San Juan de los Remedios, pausa colonial camino de los cayos cubanos

EXPRESO - 08.08.2012

Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa En Remedios, provincia de Villa Clara, en el centro de Cuba, se reconstruye un hotel ‘con encanto’: el Barcelona

Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa

En Remedios, provincia de Villa Clara, en el centro de Cuba, se reconstruye un hotel ‘con encanto’: el Barcelona.
Seguro que el próximo año estará perfectamente habilitado, para que los viajeros detengan sus ansias de playa algún día y disfruten de este característico pueblo colonial, antes de lanzarse al pedraplenado viaducto que durante más de cuarenta kilómetros atraviesa mares y manglares para llegar al Cayo Santa María.
Y es que la villa de San Juan de los Remedios, octava villa fundada por los españoles en el siglo XVI, cuyo Centro Histórico fue declarado Monumento Nacional en 1980, rebosa encantos y necesita alojamientos.
 
La plaza de José Martí
Flanqueada por las iglesias de Nuestra Señora del Buen Viaje y la Parroquial Mayor de San Juan Bautista, esta plaza, que antaño llevó los nombres ‘de la Parroquial’ y ‘de Isabel II’, cuenta con su particular estatua de la libertad, de mármol de Carrara (del escultor Carlos Nicoly Manfredy), y una buena representación de la interesante tipología constructiva colonial, con edificios bajos y porticados, equilibradas fachadas de huecos enrejados, balcones y azoteas protegidos con balaustres y pintorescos nombres metropolitanos o afrancesados.
Hay que destacar la casa del Alférez Real y la de las Arcadas.
A la sombra de los flamboyanes, la banda interpreta bellas piezas de otros años, sin hacer caso del quiosco de la música, que aparece flamante y vacío en el centro.
Y, aunque los metales no brillan, las manos de varios colores abren y cierran llaves y agujeros para administrar el viento y lograr la armonía al compás de los timbales.
 
Las iglesias
Es en sus dos templos, dedicados a la religión católica, donde tiene sus mejores atractivos. El más antiguo, el de San Juan, alberga un rico retablo labrado en cedro y totalmente cubierto de láminas de oro, cuya restauración fue costeada por el millonario Eutimio Falla, entre 1944 y 1954, aunque su pieza más conocida es una imagen policromada de la Inmaculada Concepción en avanzado ‘estado de buena esperanza’, perteneciente a la escuela Sevillana.  Parece ser que es la única imagen de América que representa a la Virgen María embarazada.
Sobre la otra iglesia, la del Buen Viaje, circula una curiosa leyenda. En el año 1600 recuperaron del naufragio de un buque procedente de Barcelona, la imagen de la Virgen con el Niño y, aunque la instalaron en la parroquial, misteriosamente volvía una y otra vez a la casa del esclavo que la custodiaba. Por ello decidieron construir en ese lugar el nuevo templo, a pesar de su proximidad.
 
Las parrandas
Dicen que el origen de esta popular fiesta está también en la iglesia. En una misa del gallo, movido por la escasa asistencia de feligreses, el cura animó a los jóvenes a salir a la calle alborotando con instrumentos y cacerolas para despertar a la población y que todos participasen en el culto.
Esto se fue repitiendo y ‘mejorando’ en años sucesivos hasta derivar en la actual ‘batalla’ de carrozas y charangas, a cargo de la juventud de dos barrios rivales. Su día grande es el 24 de diciembre.
 
El órgano
De Francia llegó, por la bahía de Cienfuegos, el órgano oriental que se exhibe delante del  bar ‘El Parrandero’. Este instrumento, dizque tradicional en el Oriente cubano, funciona dando manivela para que el aire presione la sucesión de plaquetas de madera, convenientemente taladradas y acanaladas, que se deslizan en su interior.
 
El ‘ponche de la parroquia’
Hemos visto como lo preparaban en plena calle, con una cacerola de barro sobre un hornillo del mismo material. Consiste en una infusión de caña santa, con canela y naranja, a la que se va añadiendo leche y ron.
El resultado es excelente y del origen de esta bebida nos dice mucho su nombre.
 
Artesanía y antigüedades
En los aledaños de la parroquial se instala un pequeño mercadillo que ofrece al visitante cestería, tallas de madera, cerámica y piezas únicas de bisutería de semillas. Entre estos puestos encontramos un pequeño anticuario en el que llamaba la atención un gramófono de 1904, marca RCA VICTOR, que funciona a manivela.
Como recuerdo nos llevamos un palillero, o portaplumas (allí le llaman ‘cabillero’), de alpaca, con plumín incorporado.
 
El Museo de la Música
Hay quien dice que lo más interesante de Remedios es el museo de la música, dedicado al compositor Alejandro García Caturla (Remedios 1907 -1940), ‘el temperamento musical más rico y generoso aparecido en Cuba’, en autorizadas palabras de Alejo Carpentier.
A pesar de haber vivido sólo treinta y tres años, destacó en el mundo del Derecho, como juez, y realizó una intensa actividad cultural enmarcada en sus firmes convicciones sociales. Como compositor, fue famoso sobre todo por incorporar los ritmos afrocubanos a la música sinfónica.
 
La comida
Como despedida disfrutamos de una típica comida cubana en el restaurante El  Curujey, sito en un rancho próximo, denominado Finca la Cabaña.
Todo empezó sin extraordinarios, porque en Cuba que te reciban con música no es raro. Allí estaba un trío, con su guitarra, su tres y sus timbales, en un escenario de palmas reales y sonido sin alteración. Más allá, un hombre con pinta de patrón procuraba sombra para la yunta de bueyes exhibidos.
La barbacoa estaba preparada con un cerdo entero, que un experto cocinero iba despiezando al ritmo del desfile de platos. Pronto se ocuparon las mesas y se degustaron las viandas. El cerdo asado y el tachino relleno de res se acompañaron con frijoles, malanga y patata. Todo era sencillo y sabroso.
El grupo de danza, con atuendos campestres, amenizó el yantar y todos aguardábamos el desmoche del palmiche, ajenos todavía al asombro que nos envolvería.
 
El desmoche de la palma real
Ñico preparó sus cuerdas y, antes de que reaccionásemos, ya trepaba alternando el peso, ora sobre su pie izquierdo, que se apoyaba en el tronco sujetándose al estribo, ora colgado de su muslo derecho. Y así hasta la copa, a treinta y dos metros de altura. Ñico llevaba en la cintura un serrucho y el extremo del cable que serviría de ‘teleférico’ para deslizar el palmiche sin que reventasen los racimos.
Desmochó la palma, dando instrucciones para el correcto tensado del cable, y fue soltando el fruto, cuya velocidad se multiplicaba hasta que los avezados ayudantes de tierra lo frenaban con un simple movimiento de brazos.
Sólo faltaba bajar. Todos contuvimos la respiración mientras descendía, aunque su rostro tenía la misma expresión despreocupada. Aún se prestó a explicar su método de trepa a algún colega que no pasó del intento.
Este es Antonio Alonso Rodríguez alias ‘Ñico’, que tiene sesenta y nueve años y lleva haciéndolo desde los catorce, sin asomo de vértigo y sin perder el sombrero.  
Como vemos, hay sobrados y variadísimos motivos para detenerse en esta villa. Con todo, nos atrevemos a afirmar que el mayor atractivo de Remedios es su gente, amable, alegre e incansable en sus manifestaciones culturales y en sus atenciones al forastero. Sólo por eso vale la pena la visita.
 
Más información en la web de Turismo de Cuba: Cubatravel.cu 
 
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