Barceló Marina Smir, el nuevo hotel de moda en Tamuda Bay

EXPRESO - 23.06.2010

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso Según nos vamos aproximando a Tetuán, la actividad en la carretera se hace más intensa

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso

Según nos vamos aproximando a Tetuán, la actividad en la carretera se hace más intensa. Hombres que arreglan farolas subidos en pequeñas grúas, aceras con los bordillos levantados, cuadrillas de jardineros en cada rotonda. Se acerca la visita anual de Mohamed VI.
El monarca marroquí ha puesto de moda la costa norte del país, una zona históricamente olvidada para el turismo. La nueva ‘marca’ creada por el Ministerio de Turismo se llama Tamuda Bay, en honor a los orígenes fenicios de Tetuán, y abarca el litoral comprendido entre las localidades costeras de Fnideq y M’diq.
O, lo que es lo mismo, una bahía natural bañada por el Mediterráneo que se extiende desde la frontera con la ciudad española de Ceuta, hasta Cabo Negro, cerca de la desembocadura del Río Martil.
Se trata de una zona salpicada por villas de lujo y edificios blancos de apartamentos, pero nosotros elegimos el nuevo hotel de moda de la zona, que desde hace un mes lleva marca española, el Barceló Marina Smir Thalasso Spa.
Uno de los puntos fuertes del Barceló Marina Smir es su ubicación. En primera línea de playa, justo al lado de la nueva marina gestionada por Marina Marbella, y a pocos dirhams en taxi de M’diq, un pueblecito repleto de terrazas, restaurantes, tiendas y un ambiente que se va animando al caer la tarde.
A diferencia del otro hotel que tiene la cadena en el norte de Marruecos, el Barceló Mediterránea Saïdia, un resort entre playas vírgenes, aquí el régimen habitual es alojamiento y desayuno, porque la oferta es muy variada dentro y fuera del hotel.
Pero venimos cansados del viaje y no nos apetece salir. Así que la primera cena la disfrutamos en la terraza del restaurante. Hace una noche preciosa. La temperatura es suave, como casi todo el año, lejos de los extremos de otros destinos marroquíes. Verduras a la brasa, ventresca de espadón, confit de pato, un excelente nespresso y charla animada con unas copas hasta medianoche. Alguien propone levantarse de madrugada para observar las estrellas.
En el mes escaso que lleva como director, Miguel Barceló ha comenzado a convertir este cinco estrellas, que ya se cuenta entre los preferidos de la elite marroquí, en mucho más que un buen hotel de playa.
Será porque ya ha trabajado en algunos de los mejores de la cadena en España, o porque es muy joven, pero a Miguel le sobran ideas para convertir su Barceló Marina Smir en el mejor hotel del norte de Marruecos. Entre otros proyectos, va a contar muy pronto con una terraza Möet Chandon, que distingue a los beach clubs más exclusivos, los must del verano.
El hotel se inauguró hace ya catorce años como Hyatt, y más tarde fue Sofitel y, aunque se le nota en algunos detalles el cansancio, el director nos cuenta que está previsto invertir un millón de euros en ‘muchas mejoras técnicas que no se ven’ y otras muchas que sí. ‘Vamos a renovar toda la lencería, manteles, toallas…’, nos cuenta. De momento, esta noche estrenamos cristalería con un tinto del país que nos sorprende.
Las habitaciones son amplias, luminosas, y están dispuestas en ‘V’ alrededor de las piscinas y las pistas de tenis, para aprovechar mejor la vista al mar. Además de una Suite Royal en la que se acaba de alojar un príncipe saudí, y de las Junior Suite con salón, las mejores son las Deluxe de la cuarta planta.
Las más tranquilas, sin embargo, son las estándar -que Barceló llama Superiores- situadas debajo del centro de talasoterapia, desde las que se accede al jardín y a la piscina.
Amanece pronto. Aquí todo es abierto, blanco, luminoso. Desde la terraza de la habitación se puede ver toda la bahía, desde el promontorio montañoso de Ceuta hasta Cabo -Oued, en marroquí- Negro. Los yates de lujo salen temprano de la Marina y se mezclan con alguna pequeña embarcación de pescadores.
Abajo nos espera un desayuno buffet a la europea salpicado de dulces típicos del país. Lo mejor, sin duda, este zumo de naranja que en Marruecos es más dulce que en ningún otro lugar. Y el té a la menta, omnipresente, delicioso.
Dos escapadas imprescindibles: Tetuán y Chaouen
Hoy vamos a conocer dos destinos especiales. El primero, a 30 Km del hotel, es la medina de Tetuán, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y capital de la nueva Tamuda Bay. Recorremos despacio sus calles anchas, encaladas, de arcos lobulados, otros lisos. Reconocemos la huella andalusí en los balcones de forja, en la cerámica.
De la puerta de la calle Postas, donde están los joyeros, a la del cementerio -Bab Mkabar- o la de la Reina, en honor a de Isabel II, nos envuelven aromas del pan caliente, de madera fresca en la calle de los ebanistas. El olor insoportable de la pequeña tenería donde se curten las pieles de oveja.
Por todas partes hay gatos que se dejan acariciar mimosos y palabras amables en español. No en vano Tetuán fue la capital del protectorado español en Marruecos durante la primera parte del siglo XX. Nos acompaña Ricardo, un amigo español y tetuaní que nos cuenta los detalles sabrosos de aquella época dorada.
La última rehabilitación de la medina eliminó del suelo los códigos que había para no perderse. Una línea doble, sencilla o triple marcaba los distintos recorridos. Así que perdiéndonos y encontrándonos llegamos por fin a la plaza del Castaño. Tarbeaa Gawza, que en árabe significa ‘descansar sentado fumando’, es uno de los rincones más especiales de la vieja ciudad árabe.
Emparrada, empedrada, sin rastro ya del castaño que le dio nombre, este pequeño espacio presidido hoy por un níspero ofrece sombra y té a la menta, café, un sastre de chilabas… Aquí se reúnen los hombres a cualquier hora del día, para desgranar despacio las horas, charlando.
Dejamos esta ciudad entrañable de petits taxis amarillos y sabor español, donde es difícil ver a una mujer sin pañuelo; la ciudad del ‘Tiempo entre costuras’ que añora María, para conocer uno de los pueblos más pintorescos y curiosos de todo Marruecos, Chaouen, a una hora y media en coche hacia el interior.
Saliendo de Tetuán, a las afueras, paramos un momento en las ruinas fenicias de Tamuda, que dan nombre a la bahía. Pero casi no quedan restos de aquella ciudad-castro, ni de su antiguo puerto fluvial en el río Martil, las mejores piezas están desde hace tiempo en el Museo Arqueológico de Rabat.
A unos 70 kilómetros, sobre una de las laderas rocosas de los montes gemelos de JbelEch-Chaouen, la ‘montaña cornuda’, se encuentra uno de esos pueblos mágicos que parecen haber salido directamente de un cuento, Chef-Chaouen o, simplemente, Chaouen. Donde los europeos solían ‘bajarse al moro’, y muchos se escapan todavía de las férreas leyes antitabaco de sus países.
Es un lugar preparado por y para el turismo, sí. Pero también un derroche de buen gusto en su arquitectura de azules, añiles y blancos, que recuerda a las tunecinas de Sidi Bou Said o Hammamet; en sus artesanías de colores vivarachos; en sus calles estrechas de mil escalones hasta el nacimiento del río; toda una postal.
Muchos españoles viven en Chaouen. La mayoría regenta hostalitos donde por 200 dirhams, menos de 20 euros, se ofrecen habitaciones con baño coquetas y correctas, con desayuno.
Si se busca algo más romántico, nada mejor que las suites con chimenea del hotel Dar Baibou, por 950 dirhams con cena incluida.
Un buen lugar para comer, de los mismos dueños, es el restaurante Casa Hassan. Las tortas de pan, el tajine de cordero y verduras y el couscous con pasas y cebolla caramelizada están de cine. Para terminar, unos dulces de almendra.
Dejamos la montaña a media tarde para regresar al Barceló Marina Smir a tiempo de darnos un par de caprichos en el Centro de Talasoterapia. Es un edificio de ladrillo rojo, con aires neogriegos. Comenzamos con un baño de agua de mar en la piscina climatizada y después vamos agotando el catálogo de tratamientos. Objetivo, relax.
A medio camino entre la colorterapia de burbujas y el masaje de aceite nos ofrecen zumo de naranja natural, dátiles, té a la menta. Imposible no relajarse. Terminamos como nuevos. Una ducha y nos reunimos en uno de los espacios más agradables del hotel, el pequeño bar. Comenzamos pidiendo zumos de tomate y acabamos animándonos con bloody marys.
La última noche la reservamos para una cena en La Concha, un espacio acristalado sobre el agua que parece diseñado para citas románticas. Justo al lado, en la arena, las velas de los faroles iluminan el Beach Bar, un lounge de tumbonas de diseño.
Este año el Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, comienza el 11 de agosto, en plena temporada alta, así que es un buen momento para escaparse al Barceló Marina Smir, que no estará tan lleno como otros veranos. El hotel no cierra en todo el año, a diferencia de otros de temporada.
Hemos de marcharnos hacia el aeropuerto de Tánger, para coger nuestro vuelo de bajo coste de regreso a Madrid. Pero hay tiempo. No podemos irnos sin un recorrido por la bahía, esta Tamuda Bay que dará tanto que hablar.
Gastamos despacio las dos o tres horas que nos quedan, charlando sobre la cubierta del velero, escuchando el mar en calma, intercambiándonos los facebook, poniéndonos morenos. Prometiendo volver.
Volveremos. Como a todos los lugares que nos gustan. Pero no será seguramente este verano, sino que esperaremos al otoño, o al invierno, cuando las olas del Mediterráneo se quieran parecer a las del Atlántico, y las luces de los barcos sean tan pocas que nos permitan ver todas las estrellas.
 
Cómo llegar
Para llegar desde España hay varias opciones. Por mar, la más rápida es coger un ferry desde Algeciras a Ceuta, que está a 15 kilómetros del hotel. Si no se quiere cruzar la frontera por tierra, la mejor alternativa es Tanger Med, el nuevo puerto adonde llegan los grandes barcos y casi todos los ferries que atracaban hasta ahora en Tánger.
Desde el Puerto Tanger Med, una carretera sinuosa de doble carril y vistas espectaculares conecta con la autopista que lleva a Marina Smir y que, por 6 dirhams, unos 60 céntimos de euro, nos deja justo frente al hotel. El Barceló Marina Smir dispone de tránsfer bajo petición, pero sale mucho más barato coger un taxi.
Por aire, las principales ciudades europeas están conectadas con el aeropuerto de Tánger, a hora y media del Barceló Marina Smir. Aquí llegan también las compañías de bajo coste, como Ryanair o Easyjet. Ceuta o Tetuán están mucho más cerca que Tánger, pero la primera no tiene aeropuerto y el tetuaní funciona desde hace tiempo sólo para vuelos privados.
Para ocasiones especiales podemos elegir un vuelo en helicóptero de Málaga a Ceuta, que cuesta unos 120 euros y dura media hora sobre el Estrecho.
 
Agradecimientos:
Barceló Marina Smir Thalasso Spa. Route de Sebta, BP 768, Tetuán 93200, Marruecos. +212 539971234. marinasmir@barcelo.com. www.barcelomarinasmir.com
Hoteles Barceló www.barcelo.com
 

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