Silken Gran Domine Bilbao, un lujo en el que apetece quedarse a vivir

EXPRESO - 21.07.2012

Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso El Silken Gran Domine Bilbao, uno de los alojamientos más emblemáticos de todo el País Vasco, es sin duda un hotel de lujo

Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso

El Silken Gran Domine Bilbao, uno de los alojamientos más emblemáticos de todo el País Vasco, es sin duda un hotel de lujo. No por sus cinco estrellas, ni siquiera por las siete Michelin de Martín Berasategui, que apadrina su nuevo restaurante Doma. 

El lujo se siente aquí desde la cama, donde te despiertas impresionado con el Guggenheim a pocos metros, casi puedes tocarlo; en la terraza de la séptima planta, en la que el desayuno, la cena o las copas se toman con vistas a este icono imprescindible de la ciudad, a la torre Iberdrola y a la ría de Bilbao.
Un lujo de habitaciones
Es un lujazo sumergirse en espuma en estas bañeras blancas diseñadas por Philippe Stark, mientras casi acaricias la piel de colores de Puppy, o te reflejas en las planchas de titanio de la obra maestra firmada por Frank O. Gehry.
Y, sin embargo, este gran hotel no tiene espacios desmesurados, sino un diseño a escala humana que te hace sentir cómodo. Todo un reto resuelto por Javier Mariscal y Fernando Salas incluso para las habitaciones interiores -elegibles solo si se tiene mucho sueño o es la segunda estancia en el hotel-, a las que consuela con vistas al enorme Ciprés Fósil.
Ellos son también los autores de las pequeñas sorpresas que van alegrando la estancia al huésped. Nada más tomar posesión del cuarto, una camarera llama a la puerta para traer la primera: dos simpáticos muñecos de inconfundible factura Mariscal, un gato y un perro que ‘forman parte de la habitación’.
Las líneas y también los colores, del ocre al rojo, son suaves, elegantes, intemporales. Los enchufes están donde tienen que estar, y las conexiones wifi funcionan a la velocidad adecuada en todo el hotel, cuánto se agradece. Sábanas de algodón egipcio y mantas de lana y caschmere. El albornoz y las zapatillas, blancos, y un servicio de limpieza de calzado diario gratuito. No falta ningún detalle.
El cuarto de baño, cálido con su ducha abierta de planchas de madera de teka, funcional con todas las amenities necesarias para viajar sin preocupaciones, desde el tónico facial o el quitaesmaltes, hasta las sales de baño, el hilo dental o las bolsitas con cierre zip para no tener problemas en el aeropuerto.
La séptima planta
En la séptima planta, el desayuno sabe a jamón ibérico, a zumo natural de naranja, a café Nespresso, a bollería recién horneada y a muchas otras delicias curiosas que conforman un buffet variado y bien dispuesto.
La prensa del día está esperando a la entrada de esta terraza, pero resulta complicado apartar la vista del Guggenheim, uno de los edificios más bonitos del mundo. Justo al lado, las vías verdes del tranvía que lleva a los viajeros desde el Sagrado Corazón hasta Ripa. Entre ambos asoma un parque infantil de dudoso gusto.
Mucho ha cambiado en los últimos años este eje urbano a orillas del Nervión. Los antiguos muelles de ferrocarril situados entre el museo Guggenheim y La Naja se han teñido de verde, y son ahora un paseo peatonal que rompe radicalmente con la imagen grunge del antiguo Bilbao.
Enfrente del Silken Gran Domine, la montaña verde de Deusto, con su imponente Universidad en primer término. A la derecha, la escultura roja de Daniel Buren sobre el puente de La Salve, que cruza la ría.
En esta misma planta está el gimnasio del hotel, un pequeño espacio acristalado donde espera también la sauna, el baño turco y una sala de wellness.
Y también en la séptima está el restaurante Doma, que desde este julio de 2012 lleva la firma de Martín Berasategui, junto con el buen hacer de su jefe de cocina, Moisés Lenaroz, a quien el famoso chef ha definido como ‘sin duda, el mejor cocinero de nuestra generación’.
En busca de espacios divertidos
El Silken Gran Domine Bilbao merece un recorrido detallado, aunque solo sea para entretenerse descubriendo rincones y piezas originales. Nada se ha dejado al azar en este gran hotel dirigido por Raúl Fernández Acha, que cuenta con un servicio a la altura de sus cinco estrellas.
El lujo se siente también en el ascensor, descendiendo rodeado de curvas blancas sobre la cascada de platos y copas en agua. O en el lobby de entrada, repleto de sorpresas divertidas.
A pie de calle, el mirador acristalado de Le café Metropol, que homenajea con su diseño a los creadores de la Bauhaus alemana. Rojo y blanco, mientras, para ambientar las copas nocturnas en el Splash & Crash.
Un espacio de lectura tranquila, el Txoko Corner, con su pequeña biblioteca de arquitectura e interiorismo. La espiral interminable de la escalera Staircase. Los gigantescos números metálicos que te reciben en cada planta. El sofá rojo en forma de ocho, presidiendo orgulloso la recepción del hotel.
Bilbao por dentro y por fuera
Como no podía ser de otra manera en esta maravillosa ciudad en la que aparcar en superficie es harto complicado y la señalización vial más que deficiente, el hotel Silken Gran Domine Bilbao cuenta con un pequeño garaje subterráneo, dos plantas.
Conviene hacerse con una de sus treinta y tantas plazas para olvidarse del coche y callejear por Bilbao en cualquier dirección. Afuera espera no solo Puppy y el imprescindible Guggenheim.
También el casco viejo, delimitado por el paseo de La Ribera, con su mercado de curiosas vidrieras; la estación de trenes de Abando y la de Santander, en el Ensanche; la casa natal de Unamuno; el muelle del Arenal, la pasarela de Calatrava…
Muy cerca, ría abajo hacia el norteño mar Cantábrico, el puente colgante de Portugalete, Patrimonio de la Humanidad; los palacetes y las playas de Getxo; o las sardinas de la canción, que preparan buenísimas en el puerto de Santurce, en la margen izquierda.
Todo eso, claro, si se consigue abandonar este GHDB, un lujo de la cadena Silken en el que apetece quedarse a vivir.

 

Comentarios