Marruecos, de Marrakech a Essaouira, de la "ciudad roja" a "la bien trazada"

EXPRESO - 01.12.2017

Marrakech, la ciudad roja Marrakech es un clásico del turismo, no sólo a nivel marroquí sino a escala mundial

Marrakech, la ciudad roja

Marrakech es un clásico del turismo, no sólo a nivel marroquí sino a escala mundial. Hablamos de la Ciudad Imperial, la de la Koutoubía, el minarete de la Mezquita de los Libreros, el más alto con sus 69 metros, que le da carácter y fue construido a mediados del siglo XII, un poco antes que la Giralda, a la que recuerda. Hablamos de la ciudad que nos recibe entre jardines y olivares, como el Bab Jdid, que llega hasta la muralla de la medina y la separa del moderno aeropuerto. La que compartió capitalidad con Fez tantos años y posiblemente dio nombre a Marruecos. La de los lujosos hoteles y los cuidados carruajes de época; la que comparte top de destinos turísticos con Paris o New York.
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Es Merrakesh-el-Hamra, el Rojo, según dicen los marroquíes, y Temrakesh, según los bereberes. La de la Plaza Jamaa El Fna, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, donde se te pasan las horas sin sentir, entre aguadores, vendedores de jugos hechos al instante, monos para acompañarte en el selfie, mercaderes de especias, puestos nocturnos de comida, encantadores de serpientes...
En esta ocasión nuestra visita fue breve, limitándonos a deambular por la medina y las plazas adyacentes, con un alto para visitar el Palacio Bahía. Esta antigua residencia del visir Abu Bou Ahmed, conocido como Palacio Bahía (o de Bahía) es una joya arquitectónica de finales del siglo XIX que ocupa unas 8 hectáreas. A la mayoría de sus 150 habitaciones, todas en planta baja, se accede desde los numerosos patios y jardines. Y, aunque está vacío de mobiliario, no defraudará a nadie ya que su decoración, con curiosas carpinterías y ricos artesonados, se conserva intacta. La parte más interesante es la que estuvo destinada a harén de las 4 esposas y 24 concubinas del visir.
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Nos esperaba una selecta comida en el restaurante Dar Moha, ubicado en la que fue residencia de Haj Idder, secretario del pachá El Glaoui, señor del Atlas, y donde también residió temporalmente el estilista Pierre Balmain. Una auténtica joya de la arquitectura marroquí que te encantará. Con su rica decoración, repleta de obras de arte... Su jardín interior... El pequeño estanque, adornado con pétalos siempre frescos... Y todo se redondea degustando los manjares elaborados por el chef Moha. Sólo hay que dejarse llevar... Inolvidable. Y, hablando de gastronomía, nuestro alojamiento, el Jardins de l'Agdal Hotel & Spa, al final de la moderna Avenida Mohamed VI, cuenta con una cocina a la altura de las mejores.
La ciudad roja está repleta de artesanía, de seda, de especias, pero también de buenos restaurantes, todo tipo de hoteles y palacios de ensueño. Si no te quedas en Marrakech, volverás una y mil veces y siempre te fascinará y te conquistará.
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Essaouira, la bien diseñada
Nos dirigimos hacia la costa por la carretera regional 207, que está en buen estado y con bastante tráfico sobre todo en las proximidades de las poblaciones que cruzamos. A medida que nos aproximamos a Essaouira, después de la escala técnica en Douar Hmar, en el restaurante de carretera Atlas, vamos percibiendo un incremento de arbolado y de ganadería, sobre todo caprina y lanar en pequeños rebaños y con el pastor siempre atento. Estamos cruzando la Arganeraie, una Reserva de la Biosfera de más de 25.000 kilómetros cuadrados, en la que predominan acacias y erguenes. De estos últimos se extrae el aceite de argán, tan apreciado en cocina y en cosmética.
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De momento se impone una parada ante la estampa de un grupo de cabras encaramadas en las ramas de dos árboles próximos a la carretera. Estamos ante una de las fotos clásicas de la jornada. Las cabras posan sin inmutarse, como si estuvieran en una estantería. Se supone que trepan para ramonear las pequeñas hojas del erguén, pero hoy prefieren contemplarnos. Después vendrá el regateo de la propina con el pastor.
A partir de aquí el aceite de argán (khadija) es el protagonista y nos encontraremos constantemente con mujeres que muestran, en las principales calles de la ciudad, el método artesanal para la obtención del preciado óleo. También son sólo mujeres, enfatizan ellas en la presentacióon, las trabajadoras de Arganomade, una cooperativa donde realizan todo el proceso, incluyendo la venta directa al viajero. Ellas mismas explican al visitante los pasos de la transformación, con gran cortesía y profesionalidad, accediendo a la toma de fotos y filmaciones. Resaltamos este detalle, porque, por el contrario, en la medina de Essaouira las señoras trataban de ocultar su rostro ante los fotógrafos.
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Para los interesados en el ecoturismo, es importante reseñar que dentro de la Arganeraie se encuentra el Parque Nacional de Souss-Massa, una franja costera al sur de Agadir, que es quizá el primer destino de turismo ornitológico marroquí, por la cantidad de aves invernantes en las desembocaduras de los ríos que le dan nombre, además de la exclusividad que supone la observación del ibis eremita. Algunos estudiosos consideran a toda esta región como la Macaronesia Continental, ya que forma parte del mismo biotopo que los archipiélagos que la componen.
De Essaouira hay referencias desde los fenicios, pero fue a principios del siglo XVI cuando Portugal construyó el fuerte del que aún pueden verse cañones españoles y portugueses apuntando hacia el mar. También el nombre Mogador pervivió hasta la actualidad, siendo durante muchos años el único puerto de Marruecos abierto al comercio exterior. Esto se debió sobre todo al impulso que le dio la iniciativa del sultán Mohamed ben Abdallah en 1765, al encargar al arquitecto francés Cornut, especialista en fortificaciones militares, los planos de la ciudad, incluyendo el puerto comercial. Este hecho convierte a su medina en la única de Marruecos construida sobre planos, a la vez que propicia su cambio de nombre, ya que Essaouira significa "la bien trazada". Aun así, el comercio exterior fue disminuyendo debido al poco calado del puerto, en favor de otros más modernos. El resurgir económico llegó con el auge del turismo en los años 90, favorecido también por su vocación de ciudad cultural. Pero el espaldarazo definitivo fue en el 2001, cuando su estupenda medina fue reconocida como Patrimonio mundial por la UNESCO.
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La vocación turística de Essaouira la ha llevado a estar entre los principales destinos de vacaciones, compitiendo con éxito,desde el Atlántico, con los peculiares pueblos mediterráneos, a los que nos evoca. También se nota en las magníficas instalaciones hoteleras y de restauración, como pudimos constatar en nuestra cita a la hora de la comida: El Heure Bleue – Palais, del grupo Relais & Chateaux, en pleno centro, nos abrió las puertas para exhibir sus salones en penumbra, repletos de arte e historia, y su luminosa azotea, en la que, al borde de la piscina, pudimos disfrutar de los mejores frutos del mar y de la huerta.
Muy acertado el lema de esta cadena hotelera: "un Relais & Chateaux ne se decrít pas, il se vit..." Me parece perfecto para aplicarlo al país: "Marruecos no se describe, se vive".
Una vez más, Marruecos nos ha cautivado, por sus ciudades, por su gastronomía, por su gente... Pero también por su biocenosis, por sus leyendas y su historia, con personajes casi míticos, como la zenata Kahina o Chachnak, el bereber que llegó a faraón de Egipto fundando la XXII dinastía. Por eso sugerimos (y anotamos en la agenda, aunque de momento sin fecha) algunas rutas temáticas: 1.- Nexos continentales de la Macaronesia. 2.- Tras la huella de Kahina. 3.- La dinastía bereber... Son muchos los motivos para volver.
Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa
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