sus calles, comenzando por la rue Bourgogne, la primera de la ciudad, que conserva alguna de las casas originales y es la zona de restaurantes; hay que conocer el mercado medieval, y los restos de la Universidad de Orleáns.
El punto más importante es la Place du Martroi, la plaza principal. Tras el antiguo ayuntamiento, que está enfrente del actual Hotel de Ville, hay unos jardines preciosos. Aquí se encuentra un Ginkgo Biloba enorme, que tiene las hojas en forma de abanico.
rosas
Para comenzar nuestro recorrido verde, nada mejor que comer en el Parque Floral de La Source, al sur de la ciudad. Desde 1994, arquitectos, paisajistas, botánicos, arbolistas y científicos han creado nuevas instalaciones en el antiguo parque del Castillo. El Jardín del Iris, el de la Fuente, la Huerta o la Rosaleda del Espejo son el resultado de algunos de los concursos que se han celebrado.
En este enclave maravilloso de 35 hectáreas de naturaleza hay nada menos que 250.000 iris en flor, de diferentes colores. También tiene un invernadero de mariposas exóticas, un jardín de hierbas aromáticas y unas cercas muy originales, trenzadas, hechas con sauces vivos que cada año siguen creciendo.
En el restaurante 'La terrasse du Parc' hay probar el cordero adobado con hierbas y confitado durante 18 horas, con un resultado inmejorable. Como postre, el espectacular coulant de chocolate con chupito de frambuesa.
Del verde refinado del Parc a la naturaleza en estado puro de los caminos que recorren el Valle del Loira. En Beaugency comienza el GR3 (chemin de grande randonnée) de Loiret, un circuito de senderismo señalizado por la Federación Francesa. Michel Lacroix y Patrick Terlin, del Comité Départemental du Tourisme, lo conocen como nadie.
río Loira
Antes de comenzar el paseo, el pueblecito de Beaugency merece una visita a su castillo y a su iglesia, que esconde cosas tan curiosas como una pila bautismal situada al fondo del altar o un confesionario con reloj. Luego, el camino comienza junto al puente más antiguo del Loira, y durante todo el recorrido envuelve al viajero con olores de flor de saúco y celinda.
Muy cerca, en la Ferté-Saint-Aubin, rodeado de dos mil hectáreas de árboles y regatos, se encuentra el Chateau des Muids, un lugar perfecto para reponer fuerzas, donde la cocina es muy buena y las habitaciones enormes.
mapa de la rutaEl desayuno ha de ser abundante para enfrentarse luego a uno de los castillos más espectaculares de Francia, el de Chambord.
Sus dominios, declarados Patrimonio de la Humanidad, ocupan casi tanta superficie como la ciudad de París.
Se pueden recorrer en barca por Cosson o en bicicleta, a lo largo de kilómetros de alamedas. Y es fácil ver ciervos y jabalíes, parte de la vida salvaje que habita aquí durante todo el año.
Concebido como albergue de caza, Francisco I estuvo sólo cuatro veces en este castillo que mandó construir en 1519 para mostrar su poder a Carlos V.
Lo mejor del enorme edificio son las vistas desde las terrazas y su excepcional escalera de doble revolución, que en realidad son dos, alrededor de un núcleo central con ventanas en la torre de la Linterna.
No está documentado, pero cuentan que Leonardo Da Vinci, que vivió en el Valle del Loira al final de su vida, tuvo algo que ver en el proyecto de este gigantesco edificio con planta de cruz griega, propia del arte italiano. En sus paredes, de seis metros de altura, cuelgan aún magníficos tapices con escenas de Scipion y Aníbal.
En el ala derecha del castillo hay una escalera que se construyó para llegar hasta un embarcadero que nunca llegó a existir. La idea del rey era variar el curso del río Loira para hacerlo llegar hasta su palacio, pero la falta de dinero frustró su capricho.
A donde sí llega el Loira es al Parque Natural de Brenne, un mosaico de agua, bosques y prados donde anidan las aves migratorias y se aparean las tortugas. En la Boutique du Parc hacen degustaciones de productos de la zona, con delicias como la carpa frita con queso fresco de cabra, batido y aliñado con sal, pimienta, aceite y tabasco.
viñas de Panzoult
Justo aquí, en esta zóna húmeda de vital importancia para tantas especies de fauna y flora salvaje, se consiguió la primera denominación de origen del queso de cabra, una de las cinco que hay en el Valle del Loira. El pueblecito de Pouligny es el más pequeño que tiene denominación.
Una buena comida ha de regarse con los vinos blancos de la tierra. En el corazón de la región de Berry, el viñedo de Reuilly extiende sus colinas soleadas desde las orillas del Arnon hasta las orillas del Cher.
Desde principios del siglo VII, los monjes de la Abadía de Saint-Denis abastecían a las villas medievales y sus vinos eran transportados, río abajo, hasta Inglaterra y Flandes.
bodega
Estos valles, que producen vino desde hace dos milenios, dan lugar actualmente a 7 AOC (Appellations d’Origine Contrôlée) y una denominación de origen de calidad superior (AOVDQS), cada una con su propia personalidad y tipicidad.
Después de un paseo por el verde de sus viñas, en Reignac-sur-Indre espera el Chateau de Reignac, un castillo construido sobre las ruinas de una antigua fortaleza. De tres épocas arquitectónicas, la antigua propiedad del general Marqués de Lafayette ha sido enteramente restaurada hace poco y cuenta con doce habitaciones, cada con el nombre de un personaje histórico.
Chateau de Reignac
La decoración y los muebles son de época, pero el confort es el de un hotel de lujo actual. El servicio es cálido y eficiente, y la cocina guarda calidad en todos sus detalles. No hay que perderse el desayuno, con un café hecho al momento y servido en pequeñas cafeteras, para que esté siempre en su punto. Ni sus mermeladas caseras, en especial la de berenjenas, con un punto de sabor a canela.
calienta platosEn el comedor hay un curioso calienta-platos antiguo que consiste en un hueco hecho dentro del radiador, con un estante en medio y cerrado con dos puertas pequeñas.
Aquí se colocaban los platos vacíos que se iban a servir para que siempre estuviesen calientes.
A pocos kilómetros, las viñas conforman de nuevo el paisaje alrededor de Panzoult.
Un itinerario de senderismo de ocho kilómetros en compañía de Charles Pain, un viñador que hace de guía a través de estos paisajes Patrimonio de la Humanidad, discurre entre bosques de robles y abedules, y orquídeas silvestres.
Tras algunas pequeñas paradas para saborear el verde, nada mejor que una comida en el interior de una cueva, a 37 metros bajo tierra, donde cada bodega tiene un espacio acondicionado para reunirse a degustar los caldos de Chinon.
De todos los castillos del Valle, el último que se construyó durante el Renacimiento es el Chateau de Villandry. En 1906, el castillo fue comprado por Joaquín Carvallo, bisabuelo del actual propietario, extremeño. El portugués abandonó su brillante carrera científica con el profesor Charles Richet, premio Nobel en 1913, para dedicarse únicamente al castillo.
De este modo salvó el edificio, que estaba a punto de ser demoliddo, y creó, en perfecta armonía con su arquitectura renacentista, una enorme finca formada por cinco espacios: el jardín ornamental, el jardín del agua, el jardín de las hierbas aromáticas, el jardín del huerto y el laberinto.
 
huerto del castillo de Villandry
Rodeando los jardines, nada menos que mil doscientos tilos que podan a mano cuatro hombres durante cuatro meses. Cada año se producen en los invernaderos del castillo, 250.000 plantas de flores y hortalizas con las que se replantan los jardines. En la época de la recolección, los productos del huerto se apilan para que los visitantes puedan llevárselos.
Otro lugar que no hay que perderse en la visita al Valle del Loira es Tours, en Touraine, ciudad hecha de arte e historia. Entre los ríos Loira y su afluente el Cher descubrimos las viejas casas de los siglos XV y XVI, de cuando era capital del reino de Francia.
plaza Plumereau
Hoy el barrio medieval es la parte más animada de esta ciudad que celebra cada sábado el Mercado de las Flores. En cuanto comienza el buen tiempo, los estudiantes abarrotan las terrazas de la Plaza Plumereau, rodeada por casas de entramado de madera.
Desde su bella catedral de Saint-Gatien, con espléndidas vidrieras del siglo XIII, hasta el bicentenario cedro del Líbano, o la torre de la antigua muralla de la ciudad galo-romana, en Tours hay muchos rincones que merecen la pena.
torre de la catedral de Tours
El viaje por el Valle verde del Loira termina esta vez en Blois, la capital del departamento de Loir-et-Cher, con sus callejas de escaleras y recorridos tortuosos. Aquí nos espera el lujo del Elipsos para llevarnos a casa los sabores de una de las regiones más suculentas de Francia.
 
Agradecimientos:
 
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Comentarios

Carlos Ciccolo (no verificado)

quisiera recorrer parte del Loira en barcos de carga que puedan llevar pasajeros y que van de pueblo en pueblo,no quiero cruceros.Es posible?serian por 8 a 10 noches.Me gustaria saber el costo y tambien donde puedo conseguir informacion, si ustedes no me la pueden dar.Gracias Carlos

Atout France (no verificado)

Buenos días, comentarle que en la Oficina de Turismo de Francia solo disponemos de información sobre cruceros fluviales por el Loira, los barcos que uno mismo puede pilotar. H estado mirando en la web de la región pero tampoco figura nada al respecto.