Camariñas, o mar todo (Camariñas, el mar todo)

EXPRESO - 20.12.2014

 Esta Costa da Morte (Costa de la Muerte)  bautizada seguramente por los británicos, golpeados una y otra vez por el mar contra estas rocas con nombres propios, está en el noroeste de Galicia, en España, justo en esa punta donde primero roza la Corriente del Golfo, que trae aromas de América y nunca se detiene, buscando luego otras peñas en la Bretaña. Aquí lo saben todos desde la infancia, por eso se sobrecogen aún más cuando el desastre ocurre mar adentro hacia el Oeste, ya que la corriente se encargará de traer los despojos un día.



Hay quien explica que el nombre viene de tiempos lejanos, por la muerte diaria, misteriosa, del sol sumergido en el mar. Y quien la relaciona con los percebeiros y pescadores que desaparecen cada año, muertos propios, más cercanos.

Sea como fuere, no se puede entender la Costa da Morte sin recorrer el litoral de Camariñas, su cementerio de los ingleses, su museo de Man, las piedras de los enamorados, la del oso, las baleas y las islas lobeiras, sin otear las rompientes desde la mismísima linterna del faro Vilán... Sólo con eso la impresión en nuestra retina no se borrará, pero la verdadera emoción, la que nos pone la piel de gallina, la sentiremos observando y escuchando las voces de su gente, sobre todo las mujeres, que hace ya muchos años asumieron un rol de igualdad, y aún de protagonismo, ante la dureza de un entorno hostil y muchas veces cruel, que da pocos respiros.

 

Paseo por Camariñas y visita al Museo do Encaixe

La villa presenta un aspecto colorista propio de los pueblos marineros, en los que era costumbre aprovechar la pintura sobrante de los barcos para remozar y proteger las casas, sin embargo quedan pocos vestigios de las primitivas edificaciones de pescadores. Afortunadamente, contamos con la compañía de Bernardino Martínez Castiñeira, un camariñán estudioso de la historia y etnografía de estas tierras, que nos enseña los rincones y detalles más interesantes.



Así, con él, nos trasladamos a épocas pasadas para conocer la evolución de las costumbres y los hogares. Desde el espacio único de poco más que una cabaña, ocupada sobre todo por las herramientas y artes de pesca, el nacimiento del sobrado o piso alto para la vida familiar, hasta la independencia de esta nueva planta como reducto más personal. Por cierto, la intimidad familiar de este espacio sólo se rompía por las palilladas (1) en las largas veladas invernales. Alrededor de un banco se agrupaban las palilleiras para calentar el ambiente y compartir gastos de luz, que en tiempos no tan lejanos obtenían de una lámpara de carburo.

Es momento de hacer una pausa, pararnos en el Museo do Encaixe y adentrarnos en esta peculiar artesanía del encaje de bolillos, que se practica en toda la comarca pero con epicentro en esta villa, de la que tomó el nombre. Efectivamente, los encajes de Camariñas, conocidos en todo el mundo, se confeccionan artesanalmente con la misma técnica secular y se transmiten a las nuevas generaciones desde los primeros años de la infancia. Todos los años, en fechas próximas a la Semana Santa, se celebra la Mostra do Encaixe de Camariñas, cuya directora, Dolores Lema, nos desvela todos los secretos e historia de esta artesanía, que la tiene a un lado y otro del Atlántico. Es tal la importancia de esta actividad que cuenta con concejalía específica, acoplada, eso sí, a la de turismo.

Como nos queda a mano, en la entrada del pueblo y pegada a la costa, aprovechamos ya la oportunidad de conocer Boya, la única fábrica de conservas del ayuntamiento, que sorprendemos con toda su cadena centrada en envasar atún.

Continuamos el paseo con Bernardino, esta vez hacia las proximidades del puerto, para contemplar un barómetro de más de cien años a través de la vidriera que protege su hornacina. Es conocido como el barómetro del Serpent, ya que fue donado por el Almirantazgo inglés, entre otros regalos, en agradecimiento a la población por su comportamiento en el naufragio de ese buque. Caminando a la derecha del puerto, y sobrepasando el espigón, llegamos a las ruinas del Castillo del Soberano, una fortaleza defensiva del siglo XVIII, cuyo cometido nunca llegó a desempeñar, ya que la batería de cañones colocados para tal fin sólo alcanzaba a la mitad de la ría.

Un poco más allá, hacia el Norte, la capilla de la Virgen del Monte, en lo alto de un promontorio, domina toda la boca de la ría y proporciona una fantástica vista de las puestas de sol y las rompientes hasta Cabo Vilán. Buena posición para el trípode.

Buen modo de rematar el paseo es recalar en el Náutico, una sociedad con más de 200 socios en cuya dársena se registraron 777 entradas en 2013, el 10% de toda Galicia. Es habitual que en su club social se celebren reuniones culturales de todo tipo. Tuvimos ocasión de asistir a una degustación de algas por gentileza de Porto-Muíños, una empresa gallega dedicada investigar sobre los recursos del mar, que cultiva y comercializa algas.

 

 

Mariscadoras a pie y a flote y palilleiras en 'tiempos muertos'

A Dolores Bermúdez Rodríguez le gusta que le llamen Lola, a pesar de su flamante cargo de patrona mayor de Camariñas. Es la primera vez que una mujer ocupa este puesto y solamente hay dos en toda la Costa da Morte. Con ella visitamos la lonja y nos explica detalles de algunas especies y los entresijos de las subastas. Tenemos el privilegio de asistir a una tradicional, cantando los precios Manuel Castiñeira, aunque en la actualidad todas se hacen con un sistema electrónico. Una curiosidad es que a veces se efectúan antes de que el pesquero llegue a puerto, con lo cual se evitan manipulaciones innecesarias del producto. El pulpo, una de las especies más abundantes aquí, se subasta una sola vez por semana, fijando el precio para los otros seis días.

Lola nos acompañó al arenal de Ariño para asistir a las explicaciones de Amalia González Ameijenda, Lita, mariscadora a pie y a flote, patrón del 'Lita' y vendedora ambulante, que nos ilustró sobre el marisqueo a pie, colocándose el traje especial de goma y manejando el rastrillo para la almeja, diseñado para que las piezas más pequeñas se cuelen entre los dientes, aunque luego la selección se hace con calibre.

Algunos aspectos de la pesca a flote nos los cuenta Jaqueline Lista Fateira, Yaqui, mariscadora a flote enrolada en el 'Vilán Uno', patroneado por su marido. Ella es la responsable de largar, a primera hora de la mañana, la rosareira de nasas para el pulpo o para el camarón, que recogerán varias horas más tarde, después de realizar las tareas domésticas y preparar la comida. Antes de la noche hay que dejar preparadas nuevamente las nasas en la embarcación, "ha de estibarlas la misma persona que las largará al otro día, para no confundir el orden". Es importante, sobre todo por la seguridad. Por cierto, las nasas las arman ellas mismas recubriendo la estructura con la malla adecuada.

Estas mujeres son energía pura, rebosan fuerza y buen humor y tienen en común un carácter abierto y unas ganas tremendas de explicar su actividad al forastero. Y además, en el tiempo libre, palillan, porque todas saben y es lo que hicieron sus madres y sus abuelas. Hay que verlas. 

Cristina Fernández Pasantes, farera del Vilán

Cristina, menuda y alegre, es (como diría un viejo amigo) 'todo alma', pero también todo nervio. Nos habla de su trabajo, cuenta sus vivencias, sus recuerdos y añoranzas, sus ilusiones... todo como una cascada. Son 41 años en el faro. Aquí, con su marido también farero, crió a sus hijos. Ahora está sola y se prepara para la jubilación, pero no entiende la vida sin el faro, "mi vida y mis recuerdos están aquí". Ahora la mayoría de los faros funcionan electrónicamente y sin presencia humana, pero Cristina lo tiene claro: "en cada faro debe haber un farero, volverán a vivir en los faros".

Esta mujer increíble nos tenía preparado (éramos un grupo de quince) café y pastas hechas por ella para agasajarnos a la vez que nos regalaba sus experiencias y su sentimiento. Ahora que los automatismos le dejan más tiempo libre, está dedicada a perfeccionar el museo, que ocupa prácticamente toda la planta baja del edificio, y a organizar la biblioteca con "libros de sentimientos de los faros", para la que admite donación de ejemplares.

Y nos lo contaba en su sala de operaciones, salón, despacho y sala de estar, pieza única que realmente es una sala más del museo. En todo el perímetro se conservan las sucesivas centrales de operaciones y una emisora Marconi-Telmar, la primera, que dejaron de usar por presiones de los americanos hace más de tres cuartos de siglo, porque era tan potente que cubría el Atlántico Norte entero y les causaba problemas de interferencias en cuanto salían de Nueva York.

Este del Cabo Vilán es el primer faro eléctrico de España. Hablamos de 1896. No llegaba la electricidad ni había bombillas. La primera se producía aquí con una enorme magneto, movida con una máquina de vapor, y la luz con un arco voltaico. Naturalmente todos los aparatos y las ópticas se conservan.

El edificio principal es de planta cuadrada y las dependencias están ordenadas alrededor de un patio a modo de claustro. La planta alta está destinada a cuatro viviendas. Desde ese nivel arranca la escalera cubierta, con varios tramos inclinados, hasta la base del faro. Por dentro de la torre es helicoidal y toda de piedra. En total hasta la linterna, que está a 105 metros sobre el nivel del mar, son 250 peldaños. Cristina los subió durante años cada seis horas. "A veces llegábamos arriba, siempre íbamos dos, y te dabas cuenta de que el destornillador había quedado abajo".

El faro tuvo especial protagonismo durante la catástrofe del Prestige, como centro de operaciones. "Cuando alguien apareció gritando: 'llegó el chapapote a las casas', los periodistas salieron corriendo hacia el pueblo. Tenía pinta de maniobra política".

Ni que decir que la panorámica desde arriba impresiona, sobre todo con viento y amenaza de ciclogénesis. Hacia el Norte, el Vilán de fora, dos islotes casi unidos en prolongación del cabo. Hacia el Sur, muy próxima, una enorme piscifactoría de una empresa sueca y algo más allá, en la loma, uno de los primeros parques eólicos de esta región. En dirección Nordeste, la terrorífica costa de los naufragios, hasta donde alcanza la vista y más. Al Oeste, sólo mar, todo el mar o, como dice el slogan de Camariñas, "o mar  todo". Al pie, parece hervir, a punto de tragarse el promontorio en cada embestida.

Anotamos otra reflexión de Cristina: "Los faros nunca pueden desaparecer". 

Del Vilán a Camelle con Bernardino

Para seguir caminando por este litoral mítico descubriendo playas vírgenes, rocas e islotes con nombres propios, el escenario de cada naufragio, las peculiaridades de cada aldea, las historias de estas gentes marcadas con genes vikingos, la mejor compañía es, de nuevo, Bernardino Martínez.

Pasada la playa de la Balea (Ballena), llamada así por las rocas que, con marea baja, parecen un desfile de ballenas, nos detenemos en los arenales de Reira que tienen protagonistas propios en sus 'enamorados de piedra', contemplándose eternamente sin ver, un poco más allá, la 'piedra del oso' ni la silueta imponente del Vilán difuminada por la espuma de las olas que llega a todas partes.

Parada obligatoria es el cementerio de los ingleses. Además de acoger los restos de los 172 del Serpent, hoy es un monumento funerario a la memoria de todos los náufragos de la Costa de la Muerte, tal cual reza la inscripción de una lápida clavada en el suelo en 1990, cien años después. A pesar de las historias espeluznantes de algunos casos, transmitidas de generación en generación, el naufragio del Serpent en Punta do Boi eclipsa a todos los demás por el número de víctimas. A partir de entonces existe gran alerta internacional, se abren investigaciones, se crean faros y aparece por primera vez el topónimo, pero en inglés. Según cuenta Rafael Lema Mouzo en su libro Costa da Morte Un país de sueños y naufragios, la viajera inglesa Annette M B Meakin cita varias veces la expresión "coast of death", aunque refiriéndose a la costa gallega entre el Miño y Finisterre, en su libro Galicia, the Switzerland of Spain, Londres 1909.

Seguimos la excursión dejando a nuestra izquierda la playa del Trece y después las poblaciones de Santa Mariña y Arou, en las que no nos detenemos por falta de tiempo en esta jornada, pero a las que no tardaremos en volver (esa intención tenemos) para descubrir sus trazas de poblados centenarios y escuchar de sus gentes leyendas e historias de navegantes y náufragos.

Llegamos a Camelle, donde las palilleiras cantoras Angélica y Pastora, que cantan sin dejar de palillar, nos hacen cuentos de enamorados en la Casa de Cultura del pueblo, hoy dedicada también a Museo de Man. Y es otra vez una mujer, Carmen Hermo Sánchez, quien nos embelesa con una lección magistral sobre el infortunado (o no) Manfred Gnadinger, un alemán que se instaló en esta ribera, entre peñascos, y allí vivió sus últimos cuarenta años decorando con pinturas y esculturas su entorno más próximo, incluyendo numerosos círculos en rocas del otro lado de la ría. Su morada era una caseta de doce metros cuadrados, diseñada y decorada por él mismo, y para sus obras usaba materiales de deshecho, principalmente crebas (2), maderos tallados y piedras de muchas formas y tamaños.

Al alemán de Camelle o Man, como se le conocía por aquí, le interesaba la opinión de los visitantes sobre su obra y les solicitaba plasmar en un dibujo, con explicación, lo que le inspiraba a cada uno. Para eso tenía pequeños cuadernos que fue acumulando por cientos. Camelle siempre fue conocido en Galicia por los magníficos percebes de sus peñas, pero fue Man quien atrajo a miles de forasteros curiosos y lo 'situó' en el mapa a nivel estatal.

Aún así, era un vecino incómodo y conflictivo, llegando a serios enfrentamientos con la población cuando se decidió la construcción del actual dique de abrigo, que alteraba su hábitat y su perspectiva, aunque más tarde también fuera objeto de su arte. Superó esa dura etapa, en la que llegó a sufrir agresiones físicas; superó durante cuarenta años los rigores del clima, a pesar de que sólo vestía un taparrabos, verano e invierno, y cruzaba a nado la ría casi a diario; pero no logró sobreponerse, sólo sobrevivió unos días, a la catástrofe provocada por el Prestige en el 2002.

Actualmente su obra está muy deteriorada, ya que al horror del chapapote sucedió el rigor de eso que ahora llaman ciclogénesis, en varias ocasiones. Sin embargo se ha creado una Fundación con su nombre y el Museo. En la universidad se trabaja en lo que se ha podido recuperar de su legado, más de 2.700 piezas catalogadas, bajo la dirección de la doctora Hermo Sánchez. Ella nos hace reflexionar sobre este final, ya que quizás el propio Man contaba con que su amada Naturaleza terminaría borrando su obra, y lo habría asumido como el más acorde con su propia filosofía. La Naturaleza vence. 

De la gastronomía de Camariñas

No podemos despedirnos sin hacer mención (aunque sea brevísima) de la buena mesa, basada en los excelentes productos del mar que pasan por la lonja de Camariñas. Sólo citamos platos que hemos degustado en nuestra visita, dos por cada restaurante.

Del '4 Ventos', 'pulpo con cachelos' y 'caldeirada de sanmartiño'.

En el 'Villa de Oro', 'pulpo guisado' y degustación de almejas, 'con alubias' y 'en fideuá'.

Del restaurante 'La Marina', las 'navajas', el 'bacalao con pimientos' (el temporal nos privó de la lubina), la queimada...

En el Náutico participamos en una degustación de 'cocina con algas'. 

Cómo llegar

Camariñas tiene conexión aérea a una hora, tanto de Alvedro como de Lavacolla, los aeropuertos de Coruña y Santiago de Compostela, respectivamente. Quienes llegan a Galicia a través del Camino de Santiago suelen redondear la experiencia con una última etapa hasta el 'fin de la tierra', Finisterrae, la comarca vecina por el SO, un buen pretexto para conocer de una vez esta Costa da Morte. 

 

Visitar Costa da Morte es revivir. Para verlo: Camariñas, o mar todo 

(1) El encaje de Camariñas se realiza sobre un cartón previamente punteado con el dibujo a reproducir, sujeto sobre una almohada. Cada hilo lleva atada a su extremo una pieza de madera torneada llamada bolillo o palillo. De ahí que la artesana lleve el nombre de palilleira (término gallego) y al trabajo en grupo se denomine palillada.

(2) La profesora Carmen Hermo emplea la palabra gallega crebas para denominar todo tipo de materiales que el mar va arrojando a la costa. Asegura que no encontró traducción satisfactoria. 

 

Contactos:

Concello de Camariñas         www.camarinas.net    www.turismocamarinas.es    

Ruta de los naufragios:

www.rutadelosnaufragios.com       

Museo de Man:

   www.carmenhermo.com        

 

Restaurantes:

Restaurante 4 ventos             R/Muíño do Vento,71              info@catroventos.com

Restaurante Villa de Oro         R/do Areal, 7 tf 981 736 354   restaurantevilladeoro@hotmail.com  

Restaurante La Marina                       www.amarinarestaurante.com          

Hospedaje:

Lugar do Cotariño                   www.docotarino.com                         

Puerto Arnela                          www.hotelpuertoarnela.es               

Texto y fotos: Manolo Bustabad



 

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